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Parafraseando el Manifiesto Comunista, podríamos decir que un fantasma recorre el mundo, hoy ese fantasma es el feminismo. El grito global de las mujeres es el de una rebelión profunda, cargada de razones, rabia y esperanzas que conecta las resistencias al sistema y las luchas del pasado con las del presente. “Somos las nietas de las brujas que nunca pudisteis quemar” se leía en las calles el 8 de marzo.
El 8 de Marzo la movilización marcó un hito. El feminismo ya no es un término denostado sino parte de la reivindicación e identidad de muchas mujeres y también un principio de esperanza para dar un nuevo sentido a la vida en común de todas y todos.
Hoy existe una pugna por el sentido de la movilización y proliferan los relatos. Dejemos claro lo que no es el feminismo: no es una moda, ni una propuesta para una élite ni surge ahora. Está para quedarse, porque la existencia de profundos conflictos que determinan nuestras vidas y contra los que las mujeres nos rebelamos colectivamente es lo que da sentido a su existencia.
Un análisis de los manifiestos de la Comisión Feminista 8 de marzo revela un feminismo que pone en relación las luchas que se fraguan en defensa de los derechos individuales, siempre en un enfoque de justicia social, con la dimensión de clase, ecológica, anti: racista, heteronormativa de las exigencias. Un rápido recorrido por algunos de estos conflictos y revueltas señalan temas claves en la agenda feminista.
Es la revuelta contra las violencias machistas que marcan los cuerpos de mujeres en todo el planeta como una manifestación extrema de dominación patriarcal. También reflejan la diversidad de situaciones de las mujeres, por ejemplo, en el acceso a la justicia (por patriarcal que sea), como sucede a las mujeres migrantes sin papeles. Violencias machistas que también se extienden a quienes cuestionan el modelo heteronormativo y binario del que son víctimas lesbianas, homosexuales y personas trans.
Es la contestación al recrudecimiento de la trata de mujeres con fines de explotación sexual y laboral, vinculada a redes internacionales, criminales, que supone la esclavitud de las mujeres.
Las revueltas en torno al cuerpo y la sexualidad tienen un doble recorrido. Por un lado, se señalan como lugar privilegiado de opresión y control de las mujeres, un espacio de interés para el neoliberalismo y los fundamentalismos religiosos; por otro lado son revueltas que también afirman la autonomía de las mujeres como seres sexuales, el aborto, la identidad de género y la opción sexual como derechos.
La huelga de cuidados a la que se llamó el 8 de marzo visibilizó los conflictos que la salida neoliberal a la crisis de reproducción social está planteando. De la mano de la lucha de las trabajadoras de hogar reclamamos la dignidad y centralidad del trabajo de cuidados, y visibilizamos el entramado que lo sostiene: las condiciones de trabajo, la ausencia de corresponsabilidad de los hombres, y el papel del Estado que deja de atender las necesidades de cuidados y desplaza la responsabilidad a las mujeres en el espacio de la familia, convirtiendo nuestros cuerpos en la infraestructura casi exclusiva para que la vida siga su curso. Y de la mano de las kellys y otros colectivos de mujeres trabajadoras asalariadas en lucha se visibilizan las condiciones de discriminación laboral. La conclusión es de reforzamiento de la división sexual del trabajo, sobrecarga de trabajo de las mujeres y profundización de la precarización de nuestras vidas.
Los conflictos derivan también de la legitimación de las exclusiones que acompaña a la lógica neoliberal, a los procesos de estigmatización y criminalización de las mujeres que el sistema sitúa en los márgenes. Son relatos moralizantes, considerándonos incapaces de racionalidad autónoma, desconfiando de nuestra capacidad ética y condición moral. No se nos cree: se cuestiona nuestro no consentimiento ante una violación; la capacidad de decisión de quienes han decidido ejercer la prostitución; y se utiliza el cuerpo de las mujeres musulmanas, con su hiyab, para la creación de un enemigo sobre la que construir la islamofobia.
Así, se refuerza también el Estado autoritario y punitivo con leyes mordazas que criminalizan, con leyes de extranjería que niegan derechos y refuerzan el racismo y la construcción de una otra, y con una violencia institucional rodeada de vallas, muros y CIEs.
El potencial transformador del feminismo dependerá de la capacidad para cambiar de forma radical las condiciones de vida de las mujeres; de cómo actúe ese sujeto protagonista de la revuelta: el nosotras diverso y crítico con el binarismo, que muestra en su discurso y agenda la diversidad de situaciones; de dar cuenta de la articulación del patriarcado con otras relaciones de poder que establece la clase, colonialidad, la raza, identidad de género o la opción sexual. Un sujeto formado por mujeres migrantes y racializadas, jóvenes y mayores, trabajadoras con empleo y trabajadoras de los cuidados no remuneradas, heterosexuales, bolleras, lesbianas y trans, madres y no madres. Todas con agencia y por derecho propio. Conseguir una representación real de todas es una tensión permanente en el feminismo, y no conseguirlo supone una enorme debilidad para lograr que podamos vivir vidas dignas, es decir un cambio radical de la sociedad.
El feminismo pone sobre la mesa la urgencia de un sentido común alternativo al que impone el patriarcado y el capitalismo, para que la vida en común sea sostenible social y ecológicamente. Mirar hacia un horizonte emancipador es la única salida, por eso el feminismo se establece también como crítica al capitalismo, al racismo y al heteropatriarcado, en alianza con quienes quieran hacer de lo colectivo y lo común su causa. Algo urgente cuando el neoliberalismo pretende destruir cualquier lazo comunitario y cualquier proyecto colectivo.
Parafraseando el Manifiesto Comunista, podríamos decir que un fantasma recorre el mundo, hoy ese fantasma es el feminismo. El grito global de las mujeres es el de una rebelión profunda, cargada de razones, rabia y esperanzas que conecta las resistencias al sistema y las luchas del pasado con las del...
Autora >
Justa Montero Corominas
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