CRÓNICAS GONZAS
El presidente ha abandonado el edificio
Pedro Sánchez visita Murcia y burla al reportero de CTXT riéndose del eje espacio-tiempo
Santini Rose 30/03/2019
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“¡Planificación, planificación, pla-ni-fi-ca-ción!”, grito mientras golpeo el volante y sobrepaso los 130 y subo la música para no oír cada tornillo de este saco de hierros. Lo ha dicho el mismísimo presidente del Gobierno: planificación. Con ese gesto suyo, que parece que te ha pillado tirándole una piedra a un gato y quiere que entiendas que no te va a castigar, pero que no puedes ir así por la vida. Ha sido hace un rato, en la Federación Regional de Empresarios del Metal de Murcia. Antes de su llegada, me he dedicado a derribar prejuicios. Sí: tiendo a ridiculizar la gomina, los mocasines con borla, los cinturones de trenza, las pulseras de Madrid 2012 en pleno 2019 –un saludo a mi antiguo jefe–, las barbas perfiladas y las barbas-candado. Y es injusto. Así que me he acercado a un corro. Eran seis: padre (a quien llamaré Empresario Jocundo), madre (tremendo parecido a Lydia Lozano), dos hijos (supongo que empresario se nace) igual de engominados que Empresario Jocundo y otros dos individuos que, en fin, cumplen con lo que te viene a la cabeza cuando piensas en un empresario que recibe al presidente del Gobierno un jueves 28 de marzo por la mañana.
Bien. Distancia prudencial. Móvil en ristre. La conversación era animada, pero no he conseguido identificar ni una sola palabra. Nada. He pensado que era cuestión de distancia, así que me he acercado tres palmos. Dios del cielo, le he puesto la cabeza en el muslo a Empresario Jocundo. Y no solo es que nadie se haya dado cuenta, es que venga risas y venga vehemencia y allí no se entendía una palabra. Me he venido abajo. Luego, al afrontar la realidad, he sacado varias conclusiones. Aquí van: a pesar de que el empresario murciano del metal habla en silesio, tiene un cutis envidiable, ríe con frecuencia, enseña los dientes, da la mano fuerte y hace el gesto del dinero –digo el de deslizar el pulgar por las yemas del corazón y el índice– con una velocidad y una displicencia que yo no he visto a nadie. Me he quedado más tranqui ¡Brrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr! Creo que es el pedal del embrague. Subo la música. Los Tall Dwarfs cantan que es un follón vivir en una mentira.
Lo peor de cruzar el puerto de La Cadena con un Opel Corsa que ronda la adolescencia es sentirte el queso fundido de un sándwich mixto. A la derecha, un tráiler blanco. A la izquierda, un Porsche negro 4x4 con guiris estirados sobre el salpicadero, ojos como ruedos, temblando por el sol. “¡Planificación, planificación, pla-ni-fi-ca-ción!”, vuelvo a gritar. Bueno, entonces ha llegado Pedro Sánchez. La cosa pintaba al Bienvenido Míster Marshall con ínfulas que nos gastamos por aquí abajo cuando viene alguien de Madrid. El Soporífero Alcalde Ballesta ha vuelto a interpretar a El Soporífero Alcalde Ballesta. Ha estado maravilloso. El presidente del CROEM (Confederación Regional de Organizaciones Empresariales de Murcia) ha dicho que los empresarios murcianos no permitirían un cierre del trasvase Tajo-Segura. Consciente del tono amenazante, ha matizado, como si fuera un tic, que la sociedad murciana tampoco lo toleraría. Se le ha visto aliviado. Yo he notado ese espasmo que me sacude cuando un presidente de alguna asociación regional de empresarios dice las palabras sociedad, ciudadano o civil para rebajar su discurso y obligar a su interlocutor a asentir con los labios apretados y susurrar “Claro, claro”.
Lo que quiero decir es que aquello era un coñazo.
La única esperanza era Fernando López-Miras, nuestro presidente autonómico. El tipo es un tiro al aire. Se acordarán ustedes de la de Corvera-Manchester United, de lo de Paz Vega, o de la fantochada de #EspañaEnTuBalcón. Nunca defrauda. Se rumoreaba que tenía pensado no darle la mano a Sánchez. Al final, quién sabe por qué, sí se la ha estrechado. López-Miras ha empezado fuerte. “Señor presidente, ha acertado usted viniendo a la que es la mejor tierra del mundo”. Y de ahí, para arriba. Yo ya no sé si Pedro Sánchez ha venido a pasar revista o a pedir unos centimicos. En una de sus habituales piruetas argumentales, López-Miras ha concluido diciendo que Murcia es la mejor tierra del mundo porque las personas están por encima de los colectivos y que eso hace que Murcia sea magnífica para vivir y emprender. Si no fuera por su semblante, por ese tono rajoyano que huele a miga de pan y que despierta cierta melancolía –ojalá todo fuera de verdad así, tan fácil, tan blanco o negro, y se solucionase de un soplido y nos pudiéramos ir de cañas y marineras, López-Miras y yo–, podría pensarse que el presidente murciano es un nuevo Aristóteles. Alguien nacido para hacer temblar los cimientos del pensamiento humano.
