España, a la cola de la Unión Europea en desarrollo juvenil
Un informe recoge la evolución de indicadores de empleo, emancipación, salud o educación desde el año 2009 y sitúa al país en el puesto 24 de 28 a nivel comunitario
ctxt 4/12/2018
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Paro, precariedad o derrumbe de las expectativas de futuro. La juventud fue uno de los grupos sociales más afectados por la crisis económica de 2008. Hoy, una década después, las personas más jóvenes –de las que se espera que configuren la fuerza laboral y social del país en el futuro– siguen experimentando las debilidades de una recuperación caracterizada por la desigualdad. Según el Índice Sintético de Desarrollo Juvenil Comparado, publicado recientemente por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud asociado a la FAD, España se sitúa en el puesto 24 de 28 de la UE en niveles de desarrollo de su población joven, solo por delante de Grecia, Bulgaria, Italia y Rumanía. El estudio, que homogeneiza la evolución de indicadores de empleo, educación o emancipación durante los últimos 9 años, otorga a nuestro país una nota de 4,97 puntos sobre diez, más de un punto por debajo de la calificación media comunitaria.
Según las cifras de la plataforma, los niveles de desarrollo de la juventud en el país han mejorado tímidamente desde 2009, pero lo hacen de forma insuficiente y a una velocidad más lenta que en el conjunto de la Unión Europea. De la misma forma, se observan comportamientos desiguales en función del ámbito que se analice: se aprueba en educación, en bienestar asociado a la salud y en uso de las tecnologías de la información, mientras que otros aspectos como el empleo o la emancipación siguen siendo muy deficientes.
En términos de emancipación, los datos de España han empeorado sustancialmente en la última década. En la actualidad, casi uno de cada tres jóvenes europeos de 20 a 24 años está emancipado, por solo el 8% de nuestro país. Entre aquellos que se acercan a la vida adulta (25-29 años), la tasa de emancipación ha pasado del 44,19% al 38,62%. Según el informe, esta situación guarda un estrecha relación con la generalización del desempleo y la precariedad los últimos años: cuantas menos oportunidades laborales existan para los jóvenes, menos recursos económicos tendrán para poder acceder a la independencia.
Algo similar ocurre con la educación. La mejora en las tasas de abandono escolar, señala el índice, está vinculada con el gran crecimiento del paro entre la población joven del país durante los últimos años, el cual sigue afectando a casi el 30% de los menores de 30 años. De esta forma, muchos de los jóvenes, ante la falta de trabajo, decidieron seguir en el sistema educativo. Pese a la reducción de los últimos años, el fracaso escolar –que llegó a superar el 30% al comienzo de la crisis– sigue situado en una tasa del 18,3%, más de ocho puntos por encima de la media. Los niveles de escolarización y de participación en los distintos niveles educativos, por su parte, son altos y se sitúan por lo general por encima de la media de la UE.
Por otro lado, la situación en el empleo sigue siendo. Si bien las tasas de paro han bajado algo en los últimos años, la calidad de trabajo que se crea sigue siendo de un nivel muy bajo, con altos ratios de temporalidad –56,4%, cerca de 24 puntos por encima de la media de la UE– y parcialidad –afecta a dos de cada tres jóvenes–. España ocupa el puesto 26 de 28 en este ámbito concreto dentro del indicador desagregado que ofrece el centro de Estudio.
A nivel territorial, existe también una importante desigualdad entre Comunidades, como suele ser habitual en algunos indicadores relacionados con las condiciones y de vida y los aspectos socioeconómicos. Madrid es la única región que casi iguala la media Europea en desarrollo juvenil, con un índice sintético de 6,053 puntos. También aprobados, aunque de forma más justa, están País Vasco (5,87), Navarra (5,71) y Cataluña (5,59). En el extremo contrario se encuentran Canarias (4,16), Castilla la Mancha (4,17) y Extremadura (4,28).
Según el centro de investigación, existen también importantes diferencias regionales a nivel europeo, con distintas pautas económicas y sociales que configuran las estructuras sociales en los Estados y que explican algunos de los resultados del índice. El bloque mediterráneo, al que pertenece España, se caracteriza por un modelo familiarista que actúa como red para la población más joven, donde es común la falta políticas públicas asociadas a la vivienda o a la inserción laboral. Esto desemboca en unos ratios de emancipación tardía y en tasas de fecundidad bajas, al mismo tiempo que permite expandir el tiempo que se pasa en los estudios y mantener los niveles de vida mientras se convive con la familia.