Malagón o el humor como puño americano
“El humorista gráfico siempre se ha situado a favor del débil y contra el poderoso”, afirma al dibujante, que publica ‘En estado crítico’
Esteban Ordóñez 3/05/2017
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El humor es un puño americano: golpea para abrir brechas en las trampas del pensamiento dominante y del poder. Así lo representa en su nuevo libro el humorista gráfico Malagón, José Rubio Malagón (Alcalá de Henares, 1972), un orfebre de metáforas que fustiga el lomo de la actualidad desde CTXT y cuyas viñetas han aparecido en numerosas cabeceras nacionales y extranjeras: ABC, El País, Esquire, 20 minutos, Siné Hebdo. En su nuevo lanzamiento editorial, En estado crítico (inventa editores), ofrece otra hornada de iconos a su estilo: detectando las contradicciones de la realidad y los peligros que nos atacan. Los dibujos de Malagón nos impregnan de una extraña inquietud: hacen visible lo que sospechábamos y nos confirman que el desastre y la injusticia siguen tejiéndose en la sombra aunque nos neguemos a mirar.
Una ballena que eyecta basura por el espiráculo. Una granada dentro de una matrioska con forma de paloma de la paz. Una paleta de albañil con lengua bífida de cobra. Una maleta lavadora para blanquear dinero. Un muerto haciéndose un selfie dentro del ataúd. Las ilustraciones de En estado crítico, inéditas en buena parte, son atemporales. “Utilicé este estilo de imagen más conceptual en varios libros anteriores. Ilustralario fue el germen. Es la línea de estilo que más me gusta y la que suelo usar para las viñetas de CTXT. La imagen conceptual tiene una durabilidad mayor, no muere tan rápido. Se puede recoger en un libro y sabes que no quedará obsoleta. A veces, cuando tratas actualidad, con Esperanza Aguirre y las ranas y casos así, puedes hacer chistes que gusten mucho y sean interesantes, pero perderán fuerza y en cinco años no sabremos de dónde vienen”, cuenta.
La actualidad nacional e internacional parece empeñada en facilitar sacos de materia prima a los humoristas. La berlanguiana realidad española bulle cada día más intensamente. La corrupción no cesa, cada poco tiempo nos arrasa una gran ola: Gürtel, Púnica, Lezo. La estupidez política goza de buena salud. Por eso, Malagón presiente que mucho material del libro será reutilizable. “Hay temas que son cíclicos, se van repitiendo una y otra vez y sabes que se volverán a repetir. Normalmente, cuando trabajas viñetas de actualidad no piensas sólo en el día; haces unas cuantas y mandas una: sabes que, desgraciadamente, el tiempo te obligara a rescatar las demás”.
Nuestra labor como humoristas es luchar; estamos hablando de nuestra herramienta de trabajo y si no peleamos por defenderla, morirá en unos años
Malagón acumula a las espaldas muchos años como para haber comprobado que la historia se rige por la ley del eterno retorno. Comenzó mientras estudiaba en la universidad. Publicaba viñetas en pequeños periódicos de Madrid. “Empecé a trabajar como gestor cultural; monté exposiciones de humor gráfico y conocí a los primeros espadas”. Su bautizo simbólico corrió de cuenta del humorista venezolano Zapata, algo así como el “Mingote de Venezuela”. Sus Zapatazos se leían por todo el país. “Una noche estábamos tomando algo, le enseñé mis dibujos y me dijo que estaban muy bien, pero que firmando como José no me iba a ganar la vida [ríe]. Me preguntó por mis apellidos. Le dije: Rubio Malagón. Y él, no, no, no, te vas a llamar Malagón. Me dijo que era mejor, más sonoro”. Su firma fue ganando prestigio gracias a un talento que aúna sencillez, precisión e impacto. Trabajó en El Jueves y fue uno de los 18 dibujantes que dimitieron después de que se censurara una portada sobre la abdicación del Rey. Conoce bien, por tanto, el actual clima de paranoia mediática y jurídica. “De primeras, que exista una ley Mordaza ya hace que tengan herramientas legales para imponer ciertas restricciones. El caso de Cassandra o el de los titiriteros son toques de atención de un Estado que dice: oye, no quiero que te pases”, reflexiona. “Nuestra labor como humoristas es luchar; estamos hablando de nuestra herramienta de trabajo y si no peleamos por defenderla, morirá en unos años”. Sin embargo, valora la conciencia social y la “actitud de rechazo” que demuestra la gente ante estos desmanes del poder.
En momentos de crispación, humoristas con buena puntería como Malagón remueven la indignación de los ciudadanos con más eficacia que muchas informaciones. “El lector asimila muchas veces la viñeta como resumen de lo que pasa; la toma y la utiliza como si él mismo tuviese esa reflexión, se siente cómplice y la usa para mostrar su preocupación y su rabia”, explica. La viñeta como unidad de significado básica de la crítica política o social.
Las imágenes del nuevo libro golpean en dos direcciones. Por un lado sirven de cataplasma humorística y por otro de advertencia. “La clave de ser humorista gráfico es meter el dedo en el ojo”. El mismo título, En estado crítico, ofrece las dos lecturas: “Veo que el mundo está en estado crítico, a punto de explotar, pero también considero que hay que mantener una actitud crítica, no podemos quedarnos impasibles en el sillón”.
La desigualdad es el problema que más afila el lápiz de Malagón y que, de forma directa o tangencial, toca en casi todas sus viñetas. “El humorista gráfico siempre se ha situado a favor del débil y contra el poderoso; el rico siempre tiene más armas contra el pobre, siempre intentará aprovecharse del planeta y destrozarlo en favor de sus beneficios”. La obra de este autor desasosiega. La observación de sus dibujos sucede en dos tiempos. Sabe ponerte ante el hecho de la risa, te empuja a reír, pero de pronto adviertes que el tema tratado no es cuestión de risa y te aterras ante el hecho de poder reír. Ahí está lo genial de Malagón: inserta en tu propia mente, con un solo golpe de vista, el prisma completo de la injusticia.
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Esteban Ordóñez
Es periodista. Creador del blog Manjar de hormiga. Colabora en El estado mental y Negratinta, entre otros.
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