Salgo de la A-30. Pedro Sánchez ha cumplido las expectativas. Ha dicho que no nos preocupemos por el agua, que mientras él sea presidente podremos regar los geranios. Cuando hablaba de seguir en el cargo después de las elecciones, Empresario Jocundo ahogaba la carcajada. Si Sánchez lo menciona una vez más, al tío le da una embolia. El presidente también ha dicho que es necesaria la –¡trrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr!– planificación. Creo que se refería a las energías renovables, pero yo me he acordado de que el presidente termina su tour murciano en el anfiteatro romano de Cartagena y yo tengo el Corsa en San Basilio, a diez minutos de aquí, y compite tú con esos mastodontes que conducen en la Moncloa. O el Falcon. Ha sido pensar en el avión y se me ha nublado la vista. Cuando se ha despedido, yo ya estaba saliendo del edificio, maldiciendo mi falta de planificación. Pero aquí estoy: 13:06, aparcando en el descampado de la Politécnica, con 24 minutos de margen para llegar al anfiteatro y acompañar a nuestro presidente en su periplo cartagenero. Da gusto hacer las cosas bien.
Cruzo el casco antiguo y llego al teatro. No pretendo engañar a nadie: estoy emocionado.
– Hola, ¿está aquí el presidente? – le pregunto a una señora acreditada.
– ¿Eh? No, lo del presidente tiene que ser en auditorio Parque Torres, mira, baja escaleras, sigue recto, segunda calle a derecha, recto y luego plaza y escaleras a la derecha, ahí.
13:18. Hay tiempo. Tranquilidad. Planificación. Aprieto el paso. Subo las dos ristras de escaleras. Un señor con una gorra de la selección española me grita “¡vamos, campeón!” desde la terraza de un bar. Hago el gesto de la victoria. Sigo. Rompo a sudar. Rodeo el auditorio. Me acerco a una pareja de policías locales.
– Hola, ¿está aquí el presidente?– no pienso desaprovechar ni una sola ocasión: quién sabe cuándo volveré a preguntar por un presidente. Creo que es comprensible.
– ¿El presidente?– dice uno de ellos, unos 60, entrado en carnes, manos apoyadas en el cinturón.
– Sí, Pedro Sánchez. Ha venido hoy a Murcia y termina aquí, visitando el teatro romano.
Su compañero habla con un tipo de unos dos metros que lleva una camiseta agujereada de Marea.
– Yo es que ni sabía que venía el presidente, ¿sabes? Yo qué sé, supongo que habrá venido al Ayuntamiento o al teatro. No sé qué más va a ver aquí…
– ¿Tú sabes algo?– le pregunta a su compañero.
– ¿Eh?– responde el compañero.
– Dice este –me señala– que está aquí el presidente…
– Sí, vengo a cubrirlo para…
– Yo creo que me voy a ir – dice el de la camiseta de Marea.
– Estará en el ayuntamiento, ¿no?
– Debería comprarme otra camiseta– dice el de Marea, metiendo el índice en los agujeros del pecho.
– Sí, eso le he dicho, que estará en el Ayuntamiento.
– Sí, amigo, no te vendría mal– dice el segundo policía.
– Está en el Ayuntamiento, amigo.
– Gracias – contesto.
Bajo las escaleras. Llego a la calle Cañón y estoy por bajarla rulando. La camisa se me pega a la piel. Un tío en delantal rojo me ofrece comer en su restaurante. En la plaza del ayuntamiento, unos veinte críos de instituto se echan selfis y corretean. Entro en el Ayuntamiento. Un guardia me ve y se acerca.
– Hola, ¿está aquí el presidente?
– No, creo que ya no está aquí…
– ¿Y eso?– aquí me vengo un poco arriba, creo.
– Pues ha venido a saludar, pero había pleno y se ha ido…
– Al anfiteatro, ¿no?– pregunto, al borde del llanto.
– No, joven, yo creo que se ha ido a Madrid ya.
Joder. No puede ser. ¿Por dónde han ido? ¿Iba Pedro Sánchez en el tráiler blanco? ¿Quizá en el Porsche 4x4? ¿Se ha teletransportado? ¿Hay un túnel que conecta el FREMM con el Ayuntamiento de Cartagena? ¿Se ha reído del eje espacio-tiempo? Las preguntas se me agolpan en la cabeza. A estas alturas, solo quiero vivir lo suficiente para resolver alguna. Solo una, aunque sea. Salgo del Ayuntamiento. La vista se me vuelve a nublar. Estoy por quitarme la camisa y gritar “¡Presidente!” en medio de la plaza, pero de un periodista se espera algo más. Me contengo.
– ¡Joven, joven! –oigo a mi espalda. Me giro. Es el guardia.
– ¿Sí?
– Nada, que te confirmo que el presidente se ha ido– se da la vuelta y se encoge de hombros.
Las piernas me tiemblan. El campo de visión me disminuye. Me siento flotando. Veo a López-Miras caminando en túnica blanca por el paseo marítimo. Le acompaña un viejo. Calvo. También en túnica.
– Pues me alegra mucho que me hagas esa pregunta, Aristóteles– dice López Miras–, porque Murcia es la mejor tierra del mundo.
Entonces hay un fundido a negro.
¡Hola! El proceso al procés arranca en el Supremo y CTXT tira la casa through the window. El relator Guillem Martínez se desplaza tres meses a vivir a Madrid. ¿Nos ayudas a sufragar sus largas y merecidas noches de...
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Santini Rose
Santini Rose, seudónimo bajo el que escribe Santos Martínez (Fuente Librilla, 1992), es periodista. Hubo un tiempo en que las abuelas de su pueblo pensaban que tenía en sus manos el futuro, pero eso ya no lo piensa nadie. Autor del libro de relatos Mañana me largo de aquí (La marca negra ediciones).
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