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EL MENTIDERO

Combatir las mentiras del fascismo

Jonathan Martínez 14/12/2018

<p><em>El fascismo es el capitalismo en declive</em>. Marcha de las mujeres sobre Washington en enero de 2017. </p>

El fascismo es el capitalismo en declive. Marcha de las mujeres sobre Washington en enero de 2017. 

Álvaro Guzmán Bastida

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La irrupción de doce diputados de Vox en el Parlamento de Andalucía ha despertado en la izquierda las cinco fases del duelo que describía la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross en su obra Sobre la muerte y los moribundos. Primero la negación, la incredulidad ante unos resultados que ni siquiera las prospecciones estadísticas más audaces habían sido capaces de augurar. Después la ira, la búsqueda ciega de culpas y responsabilidades dentro de la propia izquierda o en los medios de comunicación o en el feminismo o en el movimiento LGBT o donde soplara el viento. Más tarde hemos asistido a la fase de negociación, ese momento en que imaginamos cómo podríamos haber detenido a la extrema derecha si hubiéramos reaccionado a tiempo. La cuarta etapa corresponde a la depresión, al sentimiento de pérdida y a la impotencia ante unos resultados electorales que ya son irreversibles. Parece que por fin vamos alcanzando la quinta y última etapa, la aceptación de una realidad desagradable a la que tenemos que saber enfrentarnos.

En el Preguntes freqüents de TV3 del sábado pasado, el filósofo Sami Naïr responsabilizaba a las políticas antisociales de Bruselas y explicaba que las clases populares europeas se han sentido abandonadas por los partidos tradicionales. Este es el caldo de cultivo donde han medrado los nacionalpopulismos de derechas y el discurso de odio. Ante esta perspectiva, Sami Naïr propone una izquierda que construya su propio programa político sin miedo a las repercusiones electorales. No existe solución, dice, al papel que desempeñan los medios en el empuje de las voces ultras. Al fin y al cabo, la prensa vive de lo nuevo y lo escandaloso, y en esa competición perversa por subir el volumen del ruido siempre se imponen quienes más gritan. Naïr apela a la pedagogía política, a explicar a los emisarios del odio por qué se equivocan. En una democracia todo el mundo debería tener derecho a defender cualquier clase de idea y nuestra tarea consistiría en explicarles que no tienen razón.

Lejos del optimismo racionalista de Naïr, Carlos Fernández Liria recupera en su obra En defensa del populismo algunas reflexiones de Louis Althusser sobre la inocencia de quienes pretenden combatir las mentiras diciendo sencillamente la verdad. Después de todo, una mentira reforzada por los aparatos de propaganda conforma un macizo ideológico impenetrable, un fortín impermeable a la realidad. Limitarnos a rebatir con datos una entramado de ideas fundadas sobre falsedades es algo así como atacar con margaritas un tanque de guerra. En su tesis de Amiens, Althusser recuerda una parábola de Lenin. Si quieres corregir un bastón torcido, no basta con que lo endereces: más vale que lo tuerzas en el otro sentido. Esta idea reaparece en La única tradición materalista de Althusser. Para que se abriera un espacio de libertad, dice Althusser, Hegel tuvo que combatir los efectos de las tesis de Kant mediante una postura antitética igual que Spinoza había combatido los efectos de las tesis de Descartes mediante tesis opuestas. En el debate político, la mentira no se comporta igual que en el debate científico, donde los datos falsos pueden verificarse y refutarse. En el juego de las relaciones de poder, una mentira mil veces refutada puede sobrevivir intacta y victoriosa, incrustada para siempre en los mecanismos emocionales de un pueblo que necesita creer en algo.

El pasado 5 de diciembre, la Cadena Ser abría los micrófonos de Hora 25 al Secretario General de Vox, Javier Ortega Smith. Denunciaba el portavoz ultraderechista que se están ocultando las cifras de hombres que mueren a manos de las mujeres, las cifras de denuncias falsas sobre violencia de género y las cifras de la nacionalidad de los maltratadores, que serían —dice— de mayoría extranjera. Al día siguiente de la entrevista, la propia Cadena Ser refutaba con datos oficiales en la mano cada una de las apreciaciones de Ortega Smith, pero ya daba un poco igual porque el mal estaba hecho. Miles de personas habían sido expuestas a los bulos xenófobos y misóginos del partido de Abascal. Con que un solo oyente los hubiera tomado en consideración, los ideólogos de Vox ya pueden darse por satisfechos.

Es aquí donde emerge el corazón mismo del dilema antifascista. El progresismo liberal, educado en las democracias de mercado e intoxicado por el mito de la libre elección individual, abre sus puertas a los voceros fascistas con la inocente convicción de que los discursos de odio pueden ser refutados. El optimismo racionalista llega a creer que es posible entablar un diálogo con el pensamiento totalitario, que es factible la comunicación en el plano de la razón con aquellos que solo son capaces de operar en el plano de las pasiones. En una democracia construida sobre los principios de la Ilustración, los derechos elementales de las personas no deberían ser materia de debate. El odio contra las mujeres no es materia de debate. La xenofobia no es materia de debate. La homofobia no es materia de debate. La transfobia no es materia de debate. Dice Mark Bray en su libro Antifa que el núcleo del pensamiento antifascista pone en cuestión esa célebre frase liberal atribuida por error a Voltaire según la cual “me opongo a lo que dices pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. En una sociedad que es nieta de las carnicerías de Auschwitz, los antifascistas se han comprometido a garantizar que los nazis no vuelvan jamás a decir nada.

La pugna más decisiva sobre la respuesta antifascista no se encuentra tanto en la farándula de los platós de televisión como en el tablero de juego de los espacios públicos. El pasado 8 de diciembre, la asamblea de jóvenes Distrito 14 de Moratalaz desbarataba un acto que Vox pretendía celebrar en este barrio madrileño. El movimiento asociativo vecinal es consciente de que la única forma de atajar el discurso de odio consiste en cortocircuitar su presencia en la vida cotidiana de las personas trabajadoras. Algo similar han pensado en Girona y Terrassa, donde la gente supo organizarse para plantar cara a las concentraciones de la ultraderecha en el día de la Constitución. De esa jornada nos quedan en la memoria las cargas de los Mossos contra ciudadanos indefensos, un intendente de la Brimo con una porra extensible irreglamentaria y una bala de foam contra la mano de la diputada de la CUP Maria Sirvent. Que vayan preparando mejores pretextos quienes gestionan los despliegues policiales, porque a estas alturas no hay princesa que se trague el sapo de los extremos que se tocan.

 ¿Cómo se combaten las mentiras del fascismo? Es imposible sellar todas las rendijas por donde se cuela la retórica de la derecha nacionalpopulista, mucho más si aceptamos que los medios de comunicación van a continuar animando las audiencias con el combustible impagable de las extravagancias ultras. A pesar de las limitaciones, no hay que renunciar a la educación, a la pedagogía y a la refutación metódica de los bulos. En última instancia, una sociedad se construye sobre la legitimación de determinados valores y es necesario fortalecer la cosmovisión antifascista desde la familia hasta los barrios y los puestos de trabajo. Pero además de la profilaxis, hay un desafío más apremiante, hay una urgencia por abortar el relato de la intolerancia antes de que insista en propagarse. En primer lugar, rechazando sus marcos mentales, descartando la idea de que los discursos de odio puedan ser sometidos a discusión. Por eso, por encima de todas las cosas, es fundamental no aceptar a los ultras como interlocutores. En segundo lugar, hay que asumir que las filiaciones políticas no entienden demasiado de debates programáticos sino que se dirimen más bien en el terreno de lo emocional y de las representaciones simbólicas. Solo así se explica, por ejemplo, que haya tantos trabajadores que votan contra sus propios intereses materiales. De nada sirve rebatir el programa político de Vox si no somos capaces de organizar el malestar de la gente. El reto de sofocar cualquier semilla de fascismo exige polarizar un debate sin complejos contra aquellos agentes políticos que han saqueado nuestras instituciones, que han alimentado la rabia popular y que han generado las condiciones para las alternativas de derecha nacionalpopulista.

Los conceptos, dice George Lakoff en No pienses en un elefante, no pueden cambiarse por el simple motivo de que alguien nos informe de un hecho. Los ideólogos de Vox no son un rebaño de australopitecos incompetentes. Han sabido inocular conceptos tóxicos en el debate político y algunos sectores progresistas, a veces con cierta arrogancia, han confiado todas sus cartas a la refutación racional de los discursos de odio. La única respuesta democrática posible, la solución antifascista, tiene que saber imponer un marco de debate que confronte contra los viejos partidos, contra los ladrones de derechos, contra los lacayos de la banca, contra las grandes corporaciones de información, contra los desahuciadores y contra los monaguillos de la Troika. Y tiene que ser un marco de debate propio, labrado al margen de cálculos electorales, en el que la agenda política del odio ultra no tenga ninguna cabida. Hay que arrebatar al fascismo la bandera del descontento antes de que sea, si no lo es ya, demasiado tarde. 

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6 comentario(s)

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  1. svalk

    EL FASCISMO NO TIENE DERECHOS Artículo 30. dECLARACION DE LOS deRECHOS HUMANOS Nada en esta Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración. los xenofobos racistas discriminadores sexistas.... no tienen derecho a la libertad de expresion habria que variar el oprden del articulado de la d de ddhh y pasar el articulo 30 el ultimo al n 1 el primero

    Hace 5 años 9 meses

  2. razanon

    Mos Trenco, no leeras dicho artículo. ni sobre las mentiras de ETA. Nadie ha comentado q S. Abascal, con 26 años, era concejal del PP, y estaba amenazado de muerte por la ETA, eso tampoco te lo contara el autor del artículo, es mas facil llamarlo "mentiras del fascismo", y catalogarlo como tal, pero luego hacerse fotos con Gabriel Rufián, o defender a Otegui. pero esos no son fascistas, claro. Debe tener clara la ideología del autor, para saber q no es ni objetivo, ni esto es periodismo.

    Hace 5 años 11 meses

  3. Liz

    Jonathan maitea: Yo mismo he ido pasandome, digamos, al lado oscuro en lo que a las políticas de igualdad de género se refiere. No del todo, pero sí un poco. Y yo no soy de Vox (que es nacional-catolicismo cunetero de toda la vida), ni simpatizo con Toni Cantó (también un partido unionista y ultraliberal, con look más moderno). De hecho, me declaro hostil a esa gente. Soy de izquierdas y feminista, concretamente del mismico espacio en el que está Jonathan. Y seguiré votando lo que voto, a pesar de mi discrepancia en este asunto. ¿Cómo me habré podido volver tan mala persona? Para empezar, he leido análisis convincentes (publicados en medios tirando a conservadores, ya que en los otros no hay nada referido a eso) que cuestionan con datos el famoso 0,000?%, citando porcentajes y sentencias del mismo informe del CGPJ del que salió ese número de denuncias falsas juzgadas y condenadas. También dispongo de una fuente de información menos científica: conozco hombres que han recibido denuncias en medio de un proceso de divorcio o en el contexto de un largo conflicto sobre la custodia de los hijos. Casos increibles, surrealistas. Una supuesta agresión ocurrida cuando el denunciado se encontraba a varios kilómetros de distancia, lo cual pudo probar después de pasarse el fin de semana en el calabozo. He llegado a la conclusión de que, por un lado, la facilidad del procedimiento y por otro, las ventajas casi automáticas para las denunciantes, junto con la impunidad para la minoría que actúan de mala fe, traen un coladero que ha hecho daño a mucha gente. Y siendo una minoría, no son un 0,0000...%. Ese es un porcentaje absurdo, que ninguna persona inteligente debería creerse si se lo pensara racionalmente. Y hay más: informandome sobre el caso Juana Rivas, descubro la sinvergonzonería y griterío oportunista de un feminismo pop mainstream, que aducen (sin leer, ni citar) una sentencia de malos tratos alcanzado por mútuo acuerdo, y donde los hechos probados dejan en malísimo lugar a esa mujer. Y esas cosas me cabrean, porque aborrezco la mentira. Es decir: dijera lo que dijera Althusser, se debe decir que un porcentaje manipulado es una mentira y que una ley chapucera es una ley chapucera, aunque ahora sus más vehementes oponentes sean unos cavernícolas. Y ya.

    Hace 5 años 11 meses

  4. c

    el programa economico de toda la derecha, el PPuerC´oX , es para beneficiar solo a los ricos y a las multinacionales , que crean exodos pqe asi ellos pueden decir que nos invaden y usarlo electoralmente para seguir robandonos - Si fuesen socialistas-obreros etc , se unirian al socialismo-obrero, pero no lo hacen sino que lo atacan. - El populismo de izdas es cantar verdades como muchos : los ricos y la derecha , crean hambre paro frio incultura pobreza a la mayoria etc pero para taparlo ya tenemos a todos ls canales de la tele Si a esAS VERDADES s les llama "mentiras del comunismo" , es pqe hay miedo a que se sepa y se diga abiertamente ya que es la vida el dia a dia de la gente Parece que algunos pobres , les han quitado la confianza en si mismos, que si no se dice por la tele no se enteran de su propia vida o siempre estan esperando con el "que se le va a hacer " -

    Hace 5 años 11 meses

  5. Mos Trenco

    Muy interesante el artículo. Me gustaría leer otro artículo suyo sobre cómo combatir las mentiras del comunismo.

    Hace 5 años 11 meses

  6. ultravox hymn

    Uno de los argumentos más zafios de VOX, es que dicen que España expulsa sólo al 20% de los inmigrantes ilegales. Ayer, El País, haciendo funciones de Jonathan Martínez, desmontaba este bulo en titulares: España sólo expulsa a una décima parte de los 11.000 marroquíes llegados este año. Ánimo Martínez. Todos somos contingentes, pero tú eres necesario.

    Hace 5 años 11 meses

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