1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Historias del pellizco

Silverio Franconetti y la invención del flamenco

Acercarse a su historia es sentir cómo alguien está jugando con el clavijero, afinando y desafinando el nailon, desorientándonos, meciéndonos entre lo creíble y lo inverosímil

Esteban Ordóñez 29/03/2017

Seisdedos

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

CTXT necesita 300 suscripciones mensuales para ser sostenible y cada vez más independiente. Puedes ayudarnos aquí

-----------------------------------------------------------------------------------------------------

La línea que separa las invenciones de los hechos en la vida de Silverio Franconetti es delgada y transparente como la cuerda más aguda de una guitarra: una cuerda que se tensa y se destensa. Acercarse a su historia es sentir cómo alguien está jugando con el clavijero, afinando y desafinando el nailon, desorientándonos, meciéndonos entre lo creíble y lo inverosímil. Con frecuencia, en ese juego, uno percibe la nota buena, la que cumple la armonía y nos revela, de verdad, quién era ese extraño hombre que inventó el flamenco; pero dura poco, la leyenda y la confusión de la información enseguida lo trastocan todo. A Silverio Franconetti se le atribuyen cuatro fechas de nacimiento: 1829, 1831, 1834 y, la más aceptada, 1823. Sea cual fuera el año, el día en que vino al mundo nada de lo que lo rodeaba guardaba conexión con el flamenco. El hombre que sacó el cante gitano de la oscuridad y lo extendió por el mundo abrió los ojos rodeado de silencio.

Unos cuarenta años después ocurrió algo que corrió de oído en oído hasta inundar, junto a otras anécdotas del mito, la cabeza de Federico García Lorca. [Lorca dando vueltas en su cuarto, desesperado, tratando de imaginar. Lorca fumando, encontrando al fin el verso perfecto sobre el enigma de Silverio: cuando cantaba “se abría el azogue de los espejos”].

 El hombre que sacó el cante gitano de la oscuridad y lo extendió por el mundo abrió los ojos rodeado de silencio

Todavía hoy sigue repitiéndose la escena como parábola de la grandeza del cantaor. Llegó al puerto de Cádiz el Gravina, un bergantín de guerra con seis cañones. Venía de América y saludó a la ciudad pegando cañonazos al aire. De la humareda descendió Silverio después de nueve años desaparecido al otro lado del Atlántico. Nadie lo reconoció: orondo, estirado, luciendo una barba espumosa y ropajes de indiano rico. No sólo había alterado su aspecto, Franconetti no era exactamente el mismo y su garganta tampoco. Cuentan que acordó con el clan de los Ortega gastar una broma a los vecinos. Organizaron una fiesta en honor del americano recién llegado. Acudieron, entre otros, Curro Dulce, Manuel Molina, María Borrico y el tocaor Patiño. Hacia el final, el americano chasqueó la lengua y se quejó de que nadie le había entonado los aires de Silverio. Contó el biógrafo Blas Vega que pidió que le tocaran por seguiriyas. Se oyeron burlas entre los gitanos, pero se tragaron la lengua en cuanto oyeron el primer fraseo. Una gitana vieja se echó a llorar: es fácil suponerle el luto y una escasez de dientes en la boca que hacía su llanto más gomoso. “Este no puede ser otro que Silverio, al que habéis imitado todos”, dijo la vieja antes de besarlo y desatar una oleada de abrazos. El caudal de su voz trituró los prejuicios de un pueblo celosísimo de su arte.

Pero esta historia no empieza ahí. Escapar a América fue sólo una consecuencia de su empeño por burlar las imposiciones familiares y dedicarse al cante. Su madre era malagueña. Su padre, originario de Roma y con pasado militar, ejercía de sastre. El hermano mayor de Silverio instaló una sastrería en Morón y se trasladaron allí. Él debía seguir la tradición familiar, pero empezó a escabullirse de la sastrería para merodear por los bajos fondos: las fraguas de la Villa. 

