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Pedimos un debate público sobre la renovación del BCE
Un grupo de economistas firma un manifiesto que reclama mayor transparencia en la selección y elección de los miembros de esta institución
Thomas Piketty y otras firmas 31/01/2018
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Mientras nuestros ojos no se despegan de las interminables vicisitudes de la Groko (gran coalición) alemana, un acontecimiento no menos importante está teniendo lugar en Bruselas, pero por ahora ha sido tratado con indiferencia. El 22 de enero y el 19 de febrero, los ministros de economía del Eurogrupo celebrarán unas reuniones privadas que marcarán el inicio de una profunda renovación del comité ejecutivo del Banco Central Europeo. El primer gran cambio será la planeada sustitución del actual vicepresidente, Vitor Constancio. En los próximos dos años, se sustituirán al menos 4 de los 6 miembros del órgano ejecutivo del BCE, incluido Mario Draghi.
Todo parece indicar que el futuro de la política económica, fiscal y monetaria de los países de la zona euro está en entredicho con esta serie de nombramientos. Después de todo, el BCE de 2018 apenas se parece al antiguo organismo que pasaba sus relativamente más tranquilos días al margen de la política europea, protegido por su carácter independiente. Creado por los gobiernos y los mercados financieros como un recurso institucional, el BCE comenzó a ejercer más poder gracias a la crisis económica y financiera de 2008. Ya sea diciéndoles a los Estados miembros el modo de financiar las deudas de mercado, sugiriendo la adopción de un tratado presupuestario (el Pacto Fiscal), informando a los jefes de gobierno irlandeses o italianos de que deberían llevar a cabo sin demora un conjunto de onerosas reformas, o bien directamente interviniendo en las negociaciones de la crisis griega mediante el control del acceso a la liquidez, el BCE siempre actúa como un verdadero codirigente de la zona euro.
Tras una década de crisis, el BCE ya no es la misma institución que fue creada por los Tratados y que se dedicaba a alcanzar la sacrosanta estabilidad de los precios: se ha erigido, según las estimaciones, como economista jefe de la zona euro; ha adquirido poder ejecutivo a través de la troika (con la Comisión Europea y el FMI), que define y asegura la realización de memorándums en países que están siendo “ayudados”; desempeña un papel central en la zona euro y en las cumbres del Eurogrupo que coordinan las economías nacionales; se ha convertido en un regulador de la banca mundial que decide sobre la vida y la muerte de los bancos más grandes de la zona euro; se ha erigido como reformador que trabaja con coaliciones creadas para dar prioridad a “reformas estructurales” (mercados laborales), “competitividad” (políticas de restricción de salarios), etc.; habla en igualdad de condiciones con los otros cuatro “presidentes” de la Unión (de la Comisión, el Consejo, el Eurogrupo, y, finalmente, el Parlamento Europeo) cuando hay que diseñar el futuro político e institucional del gobierno de la zona euro, etc.
Y, sin embargo, parece como si los próximos nombramientos de candidatos sean un detalle técnico más. A pesar de que, de hecho, haya pocas ocasiones en las que los principales partidos y actores de la representación política puedan dejar sentir su peso en el tema crucial del gobierno de la zona euro, todo parece organizado para mantener las nominaciones a puerta cerrada. Los ministros de Economía desconfían de que sus parlamentos nacionales tengan en cuenta las decisiones que toman en Bruselas; el Eurogrupo, una institución apenas reconocida por los tratados europeos pero que de hecho desempeña un papel decisivo al respecto, no tiene ningún tipo de control político. Como sucede habitualmente, el Parlamento Europeo, que celebrará una audiencia para el candidato elegido, llegará cuando las aguas vuelvan a su curso, después de que las negociaciones hayan concluido y los compromisos se hayan aceptado, para ofrecer su… opinión consultiva.
Mientras tanto, no faltan interrogantes respecto al futuro de las políticas del BCE y del papel que debería desempeñar: ¿qué posición debería adoptar en la reforma del gobierno de la zona euro? ¿Cuáles serán sus compromisos respecto al Parlamento Europeo? ¿Cuál será su política monetaria cuando la inflación haya desaparecido? ¿Qué apoyo puede aportar a las políticas de la Unión? ¿Cuáles son sus prioridades en los próximos ocho años en materia de regulaciones bancarias? ¿Qué lugar se ofrecerá a los interlocutores sociales? ¿Qué tipo de política se implantará contra los conflictos de intereses en el órgano regulador del sector bancario? ¿Qué efectos redistributivos podemos esperar de las políticas del BCE? Sin duda, las respuestas a estas preguntas determinarán el curso futuro del gobierno de la zona euro. Los candidatos deben ser interrogados y sus respuestas deberían conocerse y debatirse.
Los mercados financieros y los gobiernos parecen satisfechos con la situación actual, felices de envolver el proceso de nombramiento de candidatos con un manto de ignorancia. Y las señales procedentes de Bruselas no son nada tranquilizadoras, ya que nos llevan a sospechar que el 22 de enero España, imaginando que ya le va tocando, propondrá a su actual ministro de economía, Luis de Guindos, para la vicepresidencia. Uno de los principales atractivos de Luis de Guindos es haber sido el presidente ejecutivo de la filial para España y Portugal de Lehman Brothers durante el punto álgido de la crisis financiera…
En ausencia de la asamblea parlamentaria de la zona euro exigida en el tratado para la democratización de la zona euro (T-dem), una de cuyas funciones sería precisamente la supervisión política de las candidaturas al BCE, sigue sin haber nada que evite que los ministros de economía hagan públicos los criterios que justifiquen sus preferencias para presentar a uno u otro candidato, y las condiciones que quieren imponerles.
El proceso de nombramiento no tiene que llevarse a cabo en privado. No tiene por qué ser otro juego europeo de la silla. Nada, en efecto, está impidiendo que los ministros de economía hagan públicas sus decisiones y las razones detrás de esas decisiones. Nada impide a los candidatos, sobre todos los que se presentan a la presidencia, seguir avanzando en los próximos meses, ser escuchados por representantes nacionales y expresar sus compromisos.
Y nada, finalmente, impide al Parlamento Europeo que condicione su participación en el proceso de nombramiento de candidatos a sus propios requisitos básicos. Así es como los partidos europeos, los sindicatos y las ONG pueden abrir camino y empezar a sopesar las decisiones que decidirán las políticas económicas, fiscales y monetarias dentro de la zona euro. Este sería el primer paso real –por modesto que sea– hacia la democratización de Europa.
El pasado mes de septiembre, en Atenas, Emmanuel Macron instó a que Europa trajera más “democracia, controversia, debate, construcción a través del espíritu crítico y el diálogo”. Ha llegado el momento de que las palabras coincidan con los hechos.
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Este manifiesto se publicó en inglés en Social Europe
Traducción de Paloma Farré.
Primeros signatarios:
Sébastien Adalid , jurista, profesor de la Universidad de Le Havre
Michel Aglietta , economista y profesor emérito de la Universidad de París Nanterre
Peter Bofinger , economista, profesor de la Universidad de Saarland
Loïc Blondiaux , politólogo, profesor de la Universidad de París 1
Julia Cagé , economista, profesora en Ciencias Políticas, París
Amandine Crespy , politóloga, profesora de la Universidad Libre de Bruselas
Anne-Laure Delatte , economista, directora de investigación del CNRS
Bastien François , politólogo, profesor de la Universidad de París 1
Ulrike Guérot , politóloga, profesora de la Universidad del Danubio
Stéphanie Hennette , jurista, profesora de la Universidad Paris Nanterre
Justine Lacroix , politóloga, profesora de la Universidad Libre de Bruselas
Rémi Lefebvre , politólogo, profesor de la Universidad de Lille 2
Nicolas Leron , politólogo, think tank EuroCité
Ulrike Liebert , politóloga, profesora de la Universidad de Bremen
Paul Magnette , analista político, alcalde de Charleroi
Francesco Martucci , abogado, profesor de la Universidad Paris 2
Thomas Piketty , economista, director de estudios en EHESS
Ruth Rubio Marín , abogada, profesora de la Universidad de Sevilla
Guillaume Sacriste , analista político, profesor de la Universidad Pantheon-Sorbonne
Frédéric Sawicki , politólogo, profesor de la Universidad de París 1
Laurence Scialom , economista, profesora de la Universidad Paris Nanterre
Xavier Timbeau , economista, director principal de OFCE
Antoine Vauchez , analista político, director de investigación en el CNRS
Este artículo ase publicó originalmente en Vox Europ.
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