Conductas vejatorias y prácticas violentas
La pornografía se está convirtiéndo en la escuela sexual de los más jóvenes y no hay una educación a la altura para compensar este aprendizaje
Nuria Coronado Sopeña 29/05/2019
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“Antes de dar ni siquiera su primer beso o coger la mano de la chica o el chico que le gusta, los y las jóvenes ven porno porque no se les ofrece educación afectivo sexual. Eso les crea un ideal de sexo erróneo basado en una pornografía machista y violenta”, así de rotunda habla Marina Marroquí, experta en violencia de género sobre cómo se instruye la juventud al respecto. Un aprendizaje que, como añade la sexóloga Ana Lombardía, se convierte “en su guía y el modelo a seguir. Esa es su manera de aprender sexo a falta de otras formas de educación sexual”.
El resultado de este pésimo profesor es el patrón de violencia sexual que después reproducen y asimilan sin más. “Están normalizando prácticas sexuales como sexo en grupo, sexo anal, etc… Esto choca con que la educación afectivo sexual es actualmente inexistente y si esta se da, lo hace tarde y de manera deficiente. Si los adolescentes empiezan a consumir pornografía a los diez años, tienen sus primeras relaciones sexuales a los trece y el sistema educativo les dice cómo ponerse un preservativo a los dieciséis, llegamos tarde y mal. Estamos dejando que su curiosidad innata por el sexo la exploren a través de la pornografía y eso lo vamos a pagar con mucha más violencia sexual de la ya tenemos”, añade Marroquí.
Sexo machista
Mientras esto llega, la pornografía está convirtiéndose en la escuela sexual de los más jóvenes. Una “no educación en valores” que propone que solo el chico sea quien disfrute del sexo. “Las pelis porno siempre acaban con el orgasmo de él. Toda la trama está dirigida a ese fin. Cuando él se corre, se acaba el encuentro sexual. Es frecuente que muchas personas tiendan a replicar este patrón en su vida sexual. Muchos encuentros de las parejas heterosexuales están dirigidos a buscar el placer de él y, una vez conseguido su orgasmo se detiene el resto del encuentro sexual. Igualmente, del porno aprendemos que el hombre siempre tiene que tener ganas, tener una erección rápidamente y que no se baje en ningún momento del encuentro sexual. También aprendemos que el mayor placer que obtiene una mujer en la cama es siendo penetrada con un pene, cuando en realidad para muchísimas mujeres esto no es así”, explica Ana Lombardía.
Esta reconocida sexóloga resalta además que la falta de madurez y de educación entre los jóvenes significa confundir realidad con ficción. “Con frecuencia se nos olvida que el sexo es ficción, que las películas y el modelo de sexualidad que nos muestran no es real y que no tenemos por qué seguirlo. Las películas porno, para resultar excitantes y que visualmente tengan sentido, muestran una forma de mantener relaciones sexuales que puede no ser placentera. Por ejemplo, la técnica que se usa en las películas para practicar un cunnilingus, si se hace en la vida real puede no resultar satisfactoria; si en una película se mostrase un cunnilingus real y placentero no quedaría tan vistoso y espectacular. En muchos casos el tipo de relaciones sexuales heterosexuales tienen un marcado carácter machista en el que toda la dinámica sexual está dirigida a satisfacerle a él”.
Una dinámica que para Marina Marroquí provoca que la otra parte de la relación, la femenina, quede siempre en el plano de la sumisión. “En todas las películas el papel de la mujer es totalmente sumiso y aunque se resista al final tiene que dejarse penetrar por varias personas o realizar todas las prácticas que el hombre le pida. Eso visto por las espectadoras jóvenes es asumido y normalizado de tal forma que ceden en muchas ocasiones a prácticas que no desean simplemente porque interiorizan que es su papel en el sexo, añade. “Son demasiadas las veces que escucho decir a las adolescentes: ¡Bueno si ves que a él le gusta, pues te dejas y que pase pronto! Creo que es un fracaso social que no estén aprendiendo ni a tener relaciones sentimentales ni sexuales”.
A esto hay que añadir que las chicas al acceder a mantener un tipo de relaciones sexuales que no disfrutan creen erróneamente que eso es lo que deben hacer. “Con frecuencia acceden a ellas pensando que sí deberían disfrutar y sienten que son raras o que algo falla en ellas cuando ven que no es así. Muchas piensan que son las únicas que no disfrutan de este tipo de sexualidad, que algo funciona mal en su cuerpo o en su sexualidad, y por tanto no se quejan, no piden lo que les gustaría y se someten. Otras acceden a un tipo de sexualidad no satisfactoria por miedo a no ser amadas o deseadas. La cultura transmite un mensaje según el cual las mujeres deben complacer sexualmente a los hombres y doblegarse a sus deseos para ser válidas. Muchas veces, cuando una mujer conoce su cuerpo, su sexualidad y pide y hace lo que quiere y desea en la cama, sus compañeros se sienten intimidados e inseguros; cuando el patrón sexual imperante culturalmente se rompe, nos quedamos sin pautas y no sabemos cómo comportarnos. Así que lo que está sucediendo es que las mujeres sean las víctimas del modelo de sexualidad imperante”, añade Lombardía.
