turismo alternativo
La comuna de Hamlet
En pleno centro de Copenhague existe un exótico barrio autogobernado al margen de las leyes danesas. Un lugar llamado Christiania
Julen Berrueta Copenhague , 26/07/2017
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La impresión que tengo de los daneses siempre ha sido buena. Son educados, silenciosos y nunca rechazan ayudar a un turista que no sabe ubicarse en un mapa, como es mi caso.
Los salarios son altos, apenas hay delincuencia en las calles y es uno de los países con menos corrupción del mundo a pesar de manejar grandes cantidades de dinero público. Todo esto desprende un sentimiento de bienestar y de comodidad difícil de describir si uno nunca ha estado allí.
Ante un lugar tan aparentemente perfecto no podía faltar gente que va a contracorriente; cerca de mil personas, principalmente jóvenes, han decidido vivir alejados de esa vida que ellos consideran rutinaria y monótona.
Christiania
La Ciudad Libre de Christiania es un barrio autogobernado en pleno centro de Copenhague. Los orígenes se remontan a la década de los setenta cuando habitantes de la propia capital decidieron ocupar ilegalmente un terreno militar en desuso.
Actualmente, el barrio cuenta con servicios independientes de la capital danesa para la limpieza o la sanidad. Es cada vez mayor la presión que ejerce el Ayuntamiento de Copenhague sobre la población de este alternativo barrio aunque la situación esté estancada a día de hoy. El conflicto principal está en que muchos de los habitantes de Christiania no pagan impuestos. Además, los coches tienen prohibido el acceso y la policía no es bien recibida en la zona.
Antes de entrar en este insólito lugar decido rodear el perímetro del mismo. Veo a varios graffiteros pintar en el alto muro de piedra que rodea el exterior del barrio. En un punto cercano a la Iglesia de San Salvador el muro desaparece para indicar la entrada a Christiania.
Lo primero que llama la atención, además de las casas llenas de símbolos políticos, es el penetrante olor a marihuana. En Christiania la gente no se esconde para fumar. Todo se hace al aire libre, sin miedo a multas o llamadas de atención. Se sustituyen trajes por sudaderas y, aunque no a todos les pueda parecer igual, me resulta un lugar acogedor. La gente se mueve en bicicleta y los pequeños cafés y puestos de ropa vintage hacen de Christiania un barrio todavía más concurrido.
Una de las casas está construida de tal forma que tiene la apariencia de un skatepark.Algunos jóvenes practican con su patinete en el tejado mientras que otros barren la calle principal por iniciativa propia. En este lugar todo se decide de manera horizontal, por consenso. Puede parecer precipitado implantar un sistema de estas características pero, cuando toda la población apoya vivir de esta forma, todo es mucho más sencillo.
Green Light District
De pronto, me doy cuenta de que tengo que guardar mi cámara de fotos. Estoy en Green Light District, un pequeño distrito dentro de Christiania donde no se acepta fotografiar. Las pocas leyes que rigen este lugar están colgadas en un cartel a la entrada del distrito. Aunque la marihuana se venda en la calle abiertamente y sin ningún tipo de problema, Christiania está repleto de mensajes en contra de cualquier tipo de droga dura. Según ellos, la marihuana no puede ser excusa para aceptar drogas más peligrosas.
En esta parte más al interior del barrio coinciden tanto antiguos edificios militares como pequeñas casas de madera pintadas con colores llamativos. Al ver este tipo de casas no puedo evitar recordar las coloridas viviendas típicas de los suburbios de distintos países sudamericanos. Sin embargo, en este caso, las viviendas están habitadas por personas rubias y de metro noventa.
Una comuna pacífica
Sin duda alguna, La Ciudad Libre de Christiania es un lugar único en el mundo. Las drogas, el bajo nivel adquisitivo y el sistema establecido no están ligados a la delincuencia, ni mucho menos. Christiania es un barrio pacífico, defensor de los derechos humanos y multicultural. Uno puede encontrarse con proyectos para ayudar a los tibetanos oprimidos por el gobierno chino a la vez que disfruta de conciertos de música indie o electrónica en la plaza principal. También son bienvenidos los niños ya que la zona cuenta con varios parques y un lago donde jugar.
Todos los sistemas alternativos que no han funcionado en el siglo XX funcionan ahora aquí, en Christiania. Pasar un día en este barrio da la sensación de estar fuera de Europa, fuera del mundo. Efectivamente, cuando me dispongo a salir de esta ciudad libre para volver a Copenhague, leo en el cartel de salida: “Está usted entrando en la Unión Europea”.
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Julen Berrueta
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