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Por fin has empezado el TFG. La versión oficial, esa que repites a todo el mundo sin parar, es que lo empezaste hace dos meses. No vas mal de tiempo, pero tampoco especialmente bien. Lo que peor llevas no es el proyecto en sí, sino esa documentación kilométrica que tendrás que escribir a posteriori. Simulación en diferido de un proceso de desarrollo milimétrico y estructurado. La desidia en estado puro. Cinco años de tu vida para completar una ingeniería que no te llena especialmente y, para rematar, un TFG de doscientas páginas.

No dejas de darle vueltas a esa idea inmaterial de “hacer algo que te llene”. De desarrollar un papel laboral capaz de ofrecerte sustento al mismo tiempo que entretenimiento. De llenar ese vacío y hartazgo súbito que aparece de vez en cuando, cuando el día se esfuma y la pantalla del móvil ya no tiene nada más que ofrecerte. De soñar despierto para no desvanecerte entre ríos de gente que lleva esa vida que aborreces. De encontrar, en definitiva, algo de sentido a lo que haces.

Y, de repente, la luz.

Las imágenes se repiten una y otra vez. El momento. Los ángulos. El gesto. Las miradas. El análisis. La opinión. El posanálisis. La posopinión. El rifirrafe entre la reina Letizia y la emérita Sofía llena los telediarios como si de la primera nevada del año se tratase. “¿Hace frío, Letizia?”. “Hace un frío del carajo, Matías”. A unos cuantos kilómetros de distancia, Cifuentes se da un baño de masas inertes. Aplausos y más aplausos a la líder del PP madrileño. Fe ciega en la mandataria. Abducción masiva a pie de calle; fiesta en el platillo volante. Los aliens consuman su orgía intergaláctica. 

Sientes mariposas en el estómago. Un fuerte deseo de pertenencia te recorre el cuerpo mientras lees que al emérito Juan Carlos lo han ingresado. Sonríes mientras te imaginas a la Casa Real orquestando una operación falsa de rodilla para distraer a la opinión pública. Visita al abuelo en el hospital. La reina abriéndole la puerta a la abuela. Foto con las nietas. ¿Se lo cree alguien? Ellos se lo creen. Ellos se lo creen y eso es lo que más te excita. 

“¿Tienes una pista para esclarecer el montaje contra Cifuentes? Háznosla llegar”. Horas después del reencuentro real en el hospital, el PP de Madrid lanza un hilarante tuit en el que invita a sus fieles a sumarse a su delirio. No hay pudor porque no lo necesitan. No hay vergüenza porque han asumido su posición. Han asumido esa casta que tú tanto ansías. Una burguesía libre de esa condición humana visceral que te hace preguntarte el porqué de las cosas. Una aristocracia cutre que encuentra entretenimiento en una Corte de la que se saben sus propios bufones. 

Mamá, quiero ser Cifu, o Leonor. Quiero que me aplaudan cuando mienta en el currículum y me saquen en televisión cuando sea desconsiderado con la abuela. Quiero formar parte de esa burbuja inquebrantable. De ese éxtasis permanente. De ese estrato social que no necesita escribir doscientas putas páginas de TFG.