ANÁLISIS
Salvini, a la conquista de Europa
El líder de la Liga intenta unificar a la extrema derecha del Viejo Continente y constituir un único grupo parlamentario en Bruselas. Pero la aventura, llena de conexiones oscuras, es incierta
Steven Forti 7/04/2019
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En tan sólo un lustro, Matteo Salvini ha pasado de ser un desconocido en el hombre fuerte de Italia. Cuando conquistó el liderazgo de la Liga Norte en diciembre de 2013, el partido, envuelto en un sonado escándalo de corrupción que involucró a su fundador y padre padrone, Umberto Bossi, se movía alrededor del 4% de los votos. Nadie hubiese apostado un euro en que al cabo de poco tiempo la Liga se convirtiese en la formación hegemónica de la derecha italiana.
Sin embargo, Salvini aprovechó la demanda de trifulcas y polémicas de los medios de comunicación participando constantemente en las tertulias televisivas del Belpaese. Salvini soltaba día sí y día también provocaciones y groserías, pidiendo que se arrasasen los campos de gitanos, clamando por la expulsión de los migrantes o defendiendo la salida del Euro. Además, activó una agresiva campaña en las redes sociales: no había día en que el líder liguista no publicase algo en Facebook, Twitter o Instagram, mezclando el autobombo, la humillación de sus adversarios y la supuesta intimidad para acercarse al italiano de a pie. Esto le permitió, por un lado, ser conocido y reconocible y, por el otro, marcar la agenda política con propuestas estrafalarias respecto a las cuales, no obstante, todos los partidos políticos debían tomar posición. En síntesis, Salvini estaba en la boca de todo el mundo.
El resultado es de sobra conocido: en las elecciones de marzo de 2018, a las cuales se presentó con el eslogan trumpiano de “Los italianos primero”, la Liga obtuvo el 17,4% de los votos y, tras el llamado “contrato de gobierno” con el Movimiento 5 Estrellas (M5E), Salvini se convirtió en vicepresidente y ministro del Interior. En menos de un año, se acabó comiendo a los grillini, formación ideólogicamente líquida y sin una estructura territorial: según todos los sondeos, la nueva Liga lepenizada obtendría ahora el 33-35% de los votos, mientras que el M5E se quedaría con un 21-24%, cuando hace un año superó el 32%.
La de hoy es sin sombra de duda una Liga distinta a la de Bossi, aunque ya desde finales de los noventa el senatúr había mantenido relaciones con la extrema derecha, in primis con el austriaco Jörg Haider, clamando contra el peligro islamista. Con Salvini, sin embargo, ha desaparecido cualquier duda al respecto: la Liga, que por sus problemas con la justicia –debe 49 millones de euros al Estado italiano por estafa– cambiará pronto de nombre en “Liga por Salvini premier”, ha dejado olvidada en un cajón la secesión de la Padania para abrazar la Tricolore, definirse claramente de extrema derecha y arraigarse también en el centro-sur de la península, territorio otrora vetado por el partido que clamaba contra los terroni.
Sus alianzas europeas son claras. Desde hace tiempo Il Capitano –así le llaman sus partidarios, recuperando, vete a saber si conscientemente, el apodo del líder fascista rumano Corneliu Zelea Codreanu– se deja fotografiar con Marine Le Pen y Geert Wilders, alaba a Trump y se reúne con el premier húngaro Viktor Orbán. Gracias a sus éxitos electorales –en el último año, su partido, en alianza con el centro-derecha, ha ganado en siete regiones– y al protagonismo obtenido desde que ha llegado al gobierno de Roma, Salvini ya no es sólo un fenómeno italiano, sino un político que quiere jugar un papel nada desdeñable a nivel europeo. Lo dijo claramente tras las recientes elecciones en Basilicata: “Ahora vamos a cambiar Europa”.
Unificar a la extrema derecha y tocar poder
A mediados de septiembre, Time dedicó su portada al ministro del Interior transalpino, definido como “la nueva cara de Europa” y el “zar de los inmigrantes en Italia”. En pocos meses, el peso de Salvini en la heterogénea extrema derecha europea ha aumentado. Y mucho. De figurante a protagonista. Basta con ver cómo ha cambiado la relación entre el líder liguista y Marine Le Pen. Antes era Salvini que buscaba la foto con la presidenta de la Agrupación Nacional (exFrente Nacional), ahora es la francesa quien busca y alaba al italiano. Cambio de roles: ahora es Salvini el que manda.
Dos ejemplos más: a mediados de octubre un dirigente de Alternativa para Alemania (AfD) declaró que sería deseable una candidatura del italiano a la presidencia de la Comisión Europea, algo impensable tan solo unos años antes; y en una reciente entrevista al diario El País, Steve Bannon consideraba a Salvini, junto a Orbán, el político más importante de Europa. Es cierto que el ex consejero de Trump lo dice también porque Salvini es uno de los pocos que le hace caso, pero la afirmación es de todos modos sintomática.
Su estrategia pasa por unificar a la extrema derecha del Viejo Continente y constituir un único grupo parlamentario en Bruselas: de Le Pen a Orbán, del Partido de la Libertad (FPÖ) austriaco de Strache a los polacos de Ley y Justicia, de los alemanes de la AfD a Vox...
Salvini, pues, va a apostar fuerte por Europa. Su estrategia pasa por unificar a la extrema derecha del Viejo Continente y constituir un único grupo parlamentario en Bruselas: de Le Pen a Orbán, del Partido de la Libertad (FPÖ) austriaco de Strache a los polacos de Ley y Justicia, de los alemanes de la AfD a Vox, sin olvidar a los Demócratas Suecos, los Verdaderos Finlandeses, los Populares daneses, el Partido de la Libertad de Wilders y el nuevo Foro por la Democracia holandés. El objetivo es convertirse en el tercero o el segundo grupo en Bruselas y pactar con los populares, poniendo fin a la gran coalición entre estos y los socialistas. Hay dudas al respecto en el PPE, pero hay quien está sembrando para que la alianza, si los números lo permiten, sea factible tras el 26 de mayo. Por un lado, Orbán, caballo de Troya de los nacional-populistas dentro del mismo Partido Popular Europeo (del cual no ha sido expulsado, sino solamente suspendido); por el otro, el incombustible Silvio Berlusconi, que recientemente ha declarado sin ambages que es necesario “aliarse con los soberanistas”. No se trata de una de las clásicas boutades berlusconianas, ojo.
Este lunes 8 de abril, en Milán, con la conferencia “¡Hacia la Europa del sentido común!”, Salvini empezará la campaña electoral para las Europeas y lanzará, según afirman desde su entorno, la nueva Alianza de Pueblos y Naciones Europeas (APNE), partido que quiere aglutinar a los nacional-populistas en el Viejo Continente. En las próximas semanas el líder liguista visitará diversos países, entre ellos Francia, Alemania y Austria para convencer a los demás partidos a sumarse. Según Marco Zanni, su hombre de confianza en Bruselas, la APNE quiere “enfatizar el concepto de nación, pero también el de Europa” porque su objetivo es “cambiar y no destruir” la UE. Traducido: ya no estamos en la fase de salir del euro y asestar el golpe de gracia al proyecto comunitario, nuestro objetivo es tocar poder, gobernar la Unión, donde obviamente pararíamos en seco cualquier intento de mayor integración e intentaríamos devolver algunas competencias a los Estados nacionales. Un marco en el cual muchos podrían sentirse cómodos.
Ya no estamos en la fase de salir del euro y asestar el golpe de gracia al proyecto comunitario, nuestro objetivo es tocar poder, gobernar la Unión, donde obviamente pararíamos en seco cualquier intento de mayor integración e intentaríamos devolver algunas competencias a los Estados nacionales
Una apuesta arriesgada
La jugada es interesante, pero también arriesgada, y puede convertirse en un fracaso. La extrema derecha está muy dividida en Europa y, más allá de unos mínimos comunes denominadores, las divergencias a veces parecen insuperables. Salvini y Le Pen, por ejemplo, están muy vinculados a Rusia, mientras para los países del Este, Putin es el demonio. Así, sobre el tema de los migrantes, la sintonía se limita a cerrar las fronteras, pero no hay acuerdo en qué hacer después. Cuando el gobierno italiano pidió ayuda para el reparto de los migrantes a gabinetes ideológicamente próximos como el de Viena o los del grupo de Visegrado, la respuesta fue tajante: ni hablar. Lo mismo sucede en lo que concierne a las políticas económicas: cuando Salvini llegó al enfrentamiento con la Comisión Europea para los presupuestos italianos, Alternativa para Alemania y los demás partidos de la extrema derecha nórdica lo tildaron de irresponsable. Es difícil pensar en una estrategia común, pues.
Históricamente, además, la extrema derecha ha estado siempre muy dividida en luchas cainitas parecidas a los reinos de Taifa. De hecho, a la conferencia del 8 de abril en Milán asistirán tan sólo representantes de Alternativa para Alemania, los Verdaderos Finlandeses y el Partido Popular Danés. No irán ni Le Pen, ni Orbán, ni los polacos, ni el FPÖ austriaco. Muchos creen que el proyecto soberanista de Salvini es un fracaso, incluso el mismo M5E. Es cierto que el líder de la Liga se había reunido en París con Le Pen hace unos días, dejando constancia de la estrecha alianza que los une con un tuit eufórico, pero la ausencia de la líder del exFrente Nacional y de los austriacos es significativa. Como decía un buen amigo: al final, facha come a facha. Siempre.
