Tribuna
¿Qué significa hoy la seguridad en el mundo?
Versión completa de la intervención de apertura de la sesión de trabajo sobre cooperación en seguridad y defensa en la XV Reunión Interparlamentaria España-México, Baiona (Pontevedra), el 10 de julio de 2017
Marcelo Expósito 20/07/2017
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Necesitamos tu ayuda para realizar las obras en la Redacción que nos permitan seguir creciendo. Puedes hacer una donación libre aquí
-----------------------------------------------------------------------------------------------------
Queridos amigos y amigas: como miembro de la Mesa del Congreso de los Diputados me sumo a daros la bienvenida a este encuentro interparlamentario y a recordar los estrechos vínculos políticos, culturales y afectivos que han unido históricamente a nuestros pueblos. Sobre todo, no olvidamos el apoyo que México dio durante el siglo pasado a nuestros exiliados y emigrantes en momentos muy difíciles de nuestra historia.
Para cerrar este encuentro nos hemos propuesto dialogar en torno a cuestiones de seguridad y defensa. Ya que tendremos muchas aportaciones detalladas sobre cómo nuestros países podrían cooperar en estos asuntos, prefiero facilitar como introducción apenas un par de reflexiones de fondo a nuestro debate. A nadie se le escapa que en un mundo que se encuentra en una situación muy compleja, los peligros que acechan a la seguridad de nuestros pueblos son muchos, pero uno no siempre está seguro de si las decisiones que a veces adoptan nuestros gobiernos mejoran o empeoran la seguridad del mundo. Precisamente porque he empezado celebrando la generosidad histórica de México con nuestros refugiados y emigrantes, quiero sumarme a denunciar una infamia: la amenaza que ha proferido el presidente Donald Trump de construir un muro que impida la circulación de los mexicanos y las mexicanas hacia Estados Unidos, un muro que cerraría la frontera que se ve atravesada por uno de los flujos migratorios más densos del planeta.
Se construya o no, el muro de Trump no es una mera ocurrencia sino un signo de los tiempos. Se corresponde en todos los sentidos con el muro a veces invisible erigido por las políticas fronterizas de la Unión Europea para controlar los flujos migratorios que provienen principalmente de Latinoamérica y África, con un mar Mediterráneo convertido en una abismal fosa común. Según la Organización Internacional para las Migraciones, sólo hasta la fecha de hoy se han contabilizado aproximadamente 2.300 muertes en el Mediterráneo, y claro está que el número sigue creciendo. Esta cifra sirve para indicarnos el descomunal desastre que suponen las políticas basadas en un enfoque fundamentalmente securitario y punitivo de los flujos migratorios. Los muros se erigen hoy día evocando precisamente razones de seguridad para quienes quedamos protegidos dentro, pero proyectan la inseguridad hacia quienes son empujados extramuros. Numerosas organizaciones de la sociedad civil han denunciado por ejemplo el acuerdo de la Unión Europea con Turquía que externaliza la gestión de la última gran crisis de refugiados, acuerdo que España también ha suscrito. Las relaciones de cooperación internacional en materia de seguridad y defensa no siempre atienden a criterios de justicia global ni se basan en una comprensión recíproca y multipolar de la seguridad mundial.
El movimiento global de las personas se ve forzado en muchas ocasiones justamente por la manera en que nuestros países conducen el proceso de globalización económica
Parecería que en el mundo vivimos hoy una paradoja. En la sesión de trabajo sobre cooperación económica y comercial, la mayoría de sus señorías han hecho hincapié en la necesidad de abrir las fronteras y ampliar la interacción económica entre nuestros países y respectivos continentes en un mundo globalizado. Se diría que esta imagen de un planeta cada vez más integrado se contradice con aquella otra de un mundo partido por enormes vallas fronterizas. Pero en realidad se trata de la doble cara de una misma moneda. La libertad de los capitales, las inversiones económicas y las grandes empresas se dan la mano con el control sobre la circulación de las poblaciones más empobrecidas y desprotegidas. El movimiento global de las personas se ve forzado en muchas ocasiones justamente por la manera en que nuestros países conducen el proceso de globalización económica. Baste pensar por ejemplo en la actuación de las grandes multinacionales extractivas en Latinoamérica, que provoca oleadas de refugiados socioambientales y afecta al derecho de comunidades enteras sobre sus territorios de origen. Se trata de uno de los aspectos más visibles de la indisociable relación entre la globalización económica y el desplazamiento masivo sobre el que vienen advirtiendo desde hace ya muchos años incontables organizaciones independientes, de entre las cuales me permito ahora llamar su atención sobre los informes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica de la UNAM en México. No es un dato menor que Berta Cáceres, coordinadora del Consejo de Pueblos Indígenas de Honduras (COPINH), cuyo asesinato estremeció a la opinión pública de todo el mundo, haya sido sólo uno de los alrededor de 200 activistas medioambientales asesinados en todo el continente latinoamericano en apenas estos tres últimos años.