Recrear el paisaje que cautivó a Silverio obliga mirar fotografías de la época como las de Rafael Garzón. Hay que restarles fuertes notas de folclorismo e impostura, pero sirven para escudriñar en los muros en descomposición de las casas gitanas, en los bigotes prietos de ellos y la ambición de elegancia en las caras redondeadas de ellas. Pero, ante todo, nos ilustra la mirada de sospecha hacia la cámara, la mueca ofendida bajo sombreros imposibles: ahí, entre tanto estereotipo, nos alcanza hoy un testimonio de autenticidad y resistencia. Facciones como esas debió encontrarse Franconetti al adentrarse en el sonido de los fuelles y los hierros de las fraguas. Se martilleaban los yunques con un sentido rítmico preciso. Los gitanos, como los esclavos negros del Mississippi, encontraron un territorio oculto en el trabajo, un patrón de expresión que les ayudaba a imponerle unas pautas propias al sacrificio. Por eso el compás es tierra santa en el flamenco. Dicen que en ese lugar, Franconetti entabló amistad con El Fillo, monarca de cantaores, propietario de una voz carbonosa y ronca. De él aprendió los cantes gitanos puros a los que aún nadie llamaba flamenco, y también debió de ser por él que la madre de Silverio empezó a temer los ambientes en los que se movía su hijo. Una de las seguiriyas más famosas del maestro Fillo lamentaba el apuñalamiento y la muerte de su hermano. No sería de extrañar que Silverio se arrancara en la sastrería y que su madre escuchara la letra arañando de puro pánico algún recorte de tela, y que él, abstraído, la repitiera una y otra vez aquella: “Mataste a mi hermano,/ no t’he perdonao:/ tú l’has matao liao en su capa/ sin jaserte na./ Con aquellas fatigas/ s’agarró e mí/ como me ijo: compañero mío/ me boy a morí”.

Los gitanos, como los esclavos negros del Mississippi, encontraron un territorio oculto en el trabajo, un patrón de expresión que les ayudaba a imponerle unas pautas propias al sacrificio

Para cuando zarpó rumbo a Buenos Aires y Montevideo se le conocía en Sevilla y Madrid. Ya había comenzado el trabajo de orfebrería al que entregaría toda su vida: suavizar el arte fragüero y fusionarlo con el folclore andaluz para hacerlo más accesible al público y lograr que se reconociera su dimensión artística. En esa tarea adoptó muchos estilos y creó otros tantos. El símbolo de su talento creativo fueron las cabales, pero, justo en este punto, el nailon se afina y se desafina y somos incapaces de encontrar la verdad al fondo de la historia. Muchos le atribuyen a él su invención, otros sostienen que las tomó de El Fillo: hay una guerra abierta todavía hoy. La cabal es una de las mayores proezas del cante.

El caso es que entre 1856 y 1857, de pronto, se esfumó. Unos hablan de que aceptó una oferta motivada por su familia para dedicarse a la sastrería, otros de que buscaba hacer fortuna para completar su misión, incluso se llegó a atribuir su marcha a un crimen de sangre en una taberna; un rumor que, dicen, se refería a un torero brutal llamado Manuel Domínguez al que un día un toro le dejó un ojo colgando y él mismo terminó de arrancárselo, gritando: “¡Esto son desperdicios!”.

En la época en que el pontífice del cante salió hacia América las travesías duraban más de dos meses. La película La leyenda del pianista en el océano (aunque inspirada en un tiempo más cercano) cuenta que el primer viajero que vislumbraba la tierra desde la cubierta siempre gritaba (¡América!) y desataba una algarabía de besos, abrazos, música y bailes. Ver dibujarse el horizonte de arenas anchas y palmeras verdes era resucitar.

De su estancia en Montevideo se cuenta que se empleó como picador de toros y que se alistó en el ejército. Sabemos poco más. Algunos autores especulan con sus tránsitos por las cloacas sociales de la ciudad, por los llamados candomes y casas de baile por donde las noches de música desembocaban en un caos de violencia y sexo: en medio del barullo, él, un desconocido, captaba melodías y armonías nuevas. 

Desde su regreso a España en el año 64 su ascenso fue meteórico. Lo aclamaron en el Teatro Principal de Jerez, en el Café del Recreo; llenaba noche tras noche. Este arte se hizo un hueco cada vez más ancho. Se acompañaba de las guitarras de José Patiño y Francisco Cantero. En los periódicos declaraban el luto “de las musas”, lo definían como aquel que “gargajea[ba] notas indefinibles”. Su aparición en las tablas hacía que la gente bebiera llenándose la boca. El payo Franconetti personificaba el dolor, el intestino de la tierra, la prueba de lo que muchos señoritos del público pretendían ignorar. Interpretaba serranas, rondeñas, polo, caña, jaberas, seguiriyas y cabales… El primer registro conocido de la palabra “flamenco” se leyó en una gaceta de 1866, en pleno furor silveriano.

