Más allá del Antropoceno
Una exposición sobre el cambio climático a partir de instalaciones artísticas invita a incorporar miradas “no científicas” de análisis y de diagnóstico sobre el tema
Óscar Guayabero 29/04/2018
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En el CCCB de Barcelona se expone hasta el 1 de mayo la exposición Después del fin del mundo, comisariada por José Luís de Vicente, más adelante se podrá ver en Liverpool como primera itinerancia. Es una exposición que plantea, a partir de instalaciones artísticas, escenarios de presente y futuro de la biosfera terrestre. Tanto la visita física como la lectura de su catálogo es más que recomendable, ya que el acercamiento a los temas como el calentamiento global o las crisis alimentarias, energéticas y sistémicas, que están por venir se hace sin dogmatismo pero sí con rigor artístico.
Digo rigor artístico a sabiendas de que es un término extraño, puesto que originalmente se habla de rigor científico. Y es que otras maneras de enfocar un tema tan complejo como es el cambio climático me parecen imprescindibles para encontrar otras soluciones que hoy por hoy no tenemos presentes en las grandes cimeras del medioambiente. A partir de este punto citaré algunas cosas que le oí decir a Federica Ravera. Federica es licenciada en Ciencias Ambientales por la Universitá degli Studi di Milano-Bicocca, y doctora en Ciencias Ambientales por la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha trabajado en el ámbito de la cooperación internacional y el desarrollo rural en la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) y el otro día la escuché en una conferencia sobre miradas femeninas al cambio climático en El Banc Expropiat del barrio barcelonés de Gràcia. En su charla se preguntaba qué es más significativo respecto a tomar conciencia del deshielo progresivo en los polos: el dato del grueso de hielo (en típico dato científico obtenido por aguerridos glaciólogos) o el sonido de los bloques de hielo al ir cayendo al mar (como hizo la artista Katie Paterson).
otras maneras de enfocar un tema tan complejo como es el cambio climático me parecen imprescindibles para encontrar otras soluciones
Me parece que la exposición del CCCB hace precisamente eso: cambiar las preguntas o al menos cambiar la manera de hacer las preguntas. Visité la exposición con alumnos de un postgrado en Artesanías Contemporáneas de la Escola Massana, donde doy algunas clases, y al preguntarles qué les había interesado más de la exposición me dijeron que las sensaciones que habían tenido. Una exposición ha de ser justo eso: un espacio donde se viven sensaciones que de otra forma no son posibles. La capacidad de “tocar” que tiene la experiencia misma, no la tienen las certezas cuantificables. Quizás el viaje a través de las infraestructuras globales de la moda explorando los paisajes materiales del deseo que proponen Unknown Fields Division con su instalación sobre un tejido de oro, con videos, sonido y una pieza escultórica, es buena prueba del poder inmersivo del arte.
Entre las instalaciones hay unos intersticios en formato de ensayo-instalación en cinco capítulos del filósofo Timothy Morton (UK), padre de la dark ecology y del concepto de hiperobjetos. En uno de ellos, se recrea la famosa sala de espera de la serie Twin Peaks de David Lynch. En la serie, ese espacio es un símbolo, una metáfora (como casi todo lo que aparece en las pantallas de Lynch). En concreto, la sala de suelo zigzagueante y sofás es un limbo, un espacio onírico que funciona como conexión entre la logia blanca y la logia negra, entre futuro y pasado, entre realidad y psicopatía. También en la exposición Después del fin del mundo esos espacios son de espera. Está por ver si esperamos que se produzca un cambio o simplemente, el fin. Agotados de esperar el fin, decía el grupo Ilegales.
Veo ciertos paralelismos entre hacer una exposición sobre el cambio climático a partir de instalaciones artísticas e incorporar miradas “no científicas” de análisis y de diagnóstico sobre ese mismo tema. Ambas intentan acercarse al problema desde la experiencia, sin ignorar los datos, pero poniendo el propio cuerpo como interface entre las preguntas y las posibles respuestas. Y en ese proceso empírico de la vivencia es donde surgen voces que cuestionan paradigmas aceptados “académicamente”. Uno de ellos es el concepto Antropoceno. Acuñado por el ganador del premio Nobel de química Paul Crutzen, quien considera que la influencia del comportamiento humano sobre la Tierra en las recientes centurias ha sido significativa y ha constituido una nueva era geológica. Ciertamente, tal como comentaba José Luís de Vicente, hoy se hace difícil hablar de la división entre natural y artificial, ya que el hombre ha provocado que todos los organismos vivos estén bajo un porcentaje de partículas de CO2, por ejemplo, como nunca antes lo habían estado. El CO2 alcanza niveles nunca vistos desde hace 800.000 años y rebasa las 400 partículas por millón. Así que, de alguna forma, el hombre ha modificado artificialmente el conjunto de la vida de la biosfera.
Teniendo en cuenta la presencia casi en exclusiva de hombres, blancos y occidentales en los paneles de ponentes de la mayoría de foros internacionales que debaten sobre el medio ambiente, parece natural que el término Antropoceno haya triunfado. Porque la percepción es que lo que hacen los hombres blancos de Occidente es lo que hace la humanidad entera, pero no es así. Por ejemplo, países que representan el 80% de la población mundial sólo fueron responsables del 20% de las emisiones desde 1751 a 2007. Los nombres que les ponemos a las cosas no son inocuos, conllevan lecturas y miradas que siempre son parciales, orientadas, tendenciosas, etc. Así que Antropoceno parece responder al clásico esquema neoliberal de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas. Es decir, las ventajas de ese uso extractivo de la Tierra las disfrutan unos pocos, pero en el momento de buscar culpables, es la humanidad en su conjunto quien es la responsable. Federica, en su charla, apuntaba a otros nombres, quizás más precisos, para identificar cuál es el agente, el motivo, la razón de esta modificación radical de las condiciones de vida en la Tierra.
Plantationoceno: este nombre alude a las grandes plantaciones de agricultura intensiva que son, en buena medida, responsables de varios factores del cambio climático. La desforestación masiva de zonas selváticas (pulmones terrestres) para el cultivo, el uso extractivo del agua y los nutrientes de la tierra, la utilización de cultivos transgénicos que rompen las cadenas biogenéticas de las semillas, las plagas de insectos y hongos y el uso de herbicidas e insecticidas tóxicos, etc.
países que representan el 80% de la población mundial sólo fueron responsables del 20% de las emisiones desde 1751 a 2007
Capitaloceno es quizás la más genérica. Ciertamente, al sistema del capitalismo extractivo se le puede atribuir la mayoría de los males medioambientales. Es la idea del beneficio y las plusvalías decididas en despachos la que provoca el uso de los combustibles fósiles y el resto de acciones que modifican radicalmente nuestra relación con el medioambiente. En las pequeñas comunidades indígenas donde se hace efectivo el llamado socialismo tribal, la explotación de los recursos siempre es sostenible, por pura necesidad. Federica comentaba la relación de familiaridad que tienen en algunas zonas rurales con sus árboles a los que se les consideran casi hijos o parientes.
En su último manifiesto, Donna Haraway, profesora emérita de Historia de la Conciencia y Estudios Feministas de la Universidad de California, propone un nombre para una nueva era: el Chthuluceno, “un ahora que ha sido, es, y aún está por venir”. Dándole la vuelta a las horrendas criaturas imaginadas por Lovecraft en sus mitos del Cthulu, Haraway cambia la grafía cth por chth, subvirtiendo el terror a lo subterráneo a través del llamado a las fuerzas chthónicas (chthnonic, en inglés, en griego, ‘de la tierra’) divinidades del mundo subterráneo en la mitología griega. Haraway propone relaciones multi-especies para una supervivencia colaborativa, donde, como decía antes, las relaciones de parentesco se prolonguen a los seres vivos que dependen de nosotros y de los que nosotros dependemos.
La vieja reivindicación de los animalistas de otorgar a los seres “no humanos” un estatus y unos derechos puede también aportar una nueva mirada el problema. ¿En un foro de debate sobre la ganadería intensiva deberían las vacas tener una voz? Timothy Morton, el filósofo de los espacios de espera de la exposición del CCCB, anuncia: “El marxismo puede incluir a los no-humanos; debe incluir a los no-humanos”. Sus principios del post-humanismo intentan desterrar el especismo que nos hace sentir en lo alto de la cadena evolutiva y de valor sobre el resto de los sistemas vivos. Para ello, nos habla de los hiperobjetos. Este término inventado por Morton es una lectura más compleja, completa y dinámica de los objetos. Contra la concepción estática que tenemos de las cosas, los hiperobjetos son los sistemas y sus procesos. No hay un objeto que “empiece” y “termine” –por ejemplo, una mariposa no es una mariposa, sino el proceso desde que nace oruga hasta que se muere. Y es ahí, creo, donde el materialismo positivista del término Antropoceno no es capaz de dar respuestas.
Mis alumnos de Artesanías Contemporáneas miman las materias primas con las que trabajan, las eligen cuidadosamente, tratan que sean de producción local o cercana, estudian su comportamiento, aprenden pacientemente las técnicas para trabajarlas. Ellos dicen que “escuchan” el material. Todo para conseguir hacer con ellas un objeto natural y artificial al mismo tiempo, y con esos objetos intentan interpelarnos sobre los usos de consumo. Y eso solo es posible desde la experiencia personal, el arte y el oficio. La artesanía nunca sale de una mesa de reuniones. Ese es justo el acercamiento que nos propone Natalie Jeremijenko en su instalación “Clinica de Salut Ambiental” dentro de la exposición “Después del fin del mundo”. La práctica de Natalie Jeremijenko se desarrolla en el ámbito emergente del diseño socioecológico de sistemas –xDesign–, a través de la investigación participativa que aborda el reto del siglo XXI para reimaginar nuestra relación colectiva con los sistemas naturales. Una mirada femenina que me vuelve a llevar a Federica Ravena y su charla cuando explicaba cómo las mujeres del Pirineo están cambiando la manera de hacer ganadería, sin gritos, sin palos, sin maltrato, con un sistema que surge de la presencia corporal en el lugar y el momento, no respondiendo a formulaciones “técnicas”, es decir únicamente “científicas”.
Resumo: La lucha por el planeta será artística, femenina, presencial y emocional o no será.
Oscar Guayabero es curador de exposiciones. Teórico, analista y mirón especializado en diseño y arquitectura. Asesor en diseño, comunicación y producto. Organizador de eventos o montador de pollos. DJ excéntrico.
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