Análisis
El supuesto retorno de la burbuja
Menos ventas, menos hipotecas y más desahucios
Emilio de la Peña 14/02/2018
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¡Que se agota, oiga, que se agota! Esta frase solía escucharse en los antiguos mercados de verduras y frutas. Era lógicamente un reclamo para incitar a la compra. Los mercados tienen sus señuelos para inducir a comprar. El inmobiliario también, cuando trata de vender casas. Claro, más sutiles que el citado, que suena a castizo. Por ejemplo, difundiendo que los precios mañana serán más caros que hoy. O que la gente se ha lanzado a comprar casas como loca. ¿Será cierto? ¿Será verdad que se avecina el boom inmobiliario de nuevo?
Desde luego, en esto de las casas y la construcción, como en cualquier otra cosa, no estamos en el fin de la historia, como no lo estábamos cuando no paraban de construirse viviendas, de concederse préstamos bancarios para comprarlas y de adquirirse al precio que fuera. Lo que ocurrió recientemente había sucedido ya en otros tiempos, aunque fuese de forma menos abrupta, y nada hace pensar que no volverá a pasar, mientras la vivienda sea un bien con el que se forran los que negocian con ella y no un derecho efectivo de toda persona.
Para conocer si se está formando ya una nueva burbuja inmobiliaria y del ladrillo, más que escuchar a los que se vinculan con el mercadeo de las mismas, debemos mirar los datos.
En los nueve primeros meses de 2017, se vendieron 32.000 viviendas nuevas. Representan un 10 por ciento más que el año anterior, pero 2016 fue el año que menos casas se han vendido desde que existen datos publicados
Comenzamos por el más directo. ¿Se venden muchas casas? Lo que importa aquí son las viviendas nuevas, las que generan actividad económica y más negocio. En los nueve primeros meses de 2017 (es el último dato disponible), se vendieron 32.000 viviendas nuevas. Representan un 10 por ciento más que el año anterior, pero 2016 fue el año que menos casas se han vendido desde que existen datos publicados. Comparamos con el año 2004: había ya burbuja, pero estaba todavía lejos del volumen que alcanzó luego. En el periodo semejante de ese año se vendieron 195.000 viviendas nuevas: seis veces más que ahora. Incluso en 2013, en el peor momento de la crisis, se vendieron más casas que en 2017.
La venta de viviendas usadas puede significar en la mayoría de los casos el traspaso de un propietario a otro, sin que se incremente el número de casas que genera un auténtico boom. De todos modos, si incluimos en el cómputo las usadas, la venta total de viviendas de 2017 supone sólo algo más de la mitad de las vendidas en 2004.
Otro dato: las hipotecas. La mayoría de las casas se compran pidiendo dinero prestado al banco. Pues bien, en 2017 las hipotecas no llegan a las 300.000. En 2004, superaron el millón cien mil. Incluso en 1994, con un mercado inmobiliario mucho más estrecho y azotado aún por la anterior crisis, se suscribieron muchas más hipotecas que el año pasado.
Y el precio, ¿se ha disparado? Si tomamos la media de España, una casa de 70 metros cuadrados costó el año pasado 108.000 euros. Es un dos por ciento menos que en 2004, hace 13 años. Claro, el dinero no vale lo mismo ahora. La inflación ha hecho que las cosas cuesten un 25 por ciento más. Calculado el valor de esa casa en 2004 con euros de ahora, sería un 22 por ciento más cara de lo que es en la actualidad. Falta bastante por tanto para que los precios lleguen a las cifras de la burbuja. En la Comunidad de Madrid o en Toledo las diferencias son aún mayores: los precios están claramente más bajos que entonces.
Cualquier boom inmobiliario haría que se disparase la construcción de nuevas casas atraída por el suculento negocio. Pues bien, en 2017 se inició la construcción de 60.000 viviendas. Si se compara con los años anteriores a la crisis, esta actividad constructiva es ridícula. Por ejemplo, en 1993, con la economía entonces en recesión, y con 7 millones menos de habitantes que ahora, se inició la construcción de 143.000 viviendas, más del doble que en 2017. Algo parecido ocurre con las viviendas terminadas.
No es de extrañar, si se tiene en cuenta que el estallido dejó 650.000 casas nuevas sin vender y ocho años después quedan todavía casi 500.000 en esa situación. Los bancos, que se han quedado con muchas de las casas que no han podido pagar sus compradores o promotores, acumulan inmuebles vacíos por valor de 190.000 millones de euros, cifra que no ha bajado en cinco años.
Este es parte del escenario del crimen después de 10 años de crisis económica. Hay otros dos elementos fundamentales que considerar, tomando la vivienda como un bien social y no sólo mercantil.
23.000 familias desahuciadas
El primero, las personas que se han quedado sin casa. En 2017, “cuando las cosas comienzan a ir bien”, en expresión del presidente Rajoy, 23.000 familias han sido expulsadas de sus casas por no poder pagar la hipoteca. Excluyo aquí los casos de impago de alquiler. Eso significa que, casi por cada vivienda nueva vendida, otra se ha quedado vacía. Los juzgados ejecutan ahora más lanzamientos (término que significa expulsión de la vivienda) que en 2010. Se hace patente aquí, con cifras, la frase “gente sin casas, casas sin gente”.
El otro elemento que queda por describir es el de la vivienda de protección oficial, casas adquiridas con el apoyo del Gobierno o las comunidades autónomas. No deja de ser un mandato constitucional: “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho”, dice el artículo 47 de la Constitución. Comprobemos cómo se sustancia ahora. En 2017 se vendieron 5.400 viviendas protegidas nuevas. En 2004 fueron 28.000. En ambos casos son cifras irrisorias. En realidad el Estado ha abandonado hace mucho el cumplimiento de ese mandato constitucional de asegurar que las personas disfruten de una vivienda digna. Hace 27 años, en 1991, por cuatro viviendas libres que se construían había una hecha con ayuda pública. Ahora, son ocho libres por cada protegida.
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Emilio de la Peña
Es periodista especializado en economía.
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