Playmobil y Julieta
Que en 2,5 millones de años la empresa de los clicks no haya encontrado la mitad de sus huecos para la mujer es una matraca moral
Virginia Mota San Máximo 4/04/2018
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Necesitas pan porque un huevo sin pan no es huevo. Hay que salir, hijo; vamos, que tenemos prisa. En el comercio del barrio, la tendera asoma la cabeza para coger aire dentro del enorme mar de la alimentación, que arrecia embravecido por olas de grandes superficies. El ultramarino de una vida tiene y ofrece de todo porque es el mercado, amigo, en su más pura expresión.
Entras. Un Colón, por favor. Junto al suelo, el primer fascículo de La aventura de la historia. Es de Playmobil, la Katharine Hepburn de los juguetes. Qué bueno, piensas; historia para niños y niñas, eso que todos debemos saber para no tener que creer lo que nos cuentan. Además de un libro ilustrado, el fascículo incluye una figura que explica de forma sencilla la herencia de los tiempos. Te parece pedagógico, así que lo coges. Y vuelves a casa de la mano del chiquillo más feliz del mundo, que agarra como puede su preciado libro. Un caballero medieval; qué bonito.
En alguna parte leí que, puestos en fila, los clicks/clacks de Playmobil podrían dar la vuelta al mundo casi cuatro veces. Eso también son 3.000 millones de figuras completando 30 temáticas a lo largo y ancho de 100 países. Desde la sesera, la evolución del ser humano nada tiene que ver con el canturreo creacionista de la costilla de Adán. Nuestra especie abarca los últimos 300.000 mil años para Hublin, 200.000 para Arsuaga. Todos esos días, sin excepción, han sido también de la mujer. Cada albor. Cada final. En este sentido, la ciencia ya se ha encargado de demostrar que la caza era una acción colectiva en la que ella tenía mucha importancia, así como de abrir líneas de investigación que aseguran que las manos en negativo del arte rupestre no son patrimonio del hombre. Desde siempre, por lo tanto, la mujer.
Por eso hay que echar un suspiro cuando se abre el primer fascículo de la Aventura de Playmobil, que comienza en el Paleolítico, mucho más allá de los recién actualizados 300.000. Porque, digan lo que digan, durante toda la colección, en China, en las cruzadas, en Egipto, en el séptimo arte, sigue solo habiendo, en gerundio, contornos masculinos. 60 en total.
Playmobil ya tuvo que hacer frente en 2016 a la carta-denuncia que envió la Comunitat Valenciana por mediación del Instituto Valenciano de las Mujeres. Entonces se decía lo obvio, que, manipulada, la historia era solo cosa de unas pelotas que se apropiaban a cara perro de los logros femeninos. Lo hacían tamborileando sonatas patriarcales a través de 60 muñecos. En aquella ocasión, Playmobil, a golpe de nota de prensa, soltó la patata caliente y aseguró que ellos no, que el contenido de la colección corría a cargo de Planeta DeAgostini y que su empresa solo emitía la licencia. Y se quedó tan a gusto dándose golpes en el pecho a favor de la libertad de edición. También se excusaban voceando que en el interior de los libros sí se hablaba de la mujer. Hasta ahí llegamos, hombre; pero el primer golpe de vista es el muñeco, el dueño y señor de toda la historia de Playmobil a los ojos del niño.
Así es que en 2016 la presión popular e institucional consiguió que el gigante de los juguetes se comprometiese a incluir a la mujer en la siguiente tirada de su Aventura, la de 2017, esa que compras cada semana en la panadería del barrio. Aquí puede parecer que, por fin, Playmobil y Planeta DeAgostini comprendieron su error y se pusieron manos a la obra para subsanarlo. Pero nada más lejos de la realidad, porque su promesa no ha pasado de apaño chapucero.
el formato de la colección es exactamente igual al de 2016: no se han añadido las figuras femeninas a ninguno de los listados que incluye el repertorio, y tampoco al desplegable en el que se presentan cada uno de los 60 muñequitos que la forman
Esta inclusión de la mujer que Playmobil y Planeta DeAgostini hacen en La aventura de la historiaes un lavado de gato. Empezando porque son diez figuras femeninas frente a 60 masculinas. Siguiendo porque los números con muñecas se entregan al final de la colección sin orden ni concierto, es decir, primero los masculinos perfectamente ordenados abarrotando prehistoria e historia, y luego ya si eso la mujer, deprisa, corriendo y descontextualizada. Terminando porque el formato de la colección es exactamente igual al de 2016: no se han añadido las figuras femeninas a ninguno de los listados que incluye el repertorio, y tampoco al desplegable en el que se presentan cada uno de los 60 muñequitos que la forman. En la web sí se ha adaptado la foto principal añadiéndose cuatro muñecas, eso sí, entre más de 20 muñecos.
Que desde el Paleolítico de Lubbock hasta hoy se presente la historia como cosa casi exclusiva del hombre es de vergüenza. Que en 2,5 millones de años Playmobil no haya encontrado la mitad de sus huecos para la mujer es una matraca moral. Y no lo ha hecho en ningún campo. Porque hay cazadores, vikingos, ninjas, caballeros medievales; está Molière, Van Gogh, Mozart, Shakespeare, Da Vinci y Marco Polo; un explorador polar, un tenista, un burgués, un director de cine, una estrella hombre del Rock, un científico. Pero, en la vista principal, no está Marie Curie, Margarita Salas o Alicia Calderón; tampoco Lucy Harris o Charlotte Cooper, Cleopatra o Isabel la Católica, Agnès Varda o Helena Cortesina, Frida Kahlo o Mary Cassatt, Jeanne Baré o Gertrude Bell, Gabriela Mistral o Virginia Woolf. No; yo no veo a Janis Joplin.
Desdeñoso en 2016 y subalterno en 2017, este tratamiento de la historia ofende como mujer, como madre y como profesional del pasado. Más aún después del toque de atención de la sociedad; más allá del azul y el rosa, de la chica llevando el carrito del bebé, de la armada con mandil que recoge los platos de la mesa o los sirve a los que ya están apoltronados. Molesta por ningunear el poder que tiene la pedagogía en una sociedad que está costando sudores sensibilizar. Que sí, que ya estamos las madres y los padres para mostrar el camino que creemos que deben seguir nuestros pequeños y pequeñas. Pero si ya es de titanes caminar entre la marabunta machista de abuelos y de tíos, de abuelas y de tías, de ese conocido que se acerca por la calle y escupe un “chaval, dile a tu madre que te corte el pelo, que eso es de maricas”, imagínate si, además, tenemos que andar bregando con la moralina de un juguete casi universal.
Necesitamos modelos reales para normalizar el éxito de la mujer. Sin cristales. La pedagogía allanaría por miles la montaña de género si se empezase por echar una mano a los padres y madres en cuestiones de educación, si se facilitase la igualdad desde la cuna. Los niños y niñas necesitan referentes reales que les permitan respetar y ser respetados, elijan el camino que elijan. Claro que en el vídeo que Playmobil cuelga en su web para mostrar cómo se fabrican sus conocidos muñecos, la generación de ideas, en el departamento de I+D+i, corre a cargo de cuatro tíos.
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