Ser feminazi hoy
Putas, locas, exageradas
Anita Botwin 10/11/2017
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Vivo al lado de un bar. Vivo al lado de un bar donde los camareros suelen ser simpáticos. Saludan al verme pasar. Algunos saludan hasta a mi perro. A veces me paro y me tomo algo. Vivo al lado de un bar donde, entre otras cosas, algunos de esos camareros simpáticos no paran de mirar de arriba abajo a las mujeres que pasan. Algunos, los más atrevidos, les comentan lo guapas que son. Sobre todo si son guiris y no se enteran, algo que no tiene mucha explicación más allá del machirulismo amiguil que existe entre varios de ellos. Vivo al lado de un bar que puede ser cualquier bar de este país. O cualquier oficina. O cualquier espacio en el que haya hombres y pasen mujeres, ya sea a la fotocopiadora, a por café o a por una copa. Somos el escaparate eterno. Y cuando hay rebajas, las chicas entramos gratis a las discos. Y entonces, somos el regalo perfecto para pasar una buena noche. Nosotras tan sólo somos el reclamo para que ellos consuman y con un poco de suerte se vayan con la billetera vacía y sin acompañante.
Las mujeres siempre somos el punto de mira. Ya sea por guapas, feas, aburridas, frígidas, mandonas, sensibles, locas, putas, viejas, bolleras, malfolladas… Algunos dirán ¡ELLOS TAMBIÉN! Por supuesto que los prejuicios van hacia todas las direcciones, pero es de arriba abajo donde se ejercen con más brutalidad, con más mano ancha, con más impunidad y con más opresión. Nosotras estamos en el centro de las críticas y las miradas porque siempre hemos sido considerado objeto y algo que poseer.
Seguimos sufriendo una desigualdad brutal que parece no verse tras las banderas que cuelgan de los balcones. Sin ir más lejos, desde hoy y gracias a la querida brecha salarial, las mujeres trabajaremos gratis hasta final de año. APLAUSOS. Sin embargo, seguro que a quien se lo cuentes, te dirá que somos unas exageradas y que sí existe igualdad. Seguramente será un hombre con todo tipo de privilegios, que no tiene por qué cuestionarse los de las demás. Seguramente te hablará de una amiga o una prima lejana que cobra lo mismo que él, incluso mucho más. La excepción que confirma la norma. La norma de que somos las grandes olvidadas, que somos el segundo sexo, el sexo oprimido.
Y esas agresiones y esa desigualdad campan a sus anchas en la televisión pública. La que pagamos todos y todas. Sin ir más lejos, Salvador Sostres, uno de los grandes invitados del programa ¿Cómo lo ves? que presenta Carlos Herrera, atacó directamente al feminismo. Sostres, ese señor conocido por su opinión sobre las vaginas virginales, esas vaginas que “aún no huelen a ácido úrico”. En el programa descalificó la ley contra la violencia de género, porque según sus palabras “es una ley determinista, que acusa al hombre por el simple hecho de ser hombre”. Por supuesto, la guinda del pastel la puso cuando sacó el comodín de las denuncias falsas, que en realidad suman un ridículo y anecdótico 0,01%. El número de muertas, sin embargo, asciende a 44. En este programa se banaliza el acoso que sufrimos las mujeres, con dinero que pagamos todas nosotras.
“Un acosador en un seductor, es alguien que corteja, que libremente quiere establecer una relación erótica festiva con alguien ¿o un acosador tiene otro perfil?”, se pregunta afirmando un Carlos Herrera que intenta dárselas de gracioso, con su cara de selfie. Por poco tiempo, espero.
Una vez más, se juzga a las mujeres, nuestra problemática, las situaciones cotidianas que vivimos. Y la siguen juzgando ellos. Ellas también aparecen en el programa haciendo bulto, porque ya iba a quedar demasiado feo que sólo hablaran hombres machistas sobre feminismo. Hay que meter mujeres para despistar y que cuele el mensaje trasnochado y misógino. Hay que meter mujeres para que parezca que hay paridad, aunque las estén interrumpiendo todo el tiempo y no las dejen hablar.
Vivo al lado de un bar y se reproducen las mismas prácticas que en ese plató de televisión. Prácticas trasnochadas de película de Esteso y Pajares. Prácticas que normalizan el acoso que sufrimos durante toda nuestra vida. Bromas entre amiguetes que terminan en violencias machistas. Porque es la tónica general, no son casos aislados, que diría aquel, es algo generalizado. ¿Que cómo lo veo, Carlos? Pues mal.
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Anita Botwin
Gracias a miles de años de machismo, sé hacer pucheros de Estrella Michelin. No me dan la Estrella porque los premios son cosa de hombres. Y yo soy mujer, de izquierdas y del Atleti. Abierta a nuevas minorías. Teclear como forma de vida.
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