EDITORIAL
Podemos, fin de ciclo
27/05/2019
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La izquierda tiende al autoflagelo. Cuando los resultados no le sonríen, entra en una dinámica de ensimismamiento y culpabilización. Salen al exterior todos los demonios internos: la izquierda es cainita; la fragmentación erosiona los apoyos populares; la izquierda solo habla a los suyos; ha faltado pluralidad interna; la izquierda tiene que abandonar el discurso de la identidad y regresar al obrerismo; ha fallado el modelo organizativo; en fin, que cada uno ponga un grano de su cosecha a la lista interminable de reproches.
Antes de entrar en ese registro y ante la avalancha de resultados electorales, conviene separar las tendencias generales de los resultados accidentales o azarosos. Azaroso ha sido, por ejemplo, que Colau pierda ante Maragall por apenas cuatro décimas. O la derrota de Carmena. O la supervivencia de Ribó. Con pequeñas variaciones, bien podrían haberse revertido esos resultados. Precisamente porque esas pequeñas diferencias dependen de factores un tanto imprevisibles, cada uno las interpreta a su manera y según sus intereses.
En cambio, las tendencias generales no admiten tanta discusión. Son inapelables. Muy resumidamente: el PSOE consolida su recuperación a nivel nacional. Ahora mismo es el único partido grande con representación en toda España y además se sitúa muy delante de todos los otros. Si nos fijamos en las elecciones europeas, ha pasado del 23 por ciento en 2014 al 33 por ciento el 26-M. El Partido Popular continúa hundido, aunque logra mantener una ventaja considerable sobre Ciudadanos. El nacionalismo desaforado de Ciudadanos no ha conseguido gran cosa: mejora, cierto, pero no logra ni desbancar a los populares ni ser primera fuerza de la derecha en casi ningún sitio. Vox es ultraderechita más que ultraderecha. Podemos se hunde: ha pasado del 18 por ciento en 2014 (suma de IU más Podemos) al 10 por ciento el pasado domingo.
El batacazo de Podemos es generalizado, se observa en muchos territorios. Ha dejado de ser un competidor serio frente al PSOE de Pedro Sánchez. Pablo Iglesias y los suyos pueden contentarse creyendo que todo se debe a los “líos internos” y a la hostilidad de los medios, pero sin negar el impacto que estos hayan podido tener, parece exigible un diagnóstico más solvente.
Podemos nació al calor de la indignación causada por la crisis económica y política del país. Su voto representaba una impugnación del llamado “régimen del 78” y prometía una renovación de las élites que hiciera la democracia española más abierta, horizontal y justa. Ese discurso ha ido oxidándose por una serie de motivos de los que no se ha querido hacer cargo el partido morado. En primer lugar, Pedro Sánchez se apropió, a su peculiar manera, de la lucha contra los poderosos, con la ventaja inestimable de que su partido transmite mayor seguridad a la ciudadanía por lo que toca a la capacidad de gestionar las políticas públicas. En segundo lugar, Podemos no ha sabido acompasar su oferta política a tiempos nuevos, que no son ya los de los momentos más oscuros de la crisis económica. En tercer lugar, la crisis catalana ha alterado profundamente los términos del debate público, afectando también a las clases populares. Ante estos cambios, Podemos no ha tenido capacidad de reacción.
Observar los resultados de las elecciones europeas puede servir de correctivo. En Alemania, en Gran Bretaña, en Francia, la izquierda alternativa, la izquierda no socialdemócrata, está reconectando con la ciudadanía, sobre todo con la más joven, a través de la cuestión ecológica. La lucha contra el cambio climático y por un nuevo modelo energético parece estar convirtiéndose en la gran causa de nuestra época. Haría bien en analizarlo Podemos y grupos afines.
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