Existe entonces también una relación estrecha entre el diálogo sobre la globalización económica y este otro que ahora comenzamos sobre seguridad y defensa. Porque en la situación actual del mundo, un debate como éste requiere poner en contraste las diferentes percepciones sobre qué significa seguridad y cuál es la mejor manera de proteger a nuestros pueblos. Esta mañana, sin ir más lejos, pensaba cómo resultaría necesario traducir los lugares comunes de nuestro lenguaje institucional para captar qué imágenes provocan nuestras palabras en la gente común. Cuando decimos competencia y liberalización, estoy seguro de que hay quienes piensan en la frontera sur europea, con la separación entre África y las ciudades españolas de Ceuta y Melilla reforzada por una valla fronteriza coronada por cuchillas y donde se ejecutan lo que se llaman “devoluciones en caliente”, que están incomprensiblemente permitidas por la legislación española aunque atentan claramente contra la legislación internacional en materia de derechos humanos. O piensan también en el endurecimiento de los controles españoles y europeos sobre los emigrantes latinoamericanos: según el Informe CIE 2016 del Servicio Jesuita a Emigrantes, España ejecuta una media diaria de 25,66 expatriaciones forzosas, y 7.597 personas, por supuesto que muchas de ellas provenientes de América Latina, fueron internadas en Centros de Internamientos de Emigrantes por una situación de irregularidad administrativa que no está tipificada como delito. De la misma manera, cuando nosotros decimos reformas estructurales, inversiones extranjeras o tratados de libre comercio, tendríamos que preguntarnos cómo se sienten esos conceptos si se escuchan en Ciudad Juárez y Ayotzinapa.
A la vista de estos datos y de estas imágenes que he evocado, resulta comprensible que las mayorías sociales se pregunten cada vez más para qué les sirven sus gobiernos y para qué valemos nosotros, sus legisladores. Aumenta el descreimiento de nuestros pueblos frente a las instituciones que deberían protegerlos. Y eso explica que se inclinen por opciones políticas de castigo, que en foros institucionales como éste se califican de equivocadas, populistas, antidemocráticas. Tenemos que preguntarnos seriamente de dónde proviene y adónde conduce esa desafección e incluso esa indignación. Qué responsabilidad tenemos como instituciones que se dicen democráticas.
El borrador de acuerdo que se nos ha facilitado pone en el centro las “amenazas para la paz y la estabilidad en el mundo”. He mencionado al comienzo que se trata de una preocupación insoslayable. Pero a tenor de las problemáticas y los casos que acabo de citar, sorprende que el documento propuesto no mencione en ningún lado, además de los programas de cooperación militar y policial, el grave deterioro internacional en materia de derechos humanos. Defender los derechos de nuestros pueblos debería figurar en el centro mismo de las políticas de seguridad. Derechos humanos debería ser un concepto que figurara en el encabezado mismo de nuestros acuerdos sobre seguridad y defensa. No se trata de una cuestión opcional o debatible por diferencias políticas. El informe 2016–2017 de Amnistía Internacional sobre la Situación de los Derechos Humanos en el mundo dedica algunas páginas a nuestros respectivos países que deberían hacernos reflexionar seriamente en un foro como el nuestro sobre qué significa hoy la seguridad en el mundo.
Les quedo muy agradecido por su atención.
------------------------------
Marcelo Expósito es secretario tercero del Congreso de los Diputados y vocal en la Comisión de Interior por el Grupo Parlamentario Confederal de Unidos Podemos – En Comú Podem – En Marea.
Necesitamos tu ayuda para realizar las obras en la Redacción que nos permitan seguir creciendo. Puedes hacer una donación libre aquí
Autor >
Marcelo Expósito
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí