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TRIBUNA

Feminismo y socialismo. Del reconocimiento a la emancipación

Feminismo y socialismo, enriqueciéndose mutuamente, podrán hacer ver que la igualdad social no está reñida con otras demandas insoslayables, como son las relativas a la igualdad de género

José Antonio Pérez Tapias 1/08/2018

<p>Manifestación feminista en Madrid. 8 de marzo de 2017. </p>

Manifestación feminista en Madrid. 8 de marzo de 2017. 

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El machismo sigue impregnando cultura y comportamientos, aunque el orden patriarcal esté resquebrajado. Las mujeres lo saben y el movimiento feminista actúa en consecuencia, es decir, impulsa desde todos los frentes posibles la superación de ese patriarcalismo que, con su congénita desigualdad entre hombres y mujeres, lleva la injusticia consigo. La ciudadanía en general, aun expresándolo con distintos acentos, es consciente de que el feminismo es hoy el movimiento social que, como tal, tiene mayor capacidad de incidencia en la realidad. Los planteamientos del feminismo, con su pluralidad, no sólo llegan cada vez a más mujeres que abiertamente los hacen suyos –cierto que matizándolos en muchos casos con observaciones, desde las experiencias propias, que no deberían caer en saco roto en las elaboraciones teóricas y programáticas del feminismo-, sino que afortunadamente también impactan en la conciencia de muchos varones, dando lugar a una asunción del feminismo por su parte que va ensanchando la base social del mismo apuntando a su más efectiva universalización. 

Es por ese empuje desde los partidos políticos como las exigencias del feminismo han logrado traducirse en leyes y en medidas políticas

Sin duda, en la difusión del feminismo ha pesado el trabajo constante de muchísimas mujeres en los más diversos campos, desde el mundo académico hasta asociaciones a pie de calle capaces de sembrar conciencia feminista en la tupida red de las relaciones sociales y en los espacios de la vida cotidiana; o desde los sindicatos y otras organizaciones sociales hasta los partidos políticos, los cuales, en especial en la izquierda, han ido asumiendo las reivindicaciones feministas incorporándolas –no sin resistencias patriarcalistas difíciles de vencer– a sus programas y pautas de funcionamiento. Es por ese empuje desde los partidos políticos como las exigencias del feminismo han logrado traducirse en leyes y en medidas políticas que, aun siendo insuficientes, han significado notables avances en cuanto al reconocimiento de derechos de las mujeres, a lucha contra la violencia de género y, en definitiva, a muy reseñables logros en cuanto a objetivos de igualdad. Sin embargo, todo ello no cancela, sino que, por el contrario, espolea el análisis de la relación entre el feminismo y los partidos políticos, concretamente entre el feminismo y los partidos de izquierda, lo cual se puede abordar de manera paradigmática reflexionando sobre las relaciones –históricas y en el presente– entre el feminismo y el campo socialista –no se reduce al PSOE solamente, por más que este partido, y en él las mujeres socialistas, haya sido decisivo en España en todo lo relativo a avances sociales y objetivos jurídico-políticos de las mujeres. 

Si a la vista está que en el momento presente el feminismo goza de un apoyo social in crescendo, mostrando una capacidad de movilización que para sí quisieran otros movimientos sociales y, sin duda, los partidos, puede decirse que se ha convertido por ello mismo en un factor decisivo del eco que tengan las fuerzas políticas que hagan suyas sus reivindicaciones y que, en situación de poder gobernar, les den respuesta cabal. En ese sentido, encontramos que cuando la izquierda se halla en difícil trance de redefinición de sus objetivos, programas y estrategia, el feminismo ha venido en su ayuda, haciéndolo, además, sin perder su autonomía, sino en todo caso reafirmándola, al ir por delante de organizaciones políticas y sindicales en gran medida carentes de un proyecto puesto al día. 

Sería interesante que desde el socialismo se extrajeran conclusiones de ese solapamiento político con el feminismo

El socialismo, concretamente –entendiendo ahora por tal lo que existe políticamente organizado desde una socialdemocracia en busca de sí misma hasta unas izquierdas que en el campo socialista encuentran elementos en común con otros partidos–, se beneficia ampliamente del feminismo que contribuye a impulsar. Dada esa fructífera relación, sería interesante que desde el socialismo se extrajeran conclusiones de ese solapamiento político con el feminismo. Ello haría posible retomar debates que cuentan con un siglo de desarrollo, pero que han quedado un tanto opacados por las mismas crisis de la izquierda. Recordemos a figuras descollantes que del lado del socialismo pensaron y actuaron a favor de los derechos de las mujeres, como fueron Clara Zetkin o Rosa Luxemburgo –Luisa Posada ofrece una interesante visión de ellas en Filosofía, crítica y (re)flexiones feministas-. Sería injusto, en esa mirada retrospectiva de largo alcance, no mencionar a Aleksandra Kollontái o pasar por alto el temprano libro de August Bebel sobre La mujer y el socialismo. Por lo mismo, sería imperdonable no tener presente lo que Clara Campoamor significó en España. 

