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Monstruos sagrados

Una mirada a las vidas y mentes de los hombres en la pornografía gay

Ernesto Oyarbide 1/11/2017

<p>Foto cedida por Lukas. </p>

Foto cedida por Lukas. 

@christianstrom

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A J. Floyd, el poeta errante de Oakland.

‘El cuerpo está para ser visto, no para estar todo cubierto’ - Marilyn Monroe. 

Junio puede ser el mes más cruel en Londres... al menos si tu lugar de origen es España. En ese momento del año en la mayoría de las ciudades de la península ibérica luce un sol espléndido: una señal del verano abrasador que se avecina. Pero este no era el caso en el gay-friendly barrio de Soho. La tarde se mostraba helada y lluviosa mientras apuraba el paso, zigzagueando entre la multitud de la avenida Shaftesbury. Llegaba tarde a mi café con Robbie Rojo, un apuesto joven de tez morena de Cádiz, a quien ya conocía bastante bien de Internet. No obstante, también era cierto que no sabía casi nada de él. Este es, a menudo, el problema con las estrellas porno. Si uno los ha visto en acción, conoce algunos detalles muy íntimos; pero apenas tiene idea de quiénes son realmente. “¿Será su conducta igual de desinhibida como lo son sus actuaciones en pantalla?”, me preguntaba mientras lo buscaba en el Starbucks de la calle Wardour.

Lo que nos reunió ese gris día londinense eran inquietudes de corte intelectual. Durante muchos años, los hombres han comercializado el cuerpo femenino en los medios, especialmente a través del porno. Una nueva serie de Netflix saca a la luz muchas de estas historias. Pero, ¿qué sucede con esos hombres que voluntariamente se convierten en objetos de placer para otros hombres? “¿Quién es la persona detrás del cuerpo? ¿Cómo vives tu vida cuando te conviertes en un objeto de deseo?”, pregunté a Robbie por Facebook. Mis dudas le parecieron divertidas. Fue el primero de muchos. Durante un año, estuve en contacto con varios actores porno. Muchas veces difamados, pero imitados y venerados en secreto, estos hombres tienen mucho que decir respecto a una profesión que, debido a Internet, ha cambiado drásticamente durante los últimos años. 

Ese día descubrí la colorida vida de Robbie antes del porno. Al haber nacido en la base militar estadounidense de Rota, en Cádiz, cuenta con una interesante mezcla cultural y doble nacionalidad. Su aspecto es hispano, pero su forma de ver el mundo es muy americana. Ser gay solo llegó a revolver más las cosas. Como hijo de militar estadounidense, Robbie se acostumbró desde muy temprano a la vida del ejército. Según afirma, algunas de sus primeras experiencias de adulto fueron con soldados destinados en España. Con el tiempo, Robbie decidió mudarse a Jacksonville, Florida, e intentó enrolarse en la marina de los Estados Unidos. Deseaba que el gobierno le pagase los estudios tras el servicio militar. Sin embargo, como muchos otros, Robbie cayó víctima de la política estadounidense Don't Ask, Don't Tell. Una vez expulsado del ejército estadounidense, se mudó a Madrid y comenzó a trabajar como asistente en tiendas. Fue allí donde conoció a uno de sus novios, quien resultó ser un escort.

“Una noche me llamó y me dijo que fuera rápido a un hotel”, me contaba mientras bebíamos nuestros cafés. “Me pidieron que me desnudara, y que tomara unos tragos sentado mientras unos hombres mayores hablaban y me miraban de cuando en cuando”. Aunque sólo se trató de eso, Robbie recibió una suma atractiva por su servicio. “¿Sabes cuánto tenía que trabajar yo en una tienda para ganar esa misma cantidad?”, llegó a preguntarme. “¿Cuántas veces no miré al techo de la tienda preguntándome si eso era todo a lo que iba a llegar? Y ahí estaba la solución. ¿Me querían usar por mi cuerpo? Pues los usaría yo a ellos de vuelta quedándome con su dinero”. 

Después de aquello, las cosas avanzaron deprisa. Robbie comenzó a viajar por Europa, trabajando como una especie de animador íntimo: “Sufrí un montón, pero también aprendí muchas cosas”, decía. “Algunas veces uno o dos te pedían cosas raras, y si decías que no, pues te quedabas sin dinero para el hotel”. Fue entonces cuando empezó a buscar algo más. Se trabajó su apariencia y su físico; y envió fotos a algunas productoras porno. A estas les gustó lo que vieron. Tras su salto a la pantalla, los precios que Robbie cobraba aumentaron: “Hago esto por el dinero”, me explicaba. “Tienes que evitar alimentar al monstruo”, añadió mientras se golpeaba suavemente el pecho.  

“¿Quién es la persona detrás del cuerpo? ¿Cómo vives tu vida cuando te conviertes en un objeto de deseo?”, pregunté a Robbie por Facebook

“¿Qué es un monstruo?”, me pregunté ese día una vez que Robbie se había marchado. Creemos saberlo, pero hay muchos posibles significados para esa palabra. La entrada de Wikipedia da este nombre a cualquier criatura procedente de los mitos o las fábulas, una criatura a menudo horrenda y espantosa. Y sin embargo, Robbie era apuesto y afable. Si leemos un poco más en Wikipedia, podemos ir atrás en el tiempo y ver que ‘monstruo’ proviene del latín monstrum: un augurio o signo convocado por los dioses para ser contemplado por los mortales. Para los antiguos, un monstruo era algo que todos debían observar con temor... o admiración. Esto último tiene más sentido en el caso de los actores porno. A fin de cuentas, Wikipedia también nos dice que la pornografíaes la representación insólita de algo que compite con los monstruos por el monopolio de nuestro escándalo: el sexo.

Volví a escuchar cómo alguien empleaba el término ‘monstruo’ a principios de julio, pero con una connotación diferente. Fue durante el Gay Pride de Madrid. Conversaba con un sueco de nombre Lukas [nombre ficticio] en un banco al sol en el Retiro. Lukas se encontraba en la ciudad durante esos días para ver a su abuela y, al mismo tiempo, celebrar la extravagante diversidad de los Gaga monsters: "Ya sabes. Esos que son raros de alguna manera. Diferentes", los describió haciendo alusión a uno de los leitmotivs más populares de la cantante Lady Gaga en su álbum The Fame Monster. A pesar de que Lukas no es un actor porno, se enorgullece de tener un perfil popular en Dudesnude, un portal web parecido a la app gay Grindr donde los hombres pueden compartir fotos suyas, muchas veces subidas de tono, para que otros las vean. De hecho, las imágenes que aparecen en este artículo son suyas. 

Durante la semana, Lukas tiene un trabajo fijo que le obliga a viajar por todo el mundo: Nairobi, Amán, Nueva York, Londres, Madrid... Es raro el mes en el que no va lejos de casa. Pero esto no le incomoda lo más mínimo: “Soy muy inquieto; necesito viajar y salir de mi pequeño círculo. Necesito conocer gente nueva y nuevas culturas”. Cuando está en el extranjero, Dudesnude y Grindr le permiten crear un personaje virtual, un alter ego en un espacio digital donde puede mostrar su cuerpo desnudo y conocer a otros hombres con gustos similares. Con todo, Lukas afirma que hay un motivo más profundo detrás de esto: “Creo que tiene que ver más con la necesidad de presumir”. Para él, el uso de estos perfiles eróticos equivale a lo que muchos hacen  Facebook: “Todo el mundo quiere demostrar lo interesante que es y lo bien que se lo pasa”. Él emplea su cuerpo con el mismo fin.

La conducta de Lukas es parte de una tendencia que va en aumento. Vivimos en un mundo digital: Twitter, Facebook, Snapchat, Instagram... Diariamente exhibimos parte de nuestras vidas para conseguir algún que otro me gusta. A su vez, gracias a Internet, el porno está en todas partes; y la práctica de crear contenido erótico amateur se está volviendo algo tan común que cada vez hay más demandas contra lo que se conoce como revenge porn. Las fotos y vídeos de Lukas son una mezcla entre erotismo que roza lo porno e influencias artísticas como las de Velázquez, Banksy, Chirico y Lars von Trier. En ese sentido, lo que hace se parece mucho al trabajo de actores porno ‘artísticos’ como François Sagat y Colby Keller. Puede que por este motivo le hayan ofrecido hacer porno; pero lo que hace, lo hace solo por diversión: “Yo no soy tan sexual, en comparación con otras personas que conozco, pero la verdad es que me encanta sacar a la gente de su rutina”, explica. Independientemente de la orientación sexual, la imagen de lo masculino está cambiando en este nuevo mundo digital. Y la orientación sexual cada vez se hace más irrelevante.

Solo hace unas pocas décadas que el hombre occidental se dio cuenta de que podía jugar a ser sexy. Durante los 80 y 90 comenzó a comercializarse el seductor slip. Para muchos, estos fueron los albores de la era metrosexual: Beckham, Adam Levine, productos para el cabello, ropa de diseñador y zapatos que combinen... Al cambiar de siglo, estos nuevos lujos masculinos dieron pie a un próspero mercado. Según el periodista Mark Simpson hoy estamos entrando en la época del spornosexual, en la que una nueva generación juvenil no solo compra mejores accesorios, sino que también moldea su cuerpo, basándose en una imagen muy particular de la belleza masculina. Aun así, el sporno look guarda más relación con lograr una apariencia de cuerpo esbelto y de músculos calculadamente marcados que con convertirse en un fisiculturista hinchado. El típico cuerpo spornosexual, que a veces parece un cruce entre un deportista y un actor porno, suele tener un torso bien definido, brazos y piernas robustas, una depilación impecable y, muchas veces, barbas prominentes y tatuajes o piercings que resaltan los músculos. 

 “Yo no soy tan sexual, en comparación con otras personas que conozco, pero la verdad es que me encanta sacar a la gente de su rutina”

Vivimos en una cultura de fitness. Incluso Silicon Valley está intentando ponerse en forma y promoverlo online con la etiqueta #transformationtuesday. Ésta nueva estética masculina está comenzando a captar la atención de algunas revistas y de la academia. Exponentes representativos del spornosexual son gente como Cristiano Ronaldo, Pietro Boselli, los gemelos Harrison y una buena cantidad de "Instamachos". Sin embargo, como Simpson explica, también es cierto que el porno gay alimenta en gran medida la estética sporno. Como lleva décadas diseñando un cuerpo masculino deseable, era algo natural: “Desde su origen, en los 80 y 90, la sexualización del hombre y su cuerpo en la cultura pop tomaron mucho del porno gay, porque ese era, sin duda, el único lugar en donde se podía encontrar. O, por lo menos, de una forma tan explícita e intensa”. 

El cuerpo escultural de Lukas tiene, desde luego, ese aire spornosexual. Para él, el Gay Pride de Madrid consiste no solo en celebrar la homosexualidad y conocer gente que piense parecido, sino también en empaparse de esa vanidad subversiva del Gaga monster, una criatura que se deleita en mostrar su extravagancia al mundo: “Sé que puedo estar reforzando una imagen surreal del cuerpo, pero es que tampoco me puedo esconder. Lo que más me asusta es tener una vida rutinaria y monótona”. Así las cosas, la mayoría de los hombres en el porno gay entienden muy bien los motivos de Lukas. Por lo general comienzan como amateurs, publicando material provocador en los medios sociales para tener un poco de fama (y quizá algunos aplausos), y cuando los contacta una productora, deciden llevar las cosas un paso más lejos. 

A medida que pasaron los meses fui aprendiendo más sobre los obstáculos que uno debe superar cuando se embarca en el porno gay. En primer lugar, existe un estigma detrás de la idea de filmar la propia sexualidad por dinero. En segundo lugar, está el problema de hacerlo con alguien del mismo sexo. Los derechos de la comunidad gay han ganado terreno en muchos países de occidente. Sin embargo, hoy en día, una buena cantidad de hombres con la edad suficiente como para hacer porno ha tenido que aceptar lo que Lady Gaga llamó una vez “born this way” (nacer así). Para actores porno como Kayden Gray, de nacionalidad polaca, superar esa sensación de ser diferente no fue fácil: “¿Has leído The Velvet Rage?, ahí hablan de eso. Tenía 12 años. Me di cuenta de que el mundo que me rodeaba no era... de que yo no encajaba en él. La gente te trata diferente, y si eres pequeño de estatura estás jodido”, me contaba. En ese entonces, a Kayden comenzó a gustarle un amigo: “Creo que fue la primera vez que sentí una conexión con alguien y pensaba que iba a tener que ser su novia porque no entendía la idea de que te atrajesen los hombres.”  

Con estos sentimientos, Kayden escribió una carta muy "ingenua" en la que decía a su amigo que para poder estar juntos se sometería a un cambio de sexo. Pero su madre también leyó la carta y Kayden nunca volvió a ver a su amigo. Después de aquello decidió retraerse por un tiempo: “Me seguí escondiendo, veía cada vez más y más porno. Mientras, Internet se iba haciendo cada vez más y más rápido”. Comenzó a publicar su propio contenido en la red hasta que un productor le contactó para hacerle una oferta: “Tenía unas fotos muy sucias, o sea, desnudo, erecto y todo eso. Durante los primeros seis meses tuve una especie de conflicto interno. Hacer porno es como vivir el sueño, o eso es lo que uno piensa; pero al mismo tiempo no quieres sufrir las consecuencias”. Así que, Kayden respondió al productor con un "tal vez" y le dio una lista con sus condiciones. Lo que sucedió después fue algo inesperado, incluso para alguien que era tan asiduo al porno. Después de que se publicaran sus primeros vídeos, Kayden se dio cuenta de que nunca más iba a estar solo, por lo menos en el medio digital. Miles de personas empezaron a comentar su contenido.

El objetivo de cualquier actor porno es despertar el deseo del espectador. Cuanto más deseen su cuerpo, mejor. Por ello, los medios sociales son fundamentales, ya que les permiten establecer un canal de comunicación directo con sus fans

El objetivo de cualquier actor porno es despertar el deseo del espectador. Cuanto más deseen su cuerpo, mejor. Por ello, los medios sociales son fundamentales, ya que les permiten establecer un canal de comunicación directo con sus fans. Una vez que empiezan a trabajar, deben aprender rápidamente cómo funciona esta dinámica y así poder ser buenos community managers: “Lo que muestro en redes sociales va desde lo explícito hasta cosas tontas, divertidas o estúpidas; y publico cosas que me inspiran, que me emocionan, como una cita de Bob Dylan”, decía Kayden. También me contó sobre cómo su estrategia online ha ido cambiando: “Antes pensaba que el sitio en el que había que concentrarse era Twitter, porque permite publicar contenido pornográfico, pero después me di cuenta de que estaba descuidando Instragram”. Aun así, el peligro siempre acecha. Cuando el monstruo de la fama se combina con el sexo puede dar a luz a una criatura caprichosa: la objetivación. Convertirse en un ‘objeto’ sexual es fundamental para el negocio, pero puede llevar a interacciones incómodas con fervientes paparazzi digitales. Esto puede ser agobiante: “Para algunos solo eres un gran pene, punto. Esto es algo que los recién llegados no saben. Piensan: ‘Ay, sería tan emocionante hacer eso’, porque, supuestamente todo el mundo te va a querer. Pero la misma gente que te ama también te odia.” De vez en cuando, Kayden trata de señalar cuáles son los peligros de la objetivación, y tampoco tiene pelos en la lengua cuando se trata de problemas de salud sexual. Sin embargo, la locura de los fans a veces sobrepasa la red. En los fiestas nunca faltan esos toqueteos no deseados ni esos esporádicos actos de ‘cortesía’: “No sé si era un fan o no, pero una vez alguien envió fotos eróticas mías a toda mi familia”, me contaba Logan Moore, el famoso actor porno holandés. Él también ha aprendido a vivir sabiendo que algunos fans, algo locos pueden objetivarlo... e incluso amenazarlo de muerte: “Una vez estaba en una comisaría y les conté mi historia. Ellos me decían: ‘Siempre que alguien te envíe un mensaje con una amenaza de muerte tienes que avisarnos’, y yo les decía: ‘Mira, el chico está en Italia, no me preocupa. Si alguien de esta ciudad me envía mensajes, ahí sí que voy a llamar a la policía.’” 

Con todo, un actor porno debe estar en paz consigo mismo antes de poder arreglárselas con la objetivación. El actor estadounidense Alex Mecum no solo ha debido enfrentar las dificultades que trae consigo la profesión, sino que también ha tenido que lidiar con un sentimiento muy fuerte de ‘culpa’ en un sentido religioso. Mientras conversábamos en la Wallace Collection de Londres, fui conociendo más sobre su pasado. Alex se crió bajo el alero de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en Utah: “Vengo de una familia muy grande y, eh, muy religiosa. Me eduqué en casa hasta que fui a la universidad. Yo era más artístico. No jugaba a baloncesto y eso es un gran tema dentro de la iglesia mormona. En vez de eso tocaba el piano. La verdad es que era muy estudioso, creo que aprendí bien las sagradas escrituras”, contaba. 

“¿Todavía las recuerdas?”, pregunté.

“Sí, creo que sí. Creo que podría recitar algunos versículos”, dijo riendo. 

“El Viejo y el Nuevo testamento...”.

“El Viejo testamento, el Nuevo testamento, el libro de Mormón, la Doctrina y convenios... los estudié todos”.

Desde muy temprano Alex escuchó cómo los líderes de su iglesia explicaban que la atracción hacia el mismo sexo era un castigo por llevar una monstruosa vida de pecado. Muchas religiones tienen un largo historial de altercados con la homosexualidad. Sin embargo, a diferencia de otras denominaciones cristianas que recomendarían el celibato, en ese entonces las enseñanzas mormonas no contemplaban esa opción. “Así que por eso luchaba contra esto. Buena parte de mi tiempo lo usaba en combatir lo que sentía. Empecé a tratar de ignorar el hecho de que me atraían los hombres e intenté librar una batalla religiosa contra ello”, decía. Alex explica que ahora las cosas están cambiando. No obstante, señala también que textos importantes, como la Doctrina y convenios, todavía prescriben que un hombre solo puede acceder al máximo grado de salvación mediante el matrimonio con una mujer. Por consiguiente, tuvo poco margen de maniobra durante su niñez. Alex intentó eliminar su homosexualidad. Incluso fue a una conocida misión mormona en un pueblo interior de Estados Unidos. Pero fue en vano. Cuando regresó a casa, todavía le gustaban los hombres. Se mudó a Nueva York, comenzó a estudiar e hizo nuevos amigos. Con el paso del tiempo Alex comenzó a posar en sesiones sensuales para un fotógrafo; y cuando le ofrecieron hacer porno a través de Twitter la idea ya no le era tan extraña. Después de todo, unos meses atrás había estado saliendo con un actor porno. 

Contrario a toda la monstruosidad atribuida a la pornografía y a la homosexualidad en su niñez, esa primera experiencia le pareció catártica y casi sagrada: “Gracias a mi primera escena aprendí muchas cosas valiosas. El cuerpo es la extensión de la mente. Generalmente, si te sientes incómodo en muchas otras situaciones tienes la opción de escapar y esconderte; pero al estar en una situación en la que estás completamente desnudo, estás completamente expuesto a las miradas de otros, tanto de la producción como de tu compañero de escena y, por lo tanto, al resto del mundo... entonces ya no puedes mirar para otro lado e ignorar tus problemas. No puedes simplemente ponerles una tirita, tienes que encararlos”. Al no encontrar sosiego en su comunidad religiosa, el tímido chico mormón se convirtió en el extrovertido Alexander Mecum. Para él, hacer porno tenía que ver con exorcizar sus demonios: “Siento que lo que he hecho en el porno me ha ayudado a crecer como persona, porque ahora me siento más capaz de aceptarme”. 

A Alex le gusta escribir sobre religión y cuestiones sociales. Mientras conversábamos, comentamos las ideas de Tomás Moro, Voltaire, John Stuart Mill y C.S. Lewis

“¿Has leído La abolición del hombre?”, me preguntó.

Al no encontrar sosiego en su comunidad religiosa, el tímido chico mormón se convirtió en el extrovertido Alexander Mecum. Para él, hacer porno tenía que ver con exorcizar sus demonios

Reconocí que no la había hecho. Le respondí con la recomendación de Mientras no tengamos rostro. Esta obra, también de Lewis, es una reelaboración del mito griego de la doncella Psique, cuyo nombre significa ‘alma’ en griego, y su relación con el caprichoso dios Cupido. Esta deidad, a quien los griegos llamaban Eros, era el dios de la atracción sexual; y en el libro se le retrata como un hombre hermoso, aunque también como una bestia. Durante mi conversación con Alex no podía dejar de pensar que sus experiencias liberadoras con el porno se relacionaban de alguna manera con este libro que explora la ‘locura divina’ de lo erótico, una fuerza que puede vencer a la fría razón y romper con la existencia monótona de una persona mediante la explosión de los sentidos y la liberación de la mente. En el pasado clásico, este deseo carnal se manifestaba en los cultos a la fertilidad y en los ritos sexuales sagrados extendidos en muchos templos griegos. Eros era venerado como una potencia divina. Al hablar de religión, muchos actores porno llegaron a confesarme que echaban de menos esa dimensión sexual del mundo antiguo. Después de todo, el dios griego Eros es, sin lugar a dudas, el más afín a su profesión. Con todo, esto está cambiando. Cada vez más el mundo digital está permitiendo a los actores despertar esas pasiones en una audiencia mucho más amplia, que ahora puede ver y alcanzar el éxtasis sexual desde la comodidad de sus hogares... o teléfonos.

Aun así, las estremecedoras sensaciones del porno pueden ser también contraproducentes para quien las practica. Después de trece años en esta industria, el canadiense Brent Everett lo sabe muy bien. En esta profesión son pocos los que pueden decir que han durado tanto. Sin embargo, su primera incursión en la industria fue de todo menos feliz: “En mi primera escena me trataron fatal. Lloré en la película y no eran lágrimas falsas. No lo disfruté, no fue agradable”. En 2004 una productora lo llevó a Florida. Nunca le explicaron bien las cosas. Tampoco le ayudaron a calmar sus nervios de primerizo. Cambiaron a su compañero de escena y lo mandaron a filmaciones que “no terminaban nunca”. Después de todo eso dejaron a Brent en una estación de tren que estaba en medio de la nada y los productores le dijeron: “Ah, por cierto, ¿te gustaría ser uno de nuestros modelos exclusivos?”. Brent rechazó la propuesta. Después de aquello aprendió, como muchos otros actores porno, los engaños a los que recurren ciertos agentes y productoras. Tras esa primera experiencia, Brent solo pensaba en dejarlo para siempre. No obstante, al igual que otros, decidió intentarlo otra vez: “Creo firmemente en que tienes que probar todo al menos dos veces”. Eso fue lo que hizo y, esta vez, “fue maravilloso”. 

A principios de 2005, Brent aprovechó el potencial de Internet y se convirtió en uno de los primeros modelos en crear su propio sitio web de cámaras en vivo: “Si vas a mi sitio y buscas los vídeos más viejos, vas a ver que eso era tecnología punta, o sea, estamos hablando de píxeles así de grandes’, decía estirando los brazos. Resultó ser una fórmula perfecta. En una época en que la distribución del porno en DVD, revistas y VHS iba en declive, el novedoso ‘en vivo’ de Brent no podía falsificarse. Para contactarle, primero hay que concretar una cita con su asistente. “Recibir ese tipo de reconocimiento en ese momento fue como una bendición”, me contaba en una llamada, vía Skype desde una residencia familiar en el Caribe: “Ahora Internet está tan saturado, que debe ser más difícil hacerse un nombre. Ya no tienen ese minuto de fama, ese intervalo en el que son famosos.”

Brent ha recibido muchas cosas gracias al porno, pero confiesa que también le condujo a fiestas salvajes y a muchos problemas. Al recordar una época pasada, reconoce que el sexo y las drogas se volvieron una obsesión: “Te conviertes en un monstruo. Cuando eres adicto no haces cosas normales, no vas a por un café con un amigo, no vas al cine. Literalmente dejas de vivir. Entonces sigues la rutina que te has marcado, que en realidad consiste en conseguir la siguiente droga.” Para Brent, haberse sobrepuesto a esa obsesión solo puede atribuirse a un milagro. Sigue en la industria del porno, pero hoy dedica tiempo también a otros proyectos, como exhibir sus propias obras en galerías de arte. “Me gustan todos los clásicos, sabes, como Van Gogh, Rembrandt, Monet y Emily Carr. Me encantan. Me encanta ver sus técnicas, aunque siempre estoy pensando en cómo puedo hacer algo diferente. Muchas de las obras de mi primera exposición tenían una técnica mixta con varios objetos, como DVD y CD, y se ve como arte en movimiento. Cuando les da la luz puedes ver un arcoíris completo.”

Te conviertes en un monstruo. Cuando eres adicto no haces cosas normales, no vas a por un café con un amigo, no vas al cine. Literalmente dejas de vivir

El negocio del porno puede traer momentos de gran exaltación. También comporta monstruosas caídas. Incluso hay espacio para el arte. Pero, aun así, algunos parecen saltarse todo eso. Este es el caso de Héctor de Silva. Podría pensarse que vivir en una ciudad en medio de Castilla, de cuyo nombre no hablaremos, le conduciría a verse aislado por el hecho de que le gustasen los hombres y por covertirse en una estrella del porno gay; pero no es el caso. “Mis padres siempre me han dicho que lo único que les importa es que yo sea feliz; lo han demostrado una y otra vez”, explica. Durante mi visita a su ciudad natal, Héctor me contó sobre su niñez y adolescencia. A él siempre le gustó el porno, y desde muy joven se escabullía, en medio de la noche, a la sala de estar para sintonizar los canales prohibidos. También me habló de su casa en el campo: “Tengo caballos, hurones, cabras, ovejas, gallinas, pavos, conejos, gatos, perros, loros... yo me encargo de vacunarlos.” Hector estudió para ser veterinario. Sin embargo, ahora su sueño es ejercer como bombero. Para conseguir plaza se requieren meses de riguroso entrenamiento. Todo sin ningún tipo de financiación. En una ocasión en que el dinero comenzó a escasear envió sus fotos a una productora. “Cuando salió la primera película, aquí en mi ciudad se enteraron de inmediato. Incluso hicieron un grupo de WhatsApp y ahí compartían vídeos y fotos mías”, decía riendo, “Siempre me han apoyado todos.”

El caso de Héctor no solo es peculiar en el sentido de que involucra a su comunidad, sino también por la imagen que tiene en la red. En Twitter, algunas personas comenzaron a referirse a él como el ‘antiactor porno’: “La primera vez que leí esa expresión me puse en contacto con la persona que la había creado y le dije que eso era de ser muy mala prensa... Pero me dijo que era algo bueno porque tenía esta imagen como de actor de los 70 u 80, ¿sabes? Vivo en una ciudad pequeña, así es que no voy a eventos ni hago shows en vivo como los que hacen en Barcelona, Londres o Ámsterdam. Al parecer, antes la mayoría de los chicos que hacían porno iban a grabar y luego volvían a su vida normal. Eso es lo que pasa conmigo.” Héctor confiesa que le cuesta seguirles el ritmo a las redes sociales. De vez en cuando se disculpa con sus fans por ausentarse y publica un vídeo de su rutina de entrenamiento como bombero, aunque esto no hace más que reforzar su imagen vintage de actor de una época pasada. Si uno quisiera buscar una ruptura en el estilo de vida común y corriente de Héctor, de seguro la encontraría en los malos romances a los que puede llevar el rubro del porno. Cuando Héctor conoce a alguien interesante le dice de antemano qué es lo que hace: “Al principio algunos se entusiasman, lo encuentran sexy”, explica, “pero con el tiempo empiezan a poner pegas.”

A pesar de eso, todos los actores porno concuerdan en que no están en el negocio por el amor. Ni tan siquiera por el sexo. La industria está orientada más bien a crear una fantasía, tal como me explicaba Alex Mecum: “Bueno, para mí, en mi vida privada, me gusta sentir una conexión, tocar mucho, mucha pasión; y creo que eso es lo más importante en mi relación. Pero en el porno te piden posiciones raras, mucha penetración y no tanto contacto físico, porque así no se puede ver nada.” Y así es, en el porno hay mucha actuación. A veces entras en escena, te atrae mucho tu compañero y  todo sale muy bien. Otras veces no hay química, así que no queda otra que fingir de principio a fin. “Yo he actuado muchas veces. He fingido un montón. Creo que para nosotros el arte consiste en fingir sin que parezca fingido”, dijo Kayden Gray. Lo irónico es que esos vídeos pueden llegar a obtener las mejores reseñas. En el porno, esa necesidad de fingir ayuda a entender mejor a los chicos heterosexuales que son gay-for-pay. Estos actores, mucho más discretos en los medios sociales que sus contrapartes gays, requieren una gran preparación tanto física como mental para filmar. Es por esta razón por la que suelen recibir también más dinero por escena. Muchos de ellos han confesado que cuando trabajan con hombres “accionan un interruptor e interpretan a un personaje.” Sin embargo, independiente de su orientación sexual, fingir puede tener consecuencias. Es difícil hacerse amigo o volver a trabajar con un colega que no te atrajo durante la grabación. Después de todo, tal como dijo Kayden Gray, el porno “es una ilusión”: “Si alguno no se da cuenta de eso, entonces, en algún momento se va a desilusionar. O simplemente va a vivir engañado toda su vida.”

Como dijo Kayden Gray, el porno “es una ilusión”: “Si alguno no se da cuenta de eso, entonces, en algún momento se va a desilusionar. O simplemente va a vivir engañado toda su vida.”

No obstante, cada vez más actores porno advierten de que las cosas están dando un giro inesperado: “Creo que a causa de la tecnología y de Internet la fantasía se está volviendo algo real. Vas a las grandes discotecas y todos lo están haciendo ahí mismo. Ahí lo tienes, justo frente a ti, así es que ya no es solo una fantasía”, comentaba el actor porno británico Josh Moore.

“Pero ¿te refieres a posiciones sexuales?”, pregunté.

“Sí, estoy hablando de posiciones sexuales. O sea, antes la gente no se atrevía a hacer ciertas cosas; pero ahora, a causa de Internet, lo ves en todas partes. Antes no salías con este objetivo en mente. No había ningún lugar así, pero ahora puedes hacerlo”, respondió Josh. También mencionó que algunos amigos dentro y fuera de la industria están abogando porque se cree un movimiento ‘pornterpret’ que ayude a los espectadores a saber qué es real y qué no lo es. Por si esto fuera poco, ahora, además de excitar y mantener entretenida a una comunidad digital, los actores porno también se han convertido en role-models para sus fans, ya sean jóvenes o más mayores: “En mis tiempos solo era algo sexual, pero creo que por la manera en que ahora funcionan las redes sociales y por la forma en que los vemos, la gente nos ve como una especie de modelo a seguir. Muchos fans nos preguntan cosas, preguntando si algo es normal, por ejemplo, y nos cuentan sus problemas personales.” De esta forma los actores porno han tenido que agregar la labor de consejero a su curriculum. Con mucha paciencia, intentan responder a las preguntas de sus fans.

Con todo, este giro de eventos, aunque inesperado para estos Gaga monsters convertidos en actores porno, encaja muy bien con las antiguas acepciones de ‘monstruo’, tal y como señala Wikipedia. En efecto, a un monstruo no solo se le consideraba objeto de peligro o admiración en el pasado. También era una fuente de instrucción, tal y como lo planteaba Agustín de Hipona (un santo que no era ajeno a los placeres carnales). De forma inesperada, el omnipresente y ubicuo Internet está trayendo de vuelta ese sagrado Eros griego; y está reinstaurando también la idea clásica de monstruos que pueden ser hermosos. En efecto, el mundo digital nos está mostrando el atractivo del Gaga monster; y todos lo estamos interiorizando.

El porno está por doquier. No está ahí solo para exhibir pasiones espontáneas. También está configurando nuevos apetitos y situaciones, como el porno digital dirigido para minorías y los hogares pornificados. Asimismo, el porno gay sobrepasa las diferencias de género. La mayoría de sus consumidores son hombres gay, por supuesto; pero cada vez más es visto también por mujeres. Algunos actores porno reconocen que tienen clubs de chicas fans que se sienten atraídas por el equilibrio del poder entre ambos compañeros de escena... y por sus cuerpos spornosexuales. Periodistas que escriben sobre el porno, como Mark Hay, afirman que en esta última década los cuerpos del actor porno hetero también se han vuelto más musculosos, “aunque no en el mismo grado ni con la magnitud que en el porno gay” (y con giros radicales). Para complicar aún más las cosas, un estudio reciente ha sugerido tímidamente que un pequeño número de hombres heterosexuales podría sentirse atraído por el porno gay. No hay nada concluyente al respecto, pero esta fantasía heteroflexible encajaría bastante bien con aplicaciones nuevas, como Bro, concebidas para hombres hetero que buscan un bromance; también explicaría prácticas como los anuncios de "str8 on str8" (hetero por hetero) en Craigslist y otros fenómenos. Esto puede volverse confuso, sin embargo hay algo en el porno gay que sin duda siempre permanece: la industria tiene mucho que decir sobre el cuerpo masculino. Como dijo Alex Mecum una vez: “Creo que se trata más de crear una nueva idea del cuerpo masculino que una idea sobre lo que hay que hacer.”

En última instancia, todos los que ven porno gay se interesan por la belleza del cuerpo masculino; algo que también le interesa al mercado. Pero ¿cómo es que un actor porno llega a una audiencia tan amplia, más allá de las sensaciones orgásmicas de su actuación en pantalla? Como explica el periodista Mark Simpson, no es necesario haber visto porno gay para sentir su influencia, ya que “en todas partes la cultura pop se está valiendo del exhibicionismo provocador que el porno trae al cuerpo masculino’. El Instagram del español Allen King viene a corroborar esta idea. Su antigua cuenta -- que fue suspendida-- con más de 300,000 seguidores, unía el look del porno gay con una estética más mainstream, detalle que los publicistas no pasaron por alto: “Como tengo tantos seguidores, muchas compañías me regalan cosas y me contactan para ofrecerme dinero. Por lo general dicen: ‘Mira, si pones una foto llevando esto, entonces te damos esto’. Por lo general es ropa interior, cremas y otras prendas. Me gusta modelar, así que suelo hacerlo. Los fotógrafos también suelen darme muchas comisiones’. Tras el cierre de su cuenta, abrió una nueva que, a los tres días, contaba ya con 9.000 seguidores. 

En este nuevo mundo de pantallas en el que vivimos, las apps de citas se han convertido en la norma. Al mismo tiempo, las apps centradas en el cuerpo como Gymder y Freeletics demuestran el constante auge del spornosexual. Los cuerpos sexys y atractivos se posicionan poco a poco como otra habilidad social necesaria para promocionarse en línea; y una cantidad de hombres cada vez mayor, tanto gays como heterosexuales, está entrando en este juego. En esa lógica del cuerpo masculino perfecto, los difamados artistas del porno gay, esos seres ‘monstruosos’ que ponen a la venta su sexualidad, se transforman en arquetipos de lo estéticamente perfecto. Al satisfacer las íntimas fantasías sexuales de sus espectadores parecen estar alimentando también una necesidad de ser deseado, que es cada vez más común entre el público masculino. Para el actor porno Kayden Gray, esta normalización de los cuerpos fornidos en Instagram está desdibujando las líneas entre el porno, las ideas de género, el sexo y la realidad: “Creo que siempre hemos sido criaturas sexuales. Pero ahora, por esas imágenes con las que nos bombardean, estamos hipersexualizados. Si vas a un Instragram, ves material de estos chicos todo el día, y yo sigo a muchos de ellos. No obstante, me siento como frustrado sexualmente.”

“¿Cómo es eso?”, pregunté.

“Estoy frustrado sexualmente porque esas cosas me estimulan pero no tengo suficiente libido porque mi trabajo lo agota. Entonces, como que me he insensibilizado; y por eso rara vez tengo sexo en mi vida privada. Eh, anoche tuve sexo.” respondió.

“Bueno, gracias por compartir”, respondí con una risa entre dientes.

“Sí, lo hice, y para mí significa mucho porque no fue a través de Grindr.”.

Pero las cosas no paran ahí. La pornificación de la sociedad está llegando un poco más lejos, como me contó el actor porno español Sunny Colucci. Mientras tomábamos un té hablamos sobre uno de sus tatuajes, que está en latín: Ama et quod vis fac (‘Ama y haz lo que quieras’). “Es de San Agustín”, me explicaba, “Sé que algunos lo interpretarían de una forma anticuada. Para mí significa que, si amas lo que haces, entonces puedes hacerlo cuantas veces quieras.” Hace un año contactaron a Sunny por Facebook, ofreciéndole la oportunidad de hacer porno. Él dijo que sí; y brilló. Antes vivía en un pueblo en España, pero se mudó a Londres para mejorar su inglés. De vez en cuando nos reuníamos para tomar algo o nos escribíamos por WhatsApp. A veces me enviaba una foto de uno de sus nuevos tatuajes. En una ocasión hablamos de las dos líneas paralelas tatuadas en su brazo derecho. “Me lo hice por Brent Everett”, dijo, “Soy muy fan de su obra. Sabes, en esos tiempos podías hacer porno y hacerte famoso, así sin más. Hoy en día cada vez hay más personas que hacen de escort para poder llegar a fin de mes.” En efecto, cuando uno se dedica al porno de manera profesional, en cierto modo está vendiendo su cuerpo. Dado que el porno es una fantasía y que muchas veces hay que fingir, muchos actores porno comienzan a descubrir que pueden llevar la ficción un poco más lejos: pueden vender su cuerpo por completo: "Todo consiste en empujar tus límites y normalizar estas cosas", llegó a explicarme Sunny.

Al parecer, los límites no se sobrepasan solo por capricho. Es una necesidad. Lo cierto es que el mundo del porno está empezando a sobrepoblarse. En esta época del iPhone y del fornido spornosexual, en una época en que los placeres del sexo están solo a una aplicación de distancia y en la que más y más hombres están compitiendo para convertirse en un sex symbol de Instagram, se puede apreciar que los consumidores del porno ya no se conforman con mirar e imitar las apariencias. Ellos también quieren tener la experiencia del actor porno. Los recién llegados al mundo del porno gay comienzan a tener dificultades a causa del gran éxito de la industria. Demasiados Instamachos están atreviéndose a hacer porno. A medida que los candidatos aumentan, las tarifas disminuyen. Los que ya son veteranos en el porno, aquellos que logran hacerse un nombre, son, sin duda, los que tienen un cuerpo magnífico; pero también trabajan duro para que eso se haga viral. 

Ya con un año en el rubro, Sunny Colucci se ha percatado de esto. Fiel a su interpretación de San Agustín, se entrega con dedicación a todo lo que hace. Cuando llegó a Londres comenzó a trabajar en un bar gay de Soho, pero se dio cuenta de que su jornada laboral le impedía tener más éxito en el porno: “Hay que aprovechar lo que uno tiene”, me dijo, “yo tengo este cuerpo.” Por eso lo convirtió en una ocupación de tiempo completo. Pasa horas en el gimnasio. Examina sus propios vídeos para ver cómo puede mejorar sus actuaciones. También revisa el trabajo de sus colegas y, al mismo tiempo, se esfuerza por mantener interesada a la comunidad en Twitter, Snapchat e Instagram usando vídeos calientes, fotos artísticas, poses de fashionista y citas profundas. Pero siempre se puede ir un poco más lejos. Para Sunny, todo comenzó con una app de ligues. Los actores porno son los reyes de Grindr: todos ellos tienen historias sobre la miríada de oportunidades que han tenido gracias a esta app. Desde un encuentro fugaz o un buen masaje, hasta una invitación a cenar o contar con un apartamento para ellos solos durante sus viajes. Son los reyes de Grindr; y por eso tienen tantos imitadores con perfiles falsos. Pero es también por esta razón por la que son las presas más selectas de la app. 

Una noche, Sunny estaba chateando con un chico especialmente atractivo. Estaban intercambiando fotos y el desconocido le dijo que fuera a su casa. Eso hizo, pero no sabía lo que le esperaba: “Fui, pero él no era el único en la habitación. De la nada, aparece un señor obeso con un iPad”, relataba, “Me volteé a ver al otro chico y le dije: ‘eres un escort’. Al principio lo negaba y me decía que el otro era un amigo; y que todos podíamos pasar un rato agradable. Al final cedió y, después de hablar con el señor del iPad, me ofreció un precio. Lo pensé un poco y me di cuenta de que era como hacer una película porno.” Por lo que Sunny hizo lo suyo con el chico guapo mientras el amigo del iPad los veía desde la cama. Sin embargo, cuando estaban llegando al gran final, Sunny optó por añadir un giro: se volteó hacia el hombre del iPad y le dijo: “¿En dónde quieres que acabe?” 

“¿Por qué no te fuiste?”, pregunté a Sunny.

“¿Y qué habría sacado con eso?’, contestó.

“¿Qué tal haber salido con la frente en alto? No deberían usarte de esa forma.”

“Mi dignidad siempre la tendré. Como te dije antes, en esto hay que normalizar las cosas y redefinir los límites.”

“¿Pero cúal es el límite para eso?”

Seguimos dándole vueltas al asunto por un rato. Muchas veces sonríe y dice que no me preocupe. No es tan grave. Después de todo, estos son los pormenores de convertirse en un objeto de deseo. Cada actor porno tiene historias de júbilo y esperanza, pero también de miedo y sufrimiento. En eso tiene razón. Todo esto es parte de ser un Gaga monster. Mientras uno intenta vivir al borde de la gloria, debe cuidar de no alimentar al monstruo que se lleva dentro, pero también hay que cuidar de no ser devorado por el público... o por un colega. Con el tiempo aprendes a poner cara de póquer y a anticipar cualquier maniobra. En el fondo, los actores del porno gay son como cualquier otro actor porno. Cantan las glorias del cuerpo, pero también pueden enseñarte lo que es el miedo a través de un puñado de imágenes. Mientras haya alguien mirando desde una pantalla, los actores porno seguirán con nosotros. Son una especie de monstruos sagrados y también lo son sus espectadores: todos somos criaturas de claroscuros. 

De vez en cuando quedo con Sunny y charlamos. Ha decidido abandonar el mundo del porno a pesar de que había conseguido: Málaga, París, Barcelona, Londres, Ámsterdam, Milán, Tel Aviv... iba de un lado a otro. Se había convertido en una especie de artista del placer. “Pero ¿y qué pasó con Robbie Rojo?”, podrían preguntarse algunos. Continúa viajando por toda Europa con su perro pug. A veces rueda una nueva escena, pero hay un cambio: “Ahora estoy estudiando psicología a tiempo parcial”, me contó por WhatsApp, “Algún día, me gustaría usar lo que he aprendido para ayudar a la gente. Al fin y al cabo, la vida continúa. Además, no voy a poder trabajar con mi cuerpo para siempre. El tiempo no perdona.”

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Las fotos de este reportaje han sido cedidas por Lukas.

La versión en inglés ha sido publicada en Medium.

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Autor >

Ernesto Oyarbide

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