1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.347 Conseguido 91% Faltan 15.800€

Poderes secretos

Los límites del culto a la transparencia y a las filtraciones

Chase Madar (The Baffler) 22/11/2017

Pixabay

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

CTXT está produciendo el documental 'La izquierda en la era Trump'. Haz tu donación y conviértete en coproductor. Tendrás acceso gratuito a El Saloncito durante un mes. Puedes ver el tráiler en este enlace y donar aquí.

Una rama del pensamiento político ilustrado sostiene que la información pública es útil porque promueve un debate racional que beneficia a la república y, por tanto, los informantes o delatores sirven para fortalecer el interés público porque sacan a la luz hechos incómodos, en muchas ocasiones con un gran sacrificio personal. Sean cuales sean sus méritos, esta es una historia conocida. La idea de que revelar información supone inevitablemente un bien para la sociedad, aun a riesgo del martirio del mensajero, o quizá más por eso, está muy arraigada en nuestra cultura, ya sea el caso de Prometeo, Jesucristo o de Todos los hombres del presidente. Sin embargo, ese relato debe ser contrastado con la historia; al hacerlo, podemos descubrir que nunca mereció la pena conservar lo que salta por los aires, y que lo que sigue siendo secreto es más valioso. 

Las filtraciones siempre tienen una motivación política, nunca son desinteresadas. Los ejemplos bien documentados de filtraciones con este fin en Washington son bastante numerosos: la filtración como globo sonda que se utiliza para calibrar la reacción pública; la filtración que se usa para llamar la atención de los de arriba cuando fallan los canales oficiales; la filtración ideada para debilitar a un rival; la filtración que se utiliza como forma de presión para obtener una mayor financiación del gobierno, etc. Aunque las filtraciones de información reservada hayan acabado asociándose con la izquierda libertaria y antibelicista gracias a Daniel Ellsberg, Chelsea Manning y Edward Snowden, también pueden ser utilizadas para apoyar la guerra. Esta era sin duda la intención de la filtración de los cinco mil documentos confidenciales que entregó Charles Radford, un joven asesor del Consejo de Seguridad Nacional, al almirante Thomas Moorer, el retrógrado Jefe del Estado Mayor Conjunto de Nixon, cuyo propósito era dar marcha atrás en la retirada de Vietnam. Del mismo modo, las filtraciones antibelicistas pueden tener incluso una motivación profascista. Entre 1939 y 1940, el joven empleado del servicio diplomático de EE.UU., Tyler Kent, con amistades en grupos antisemitas y profascistas, filtró información confidencial para forzar que Roosevelt cambiara de idea sobre su intención de entrar en guerra. 

El deseo de arrojar luz sobre aquello que está oculto puede ser bienintencionado y, sin embargo, la transparencia por la transparencia es una política risible e inadecuada

El deseo de arrojar luz sobre aquello que está oculto puede ser bienintencionado y, sin embargo, la transparencia por la transparencia es una política risible e inadecuada. En muchas ocasiones no pasa de ser un formalismo vacío que persigue unos objetivos definidos o, peor aún, acaba desatando todo tipo de antipatías con la única excusa de buscar el conocimiento de forma desinteresada. Tomemos como ejemplo a Julian Assange, cuya página de WikiLeaks ha publicado gran variedad de “contenidos”, como por ejemplo los correos privados de científicos climáticos, que los medios de comunicación de derechas acabaron destrozando con acusaciones de conspiraciones fraudulentas; el regalo que hizo Chelsea Manning de los documentos sobre las guerras de Irak y Afganistán, que sirvió para realizar un muy necesitado escrutinio sobre esas guerras; los datos de contacto de miles de mujeres turcas o los correos privados del Comité Nacional Demócrata durante la campaña electoral. Todas estas filtraciones estaban justificadas porque los documentos y archivos que se divulgaron eran auténticos, y con eso basta. “Nihilismo” sería una palabra demasiado grande para describir esa inocencia deliberada, ya que no es más que un intento por llenar una ausencia de creencias políticas sustanciales con una ambición interesada por seguir siendo noticia cueste lo que cueste.

La verdad no será desvelada

La religión de las filtraciones inculca la creencia de que las verdades importantes atesoran un poder mesiánico, aunque esta verdad sea a menudo políticamente irrelevante. 

No importó la verdad en 1215 cuando Simón de Montfort suplicó al Papa Inocencio III durante el Concilio de Letrán que suspendiera la Cruzada albigense porque se había iniciado contra una herejía Catarista inexistente. A pesar de todo, la amenaza ficticia para la Cristiandad proporcionó la justificación que necesitaba el Papa para conquistar y absorber el feudo de Montfort, que a su vez sirvió como pretexto para que el Vaticano relajara la ortodoxia de su doctrina. 

Ni tampoco importó la verdad en 1594, cuando se hizo pasar a un desdichado pastelero por Dom Sebastião, el rey de Portugal desaparecido dieciséis años atrás en una fallida campaña militar contra Marruecos. A primera vista la impostura era ridícula, pero consiguió durar mucho tiempo porque convenía a los poderosos intereses dinásticos de la península ibérica.

Incluso hoy en día, en esta culta sociedad de clase media que finge aspirar a una igualdad formal y a unos derechos ciudadanos, a menudo la verdad se elude, ignora o instrumentaliza. En su esclarecedor aunque inquietante libro, La inteligencia y la política exterior de EE.UU., el analista de la CIA Paul Pillar estudia doce crisis de la política exterior de EE.UU. que tuvieron lugar durante la posguerra, y concluye que, en todos y cada uno de los casos, las aportaciones de las agencias de inteligencia no dieron como resultado una política más afinada, sino que supusieron una inteligencia más politizada. Lógicamente, muchos senadores estadounidenses que votaron a favor de la guerra de Irak se han excusado a sí mismos (y entre ellos) echando la culpa a la “mala inteligencia” que recibieron, pero con eso no es suficiente. Si hubieran leído la Apreciación Nacional de Inteligencia, a disposición de los senadores en aquella época, se habrían dado cuenta de que los vínculos operativos entre Saddam Hussein y Al Qaeda eran inexistentes. Hubo uno que se molestó en hacerlo, Bob Graham (senador por Florida), y acabó cambiando su opinión y votando en contra de la invasión. 

 En esta culta sociedad de clase media que finge aspirar a una igualdad formal y a unos derechos ciudadanos, a menudo la verdad se elude, ignora o instrumentaliza

En muchas ocasiones, la verdad es totalmente impotente. A comienzos de 2003, cerca de un 70% de personas de EE.UU. creía que Saddam Hussein había ayudado a cometer el atentado del 11-S, y que la inminente invasión de Irak estaba justificada, cuando menos, como venganza. Sin embargo, el informe que realizaron los servicios de inteligencia británicos sobre las armas de destrucción masiva que ocultaba Irak, y que Colin Powell acababa de presentar ante Naciones Unidas, demostró ser (se descubrió antes de que Powell abandonara el edificio) un cutre ejercicio de corta y pega realizado a partir de otros documentos que se podían encontrar fácilmente en internet. 

MacGuffins fallidos

En las películas de suspense o espionaje, la información (sobre todo si se trata de un secreto) está revestida de una magia simbólica y narrativa, que vendría a ser el material con que se fabrican los MacGuffins. Pensemos por ejemplo en el fax mágico que envía el virtuoso agente de la CIA de Joan Allen al final de El ultimátum de Bourne; o, si se prefiere algo más ambivalente, el final abierto de Los tres días del cóndor, cuando se ve a Robert Redford enviar pruebas al New York Timesdel caos homicida de las agencias de inteligencia de EE.UU. En estos casos, la trama no es más que la revelación de otra trama, un oscuro entramado o una conspiración. 

En la historia de verdad, los secretos filtrados son a menudo MacGuffins fallidos. En 1958, el sensacional relato que hizo Henri Alleg sobre los actos de tortura que cometían las fuerzas de seguridad francesas en Argelia no sirvió de nada para frenar la opresora contrainsurgencia de la madre patria. También en 1979, los miles de archivos de la CIA publicados por los revolucionarios iraníes que tomaron las oficinas de la agencia en Teherán no sirvieron de nada para disuadir a los responsables políticos estadounidenses de seguir practicando un imperialismo de intervención en Oriente Próximo. 

Los secretos están habitualmente sobrevalorados, en detrimento del conocimiento público. Es un consuelo creer que la revelación gloriosa de algún tipo de secreto de estado nos librará de la injusticia, o al menos de este letargo despolitizado. Sin duda, es una idea muy halagadora para los intelectuales, porque los sitúa a ellos en el centro de la historia como proveedores del fuego y portadores de verdades catalizadoras y hasta volátiles, aunque también sirva para salvar el honor “del pueblo”, porque los intelectuales creen que las personas acudirían en masa del lado de la justicia si solo supieran los secretos adecuados. 

Esta actitud secretista puede dar como resultado una fe entusiasta, aunque errónea, en la transparencia, y ese protagonismo puede convertirse en una distracción. Pensemos en cómo la crítica dominante contra los ataques con drones de Washington se centra en la “falta de transparencia” que rodea a su planificación y ejecución. De acuerdo, Washington debería ser más comunicativo con respecto a su comportamiento general en un número creciente de campañas de contrainsurgencia. Pero, ¿tenemos motivos para pensar que una mayor transparencia cambiaría la política estadounidense de ataques con drones, teniendo en cuenta lo populares que son entre los votantes republicanos, independientes e incluso demócratas? ¿No tenemos ya la suficiente información como para tomar una decisión sobre la imprudencia moral y estratégica que representan los ataques con drones? En la práctica, esta obsesión con la transparencia sirve para postergar decisiones que deberían tomarse ya, al desviar hacia cuestiones relativas al procedimiento de divulgación las conversaciones importantes (sobre violencia, intereses materiales, moralidad y objetivos estratégicos) que nos resultan más difíciles. 

Esta actitud secretista puede dar como resultado una fe entusiasta, aunque errónea, en la transparencia, y ese protagonismo puede convertirse en una distracción

Frente a esta cruda realidad, la fe en el poder salvador de las filtraciones públicas halaga la vanidad de aquellos que conciben la verdad como una cámara de los secretos. De acuerdo con la tradición filosófica occidental, se suponía que el hombre sabio (casi siempre era un hombre) había obtenido un acceso privilegiado a alétheia, una de las palabras que se usaba en griego clásico para decir verdad, y cuya etimología indica algo manifiesto, algo sacado literalmente del Leteo, del olvido. Alétheia es una cuestión económica: tiene que existir un valor de escasez vinculado a la información que solo conocen unos pocos, incluso si el número de esos “pocos” que disponen de la acreditación de seguridad para acceder a la información confidencial en Estados Unidos asciende a la increíble cantidad de 1,4 millones de personas. Alétheia también es una cuestión de erótica: retirar lentamente el velo a los secretos que se hacen de rogar.

Para ser justos, no todos los intelectuales han adoptado ese hábito mental, al menos no desde que Diógenes caminaba por las calles con una lámpara encendida durante el día.

Y los intelectuales no son los únicos que se obsesionan de forma morbosa con el conocimiento de lo secreto. Hannah Arendt diseccionó en Los orígenes del totalitarismo el hambre humana por las excentricidades del estilo de lo que publica la página Infowars:

“Como los primitivos líderes del populacho, los portavoces de los movimientos totalitarios poseyeron un firme instinto para todo lo que la propaganda partidista ordinaria o la opinión pública no prestaba atención o no se atrevía a tocar. Todo lo oculto, todo lo que fluía en silencio, se convirtió en tema del más relevante significado, al margen de su propia importancia intrínseca. El populacho creía realmente que la verdad era todo lo que una sociedad respetable hipócritamente había pasado por alto u ocultado con la corrupción. […] Las masas modernas [...] no creen en nada visible, en la realidad de su propia experiencia. […] Lo que convence a las masas no son los hechos, ni siquiera los hechos inventados, sino sólo la consistencia del sistema del que son presumiblemente parte”.(1)

No es solo el populacho de Arendt: los autoritarios también son fetichistas en relación con el poder de los secretos de estado y la insaciable pasión que producen puede ser más dañina para su soberanía que cualquier tipo de filtración. El ilustre informador Daniel Ellsberg hirió de gravedad a Nixon, pero no por el contenido de los Papeles del Pentágono (que se circunscribían a las irregularidades en Vietnam de los gobiernos de Kennedy y Johnson), sino más bien por sugerir la idea de que el presidente y sus matones estaban cometiendo excesos delictivos. Las torpes ilegalidades de Nixon, como robar la oficina del psiquiatra del informador, conspirar para drogarlo y que perdiera credibilidad en público u ordenar al FBI que intentara sobornar al juez del juicio contra Ellsberg, no podían ser ignoradas y el resultado fue que el juicio se declaró nulo. Pero si no hubiera sido por la criminalidad del equipo de Nixon, Ellsberg seguramente habría sido condenado como consecuencia de sus filtraciones por delitos tipificados en la Ley de Espionaje de 1917, de la misma manera que se condenó a Chelsea Manning cuarenta años después. 

El actual presidente se vuelve loco a diario con las filtraciones que alteran su influencia sobre el ciclo político informativo. “James Comey filtró INFORMACIÓN CONFIDENCIAL a los medios. ¡Qué ilegalidad tan grande!”, tuiteó.  La constante lluvia de pequeñas filtraciones desde dentro de la Casa Blanca, o desde su entorno: ¿agentes del FBI, miembros del gobierno, Jared?, le está provocando muchos dolores de cabeza. Que sigan ocurriendo, que un valiente filtre la declaración de la renta de Trump o el informe íntegro de las torturas de la CIA. Aunque la verdad sea normalmente un gas inerte, en ocasiones puede acabar saltando por los aires y hacer descarrilar alguna política lesiva. Mientras tanto, no nos engañemos: harán falta más que algunas revelaciones para que llegue nuestra salvación. 

-----------------------------

 (1) Traducción de Guillermo Solana. Grupo Santillana de Ediciones. Madrid, 1974

Chase Madar es abogado de derechos civiles en Nueva York y autor de un libro sobre Chelsea Manning (The Passion of Bradley Manning: The Story behind the Wikileaks Whistleblower) @ChMadar

Traducción de Álvaro San José.

Este artículo se publicó en The Baffler. CTXT lo publica en español gracias a un acuerdo de intercambio de contenidos con la revista 

CTXT está produciendo el documental 'La izquierda en la era Trump'. Haz tu donación y conviértete en coproductor. Tendrás acceso gratuito a El Saloncito durante un mes.

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Chase Madar (The Baffler)

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

1 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. Mentalmente

    Creo que necesita escribir un libro grande para convencer a la gente de que la verdad no importa. Quizás a partir de la página 600 de argumentos en contra de saber la verdad, termine siendo evidente que no importa. Estaría claro. "Si he perdido el tiempo leyendo este libro en contra de la verdad hasta la página 600 está claro que no me importa. "Sino, estaría haciendo otra cosa. Para todo el que lo lea claro. Yo me he leído su escrito aquí y me ha sabido a muy poco. Tan a poco que me ha hecho reconsiderar la importancia de saber la verdad. Cuando algo sabe a tan poco provoca el efecto contrario, es un estimulante de aquello que pretende combatir. En este caso, nada más ni nada menos que la verdad. Es una cruzada muy difícil ganarle a la verdad. Y usted solo pretende ganar. No se preocupe, en realidad creo que ya ha ganado, la sociedad siempre ha estado lejos de interesarse por la verdad, sobretodo por su utilidad pragmática para llevarse el pan a la boca. En cierto modo, creo que usted trata de re-convencer a la gente de seguir no interesandose por los asuntos públicos, por si acaso les da por interesarse, sobretodo con esto de las telecomunicaciones, podría pasar. Aún así lo veo difícil. Creo que es mejor enfocarse en el bien pragmático de la transparencia, la transparencia bien entendida es aquella que permite a la gente ver lo que hacen sus representantes, y puesto que estos saben que los pueden estar mirando, les hace respetar a esos ciudadanos con sus actos. Aunque a lo mejor no hay nadie mirando. Basta la sensación para provocar el efecto, es como la libertad. Muy en boga últimamente. La libertad es saber que tienes la posibilidad de hacer algo, pero no significa que lo vayas a hacer, sin embargo la sensación es suficiente. Creo que a pesar de todo, necesitamos transparencia, hay mucha opacidad entre lo que hacen los representantes al respecto de los ciudadanos a los que se supone que representan. La transparencia y saber la verdad no solo es una cuestión de principios sino también pragmática. Aunque saber la verdad puede llevar circunstancialmente a resultados equivocados, en términos generales implica resultados más correctos. Pensando a medio y largo plazo, todos los principios son pragmáticos. Tienen resultados visibles.

    Hace 6 años 11 meses

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí