PROCESANDO EL PROCESO AL PROCÉS (XXX)
“Probar la rebelión me parece una tarea prácticamente inasumible”
Melering, o entrevista a Melero sobre minuto y resultado del juicio
Guillem Martínez Madrid , 16/04/2019
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EL TOCADOR DE SEÑORAS. Tocador del TS INTERIOR/DÍA. Ramón y yo nos acicalamos mientras nos ponemos al día del día. Poca cosa. Polis/violencia y espías en modo Gila. Lo del 1-O fue, en fin, una planificación policial Barranco-del-Lobo System. La idea, digo yo, es ir dibujando una violencia ambiental, concepto del propio Marchena, adoptado en la sentencia, del juicio por los sucesos del Parlament –en su segunda instancia, en el TS; hubo segunda instancia porque recurrió la Fiscalía, pero también, agárrense, Parlament y Gene, esos sans coulottes el resto del tiempo–. La intención de la Fiscalía, supongo, es que de ahí salga algún grado de rebelión. O su sombra, o la sombra de su mano, o la sombra de su perro. Por lo demás, han denegado la libertad por la cosa elecciones para los acusados candidatos. Y ayer ERC pidió que Vox dejara de emitir en el juicio durante la campaña. Lo que es algo sin recorrido, y que ilustra que este juicio está siendo utilizado más para propaganda que, pongamos, para dibujar los límites y usos de lo sucedido, y los límites y usos de la Justicia, que sería lo suyo. Tal vez porque acusados y acusadores tienen límites y usos similares en algún tramo porno. Socorro. ¿Algo que agregar, Ramon? “Sí, que los bebés, cada generación, reinventan el jamón al meterse el pie en la boca. No aporta nada, pero le debía una greguería de bebés”. Y me la ha colado. Es usted un crack. Venga, arréglese, que hoy vamos a comer con Javier Melero. “¿Me pongo monóculo?”. Haga lo que quiera, pero yo lo tengo clarísimo.
MELERO. Javier Melero es lo más mixed-emotions en este juicio. Historiador y abogado –se pagó la carrera trabajando, en ocasiones como funcionario de prisiones–, Melero representa tal vez ese pack barcelonés, desaparecido sin combate en el ínterin 2012-esta mañana, integrado por cats no practicantes –no practicantes del Rito de la Contrarreforma Procesista, al menos–, inclinados hacia la socialdemocracia en lo político, y a cierto amor a los fractales de la vida en lo temperamental. Uno/a, en fin, se relaciona con los otros, más que por ideología, por esos parecidos vitales, diría.
Melero aporta a este juicio una defensa técnica absoluta. Cosa que puede ser tan aburrida como las otras pero que, en contrapartida, está sometiendo a los cuerpos de policía del Estado –es decir, al Estado– a serias contradicciones, que evidencian dibujos poco edificantes de lo sucedido. Es, tal vez, la defensa más operativa y, a la vez, resulta más punk y desestabilizadora que la que se presenta a sí misma como política, y que aparece más, y con mayor adjetivación épica, en los medios procesistas. Quedo con él para hablar del minuto y resultado del juicio. En Le Bistrot del Institut Français, al lado del TS. Ramón, a su vez, va rellenando nuestras copas de Châteauneuf-du-Pape del 82. “Podré…”. No, Ramón, no puede hablar de bebés. La entrevista empieza ahora y con la palabra “la”.
¿La rareza de este juicio es anterior al juicio o es el propio juicio?
Es un juicio sin precedentes en nuestra generación. Es, por tanto y por todo, un juicio único. Además, el Tribunal ha hecho una ruptura con respecto a lo que se había hecho hasta el inicio del juicio, momentos en los que se dio validez, de una manera acrítica, a lo que dicen los atestados policiales. El juez, ese paradigma ilustrado, tiene que valorar todo ese material fáctico de nuevo. Eso no ocurre nunca, y menos en un caso tan trillado mediáticamente como este. En principio, el juez es un señor que llega a la Sala, se sienta en la silla y pregunta: ¿y hoy qué toca? Pues toca estafa. Pues que pasen y me lo cuenten, de forma incontaminada. El Tribunal ha intentado que sea así, y de momento, si bien no podemos juzgar el fuero interno de nadie, parece que es así.
¿Ese empezar de cero es una desautorización, de alguna manera, a los atestados policiales y a la instrucción?
No. La policía tiene sesgo, porque es policía. Pero eso para el juez no es nada. No tiene un valor probatorio. La opinión policial no tiene que llegar al juicio. En todo caso, tiene que llegar el policía, a explicar qué vio y qué hizo, pero no qué opina. Eso, opinar, lo ha cortado el Tribunal. Cuando vino el teniente coronel Baena y los policías que hicieron los atestados, se cortó preguntar por opiniones.
¿Es normal el trato y las formas, tan suecas, que se ven en el Tribunal?
Es extraordinario. El TS suele tener un trato exquisito. Pero celebra pocos juicios. El respeto a las formas y procedimientos, la amabilidad con todos los profesionales no suele verse en niveles inferiores.
¿Las defensas están coordinadas?
Las defensas tienen un nivel de coordinación magnífico. El máximo que se puede tener: están de acuerdo en que sus clientes son inocentes, en que el delito no existe. Y ninguna interfiere en la línea y estrategia del otro. Aparte de eso, podríamos hacernos muy amigos e ir juntos a hacer yincanas por las tardes. Pero sería innecesario.
Respecto al sumario, ¿el juicio oral está aportando alguna sorpresa o variación?
El juicio tiene un cosa que no pudo salir en la instrucción, pues no había manera, y que en cambio ha aflorado ahora: la contradicción entre los cuerpos policiales, y la falacia de la existencia de un plan conjunto y armónico destinado al cumplimiento de un auto judicial. A día de hoy, eso ha caído, y no vale la pena insistir sobre eso. Es evidente que, o el coordinador, Pérez de los Cobos, miente, o los responsables de los cuerpos policiales mienten. Pero que sean ciertas las dos versiones es imposible.
Uno de los factores es que hay un fiasco policial sin precedentes, un auténtico despropósito que nadie quiere asumir. A partir de esto, se elaboran estrategias de justificación para el fracaso policial.
¿Estas mentiras, en una causa penal, son algo dramático?
Es la mentira fundacional de todo lo que pasa aquí. Si tuviéramos que buscar, ya en el terreno del análisis histórico, el porqué del cómo hemos llegado aquí, yo creo que uno de los factores es que hay un fiasco policial sin precedentes, un auténtico despropósito que nadie quiere asumir. A partir de esto, se elaboran estrategias de justificación para el fracaso policial. Aquí se está hablando de unos policías calificados como “inútiles” en la Sala, que son los Mossos, y de otros dos cuerpos “leales” a la Constitución. “Inútiles” y “leales” consiguen cerrar el 5% de los centros que había ordenado cerrar la instructora. Desde el punto de vista del cumplimiento del auto judicial, la actuación policial es absolutamente insostenible. Un desastre sin precedentes. Que viene a causa de un hecho fundamental, que no saldrá en el juicio porque es valorativo: el auto judicial para el 1-O era de imposible cumplimiento, lo que es la madre de todos los desastres que vienen a continuación. Y sobre los que se harán después estrategias de justificación de los cuerpos policiales. Aquí parece, o por lo menos me lo parece a mí, que quien hizo un análisis histórico más acertado fue el cuerpo de Mossos que, igual por casualidad o por suerte, se dio cuenta de que el cumplimiento de la orden judicial era imposible. Sabía que era imposible policialmente, por lo que decide que es mejor tener presencia policial para controlar, para que no pase nada, para llamar a una ambulancia. Sabía que, con una actuación de orden público, ni tiene recursos ni puede conseguirlo. En el juicio se habla mucho de la pasividad de los Mossos, pero nadie hace las preguntas fundamentales, tal vez porque son impertinentes en un juicio. Son importantes para establecer lo que sucedió: ¿por qué no dispararon ustedes? Si ustedes eran pocos, seguro que a tiros lo paran. Claro, esto es una boutade, una barbaridad. Han declarado varios Guardias Civiles de las fuerzas “leales”, y a uno de ellos, hablando de los hechos del 20-S, frente a la Conselleria d’Economia, yo le pregunté: “Oiga, ¿se podía hacer ahí una intervención de orden público?”. Y el hombre me dice: ‘¿Qué dice usted? ¿Con 10.000 concentrados? Eso es imposible’. ¿Y cuando usted habla de que había que disolver a la masa, ¿a qué se refiere? Contesta: “Había que pedirlo, había que decir que se disolvieran…”. Las acusaciones parece que quieren construir el relato de que la orden judicial se podía cumplir de cualquier manera y a cualquier precio. Olvidan una premisa histórica absolutamente acreditada y reconocida por todo el mundo: la actuación de las fuerzas “leales” fracasó tanto como la actuación de los supuestamente “inútiles”.
La rebelión clásica, la que habían visto generaciones anteriores a la nuestra, con una frecuencia relativa en la historia de España, y que implica el pronunciamiento militar, la activación de cuerpos del Ejército, la toma de Correos, Telégrafos y Telefónica, está ya descartada.
¿Cuál es el Estado de la cuestión, esta mañana a primera hora, de la cosa rebelión y sedición?
La rebelión clásica, la que habían visto generaciones anteriores a la nuestra, con una frecuencia relativa en la historia de España, y que implica el pronunciamiento militar, la activación de cuerpos del Ejército, la toma de Correos, Telégrafos y Telefónica, está ya descartada. Los máximos responsables del Gobierno la descartaron ya en aquel momento. Está documentado, vaya. Tenemos que ir, por tanto, a la descripción nueva de rebelión. A ver si la acusación consigue convencer al Tribunal de que toda una serie de hechos en diversos puntos de la geografía de Catalunya, constitutivos de desórdenes públicos, la mayoría de carácter leve, que no ocasionan ni un muerto ni una fractura de húmero, pueden, gracias a un efecto abrazadera del soporte de la Administración autonómica, convertirse en el sustituto de la violencia que podía ejercer el Ejército en la rebelión clásica. Me parece que es una tarea prácticamente inasumible.
Marchena, en su día, amplió el concepto de violencia con la cosa “violencia ambiental”. ¿Puede influir eso en la óptica de la violencia en este caso?
La sentencia de la AN a lo del Parlament estaba muy ideologizada. Se decía que cualquier disidencia expresada públicamente, aunque fuera violenta, no debía ser reprimida, porque eso producía un efecto de inhibición de la capacidad de protesta de la gente. Ese efecto intimidatorio de la ley sobre la libertad de expresión y manifestación era indeseable en democracia. Era una sentencia muy interesante y, en ese punto, vanguardista. Y Marchena lo que hace es señalar que allí había la violencia que había, y que el Tribunal está obligado a reconducirla a los tipos del Código Penal que, en una democracia, representan el sentir de la colectividad sobre lo que debe ser castigado. La sentencia de Marchena, en ese sentido, es ejemplar. Había una violencia ambiental en el entorno del Parlament, que se tradujo en hechos concretos. Se absuelve a la mayoría, porque no están acreditados, pero hay violencia constitutiva de los desórdenes públicos.
¿Y eso no puede salpicar la cosa aquí?
Si lo hace, yo ya estoy de acuerdo. Muchas de las conductas producidas fueron constitutivas de desórdenes públicos. Yo no voy a cuestionar que el TIP GC número tal tuvo un hematoma en el codo. Estoy seguro de que lo tuvo. Y de que quien lo ocasionó cometió un delito de atentado a la autoridad. Pero desde la perspectiva de mi cliente, un miembro del Govern, ¿esa es la violencia que va a representar la secesión de un territorio del Estado?
La malversación, más allá de su cliente, al que todo esto parece que no le afecta, ¿se está dibujando?
Hay dos puntos que han salido. Observadores exteriores, Diplocat, y las famosas facturas de Unipost y compañía. Yo me voy al plano fáctico, al teniente coronel Baena. Le pregunté si se había pagado algo. Dijo que no.
¿La voluntad de realizar el pago es importante en un juicio penal?
A lo mejor la había. Pero desde las ordalías medievales, la voluntad no está criminalizada. Seguro que hay sádicos que extrayendo muelas se lo pasan la mar de bien y satisfacen sus instintos, y que su voluntad es gratificarse, pero bueno, mientras se muevan en los términos de lo que está permitido por la ley, su intención importa un pimiento.
La ruptura de la unidad de la causa –llevamos la tira; la última formal es en el Juzgado 13 de BCN– ¿qué aporta? ¿Qué verbaliza? ¿Erosiona esta causa?
Hemos visto, por ejemplo, cómo las Policías se espiaban unas a otras, con una torpeza encomiable, por cierto.
Lo del 13 es un agujero negro. Yo ya no digo nada, ni quiero saber nada. Pero en lo de la AN los hechos me dan la razón. En este juicio, en el que no hay imputado ningún policía, sólo declaran policías, hablando de lo que hizo la Policía. Llevamos más de un mes escuchando a Policía hablando de Policía, mientras que el político los mira atónito y exclama: “Jolín, esta gente, ¿pero qué hacía?”. Hemos visto, por ejemplo, cómo las Policías se espiaban unas a otras, con una torpeza encomiable, por cierto. ¿Erosionar? Escindir la causa de la AN fue un error, y al TS, en la medida que pueda, le toca remediarlo. Tendrá que decir “pues mire, todo lo que cuentan de la Policía está muy bien, pero como aquí no se juzga a ningún policía, pues qué quiere que le diga”. Se juzga al político, por lo que el TS debe decir si el político instrumentalizó a la Policía con el objetivo de producir la secesión del Estado...
Con este juicio, con su sentencia, ¿se producirá algún tipo de restauración? No sé, de cierta verdad sobre lo sucedido, de la sociedad ante lo sucedido... ¿Un juicio es un mecanismo válido para eso?
Es muy difícil. Y no sé si a la sentencia, entre sus funciones, le toca esta. La sentencia tiene que emitir un pronunciamiento sobre el grado de reproche penal que merecen unos hechos determinados. Tendrá que hacer, previamente, un relato de lo sucedido. Está obligada a hacerlo, pues la Fiscalía empezó su escrito de acusación con un relato que se remonta al año 2012, y a lo que estaba haciendo el soberanismo catalán desde entonces. No sé si templará gaitas y definirá que quizás se han traspasado los límites de lo que es el deber de lealtad de una institución pública a las resoluciones de los órganos del Estado, de los propios tribunales, de la Fiscalía. Eso merece un reproche. Pero no sé qué valoración hará de las conductas de todas aquellas personas que, confiando en o impulsando a este Gobierno autonómico, llegaron a la conclusión de que lo más adecuado en una democracia es la desobediencia de la ley, y el enfrentamiento con los cuerpos de seguridad, para llevar a cabo lo que, en definitiva, es una ilusión política.
Acabará este juicio, empezarán otros. Esto va a durar mucho. Y la crispación resultante. ¿Qué futurible ve a la sociedad catalana? Ya ni le hablo de anclajes institucionales, sino de la sociedad, esa cosa que, en parte sí y en parte no, ha asumido como reales las descripciones de lo que el Govern decía que estaba haciendo.
En esto soy un pragmático absoluto, sumergido en un baño de cinismo: a la sociedad catalana no le queda otra que entenderse. Aunque no quiera. Tendrá que buscar las vías. Supongo que hay una crisis de liderazgo. Faltan líderes. En el nacionalismo falta gente con suficiente autoridad moral como para decir que determinada estrategia no puede seguir por ese camino, sino que hay que buscar otras vías y recomponer la actuación política. Y supongo que al unionismo –en definitiva, el unionismo catalán tiene detrás un Estado; aunque se pueda ver disminuido en determinados aspectos, no deja de tener la fuerza– tiene que hacer un esfuerzo de generosidad, y contribuir a la recomposición de puentes, aunque no haya sido él quién los haya roto.
¿Lo ve viable? ¿Ve esos profesionales en los dos ismos?
Lo veo absolutamente factible, y la historia lo demuestra constantemente. El 8 de mayo de 1945, 60 millones de alemanes se fueron a dormir nazis y se despertaron socialdemócratas. Es perfectamente posible que esto se recomponga.
“Sí, casi todo sucede de noche, por eso nadie lo ve”. Ramón, dele la patita al señor Melero, que nos vamos.
¡Hola! El proceso al procés arranca en el Supremo y CTXT tira la casa through the window. El relator Guillem Martínez se desplaza tres meses a vivir a Madrid. ¿Nos ayudas a sufragar sus largas y merecidas noches de...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo) y de 'Caja de brujas', de la misma colección. Su último libro es 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama).
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