Crónica/Congreso del PP
Y el Óscar del PP va para el PP
El XVIII Congreso Nacional se inaugura con odas a la unidad del partido, aunque la enmienda para refutar la acumulación de cargos de Cospedal no prosperó por sólo 25 votos
Miguel Ángel Ortega Lucas 11/02/2017
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Mientras Dolores Cospedal se aproximaba, imperial y verdiazul, a la tribuna de oradores, para dirigirse a los miles de compromisarios que abarrotaban el pabellón de la Caja Mágica de Madrid, sonaba una hermosa sinfonía de fondo que bien podía confundirse con una banda sonora de John Williams, de alguna película de Spielberg; pero no: era la sintonía del PP, melosa y eficazmente versionada a lo Walt Disney.
Muy acorde con el ambiente, aunque no fuera vestida de Prada, parecía que Cospedal subía al estrado para recibir un Oscar, o para entregarlo. Por ahí irían los tiros: la plenipotenciaria del Partido Popular (secretaria general, presidenta del partido en Castilla-La Mancha, diputada por Toledo, ministra de Defensa y residente en Madrid) iba a intervenir, en la inauguración del XVIII Congreso Nacional del Partido Popular, para entregar el premio a la mejor trayectoria política del último siglo. Al Partido Popular, evidentemente; es decir, a ese ente compacto, uniforme y sin fisuras llamado Partido Popular; es decir, a sí misma, ya que la formación conservadora es un campo unificado en que toda aparente separación entre los cuerpos es pura ilusión, producida por la Maia (No hay un átomo de tu cuerpo que no me pertenezca, cantaba –a sí mismo también– Walt Withman).
parecía que Cospedal subía al estrado para recibir un Oscar, o para entregarlo
Pero siempre hay primeros entre los iguales: la oda de Cospedal iba dedicada a todo el reparto del PP, pero el protagonismo de la película debía ser inequívoco: allí, dijo Cospedal, en la Caja Mágica, donde “Rafa Nadal ha sido cuatro veces campeón, yo espero, sé que va a ser así, también nuestro presidente Mariano Rajoy va a ser por cuarta vez elegido presidente nacional del Partido Popular”. En este caso no hay opción a cábalas, apuestas o quinielas: Cospedal “sabe que va a ser así”, igual que el resto del mundo, ya que no hay más nominados a ese puesto en toda la Caja Mágica, ni en toda España. Tardará mucho en nacer, si es que nace, el Federer que le haga sombra.
Pero también supo Cospedal dar espacio a las sombras del PP, para no saturar mucho de mermelada: dijo que el partido ha pasado estos últimos años por “altos y bajos”, “horas difíciles, de las peores. Momentos en los que tuvimos que apretar los dientes y sacar fuerzas de flaqueza”. A pesar de todo, consiguieron ganar las elecciones generales, por segunda vez. Algo sólo posible por la ayuda de “todo el partido” y a pesar del “desgaste político que supuso defender en soledad las medidas más impopulares y duras que un gobierno ha tenido que tomar en democracia. Medidas casi heréticas a ojos de nuestras convicciones. A veces en las antípodas de nuestro compromiso”. Y entonces dijo la frase más diáfana de cuantas se han escuchado desde su partido en la presente legislatura: “Porque era salvar la sociedad del bienestar o la quiebra de nuestro país, encontrar la salida a la crisis económica”. Una sinceridad honrosa.
También se refirió a los “escándalos que afectaron de forma transversal a nuestra vida pública, y de lleno a nuestro partido. Nos parecía sencillamente imposible que algunas cosas nos estuvieran pasando a nosotros [esto era un guiño a la película de J. A. Bayona, Lo imposible], y por eso no fuimos muy ágiles” a la hora de reaccionar. Aunque “otros nunca han sido ágiles”, apostilló. Advirtió que el PP es un partido lleno de gente “que siempre ha vivido a miles de años luz de cualquier corruptela política”, que la dirección admitió sus errores, “pedimos perdón, hicimos propósito de enmienda, y nuestro gobierno tomó la mayor batería de medidas anticorrupción de nuestra democracia”. Se refería, al parecer, a apartar de sus cargos a los presuntamente implicados en tramas delictivas, pero a Rita Barberá la nombró sólo al final del discurso, casi (casi) emocionada, al recordar a los que nos dejaron últimamente (así como en los Oscar y los Goya pasan siempre un vídeo memorial de los difuntos).
