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Mario Vargas Llosa estuvo la semana pasada charlando con Albert Rivera sobre su nuevo libro porque “es un político afín a sus ideas liberales”. Y ahora se ha sentado con Tamara Falcó para que ésta, que estudió “Communications”, pudiera entrevistarlo para Vanity Fair España, la misma revista para la que, hace tiempo, Rivera se disfrazó de crupier y puso cara de Nenuco en las fotos. Muñeco de consenso.
Hablemos un poco de la entrevistadora, que se confiesa “enchufada”. Tamara es un ser celestial que viaja con agua bendita, que para tener 36 años sigue viviendo en casa de su madre, que ha tenido problemas de peso y que no consigue domar su flequillo. El 50% de Tamara soy yo misma. Tamara es dueña de una perra que se llama Jacinta pero no tiene suerte en el amor, porque tuvo un novio que no fue tan bendito como el agua y le salió rana, aunque para ranas su madre y su abuela que lo siguieron viendo a escondidas. “Así que le dije a mami, ahora como castigo me vas a tener aquí de por vida”. Tamara se sentó con Bertín Osborne hace un par de viernes en su programa y España se rindió ante ella: la de Telecinco y la de Netflix, que esa noche acabó muerta de risa como yo en mi salón, preguntándome si esa voz es real y si ese acento no tiene cabida en una nueva película de animación. También maldije no tenerla como amiga para hacerme la vida más ligera.
Muchos de mis conocidos descubrieron esa noche a la hija de la Preysler y del Marqués de Griñón. Otros la queremos desde que estampó su flamante Mini en un bolardo en la calle Fuencarral nada más sacarse el carné, desde que declaró que de tonta no tiene un pelo porque ha estudiado “Communications” y desde que dijo que lo de engordar era por culpa del servicio, que hace unos brownies riquísimos (la madre, que debe llevar sin comer desde 1982, dijo que era culpa del tiroides). Tamara le dijo hace poco a Harper’s Bazaar que uno de sus momentos favoritos del día es cuando se levanta y tiene la cafetera preparada.
Tamara es homeopatía, no te cura pero no te hace daño. Tamara lleva vestido de Loewe en esta charla aunque su última actividad profesional es la de diseñadora de moda. Tamara se ha ido a París invitada por esa misma marca para un desfile y dice en su perfil de Instagram que es una #luckygirl. Pero no seamos malvados ni nos precipitemos con las conclusiones. Tamara ha entrevistado a Vargas Llosa porque como ocupan la misma casa le pillaba cerca. “Lo malo de vivir con un premio Nobel es que te tienes que estar haciendo la inteligente todo el rato”. Todos somos Tamara.
“¿Por qué escogiste a Albert?” es su primera pregunta. Él se pone a soltar la chapa sobre ideas liberales y ella pone cara de no entender nada y de pillina. Quizá porque lo que quería era preguntarle “¿Por qué escogiste a mami?” o porque igual está pensando que mucho liberalismo pero le ve cada mañana en pijama haciendo ejercicio y eso une y democratiza mucho, seas escritor o reponedor de Lidl. “¿Cómo de liberal eras de joven?”, dice después. “Bueno, yo no era liberal, era comunista”, responde Mario. A estas alturas ella ya tiene los ojos como dos huevos duros (que está perpleja, vamos) mientras es testigo de esta respuesta la impresionante biblioteca que hizo Miguel Boyer (un señor listísimo que se los leyó todos pero que era muy celoso, en palabras de mi nuevo referente en la vida). Previamente ella ha dicho que Albert “lo hizo fenomenaaaaaal”. Que por si no lo saben lo fundamental para ser pija en esta vida es vestir tonos pastel, tener mucho frío, estar permanentemente cansada y alargar las aes. Fundamentaaaaal.
“A mí me encanta que fueras eso, un joven con intuición que vivieras algo tan importante como el 68, la revolución de París”. Te está llamando viejo, Mario, con esa carita de no haber roto un plato. Cuando abren el plano se ven los libros leídos del difunto ministro del PSOE, un retrato de la dueña de la casa cuando tenía mofletes y la maldita morcilla o lorza que le sale a Tamara porque el sujetador le queda pequeño. “Bueno, en realidad no la viví en París porque entonces ya no estaba en Francia”. Te quiero, Tamara, porque encima no te has preparado la entrevista. Somos almas gemelas en esta vida y en las que vengan.
“¿Por qué no tienes redes sociales?”. Así, sin anestesia, en un giro inesperado, la entrevistadora considera que ya está bien de hablar de un pasado en el que ella no estuvo y tampoco lo estudió mucho. Él responde que no le hacen falta, que lee periódicos “en papel, no en imagen”, que ve la televisión y que los libros son una maravillosa ocupación. Ni confirma ni desmiente eso que ella le dijo a Bertín: que su madre, por la agenda social tan intensa de Mario, ahora iba mucho en taxi. El amor, que te hace hacer cosas muy raras.
Toca hablar de la carrera política del Nobel en la parte final de la charla. “Te apoyaron todos”. “Bueno, todos no porque afortunadamente perdí las elecciones”. Ella se toca el flequillo y pone la misma risa nerviosa que se nos pondría a cualquiera si le preguntas a un amigo qué tal su novia y te dice que lo han dejado. “Mario, Kuczynski vino aquí y cenó con vosotros. Y ahora ha renunciado. ¿A ti qué te parece?”. Él dice que lo votó, que ha sido una decepción como presidente de Perú y que menos mal que ha tenido que terminar antes su mandato. Ella se levanta, le da las gracias, vuelve a sonreír y él dice, con sonrisa de padre: “Venga, ya está”. No se sabe quién de los dos lo ha pasado peor durante estos cinco minutos de libro. Al menos Tamara puede ahogar sus penas en un brownie que no cocina. Enchufada.
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Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
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