Estereotipos y racismo
Una familia normal
A mi madre, por criar a sus hijos sin miedos, sin prejuicios y enseñándonos a valernos por nosotros mismos
Mónica Santos 8/03/2017
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Me gustaría rendir homenaje y agradecer los valores heredados por las mujeres y hombres que conforman mi familia. No fueron bienes materiales lo que me dejaron pero sí una conciencia muy clara de qué era el ser. La dignidad humana no se negocia.
En primer lugar a Papáoño, mi bisabuelo, por generar en mí una inmensa libertad de pensamiento, y todas esas horas de charlas infinitas. A mis abuelos, por adorarme, consentirme, mimarme. A mi madre, por criar a sus hijos sin miedos, sin prejuicios y enseñándonos a valernos por nosotros mismos.
Anecdótico es mi primer viaje en avión, lo hice sola, acompañada de una azafata. Tenía 3 años.
Con once me apunté a una academia de baile muy reconocida en Córdoba, yo vivía en Palma del Río, a 57 Km, así que tres veces en semana cogía yo solita un tren y allí que bailaba.
Las interminables horas de juego en la calle con mis amigos, las salidas nocturnas no exentas de castigo… Nunca llegué a la hora marcada.
Ahora que soy madre me doy cuenta de cuánto hemos perdido, y me incluyo, ese no dejar que nuestros hijos se desarrollen de manera individual, cuánto miedo tenemos a todo. No sé si exigimos más de lo que les enseñamos. Colegio, Inglés, estudiar… ¿Mami, para cuándo jugar?
Pensándolo bien, quizás al menos yo sí que he ido para atrás.
Sé que he sido una privilegiada, en casa nunca ha habido diferencias entre chicos y chicas, todos hacíamos las mismas tareas. Igual hacía gimnasia rítmica, kárate, que desmontaba una moto por la simple curiosidad de saber cómo ensamblaban las piezas. Recuerdo que de pequeña no me gustaban las muñecas, yo jugaba con coches, flechas, tanques… Cierto día me regalaron una muñeca que hablaba, así que a mi curiosidad no le bastó ver qué era lo que tenía en la barriguita (un pequeño altavoz). Así que cogí un martillo, rompí aquel orificio y, ahora sí, mi curiosidad quedó saciada.
En el cole todo fue parecido, estudié en un colegio religioso y la hora de Formación (estudiar la Biblia) para la hermana era una tortura conmigo. Cuando nos hablaba de dogmas de fe, a mí me parecía escuchar chino, así que comenzaba a exponer mis dudas…
-- ¿Hermana, se da usted cuenta de que en la Biblia siempre las mujeres son las malas?
-- Yo diría que eso lo ha tenido que pensar un hombre… ¡Este Dios es muy parecido a ellos! (Lamentablemente nunca nos pusimos de acuerdo)
Otro día os cuento de mayor, es mucho peor.
¿Qué?, ¿Cómo?, ¿Cuándo?, ¿Quién?, ¿Dónde?, y ¿Por qué?, jamás se han separado de mi vida.
¡Ah! Se me olvidaba, soy gitana.
Autora >
Mónica Santos
Es activista gitana.
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