 El payo Franconetti personificaba el dolor, el intestino de la tierra, la prueba de lo que muchos señoritos del público pretendían ignorar

Silverio pronto inició su propia actividad empresarial gestionando distintos cafés y una academia de baile (ciertas voces sospechan que injertó requiebros del malambo uruguayo en la danza flamenca). No obstante, la verdadera culminación de su esfuerzo por profesionalizar el cante gitano fue la fundación del Café de Silverio en 1881. Allí medrarían voces como la de Enrique El Mellizo, La Serneta, Fosforito o Antonio Chacón. El Café era una universidad, se iba a escuchar, a aprender repertorio y a competir: el pontífice se retaba con las mejores gargantas que se acercaban al local. No hay datos de que algún artista le ganara el asalto. 

La información sobre él se desenfoca, se reduce a una serie de fechas, reseñas en prensa y poco más. Sin embargo, hay estrategias apócrifas para tratar de encontrar el centro de gravedad de su paso por el mundo: la imagen, la metáfora que lo resuma todo. Los científicos han descubierto la manera de guardar una película entera en una molécula de ADN, pero los compositores llevan haciendo lo mismo cientos de años. Sólo hay que clavarse los auriculares y escuchar las cabales que se atribuyen a Silverio, por ejemplo, alguna versión de José Menese. En mitad de la seguiriya, que es el palo más tenebroso, la cabal es una expansión, una iluminación prodigiosa. Espera. Rebobina, escúchala otra vez... Empieza. Oímos unos primeros compases negros como la España decimonónica; siguen más estrofas cerradas, húmedas, amenazando náuseas como camarotes de barco hasta que, de pronto, se abre el tono, y con la primera vocal del cantaor lo percibimos claramente: América en el horizonte, las palmeras verdes, los pájaros verdes, la brisa verde. Esa podría ser la síntesis de su vida y de lo que consiguió hacer con el flamenco: guiarlo de la sombra a la luz. 

Silverio falleció en Sevilla el 30 de mayo de 1889. A esas alturas, toda la ciudad tenía las ventanas de par en par.

----------------------------------- 

Bibliografía 

- Silverio Franconetti en Uruguay. La aventura taurina del cantaor sevillano, Gerhard Steingress.

- horizonteflamenco.com

- Las mudanzas del cante en tiempos de Silverio, Guillermo Castro Buendía

- La voz de los flamencos, Miguel Mora Díaz

- Don Antonio Chacón, Colección Carlos Martín Ballester

- Iniciación al flamenco

CTXT necesita 300 suscripciones mensuales para ser sostenible y cada vez más independiente. 

Autor >

Esteban Ordóñez

Es periodista. Creador del blog Manjar de hormiga. Colabora en El estado mental y Negratinta, entre otros.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

3 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. Mari Carmen Gª Franconetti

    Lamento mucho que todavía no tenga un monumento en su tierra natal el gran Silverio Franconetti. Sé que los aficionados, y diversos colectivos lo intentan, pero quien tiene los medios económicos es nuestro Ayuntamiento, bien, Sr. Alcalde, ¿Se le hará un merecido reconocimiento a la memoria de "El Rey de los Cantaores"? a Silverio? ¡Ojalá seamos atendidos y se le haga justicia a su aportación al flamenco! Saludos desde Sevilla.

    Hace 4 años 5 meses

  2. Juanjo GONALEZ GONZALEZ

    Un libro a añadir: SILVERIO, REY DE LOS CANTAORES, de JOSÉ BLAS VEGA, libro del que veo en iberlibro.com (1-abril-2017) que queda un ejemplar en la librería de la familia de dicho autor: LIBRERÍA DEL PRADO, c/ Prado nº 5 .Madrid.) Otra persona que sabe mucho sobre SILVERIO es el crítico MANUEL BOHORQUEZ CASADO ( http://manuelbohorquez.com/la-gazapera-flamenca/ )

    Hace 7 años

  3. Javier Osuna García

    El primer registro conocido de la palabra “flamenco”, se refiere al cantaor de Cádiz, Lázaro Quintana, sobrino de El Planeta y se remonta casi 20 años al referido. Se publicó en una gaceta de 1847 (El Clamor Público, 8 de junio de 1847), según hallazgo de Alberto Rodríguez, cuyo texto literal decía: “UN CANTANTE FLAMENCO. Hace pocos días que ha llegado a esta corte donde piensa residir algún tiempo, según nos han asegurado, el célebre cantante del género, Lázaro Quintana. El nombre de este célebre ‘quirrabaor’, es generalmente apreciado entre los aficionados de Sevilla, Cádiz y el Puerto.” Por otra parte, no hay constancia documental de la participación de Enrique el Mellizo en el Café de Silverio. No busco tan sólo el fallo, pues conste que me ha gustado el artículo sobre Silverio; pero creo necesario hacer la aclaración. Un saludo.

    Hace 7 años

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí