Reportaje
El feminismo de la Transición examina el resurgir del movimiento
Preguntamos a las mujeres que lucharon en aquellos años sobre su percepción del feminismo actual. ¿Qué oportunidades y peligros ofrece el nuevo escenario?
Cristina Vallejo 20/02/2018
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El feminismo nunca se llegó a ir del todo, pero ahora está más fuerte y ocupa cada vez más espacios. Las luchadoras por los primeros derechos que consiguieron las españolas sufrieron un triple maltrato: la dictadura franquista borró sus nombres y sus logros y dio una vuelta de tuerca a la opresión ejercida sobre las mujeres. La segunda gran generación de feministas nos queda más cerca: vivió activamente la Transición, fue la artífice de la igualdad legal entre mujeres y hombres y participa en el resurgimiento del movimiento violeta. Su experiencia es de obligada revisión. ¿Cómo valoran las mujeres de la Transición este nuevo feminismo que coincide con la crisis del régimen del 78?
Una primera sensación de “satisfacción porque el feminismo está ahora muy presente en la sociedad”, expresa la socióloga Inés Alberdi. “Estoy feliz”, afirma Carmen Martínez Ten, diputada de la Asamblea de Madrid por el PSOE, “porque el feminismo es una carrera de relevos y vemos que hay continuación con la incorporación de mujeres muy jóvenes”. Algo fundamental, según Luisa Posada, profesora de Filosofía de la Complutense, dado que “en el feminismo se está a punto de perder a cada momento y no solo hay que seguir avanzando, sino que también es necesario proteger lo conquistado”.
Marina Subirats, que dirigió el Instituto de la Mujer entre 1993 y 1996, explica que hubo un momento en que parecía que se había abandonado la lucha feminista "y siempre que ocurre, se da un paso atrás, porque hay muchas fuerzas contra la libertad de las mujeres". "Las mujeres de generaciones posteriores pensaban que tenían acceso a todo, pero hay un retroceso entre las adolescentes y en los mensajes de los medios de comunicación: frente a los antiguos de carácter represivo, ahora se dan otros falsamente liberadores, como el de 'te vas a ver muy sexy', que parecen abrir posibilidades cuando en realidad son trampas. Las adolescentes muestran una fuerte sumisión a los chicos y sufren una gran presión para vivir experiencias sexuales que no encajan con los deseos de las mujeres, pero que se presentan como fuente de liberación. Se ha tomado conciencia de ello con lo ocurrido en Hollywood y el #MeToo". ¿Es una reacción puritana? Subirats responde: "No, pero en las relaciones donde no hay igualdad, hay que poner normas". En palabras de Posada, "no puede haber libertad de elección cuando el sistema de relación entre los sexos es desigual".
En general, las feministas de esa generación resaltan que los derechos de las mujeres y los relacionados con cuestiones LGTBI están permanentemente en riesgo de ser cuestionados y derogados. Ese peligro se evidenció en el intento de Ruiz Gallardón de acabar con el derecho al aborto en 2014. El Tren de la Libertad, la gran movilización feminista que se produjo contribuyó a evitar esa involución. Esa respuesta y otras manifestaciones, como las del 8 de marzo o las que se han producido contra la violencia de género, según Posada revelan que el feminista es el movimiento con mayor poder de convocatoria.
El Tren de la Libertad marcó, según Ana de Miguel, profesora de Filosofía de la Universidad Rey Juan Carlos, un antes y un después: observó cómo se incorporaban al feminismo chicos y chicas que no estaban adscritos a ninguna organización del movimiento. “Venían de la calle”, afirma De Miguel. Y ahí reside una de las fortalezas del feminismo actual: se han sumado mujeres y hombres jóvenes y también hombres adultos que nunca se habían acercado al feminismo y que se movían “entre el desconocimiento y la descalificación”. Ahora no sólo hay un interés enorme, sino que cada vez más personas se denominan inequívocamente feministas. Es la manifestación española del “hasta aquí hemos llegado”.
si hay feministas que consideran que la aspiración de las mujeres a alcanzar puestos altos es cosa de las élites, Alberdi alega que todo avance femenino ayuda a defender su causa
Las razones del rebrote feminista y los nuevos temas
¿Por qué este rebrote feminista? Para Alberdi, tiene que ver con que las luchas previas han favorecido que haya mujeres ocupando puestos importantes. Martínez Ten coincide: "El #MeToo es posible porque hay mujeres ricas y poderosas". Y si hay feministas que consideran que la aspiración de las mujeres a alcanzar puestos altos es cosa de las élites, Alberdi alega que todo avance femenino ayuda a defender su causa. Las denuncias de abusos sufridos por mujeres poderosas contribuyen a plantearse lo que soportarán quienes no ocupan esos puestos de privilegio.
