Joaquín Araújo / Naturalista
“La mayor víctima del cambio climático será el ser humano”
El naturalista y escritor madrileño califica de “narcisista” el modelo de vida, censura el TTIP y reclama un retorno a los principios que rigieron el mundo rural para salvar el planeta
Gorka Castillo 14/03/2017
Joaquín Araújo
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Con 49 años de trabajo literario y observación metódica, Joaquín Araújo (Madrid, 1947) conversa hasta con los árboles del bosque frondoso que cuida en Extremadura. Es una leyenda invencible del naturalismo internacional aunque él prefiera ser reconocido como un campesino. “En una sociedad como la nuestra, que desprecia sus orígenes, el sector primario, y que además tiene una ignorancia supina de lo que es la cultura rural, yo me proclamo campesino para compensar ese sentimiento de vergüenza que mucha gente tiene”, proclama a los cuatro vientos en pleno siglo XXI. No hay quien pueda con un corazón incansable como el suyo. Autor de más de un centenar de libros sobre la vida natural, ocho enciclopedias, alimentador habitual de varios blogs sobre ecología, un sinfín de artículos y de un poemario inusual al que imprime una tensa emoción además de calidad literaria, Araujo, aquel genial registrador de sonidos ambientales que formó parte destacada del equipo de Félix Rodríguez de la Fuente, remata su presentación con una declaración de intenciones: “Me siento orgulloso y satisfecho de trabajar con las manos, que cuidan huertos y animales”. Unas manos que, tras haber plantado más de 20.000 árboles, hablan el lenguaje de la tierra.
¿Por qué se desprecia el mundo rural?
Se desprecia todo lo esencial. Es la consecuencia del narcisismo capitalista que vivimos. La mayor víctima del ser humano es otro ser humano, la mayor víctima del cambio climático será el ser humano. Despreciamos lo más importante, aquello que mantiene a los demás. Se ha adoptado un estilo de vida que se separa mucho de la vida.
Parece que renunciamos al pasado.
Exactamente. Y es un rasgo de incultura manifiesta porque la cultura rural ha fundado todas las demás culturas. El 80% de nuestro vocabulario es una invención del mundo rural, que lo necesitaba para relacionarse con la realidad. Y con el arte y la técnica pasa lo mismo. El paisaje es una creación a medias entre la naturaleza y el mundo campesino.
Con la crisis actual se comienza a replantear el concepto urbano, el papel simbólico de la polis como centro del mundo. ¿Es una oportunidad para recuperar el sentido de la vida del campo?
Al contrario del diagnóstico que realizan los santones de la globalización contra la autarquía, la autosuficiencia es el mejor antídoto para superar la crisis actual y mejorar la salud del medio ambiente. Cada autosuficiente que haya, como es mi caso, hace más suficiente al mundo, que es lo que se necesita porque hemos rebasado los límites de productividad biológica del planeta. Lo mismo sucede con la deuda económica y el PIB. Es decir, si debemos todo lo que producimos, ¿cuándo, cómo y quién pagará?
¿Qué opina del TTIP?
Hay muchos campos de seguridad europea, como el medioambiental y el alimentario, que saltarían por los aires si se firma ese tratado con EE.UU. El simple hecho de que todo sea considerado mercancía y que todo esté vinculado a un beneficio cortoplacista será absolutamente catastrófico. No debemos olvidar que todo lo esencial es lento y todo lo imprescindible es gratuito.
¿Hay alternativa?
Quienes proponemos otro modelo económico y otra sociedad estamos doblemente desarmados porque no podemos recurrir a ningún artificio impositivo ni tenemos poder político para cambiar las cosas. No tengo la más mínima esperanza en los dirigentes actuales porque los políticos son seres extraordinariamente ineficientes.
Entonces, ¿sólo queda el conformismo y la sumisión?
No, para nada. Yo creo en el poder transformador de las ideas emocionalmente activas y también en el compromiso. Por eso me complico la vida con libros y proyectos relacionados con la sensibilización ambiental porque sigo diciendo que hay una alternativa eficiente y eficaz para garantizar el alimento, el agua y la energía que todos necesitamos para vivir con dignidad. Pero, por desgracia, se ha impuesto la codicia de los listos que es la segunda fuerza más destructora del mundo después de la comodidad.
Un defensor de la autarquía como usted, ¿qué opina de la política energética del gobierno?
Es un negocio redondo para unas pocas empresas eléctricas y la banca. El ejemplo demoledor es la quita de primas que el gobierno de derechas impuso a la energía fotovoltaica que llevó a la ruina a 55.000 pequeños empresarios en España. Y lo hizo contraviniendo la inteligencia, la sensatez y todos los protocolos contra el cambio climático que se están aprobando. Todo responde a una estrategia malévolamente intencionada para beneficiar a unos pocos aunque para ello se perjudique a muchos.
Pero España, a excepción del sol, no tiene recursos suficientes. Ni siquiera centrales nucleares modernas.
Hay mucha leyenda en torno a la energía atómica. Por ejemplo que contamina poco pero es la cosa más insegura que ha inventado el ser humano y, por ese motivo, promueve un sistema de control y seguridad escasamente democrático, el que sólo puede ejercer el Estado. En realidad, la energía nuclear representa lo contrario de la energía renovable que favorece el autoabastecimiento.
La tónica habitual en España es presentar proyectos urbanísticos descomunales como panaceas del crecimiento económico y de la lucha contra el paro. ¿Cómo oponerse a semejante reclamo?
El problema es que seguimos contaminados por el concepto de que la riqueza es la conversión en dinero de lo manifiestamente invalorable cuando, en realidad, es la productividad biológica del suelo y del mar. Cambiar esa percepción codiciosa compulsiva es uno de los retos más urgentes para evitar el caos que se aproxima. Por ejemplo, yo que vivo en un bosque extremeño y me autoabastezco considero que soy una de las personas más ricas del mundo porque el valor que me ofrece ese entorno es incalculable. La cuestión, por lo tanto, no es sólo el daño ecológico que produce la construcción de un campo de golf, un hotel inmenso o el tren de alta velocidad. Lo realmente destructivo es lo que viene detrás de esos proyectos. Tengo un aforismo muy poético que lo define bien: “Los caminos comunican a los hombres pero se llevan la vida, la naturaleza”. Con el campo de golf llegan las carreteras, luego las urbanizaciones, después las grandes superficies comerciales y así hasta desfigurar el paisaje original por completo.
¿Y de dónde procede esta obsesión destructiva?
Es la herencia de Adam Smith y su exitosa idea de que aquello que no ha cambiado de lugar ni se ha transformado en mercancía carece de valor. Pensar así es suicida. Es casi una sentencia de muerte para la naturaleza, que se define por todo lo contrario.
La historia de los conservacionistas está plagada de fracasos. ¿Son ustedes antisistema?
En cierto modo hemos remado contra la corriente del sistema capitalista aunque no hemos ganado ni el 3% de las batallas que nos hemos propuesto en las últimas décadas. Para colmo, todo es reversible. Ahí tenemos el ejemplo de Doñana, el parque nacional más importante de Europa,que, pese a su carácter de zona protegida, está agonizando. Esto demuestra que la apisonadora codiciosa de esta sociedad pasa por encima de cualquier reconocimiento de reserva natural. Las cosas sólo cambiarán cuando logremos mirar un bosque sin calcular el dinero que nos proporcionaría convertirlo en leña.
Grabar los sonidos del campo ha sido una de sus especialidades predilectas. Comenzó haciéndolo en los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente y ha continuado hasta hoy. ¿Qué le sigue sorprendiendo?
El silencio, que es un idioma pleno. Cuando, de repente, se calla toda la naturaleza se produce el momento magistral de escucharse a sí mismo, algo que la gente evita de manera frecuente porque no quiere tener contacto con la realidad.
¿Qué representa Félix Rodríguez de la Fuente en su vida?
Una persona importantísima. En 1975 me llamó para que me fuera a trabajar con él. Fue un momento afortunadísimo en mi vida. Al principio lo hice sólo en el campo editorial y después en sus películas. De hecho, cuando Félix se mató en 1980 me encargaron terminar su obra durante los cuatro años siguientes. La muerte de Félix Rodríguez de la Fuente, del operador Teodoro Roa y de su ayudante, Alberto Mariano, mientras rodaban un documental de la carrera de trineos con perros Iditarod en Alaska fue un auténtico desastre. Los tres eran personas muy cercanas, con quienes pasé grandes momentos profesionales y algunas juergas inolvidables en mi casa de Extremadura.
Autor >
Gorka Castillo
Es reportero todoterreno.
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