Por otro lado, es sintomático que en Bruselas jamás la extrema derecha haya conseguido unificarse en un solo grupo parlamentario. En la actualidad hay tres grupos: Europa de las Naciones y la Libertad (ENL), donde se sientan los diputados de la Liga, de la Agrupación Nacional francesa, del FPÖ austriaco y del Vlaams Belang flamenco; Conservadores y Reformistas Europeos (CRE), formado por los tories británicos, polacos, daneses, finlandeses y un sinfín de micropartidos y diputados independientes; y finalmente, Europa de la Libertad y la Democracia Directa (EFDD) con el UKIP británico, el M5E, AfD y los Demócratas Suecos.
es sintomático que en Bruselas jamás la extrema derecha haya conseguido unificarse en un solo grupo parlamentario
Dicho de otro modo: la jugada de Salvini depende de que el Reino Unido participe o no en las elecciones europeas. Si hay brexit antes del 26 de mayo, con la salida de los conservadores de Theresa May y el UKIP de Nigel Farage, el líder liguista puede jugar sus cartas, aunque de momento lo tendrá complicado.
Las ausencias en la conferencia de Milán no son para nada una sorpresa. En enero, Salvini visitó Polonia: hubo rueda de prensa, apretones de mano, sonrisas y declaraciones altisonantes, pero Kaczyński y compañía le han dado calabazas. De momento, nada de ir en el mismo grupo en Bruselas. Los ultracatólicos polacos, de hecho, han establecido buenas relaciones con Vox: fue el eurodiputado Kosma Zlotowski el que organizó la intervención en la Eurocámara de Javier Ortega Smith. Con los de Abascal, los polacos tienen más sintonía también desde el punto de vista ideológico y, además, serían el polo fuerte de la alianza: la Liga puede convertirse en el segundo partido con más representación en Bruselas (27 diputados), superando a Ley y Justicia (24 diputados).
Con Orbán, la relación es fluida –en agosto Salvini recibió al premier húngaro en Milán–, pero parece poco probable que el líder de Fidesz abandone al PPE. Más dudas existen respecto de Alternativa para Alemania, que enviará a Bruselas una docena de diputados. De momento, el único eurodiputado se sienta junto a Farage y al M5E, pero la continuidad del grupo Europa de la Libertad y la Democracia Directa, nacido en 2014 a última hora, es una incógnita. Los grillini, de hecho, están muy activos –y nerviosos– para no quedarse colgados. Su “jefe político”, Luigi Di Maio, se ha reunido con los anti-abortistas de Kukiz ’15, partido populista polaco liderado por el excantante punk-rock Pawel Kukiz; los croatas de Živi zid (literalmente “Barrera Humana”), formación progresista nacida de las luchas anti-desahucios; y los ultraliberales finlandeses de Liike Nyt, una reciente escisión del partido conservador. Sin contar la reunión con unos representantes de los chalecos amarillos, que no ha dado resultados, más allá de abrir una crisis diplomática entre París y Roma.
La incógnita Bannon
Para rizar más el rizo, a todo este berenjenal se suman Bannon y su proyecto europeo, The Movement. Se ha hablado mucho de ello: ha habido quien ha presentado el exconsejero de Trump como una especie de genio del mal, pero de momento es una gran incógnita. Más bien, la impresión es que Bannon, un apestado políticamente hablando en Estados Unidos tras su ruptura con el magnate, intenta hacerse un hueco en Europa. El objetivo de su plataforma, cuya cara visible es el desconocido político belga Mischaël Modrikamen, es dar apoyo a la extrema derecha europea y favorecer su alianza. Sin embargo, muy pocos se han sumado a The Movement: tan sólo Salvini, la pequeña formación de Giorgia Meloni, Hermanos de Italia, y el Movimiento por el Cambio de Montenegro. Poca cosa, la verdad.
Los demás le han cerrado la puerta en las narices o se han desvinculado, incluida Le Pen y Alternativa para Alemania. No hablemos de los países del Este, que ven a Bannon como un hombre cercano a Putin. Con Orbán hay mejor relación y parece que el exconsejero de Trump le asesorará en las elecciones, pero el premier húngaro no piensa sumarse a The Movement, que de momento no tiene ni página web ni cuenta de Twitter o Facebook. Además, la presentación oficial de la plataforma se ha postergado ya tres veces en los últimos meses: ahora se ha anunciado para la primera mitad de mayo, aunque nadie descarta que pueda anularse una vez más. Veremos.