Pilar Toboso, catedrática de Historia de la Universidad Autónoma de Madrid, señala que el feminismo se ha reactivado entre la gente joven por dos razones: porque la crisis ha castigado más a las mujeres, con paro y precariedad más altos, a lo que se suma la de momento eterna brecha salarial; y por la creciente toma de conciencia sobre la violencia de género. Además, “el movimiento es ya consciente de que se consiguió la igualdad legal, pero no la real. El reto ahora es la transformación de las mentalidades, que es más difícil y lleva más tiempo que el cambio de las leyes”. Según Alberdi, en el último año han cristalizado reivindicaciones como la igualdad salarial, la representación en la política y en las empresas (y en los medios de comunicación, añadiríamos). Así como la violencia de género, hace años casi un tabú, dado que no se contaban las asesinadas, como apunta Martínez Ten, y menos aún las víctimas de acoso.
Las feministas de la Transición dejaron en herencia logros, pero también tareas pendientes a las generaciones nacidas en democracia y con las leyes homologarles al resto de Europa. De ahí el cambio en los temas y en las demandas. Soledad Murillo, profesora de Sociología de la Universidad de Salamanca y al frente de la Secretaría de Igualdad del Gobierno de Rodríguez Zapatero, muestra que en la Transición la reivindicación del propio cuerpo y la planificación familiar y de la maternidad eran cuestiones esenciales, así como el aborto o el divorcio. Subirats añade que en los setenta y ochenta las mujeres reclamaban ser tratadas como los hombres, poder entrar en el mundo público, que no pesaran sobre ellas leyes discriminatorias, en definitiva, ser ciudadanas de pleno derecho, al tiempo que cuestionaban la mística de la feminidad y de la maternidad.
Algunas de esas demandas se saldaron con victorias. Pero Subirats señala que la incorporación (con desventajas) de la mujer al mundo laboral provocó que el espacio privado se quedara vacío. "Hay un déficit en los cuidados porque los hombres no se han incorporado a ellos. Las mujeres valoramos el trabajo y lo compartimos. Falta la segunda parte: que se valoren los cuidados y se compartan", afirma Subirats. Esta orientación cobra fuerza, aunque las economistas feministas trabajan en ella desde los noventa.
Posada ha observado que si en la Transición se luchaba contra la discriminación, ahora lo que aglutina las reivindicaciones es la resistencia a lo que se ha ido conceptualizando como “violencias contra la mujer” y que incluyen la física, la sexual, la económica y la laboral. Otra tendencia que observa Subirats en el feminismo contemporáneo pasa por la exploración de los géneros, por propuestas para erosionarlos como modelos rígidos, porque muchas veces no responden a los deseos de las personas o porque fueron diseñados de determinada manera para otro momento histórico. Aquí entran formas diferentes de ejercicio de la sexualidad, la experimentación con el propio cuerpo, etc.
Es en sus expresiones más novedosas en las que el feminismo actual puede entrar en conflicto con olas anteriores. Subirats afirma que las nuevas formas se encuentran con críticas de quienes consideran que la lucha se desnaturaliza o que abandona lo importante. "Puede haber cierto enfrentamiento, pero son cuestiones menores que responden a un cambio generacional: las hijas tienen que devorar a sus madres", aclara. Alberdi señala que en su círculo feminista a veces se valoran como “provocativas o alocadas” las nuevas formas y estéticas reivindicativas: "A algunas, las Femen les ponen nerviosas, por ejemplo". "Lo importante es que en lo básico estamos de acuerdo: en la movilización contra la reforma del aborto de Gallardón participamos todas", recuerda Alberdi.
Toboso añade que cada época tiene su forma de visibilizar. También en la Transición se hizo de manera provocativa y con mensajes que no difieren mucho de los actuales: frente al #MeToo contemporáneo, el "yo también soy adúltera" de hace cuatro décadas; frente a las Femen, la icónica imagen de Susana Estrada junto a Enrique Tierno Galván.
En la Transición, desde el movimiento feminista hubo trasvases hacia las fuerzas políticas, fenómeno que hizo posible los cambios legislativos pero, también, como señala Toboso, lo debilitó
La organización, la institucionalización, los retos
Como señala Martínez Ten, tras visibilizar los problemas y la toma de conciencia, algo que ya refleja tímidamente la última encuesta del CIS con un incremento de la preocupación por la violencia de género, hay que canalizar esa energía e introducir cambios reales en el ADN de la sociedad. “Hace falta fuerza organizativa", afirma Martínez Ten. "Y trabajar desde dentro", añade. En la Transición, desde el movimiento feminista hubo trasvases hacia las fuerzas políticas, fenómeno que hizo posible los cambios legislativos pero, también, como señala Toboso, lo debilitó, porque su agenda tuvo que competir con la propia de los partidos.
Martínez Ten insiste: "Es necesario canalizar la fuerza para lograr cambios reales, porque, de lo contrario, puede quedar todo en una 'performance' permanente, en una moda". Es partidaria de luchar dentro del sistema, con las herramientas que proporciona, y no quedarse en "un movimiento social 'a pelo'". Aunque advierte: "Contar con una legislación favorable no cambia la realidad. Tener una ley de igualdad no significa que se esté aplicando. Hay que estar vigilantes, algo difícil en un país que no evalúa las políticas públicas". Martínez Ten confía en la fuerza y la inteligencia de esta nueva ola feminista, como las tuvo la de su generación: "He visto cambiar las cosas, aunque también sé que la realidad es muy dura de pelar".
Murillo, además de maravillarse por cómo el feminismo se ha encarnado en el espacio cotidiano, afirma que "aún en el espacio público hace sus trampas" y convierte símbolos (el abanico de los Goya) en ilusión de cambio, cuando los nominados eran más hombres que mujeres en todas las categorías de premios. A Murillo también le preocupa cómo se afronta la violencia de género con condenas, pero no evaluando leyes e iniciando una seria investigación cuando hay asesinatos tras una denuncia.
En muchas feministas de la generación de la Transición se percibe una cierta precaución por que se generalice una "feminismo espectáculo" que se dé por satisfecho por incorporar a más mujeres y no a más mujeres feministas. También que se instale un feminismo que dé más valor a salir en los medios que a avanzar realmente; que se empeñe en el activismo por el activismo. En general se reivindica la reflexión y el análisis intelectual que hay que realizar desde el feminismo respecto, por ejemplo, a las razones de la violencia extrema que los hombres jóvenes ejercen contra las mujeres, para plantearse el objetivo de trabajar sobre sus predisposiciones. Ésa sería “una vacuna” contra el riesgo de que la lucha contra la violencia de género termine gestando nuevos espacios de violencia.
La fuerza intelectual y la vigilancia también tienen que estar presentes para afrontar la debilidad que Ana de Miguel observa en el feminismo actual: contra su resurgir nace “una reacción patriarcal, que no puede decir que no apoya la igualdad, pero sí introduce confusión sobre lo que es el feminismo”. De Miguel teme que se convierta en una moda, en camisetas de 200 euros, en un desfile de modelos, en un movimiento 'cool'... Así como afirma que hay tantos feminismos como mujeres o que “cualquier cosa que haga una mujer en el presunto uso de su libertad, como la conversión de su cuerpo en una mercancía, es feminista”. Tal es la confusión que se acaba por decir, parafraseando a Gustavo Adolfo Bécquer, “¿qué es el feminismo?, ¿y tú me lo preguntas? Feminismo... eres tú”.
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Cristina Vallejo es periodista y licenciada en sociología.
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Cristina Vallejo
Cristina Vallejo, periodista especializada en finanzas y socióloga.
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