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Malos tiempos para hablar de dios (perdón, de Dios). Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, decía una monja de mi colegio que engranaba los dientes como una llama y nos castigaba cuando cambiábamos la letra de las canciones de misa. La sangre no llegaba al río, quiero decir, que no nos escupía.
Hace unos días condenaron a un aceitunero de Jaén por usurpar con un fotomontaje la cara del Cristo de la Amargura. Una aclaración para los habitantes de la galaxia de Andrómeda (me consta que leen CTXT): el catolicismo es una religión monoteísta que tiene decenas de cristos y vírgenes con apodos (y santos), cada uno con sus prestaciones y poderes. De manera que hay devotos a los que le funciona el Cristo de Medinaceli, por ejemplo, y no el Santísimo Cristo de los Milagros de El Bonillo (Albacete).
El clero también se cabreó por el pregón carnavalesco de Santiago donde, aseguran, se mentó el escroto redivivo del apóstol. Y en Canarias, una asociación de abogados cristianos amenazó con una querella a un drag queen antes de oír lo que iba a decir. El caso: se han levantado tolvaneras de ruido en los medios, pero nadie ha acudido a la fuente primaria, prístina, o sea, a Dios. Y como soy millennial y autónomo, y dice C’s que los autónomos somos superhéroes, me cité con Yahveh. Conseguir el contacto fue fácil. Los limpios de espíritu verán a Dios según La Biblia. Así que hablé con Rafael Hernando y me dio el contacto. “Apunta, chato: +34 6xx 6xx 6xx”.
Como Él todo lo sabe, antes de escribirle, me llegó un mensaje con fecha, hora y lugar. Me citó en un McDonalds, cosa a la que le vi cierta lógica. Llegué al local con más miedo que un cachorro al lado de una aspiradora. Creí verlo al fondo con su túnica y un Big Mac a medio comer. Me acerqué:
— Buenas, ¿el Señor?
— Heme Aquí—soltó con ojillos irónicos y masticando una rodaja de tomate. El Creador tenía una voz idéntica a la de Carlos Herrera pero un poco más suave.
— ¿Qué tal? Soy el period…
— Ya Sé Quién Es, Hombre—me cortó.
— Ah, coño, claro, perdone.
— Dígale A Su Padre Que No Me Reza Nada Últimamente.
— Ya, bueno, sí, eso será por lo de la calvicie, que le quita la fe a cualquiera.
— Siéntese, Hijo.
Hice caso y me di cuenta de que por la ventana se veía la redacción de Ok Diario. No sabía qué decir. Me vio dudar y me animó a hablar con un movimiento de barbilla.
— Es que no sé—dije— No lo esperaba a usted tan corpóreo.
Pasó de mí. De pronto, se concentró mucho en liarse un cigarro, casi le digo que no se puede fumar allí, pero me dio apuro y tal siendo Él el creador del universo.
— ¿Fuma de liar? ¿No será Pueblo?
— Marlboro Gold…
— Ahh, claro, ya… Bueno, yo le quería preguntar por lo que está pasando. ¿Qué opina de la libertad de expresión?
— ¿La Qué?
— La libertad de expresión.
— Ah… Bien. Bien. Me Parece Bien— fumaba y comía tan seguido que mientras mordía la hamburguesa se le escapaba el humo por la nariz.
— ¿Y qué le parece lo de la condena por la cara de Cristo?
— ¿Cristo? ¡¿Cristo?!— el Eterno dio un respingo, soltó el Big Mac y se palmoteó la túnica, mirando a los lados, escurriendo el bulto— De Cristo No Voy A Hablar, ¿Eh?
— Vale, vale. No… Yo me refiero al aceitunero al que han condenado por un fotomontaje con la imagen de Jesús…
—Ah… Eso — se relajó— Mmm… Bueno.
— ¿“Bueno” que está de acuerdo con la sentencia o “bueno” que tiene dudas?
— Sí, Sí…— soltó perezosamente, y yo empecé a pensar que Dios no estaba al tanto de la actualidad española ni de las iras de sus siervos, o que no le interesaban nada— . ¿Está Entrevistando A Dios, No Tiene Nada Más Trascendente Que Preguntar?—alzó los brazos, se le abrió la túnica y se le vio un poquito el aura.
No es que no me atrajera la propuesta, pero yo iba a lo que iba, y si me enredaba a hablar sobre los secretos del cosmos y de la Humanidad: uno, nadie me iba a retuitear; y dos, se nos iría la entrevista a las dos horas y luego transcribir es una tortura. Aun así intenté bailarle el agua, camelarlo. Dejé que se divirtiera explicando largamente cómo diseñó la hélice del ADN o cómo consiguió que Jesulín avivara aquel furor sexual en cientos de mujeres, etc. Me fui crispando. Ser Dios no le daba derecho a pegarme aquella turra.
— A ver, entonces, ¿usted existe o no?— traté de concluir.
— ¿Usted qué piensa?
— Yo soy ateo, y aquí las preguntas las hago yo— me arrepentí al instante, tenía prisa por llevar la entrevista a mi redil, y cuando los periodistas tenemos prisa nos ponemos un poco Ana Pastor— Disculpe... Lo que quería es preguntarle por la tetera de Bertrand Russell. Él decía que asegurar que usted existe, porque nadie puede refutarlo, era igual que afirmar que hay una tetera en la órbita de la Tierra: una tetera pequeña, imperceptible para cualquier telescopio y que…
—En esa tetera—interrumpió— me hago yo los carajillos cada mañana—. Se enfadó y me miró fijamente. Pero me lo dejó a huevo: si no me convertía en estatua de sal podía aprovechar el tirón. Empecé a hilar conceptos a lo loco como un reportero de España Directo.
— Los carajillos llevan alcohol, y en las noches de carnaval se bebe alcohol, y hace nada que ha sido carnaval. Por cierto, hablando del carnaval, ¿qué le parece lo que han dicho en el pregón del Carnaval de Santiago, y lo de las drag queens? ¿Le ofendió? ¿Sí o no?—farfullé, agotadísimo, sudando.
No contestó. Resopló dándome por imposible y miró a la calle. En la ventana de Ok Diario apareció Eduardo Inda y se puso a regar con entusiasmo infantil una maceta de plantas carnívoras. Pasaron minutos. El Señor acometió unas respiraciones controladas, lentas, como si recordara una clase de yoga para calmarse. Sus últimas palabras me inquietaron.
— En Nada Tenemos Aquí La Semana Santa. ¿Le Gustan Las Torrijas? A Mí Me Gustan Las Torrijas.
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Autor >
Esteban Ordóñez
Es periodista. Creador del blog Manjar de hormiga. Colabora en El estado mental y Negratinta, entre otros.
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