La sintonía entre Salvini y Bannon puede ser, pues, más un estorbo que una ayuda para el líder liguista, al menos a nivel europeo
La sintonía entre Salvini y Bannon puede ser, pues, más un estorbo que una ayuda para el líder liguista, al menos a nivel europeo. Eso sí, el exdirector de Breitbart News conoce bien la propaganda electoral a través de las redes sociales, lo que le viene muy bien al actual ministro del Interior italiano. ¿Recuerdan el escándalo de Cambridge Analytica? Pues, eso. La utilización de los datos de forma ilegal es una especialidad de Bannon que parece haber asesorado también a Bolsonaro en las presidenciales del pasado otoño. No es casualidad que Bolsonaro se haya sumado luego a The Movement. Salvini buscó el contacto con el equipo de campaña de Trump ya en otoño de 2016 y su gurú de las redes, Luca Morisi, ha utilizado técnicas similares. Sabemos todavía muy poco sobre estos asuntos que son cruciales para el futuro de nuestras democracias.
Además, el exconsejero de Trump tiene aún buenos contactos, sobre todo en el mundo del integrismo católico. Se trata del sector vinculado al cardenal Raymond Burke, acérrimo enemigo del papa Francisco, que financia los movimientos pro-vida, antifeministas y anti-LGTBI, además de la escuela populista que Bannon está a punto de abrir en el monasterio de Trisulti, en las afueras de Roma. Salvini tiene excelentes relaciones con estos ambientes: prueba de ello es la celebración en Verona, feudo histórico de la Liga y del post-fascismo italiano, del Congreso Mundial de las Familias, que reunió en marzo a varios centenares de fanáticos de todo el mundo.
La conexión rusa
Y aquí se encuentra otro de los puntos débiles de la apuesta europea de Salvini: una parte importante de estos sectores están vinculados directamente al Kremlin. De hecho, la relación con la nueva Liga no es sólo ideológica –a favor de la familia natural, en contra del aborto y de las parejas homosexuales–, sino también política y, por lo que han apuntado algunas investigaciones periodísticas, financiera. Gracias a la intermediación de Gianluca Savoini, estrecho colaborador de Salvini y presidente de la asociación Lombardía-Rusia, la Liga habría buscado financiación en Moscú a través del oligarca Konstantin Malofeev, muy cercano al jefe del Kremlin y acusado de financiar con once millones de euros al Frente Nacional en 2015. Malofeev, dicho en passant, se encuentra en la lista negra de Washington y Bruselas.
la Liga habría buscado financiación en Moscú a través del oligarca Konstantin Malofeev, muy cercano al jefe del Kremlin y acusado de financiar con once millones de euros al Frente Nacional en 2015
Las relaciones entre Salvini y Rusia Unida, el partido de Putin, empezaron ya en 2014: ese año el líder liguista viajó tres veces a Moscú. Además, Savoini se relacionó también con sectores vinculados a la guerra civil en Ucrania; y el integralista ortodoxo Alexey Komonov, uno de los organizadores del Congreso Mundial de las Familias y presidente honorario de la asociación Lombardía-Rusia, estaba presente cuando Salvini fue elegido secretario de la Liga en 2013. Un papel nada desdeñable lo habrían jugado también Alexander Dugin, el teórico del eurasianismo, presidente honorario de la asociación Piamonte-Rusia también vinculada a Savoini y la Liga; y el Rossotrudnichestvo, el Centro Ruso de Ciencia y Cultura en Roma, que muchos consideran una estructura pantalla creada por el Estado ruso para influir en la política italiana. El dinero ruso resultaría imprescindible a día de hoy a una Liga que tiene las arcas vacías, además de la deuda de casi 50 millones de euros con el Estado italiano.
Le Pen, Orbán, Bannon y Putin, sin olvidar a Netanyahu y Bolsonaro. Salvini ha visitado recientemente al premier israelí, alabando sus políticas, mientras que con el presidente brasileño ha mostrado una sintonía notable, felicitándole entusiasmado por la conquista de la presidencia y recibiendo a cambio la extradición del exterrorista Cesare Battisti. La red internacional del Capitano es muy extensa, de eso no cabe duda. Lo que no está claro es si todas estas conexiones le vienen bien para su proyecto de unificar y liderar a la extrema derecha europea. Al final, ¿todo esto de la internacional nacional-populista será un sonado fracaso? La respuesta la tendremos en los próximos meses.
¡Hola! El proceso al Procès arranca en el Supremo y CTXT tira la casa through the window. El relator Guillem Martínez se desplaza tres meses a vivir a Madrid. ¿Nos ayudas a sufragar sus largas y merecidas noches de...
Autor >
Steven Forti
Profesor de Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona. Miembro del Consejo de Redacción de CTXT, es autor de 'Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla' (Siglo XXI de España, 2021).
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