
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, y el rector de la Universidad Rey Juan Carlos, Javier Ramos, durante el acto de toma de posesión de este último. Marzo, 2017
Flickr Cristina CifuentesEn CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
CTXT necesita un arreglo de chapa y pintura. Mejorar el diseño, la usabilidad… convertir nuestra revista en un medio más accesible. Con tu donación lo haremos posible este año. A cambio, tendrás acceso gratuito a El Saloncito durante un mes. Aporta aquí
El caso del supuesto fraude del máster de Cristina Cifuentes ha hecho que todo el mundo hable de la Universidad Rey Juan Carlos para, principalmente, llevarse las manos a la cabeza con cada nueva información. En cualquier lugar con un sistema de bienestar basado en una serie de servicios públicos, como la educación, la sospecha de que una universidad pública haya podido falsificar documentos para que alguien obtenga un título universitario sin merecerlo, debería desencadenar una reacción unánime de repulsa. Un clamor para pedir la dimisión de aquellos que han usado su puesto de trabajo para desprestigiar la labor de los demás y, por encima de todo, para reivindicar el esfuerzo diario del resto de profesores y alumnos que sí cumplen con sus obligaciones.
En la URJC eso no ha pasado y, probablemente, no pasará porque nunca lo ha hecho. A finales de 2016, Fernando Suárez, el por entonces rector de la Universidad, se vio envuelto en una serie de noticias que le acusaban de haber copiado a la hora de escribir sus artículos académicos. Al igual que en el caso de Cifuentes, en esa ocasión, la noticia se fue haciendo grande según se iban encontrando más y más pruebas de su culpabilidad. Se llegó a comprobar que el rector había plagiado a catedráticos y alumnos suyos de doctorado hasta en once ocasiones.
La respuesta de la comunidad universitaria de la URJC fue contundentemente decepcionante. Fernando Suárez negó hasta el último de sus días como rector la evidencia y se limitó a adelantar a enero de 2017 las elecciones convocadas para junio de ese año. Muy pocas, poquísimas voces, hicieron algo de ruido pidiendo su dimisión, como la de la decana Mercedes del Hoyo, Suárez no se presentó a la reelección y el caso se archivó. El olvido, no obstante, no sirvió para borrar el daño a la reputación de los profesores y los alumnos.
Cuando estalló el escándalo, yo era alumna de la Universidad Rey Juan Carlos y ese mismo mes de noviembre de 2016 tenía que hacer la defensa del primero de mis dos trabajos de fin de grado (TFGs). El quinto año del doble grado en Periodismo y Comunicación Audiovisual no tiene asignaturas y, por tanto, desde junio mi única vinculación con el centro se había limitado a los mails que intercambiaba con mis dos tutores. Entre mis amigos y familiares ajenos a la universidad reinaba la curiosidad, y recuerdo que la frase que más me repetían durante esos días era la siguiente: “A ver qué te vas a encontrar, estará lleno de carteles, como mínimo”. Sin embargo, los que acudimos a la convocatoria de defensa lo hicimos conscientes de que no habría nada fuera de lo normal. Lo peor es que tampoco nos sorprendieron demasiado las evidencias de plagio. ¿Nos cabrearon? Sí, pero en la intimidad de nuestros grupos de whatsapp.
La pasividad de la URJC es algo que los alumnos asumimos como status quo del centro desde primero de carrera. No es la Complutense ni la Autónoma y ese espíritu –casi utópico- de movilizaciones estudiantiles es sustituido por las ganas de aprobar y pasar a la siguiente etapa de la vida. “Cada uno va a lo suyo, no les importa nada”, me resumía por una red social un actual alumno. Y aquí no vale echar balones fuera.
Se está tirando por tierra el prestigio de una institución pública que titula cada a año a miles de alumnos
Por mucho que queramos ponernos una venda en los ojos, el caso del máster de Cifuentes y el escándalo del antiguo rector no son solo cosa suya y de los tres, cuatro o cinco docentes involucrados. Se está tirando por tierra el prestigio de una institución pública que titula cada a año a miles de alumnos. Una universidad a la que, por mucho que nos neguemos, vamos a estar vinculados el resto de nuestra vida profesional cada vez que mandemos un currículum y nos enfrentemos a una entrevista de trabajo.
Seamos sinceros, no son buenos tiempos ni para la educación pública, que lleva años soportando recortes y condiciones precarias para sus trabajadores, ni para el empleo de los jóvenes. Es ahora cuando nos toca defender nuestra formación, nuestro esfuerzo y la validez y prestigio de nuestros títulos académicos porque, como siempre, los más perjudicados son los que hacen bien su trabajo desde el anonimato. El hecho de que no nos sorprenda nada de lo que se está publicando no es más que la evidencia de que es necesario movilizarse para pedir responsabilidades e iniciar un cambio de 180 grados dentro de la Universidad Rey Juan Carlos.
CTXT necesita un arreglo de chapa y pintura. Mejorar el diseño, la usabilidad… convertir nuestra revista en un medio más accesible. Con tu donación lo haremos posible este año. A cambio, tendrás acceso gratuito a El...
Autor >
Alejandra Espino
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí