Científicas contra el techo de cristal
La dificultad para conciliar la vida personal con la trayectoria profesional de las investigadoras y su menor presencia en cargos de responsabilidad acentúan la brecha de género en la carrera científica
Sara Puerto 23/01/2019
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El símil es conocido: el investigador científico es un corredor de fondo, sometido a una constante evaluación y en permanente competición por unos presupuestos escasos. Ahora bien, si ese investigador resulta que es mujer, la carrera es, además, de obstáculos. Superar un postgrado y no digamos alcanzar un cargo de responsabilidad supone para muchas investigadoras, metas inalcanzables.
Según el informe del Centro Superior de Investigaciones Científicas ‘Mujeres investigadoras 2018’, elaborado con datos del organismo, solo el 25% de las mujeres ocupan los puestos más altos de la carrera y llegan a ser profesoras de investigación. “La promoción científica en el CSIC es difícil, porque el número de plazas que se ofertan es bajo. En cuanto a puestos de responsabilidad, se observa una tendencia favorable a una mayor implicación de nuestras científicas. Creo que hay un efecto positivo, posiblemente relacionado con la pérdida del miedo a no ser capaces”, explica Rosa María Menéndez, presidenta del CSIC, la primera en los 79 años de historia del mayor organismo público de investigación de España.
Menéndez llegó al cargo en diciembre de 2017, precedida por dieciocho hombres. Entre 2003 y 2008, dirigió el Instituto Nacional del Carbón (INCAR), tras lo cual se incorporó al cargo de vicepresidenta de Investigación Científica y Técnica del CSIC. “No creo que exista una desigualdad de género manifiesta en los centros del CSIC. Sin embargo, en el día a día, los comportamientos individuales pueden marcar ciertas diferencias, a veces sutiles, entre el tratamiento que se da a hombres y mujeres”, afirma. A lo largo de su carrera, Menéndez no considera haber vivido situaciones de discriminación, “al menos lo he percibido así. No obstante, entiendo que muchas veces ni nosotras mismas somos conscientes en el momento, y sí es cierto que, incluso de forma no intencionada, el ambiente puede favorecer el trabajo y las opiniones de los hombres”.
Precisamente para visibilizar esta discriminación, la investigadora María de la Fuente Freire lanzó la campaña #oCientíficaoMadre a través de Change.org, para pedir al Ministerio de Ciencia soluciones que paliaran la interrupción de la carrera científica que acarrea la maternidad. Junto a las investigadoras Diana de la Iglesia y Carmen Agustín depositó las casi 300.000 firmas que recogió la petición ante la secretaria de Estado del Ministerio, Ángeles Heras, y parece que ha calado. La aprobación de la Acción Estratégica de Salud 2019 contempla medidas para que los periodos de interrupción por embarazo o baja de maternidad de las investigadoras no sean tenidos en cuenta a la hora de evaluar sus méritos.
“Es muy importante que esos periodos de inactividad no se cuenten como tiempo trabajado a la hora de computar méritos y evaluar la productividad –señala De la Fuente, directora de la Unidad de Nanoncología del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago de Compostela (IDIS)–. Yo he sido evaluada durante una etapa de tiempo muy corta, durante los últimos cinco años, y en esos años tuve dos hijos. Ese tiempo que estuve de baja se computó como tiempo trabajado, con lo cual se esperaba que yo hubiera estado produciendo, cuando no fue así. De forma indirecta se nos está exigiendo que trabajemos, pues de lo contrario vas perdiendo competitividad hasta que te quedas fuera”.
De la Fuente habla de un problema que existe y que está muy enraizado. “No es la primera vez que alguien me dice ‘pues haber tenido hijos más tarde’, y tenía 35 y 37 años”, cuenta. Tal y como está planteada la carrera científica, en el “punto álgido” del desarrollo profesional, las mujeres se enfrentan a una injusta disyuntiva que a menudo acaba en dos posibilidades excluyentes: la carrera o la maternidad. “Hay quienes renuncian a ser madres, consciente o inconscientemente porque no se lo plantean hasta que puede ser demasiado tarde, debido a esa presión laboral”. Por eso, en su opinión son necesarias medidas como la mencionada, pero además “flexibilizar los tiempos de ejecución de proyectos cuando una investigadora se encuentre de baja, quizás plantear sustituciones, de forma que no se vea repercutida la investigación del grupo. También, regular los procesos de evaluación de los concursos, a fin de que ninguna investigadora tenga que acudir en esa situación”, propone De la Fuente, de acuerdo con lo que manifestaba la petición que trasladó al Ministerio.
Más allá de la baja de maternidad, la dificultad de conciliar es un gran obstáculo para las mujeres en el desarrollo de la carrera científica. “Debemos abogar por la corresponsabilidad: que tanto hombres como mujeres se impliquen en el cuidado de los hijos. Empezar a plantear políticas de trabajo que permitan conciliar, ya no solo cuando tenemos hijos, también conciliar con la vida personal”, demanda la doctora.
¿Explica el imposible equilibrio de la conciliación el abandono de la carrera científica? El informe ‘Mujeres investigadoras’ del CSIC refleja que, a pesar de que el 50% de las tesis presentadas por el organismo son realizadas por mujeres, su presencia disminuye en la etapa postdoctoral. Una tendencia que se mantiene en todas las categorías de la carrera profesional, dando lugar a una asimetría entre las carreras profesionales de hombres y mujeres.
Según consta en dicho estudio, hay una mayoría femenina en escala predoctoral (52,3%). Sin embargo, en la siguiente escala postdoctoral, ya son más los hombres (55,6%) y pasamos de 659 a 258 mujeres. “Existen muchas circunstancias que influyen en el abandono de la carrera científica de las mujeres una vez que se han doctorado –asegura la presidenta del CSIC–. No tenemos un diagnóstico claro, pero la conciliación es indudablemente un obstáculo, ya que la mayor parte del trabajo doméstico, especialmente el cuidado de los hijos o los mayores, recae en las mujeres. Pero no es el único escollo, hay muchas otras barreras: connotaciones culturales y educativas que no se han superado del todo”.
Para Menéndez “es clave la concienciación del personal investigador. Las expertas del Grupo de Helsinki, creado por la Comisión Europea para cerrar la brecha de género en la ciencia, recomiendan cambios estructurales en los organismos científicos. La elaboración de estadísticas desagregadas por sexo es importante, ya que nos da un diagnóstico de la situación”. En su trayectoria, Menéndez asegura haberse encontrado con “situaciones que me han supuesto un esfuerzo adicional, sobre todo en la etapa en que mis hijos eran pequeños. No obstante, siempre he mantenido mi actividad profesional con el apoyo de mi familia. En mi caso, nunca he sentido miedo a tomar decisiones y afrontar cargos de responsabilidad”.
En España, solo el 39% del total de comunidad científica son mujeres, un dato que apenas ha variado desde 2009, pero que no obstante nos sitúa por encima de la media de la Comunidad Europea (33%), según el informe ‘Científicas en cifras 2015’, del Ministerio de Economía, Industria y Competencia. “Hoy las mujeres no nos planteamos abandonar nuestra carrera profesional –dice De la Fuente–. Tampoco se tiene que ver como algo perjudicial querer romper ese techo profesional, muchas veces se nos acusa de ambiciosas o de que queremos estar en todo y es imposible. Pues tiene que ser posible y la diferencia si eres mujer no puede estar en si tienes hijos o no. Muchas mujeres se están quedando por el camino y eso es inadmisible”.
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El símil es conocido: el investigador científico es un corredor de fondo, sometido a una constante evaluación y en permanente competición por unos presupuestos escasos. Ahora bien, si ese investigador resulta que es mujer, la carrera es, además, de obstáculos. Superar un postgrado y no digamos alcanzar un cargo...
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Sara Puerto
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