Van cinco años de éxitos, pero la caja está vacía, dicen. El club crece, pero los ingresos no son los necesarios, dicen. El equipo está donde debe, pero el nuevo estadio se come todo, dicen. Si el club quiere mantener a sus estrellas, tiene que vender para liberar masa salarial, dicen. Si en verano se hace un esfuerzo por retener a Oblak y Griezmann, hay que hacer sitio en el fair play financiero, dicen. La eliminación de Champions ha generado un agujero en las cuentas, dicen. Dicen, dicen y no paran de decir. Y los que se pasan la vida diciendo digo para decir Diego, los expertos en el trile del cambiar todo para que nada cambie, decidieron dejar a Simeone y sus chicos, luchando por dos títulos, con 17 jugadores de campo y 2 porteros. 

La federación china confirmó que Gaitán se vendió por menos de 5.7 millones de euros –costó 25, según la Comisión de Valores de Portugal– y el importe de la salida de Carrasco, uno de los mejores fichajes de la historia contemporánea del club con 24 años y cláusula de 100 kilos, todavía se desconoce, aunque medios chinos la cifran en algo menos de 30 millones.  Como uno de los todavía dueños reconoce abiertamente y sin rubor, esto es un negocio. Sin sentimientos. 

Así que al Cholo le dijeron que la puerta giratoria se abría, que se quedaba con una plantilla muy coja y que había que rezar a la Virgen de los Desamparados para que no hubiera lesiones. Un puñado de periodistas no genuflexos, que todavía quedan por suerte, advirtió que el riesgo que corría el proyecto deportivo era enorme. Se vendían dos piezas cuando ya se había cerrado el plazo para poder fichar algún sustituto. Y de postre, si la cosa iba de negocio, las cifras no parecían demasiado buenas para la caja del club. Respuesta oficial: silencio.

Como cabía esperar, al circo le crecieron los enanos en un abrir y cerrar de ojos. Se vendió a Gaitán y Carrasco de un día para otro, sin preguntas y sin explicaciones. Después se traspasó –sin exigir la cláusula, por supuesto– al segundo portero, por 2 millones de euros. Gracias y adiós muy buenas. Después Oblak se lesionó y el entrenador tuvo que tirar de un portero sin experiencia que no había jugado ni un solo minuto con el primer equipo.  Otro que cayó en el dique seco fue Savic. Más tarde Filipe Luis, el único futbolista sin un recambio de plenas garantías, se fracturó el peroné. Simeone tiró del filial y llamó a Sergi, pero el chico, que parecía iba a entrar en la rotación del primer equipo, también se lesionó. Al poco tiempo recayó de su lesión Oblak, luego se lesionó Juanfran y por aquello del efecto contagio, también cayó Kevin Gameiro por temas musculares. 

En cuanto a sanciones, como la cabra tira al monte, el Cholo contó con más “ayuda”: Vitolo vio una roja directa que Competición no le retiró y Antoine Griezmann no podrá jugar ante el Deportivo por acumulación de amarillas. Y como está claro que hay profundidad de plantilla y nada puede salir mal, Giménez ha sufrido una lesión con la selección uruguaya, que veremos qué recorrido tiene. Qué mala suerte, dicen. Al Atleti le ha mirado un tuerto, dicen. No se podía saber, dicen, de una plantilla en la que se ha lesionado todo bicho viviente salvo Saúl, Thomas, Gabi, Torres y Werner. La pregunta del millón es ¿Cuántos jugadores de campo tendrá Simeone para enfrentarse al Deportivo? ¿Tendrá siquiera para hacer los tres cambios? ¿Podrá completar un once? ¿Y para el Madrid? ¿Seguirán sacando pecho con lo que pasa si el Atleti se planta en una semifinal o final en cuadro? Y lo más relevante, por supuesto ¿es mala suerte quedarte con 12 o 13 jugadores de campo y 2 porteros o es una magnífica gestión tener menos jugadores que un equipo de balonmano?

Ante la duda, protocolo habitual, leña a Simeone. Andan los inquisidores del Cholo frotándose las manos porque ahora ya no sólo van a poder echarle la culpa de no jugar a nada, de ganar por uno a cero o de ser ultradefensivo, sino que ahora podrán culparle de no tener suficientes jugadores de campo para competir en Europa y Liga.  No importa que sea la propiedad la que hace y deshace a voluntad, ni que sea la que ponga cláusulas de rescisión que son PVP, ni que siga poniendo cara de empate a cero mientras vende activos deportivos horas después de que haya cerrado el plazo del mercado de invierno, quién sabe si por algún enjuague accionarial o por simple cuadratura de esas cuentas por las que nadie pregunta y a nadie importa. Como hay que aprovechar cartucho porque la caza no abunda mucho, culpan a Simeone de haber dado luz verde a una planificación patética, propia de un equipo fútbol-sala. Son entrañables. Simeone llena a los dueños la vitrina de títulos, el campo de abonados y la caja de dinero. Y ellos le premian pidiéndole títulos desmontando la plantilla en la recta final de la temporada. Y claro, la culpa, por lo visto, es cosa del Cholo, dicen. Y tan panchos. Como si fuese Simeone el que decidió vender a Falcao, como si fuera él quien dio luz verde a lo de Miranda, como si él aplaudiese la venta de Arda, como si en un futuro estuviera encantado de perder a Griezmann. Qué visto bueno ni qué ocho cuartos. El entrenador es reo de una política de club en la que, para poder comprar, antes hay que vender, porque la caja es la caja y hasta en los tiempos en los que debería estar llena, siempre está vacía. Eso dicen. Simeone conjuga el verbo competir y los de siempre, el verbo vender. Al argentino, que en privado lamenta y en público no busca excusas (“somos pocos, pero atrincherados”), le zurran por tener pocos jugadores y le piden que compita hasta el final, que juegue bonito y además, que gane títulos. Y si tiene menos jugadores de campo que un equipo de futbito, ajo y agua. Preguntas incómodas, ninguna. Respuesta oficial, el silencio. Moraleja, un clásico rojiblanco: aquí no pasa nunca nada y si pasa, se le saluda. Indi, calienta, que sales.