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Entre los memes más reveladores sobre la convocatoria electoral del 28A, está un vídeo que tunea la escena de preparación para la batalla final de Harry Potter y las reliquias de la muerte. Parte 2. Con la habitual economía de medios de este arte (solo con unos rótulos), la convierte en un llamamiento a votar al PSOE y a estrechar filas contra la derecha. Los profesores de Hogwarts hacen conjuros en nombre del SMI a 900 euros y los derechos de las mujeres, y dan vida a estatuas que piedra que son los abstencionistas, resacosos y descreídos de la política (solo faltaban los podemitas desencantados y los consumidores de voto útil). No es aquel de los dobermans cuya paternidad se le atribuye a Alfonso Guerra, pero tiene su gracia. E insisto que bastante revelador. En un momento, la profesora Minerva McGonagall experimenta algo así como un estremecimiento de placer: “Ya tenía yo ganas de unas buenas elecciones generales”. Las tenía la subdirectora de Hogwarts y el PSOE, o Pedro Sánchez, o quien le haya aconsejado que para alcanzar la meta lo mejor es demarrar en cuanto percibes que, aunque tú no vayas bien, los demás no parecen ir mucho mejor. Pero no creo que mucha más gente. Gente progresista, me refiero.
De entrada, la concentración rogativa que organizó la Triple D en Colón era para exigir elecciones. Una vez que fracasa, es difícil de entender por qué el presidente del Gobierno les concede el deseo, salvo que la conmiseración y el “venga, va” sean una estrategia política de última generación. Sin embargo, unos amigos que se definen de centro me comentan, como si no fuese con ellos, que “las derechas están acojonadas con la convocatoria”. Será por aquello que decía Teresa de Jesús de que se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las que no. O por verse en la tesitura de poner en práctica las promesas comeniños en el caso de ganar. Ahora que lo pienso, quizá el fiasco del colonazo se debió a que los líderes de PP, Cs y Vox están en la fase de medirse y compararse continuamente el patriotismo, y de considerar cualquier cosa que no sea “yo lo mismo y dos huevos (españoles) duros más” es un signo de debilidad, pero a lo mejor sus electorados creen que una cosa es aplaudir las declaraciones de rigor, y otra manifestarse por manifestarse. En todo caso, tienen dos ocasiones de salvar a España en el plazo de un mes.
Porque la excusa de los presupuestos fallidos, por mucho que la mayoría de los noes de las bancadas zurdas sean tan legítimos como de difícil explicación, no cuela. En España hay miríadas de instituciones, empezando por anteriores gobiernos de la nación, con presupuestos tan prorrogados que los originales estaban en pesetas. La única explicación posible es que Sánchez, o el PSOE, lo que en realidad pretende es volver a ser la única referencia realmente existente o viable en el campo progresista. Y para ello nada mejor que desbrozar el terreno a la izquierda. De hecho, adelantar las generales a las municipales, europeas y autonómicas –en donde toque– supongo que persigue desanimar, en base a los resultados del 28A, a los potenciales votantes de Podemos+confluencias (allí donde confluyan) en mayo. Si gana la derecha, porque el PSOE al menos salva los muebles, y si no, porque quedará demostrado que el voto útil funciona. Un win win.
Al menos eso está claro aquí, arriba a la izquierda según se mira en el mapa. Después de un movimiento de placas tectónicas sin asentar prácticamente en toda la legislatura, la actual dirección de En Marea (apoyada por el 60% de la militancia y no reconocida por el 40% restante, fundamentalmente Podemos, IU y Anova) decidió que los cinco integrantes del llamado subgrupo federal englobado en Unidos Podemos votasen “no” a los Presupuestos Generales del Estado. La portavoz de turno en el Congreso, Yolanda Díaz (IU), aunque había comprometido su apoyo a los PGE, hizo una brillante intervención criticando lo que a Galicia le correspondía en ellos. Tan brillante que provocó una respuesta de la ministra María Jesús Montero de tal contundencia que lo que realmente merecía era un “no”. Llegado el momento de los botones, cuatro de los parlamentarios (dos de Podemos, una de IU y otro de Anova) pulsaron el verde y la quinta, Alexandra Fernández (Anova), pulsó el rojo.
Quedaba así constancia en el tablero del Congreso de una división más que sabida del grupo (Alexandra Fernández era la única que había dado cuenta de su gestión en la última asamblea de En Marea). La unidad popular en Galicia no se había roto precisamente de tanto usarla. Ese 4/1 en el Congreso fue la guinda de una pugna desde hace muchos meses entre los que apoyan al portavoz, Luís Villares, que defienden que el partido, además de instrumental, sea una organización con su estructura y su canesú, y los que no, que apuestan por la continuidad de las siglas. Los segundos acusan a los primeros de querer convertirse en un partido nacionalista de centro izquierda, y los primeros a los segundos de mantener En Marea como una mera marca blanca de Unidos Podemos et altrii. (Y podríamos hablar de unos terceros, ahora integrados en los segundos: los de Podemos que desean presentarse por primera vez en Galicia con sus siglas y que han ganado varias votaciones internas en ese sentido. Cuando tengan tiempo y ganas, quedamos y se lo explico). Después del 4/1, IU, Podemos y Anova reiteraban sus anuncios de crear otro instrumento de unidad popular para presentarse a las elecciones generales, cuando tal cosa sucediese, con una candidatura distinta. Y en esto se convocaron para dentro de un mes.
Los llamados alcaldes del cambio, los de A Coruña, Santiago y Ferrol, que en su día habían desatascado el nacimiento de En Marea llamando y llevando al liderato a Luís Villares, eran socios visibles, destacados y referentes de ese proyecto de Unidos Podemos Anova, al mismo nivel no cuantitativo, pero sí cualitativo, de los otros partidos (de hecho, la Marea Atlántica de A Coruña lo es). Pero lo lógico y deseable era ponerse de perfil hasta que los nuevos comicios hubiesen asentado, o no, los gobiernos locales. Esos tres, y otros muchos, que habían sido fruto más de coaliciones de personas que de organizaciones, lo último que necesitaban era presentarse ante la vecindad posicionados en una lucha fratricida. Así que lo que ahora prolifera son los manifiestos y las llamadas a la calma.
El 28A se dirime la composición de las Cortes, la presidencia del Gobierno, y la comprobación de si lo de Andalucía fue flor de un día o tendencia imparable. Pero también está en cuestión si Pedro Sánchez, o quien lleve el volante, es un estratega o un aprendiz de brujo.
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Autor >
Xosé Manuel Pereiro
Es periodista y codirector de 'Luzes'. Tiene una banda de rock y ha publicado los libros 'Si, home si', 'Prestige. Tal como fuimos' y 'Diario de un repugnante'. Favores por los que se anticipan gracias
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