Incidió, gritando casi al culminar las frases, en el agradecimiento a la militancia, aquellos que vienen apoyando a Rajoy de manera unánime, “a coro, a una sola voz”, mostrando la unidad de un iceberg de hierro contra el que se estrellan una y otra vez “los populistas y los socialpopulistas”: un neologismo, este último, que viene a apuntar los nuevos bríos semánticos del PP, para quienes la palabra izquierda está pasando ya a ser invariable sinónimo de populismo. De este modo, Podemos es populista; el PSOE, socialpopulista.
Cospedal definió a Podemos como populista y al PSOE, como socialpopulista
Para Cospedal no puede encontrarse en la Tierra “la talla política, ética, la grandeza de los cuadros y militantes del Partido Popular. La unidad nos convierte en un partido único en España. Para desgracia de algunos, nosotros nos llevamos bien”. “Pero ¿quién ha pensado que nosotros íbamos a ser como los Pimpinela de Vistalegre; un partido cambiante de ideología según soplara el aire?”, dijo en alusión al Congreso celebrado en paralelo por Podemos. A lo largo de sus viajes por las sedes populares de toda España, confesó Cospedal, “he llegado a la conclusión de que nuestra unidad no nace de ninguna directriz, ni de sesudos despachos... Será la pasión por la política, será el ideal de dejar a nuestros hijos una España mejor, será el orgullo de sentirnos españoles...”. (Serán las luces de esta habitación.)
A continuación, la militancia votó, a mano alzada, el informe de gestión defendido por Cospedal, dando la razón con fervor aparentemente unánime a su discurso: todos dijeron Sí; nadie respiró cuando Cristina Cifuentes, presidenta del Congreso, preguntó por los ‘noes’ y las abstenciones. Sin embargo, horas después se dio la sorpresa de la tarde: sólo 25 votos impidieron que saliera adelante la enmienda –votada a puerta cerrada– que trataba de impugnar la acumulación de cargos de la secretaria general (303 votos a favor, 328 en contra, 8 abstenciones), presentada por el miembro del PP en Castilla-La Mancha Francisco Risueño. Algún asistente llegó a especular, por lo ajustado de la votación, con un pucherazo, pero sea como fuere el hecho habla mucho más de lo que sucede dentro del partido que todos los discursos juntos: es conocido el rechazo que en muchos miembros, sobre todo de base, provoca la multi-tarea que Cospedal lleva adelante entre su comunidad autónoma, el Gobierno y el propio partido (llegaron a materializarse decenas de enmiendas en torno a las incompatibilidades en la ponencia de estatutos). Según Risueño, se trata de “cuatro responsabilidades imposibles de compaginar”.
25 votos impidieron que saliera adelante la enmienda que trataba de impugnar la acumulación de cargos de la secretaria general
Antes de ella, habían intervenido tanto Esteban González Pons, portavoz del Partido Popular Europeo, como Rafael Hernando, portavoz del partido en el Congreso de los Diputados. El primero hizo el discurso de la épica, llamando a “la batalla ideológica” entre “quienes creemos en la democracia representativa y quienes quieren destruirla. Entre los que quienes creemos en la dignidad del ser humano y los que se creen regional o moralmente superiores. La batalla entre la política y la anti-política”, dijo en alusión a los independentistas catalanes y, de nuevo, a los populistas. También llamó a actuar contra las “murallas físicas y mentales” contra los refugiados, porque “en el pasado éramos nosotros los españoles los que escapábamos y nadie pudo impedir que cruzásemos a Francia o nos marchásemos a México” [nosotros: los del exilio español tras la guerra civil]. “La UE” dijo, “tiene la obligación moral de acoger a los refugiados que llaman a nuestra puerta”. El Gobierno español no porque no está en la UE.
Rafael Hernando, por su parte, no recogió ningún premio por su papel en House of cards, pero dio lo mejor de sí en su monólogo al explicar que “España no es el país en negro que pretenden dibujar los populistas del chavismo que han querido usar en beneficio propio el dolor y el desconcierto de muchas familias”. “Sólo les importa el poder. Los españoles les vieron el plumero”, dijo. Y remató: “Hoy andan en una plaza de toros, a botellazo limpio y dispuestos a sacrificar a un niño”. Un estupor de congoja recorrió la sala de prensa desde donde escuchábamos las intervenciones: en algún lugar de Madrid se estaba fraguando un aquelarre orgiástico mayor que el festival de Woodstock, y nosotros allí, oyendo a Rafael Hernando.
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Autor > Miguel Ángel Ortega LucasEscriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza. Suscríbete a CTXT
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