Falocracia, frustración y problemas sexuales
La construcción errónea del sexo tiene además una consecuencia que pasa factura a nivel médico. En el caso de los chicos la pornografía les enseña que el sexo es únicamente penetrar, “no tener una formación afectivo sexual adaptada a sus necesidades y sus deseos, no únicamente como formación sancionadora (enfermedades de transmisión sexual, evitar embarazos...) les genera mucha frustración incluso muchos problemas en su sexualidad”, reconoce la presidenta de AIVIG.
Marroquí añade que el exceso información que tanto chicos como chicas tienen a su alcance y la falta de herramientas para gestionarla es un verdadero peligro. “Saben mucho más de sexo que todas las anteriores generaciones pero nada de lo afectivo, ni de cómo relacionarse sexualmente con otro ser humano. Saben el sexo que ven en las pantallas y en muchos casos el peligro es que se quedan con lo aprendido y visto en el porno: violencia, tener sexo aunque la mujer se resista o tener sexo junto a tu grupo de amigos aunque la chica haya bebido o esté inconsciente…”.
“El aprendizaje es tal que el éxito de un encuentro sexual se mide en base a que haya habido penetración, en la duración de ésta y en la firmeza de las erecciones. Todo se calcula en base al tiempo que aguanta el hombre sin eyacular y en la capacidad de éste de proporcionar placer a la mujer con su pene. Existe por tanto mucha presión sobre los hombres para que dirijan su sexualidad a penetrar. Su masculinidad y virilidad depende del éxito que tengan en esto. La mala información y la escasa educación son muy peligrosas, pues promueven una forma de sexualidad en la que se asumen muchos riesgos a nivel físico, emocional y psicológico”, alerta la fundadora de “Sexo en la piel”.
Riesgos que ambas expertas traducen en un efecto que ya se está palpando: el de la propagación de la cultura de la violación. Por eso estas profesionales creen que solo hay un camino para acabar con este panorama es el de educar a los jóvenes en la igualdad. “Ellos y ellas son como esponjas, absorben extraordinariamente bien toda la información que reciben. Es fascinante ver que, cuando se les educa en igualdad y se les da herramientas para relacionarse, comunicarse, aumentar su autoestima y confianza en sí mismos, los resultados son maravillosos. No caigamos en la trampa de pensar que los adolescentes y los jóvenes son unos descerebrados o que son incapaces de aprender. ¡Todo lo contrario! Están deseosos de que alguien les cuente, les enseñe y le eduque en materia de sexualidad, y aprovechan muy bien todos los esfuerzos y recursos que tienen a su alcance”, finaliza Lombardía.
Tres recomendaciones a los jóvenes (y a la sociedad) que no se educa en el sexo en igualdad.
Marina Marroquí
1. La primera es para el sistema legislativo y educativo. Es necesaria una asignatura que enseñe de manera real la igualdad y una educación afectivo sexual adaptada a las necesidades y demandas que nos exigen los adolescentes. Tenemos que darles herramientas reales, en su idioma, con sus necesidades y útiles para que interioricen otros valores igualitarios y de respeto que ahora mismo no les llega.
2. Además tienen que ser conscientes que educarse en una sociedad machista, nos convierte en machistas. Por eso hay que enseñar el análisis crítico de las series de televisión, las películas, la música y los mensajes diarios que consumimos.
3. Por último decir que toda mujer educada en el machismo está predispuesta a sufrir violencia de género puede interiorizar conductas que hacen que no reconozca las primeras señales de maltrato y no pueda salir de esa relación hasta que en algunos casos sea demasiado tarde.
Ana Lombardía
1. Mi primera recomendación es la de hacer entender que el porno es ficción, ofrece una forma de sexualidad que no es real y no es un modelo ni una guía a seguir.
2. En segundo lugar cada uno tiene que crear su propio modelo de sexualidad. Hay que olvidarse de todo lo que las películas, la música, los amigos o cada entorno diga sobre el sexo. Se trata de pensar qué es realmente lo que nos gusta, deseamos, nos excita o nos da placer. Se trata de vivir sexualidad en torno a eso.
3. Por último señalar que la comunicación es fundamental cuando se quieren mantener relaciones sexuales en pareja. Hay que preguntar a la otra persona qué le gusta, qué le hace sentir bien, con qué cosas está cómoda, qué le excita... Igualmente, transmitirle tus deseos para que juntos se cree el tipo de sexualidad que os satisfaga a ambos.
“Antes de dar ni siquiera su primer beso o coger la mano de la chica o el chico que le gusta, los y las jóvenes ven porno porque no se les ofrece educación afectivo sexual. Eso les crea un ideal de sexo erróneo basado en una pornografía machista y violenta”, así de rotunda habla
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