Renta Básica
¿Cambiar el paradigma?
Debemos ser cautelosos a la hora de reivindicar la Renta Básica como la solución definitiva y (casi) milagrosa para derrumbar la situación de desventaja de las mujeres en la vida social y económica
Adriana M. Andrade 8/03/2017
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¿Cómo afectaría la renta básica (RB) a la mujeres? ¿Estaríamos ante una redistribución real o ante el refuerzo de la división sexual del trabajo reproductivo? Los defensores de la RB consideran que esta podría beneficiar, en particular, a las mujeres; aun así, dentro del movimiento feminista las opiniones están divididas. Mientras una parte considera necesaria la RB para una distribución más equitativa del trabajo de cuidados (como por ejemplo Nancy Fraser o Kathi Weeks), otras creen que esta solo la reforzaría.
¿Podría llegar a cambiar la tan enraizada situación de desventaja de las mujeres en la vida social y económica? O, ¿al estar esta tan arraigada en nuestra cultura y sistema de valores, serviría solo para reforzar la idea de familia y el sistema heteropatriarcal en el que el lugar de las mujeres es, y seguirá siendo, la casa?
Defender que la RB cambiaría el paradigma sobre la división sexual del trabajo puede ser peligroso. Si diésemos unos 620 euros (monto que calcula la Red Renta Básica) a todo el mundo, ¿estaríamos simplemente dando una gratificación a aquellas mujeres que se quedan en casa haciendo las tareas domésticas o cuidando a niños y ancianos; asumiendo que ese trabajo invisible, no reconocido y casi nunca remunerado, es meramente eso? ¿Reforzaríamos la idea de que ese trabajo de cuidados pertenece, en efecto, al ámbito femenino? O, por el contrario ¿ayudaría a aumentar el grado de autonomía de las mujeres, a reconocer las desiguales retribuciones de pensiones y seguridad social (en España, la brecha salarial entre hombres y mujeres pensionistas fue del 36,1% en 2014, y la de acceso a las pensiones, del 26%, según los últimos datos del Parlamento Europeo), a fomentar su inserción en el mercado laboral?
A favor o en contra de la RB, debemos ser cautelosos a la hora de reivindicarla como la solución definitiva y (casi) milagrosa para derrumbar un modelo discriminatorio, degradante e inequitativo que se ha visto reforzado por las medidas de austeridad impuestas durante los años de crisis. Parece evidente que si antes no construimos un sistema de políticas públicas que defienda y proteja a las mujeres, una red sólida de asistencia, unos mecanismos de ayuda y una serie de acciones que toquen la fibra más sensible (las creencias, prejuicios y valores sobre el papel y la posición de las mujeres) será imposible que una transferencia de dinero mensual pueda cambiar el paradigma.
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