Desde comienzos del siglo pasado, Zetkin y Luxemburgo, por ejemplo, se posicionaron claramente a favor del voto de las mujeres, coincidiendo en ese punto con las sufragistas que lo reivindicaban sin denuedo. Así, defender la plenitud de derechos civiles y políticos de las mujeres, como inexcusable objetivo de igualdad, les hacía converger con el movimiento feminista de la época, aunque es cierto que luego diferenciaban entre el feminismo de las “mujeres proletarias” y el feminismo burgués. Éste –pensaban– se limitaba a exigir un reconocimiento de derechos, indispensable ciertamente, pero sin cuestionar el orden social y el sistema económico en el que esos derechos se veían negados. Es decir, criticaban el patriarcalismo, pero no extendían la crítica al capitalismo. Por otra parte, es innegable que el patriarcalismo no se debía sólo al capitalismo, ni tendría por qué desaparecer mecánicamente si éste se viera superado. Es en esa confianza donde se mostraban ciertos límites del vínculo que Zetkin y Luxemburgo establecían entre feminismo y socialismo, lo que les suponía que otras feministas les vieran alejadas de un feminismo muy vigilante en cuanto a su autonomía. No obstante, es mérito de las dos grandes socialistas mencionadas el ver el feminismo conectado a un enfoque emancipador de carácter universalista que corría a su propio favor –subrayada la doble implicación entre igualdad social e igualdad de género-, aunque esa convicción no les exoneraba de batallar por los derechos y el papel de las mujeres en el seno de los mismos partidos de izquierda.

Las dinámicas emancipadoras se despliegan por vías diversas, que no se producen sólo por los caminos de la erradicación de la explotación económica

Si Zetkin y Luxemburgo sirven como referencia de un feminismo que pone las miras en una emancipación de las mujeres, integrada en la emancipación de todos y todas, proporcionada por las transformaciones socioeconómicas encaminadas a una realidad social libre de explotación económica y, por ende, de dominio político, la evolución misma del movimiento feminista devuelve al campo socialista una “observación” que no puede ser descuidada: las dinámicas emancipadoras se despliegan por vías diversas, articulando objetivos de igualdad y metas de libertad, es decir, atendiendo también a procesos de reconocimiento exigibles por razones de justicia –es lo que hace el feminismo respecto a las mujeres– que no se producen sólo por los caminos de la erradicación o, al menos, del amortiguamiento, de la explotación económica. 

Hablamos de la dignidad de las mujeres, que se convierte en “lugar” de prueba de que igualdad social e igualdad de género van juntas

El socialismo actual –lo que aquí y ahora debamos reconstruir como tal– no puede pensar sólo en los términos tradicionales de cambios en el modo de producción que, suponiendo que se consigan, posibiliten con eso satisfacer todas las demandas de reconocimiento y emancipación como algo factible sin más en un sistema económico distinto. Otros factores, del lado de los procesos de subjetivación y de construcción de identidades, que tienen que haber lidiado con complejas lógicas culturales con milenios tras de sí –caso del patriarcalismo–, son también sumamente relevantes –cuestión enfatizada por Axel Honneth en su Idea del socialismo. Pero teniendo eso en cuenta, es imperioso analizar, criticar y proponer medidas recogiendo lo que la tradición socialista y, si se quiere afinar más, el materialismo histórico, puso de relieve: sin asiento en las condiciones materiales de vida no prosperan los cambios sociales. Es decir, el reconocimiento necesita de una emancipación sostenida sobre un modo de vida no alienado gracias a dejar atrás desigualdades sociales de raíz económica, como la emancipación requiere de un reconocimiento de derechos exigibles por razón de dignidad. Hablamos de la dignidad de las mujeres, que se convierte en “lugar” de prueba de que igualdad social e igualdad de género van juntas –como se evidencia en esa denuncia de la brecha salarial que sin duda funcionó como eficaz acicate de las manifestaciones masivas del pasado 8 de marzo-. 

Feminismo y socialismo, enriqueciéndose mutuamente, el primero con la pujanza de un movimiento social en alza y el segundo poniendo en práctica lo que compete a los partidos políticos en cuanto a articular en proyecto y estrategia lo que son reivindicaciones diferenciadas –no necesariamente sectoriales, pues las mujeres no son ningún “sector social”–, podrán hacer ver que la igualdad social no está reñida con otras demandas insoslayables, como son las relativas a igualdad de género, sino todo lo contrario: de su efectiva complicación dependerá que avancemos en reconocimiento y emancipación. 

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Autor >

José Antonio Pérez Tapias

Es catedrático en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Granada. Es autor de 'Invitación al federalismo. España y las razones para un Estado plurinacional'(Madrid, Trotta, 2013).

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1 comentario(s)

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  1. Yofremar

    Socialismo y feminismo es un tándem indisoluble, sin transformación social no hay lugar para la emancipación de la mujer y viceversa. Se ha conseguido mucho, pero falta mucho por hacer. Educación, desde las familias, medios, instituciones, mucha pedagogía. Y leyes, sueldos iguales por el mismo trabajo, puestos de responsabilidad... Estamos hablando de una gran evolución dentro de los países desarrollados, porque en los otros, el sistema poco ha cambiado.

    Hace 5 años 8 meses

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