Arkadi Zaides / Coreógrafo
“Mi trabajo trata de reivindicar un discurso político a través del cuerpo”
Carlos García de la Vega 13/06/2019
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El próximo sábado 15 de junio Arkadi Zaides (Bielorrusia/Israel, 1979) vuelve a España a interpretar su obra Archive, en la sala La Mutant, Espai d'Arts Vives del Ayuntamiento de Valencia. Asistí a una representación de esta pieza en Teatros del Canal en Madrid en enero de este año y tuve la sensación de estar asistiendo a una de esas primeras emblemáticas colaboraciones entre Diaghilev y Fokine, como Le spectre de la rose, estrenada por Nijinsky y Tamara Karsavina en 1911. Entiendo que quien esté familiarizado con ambas referencias pueda pensar que he perdido toda capacidad de juicio. Pero me reafirmo: puestos en contexto, la relevancia artística y social de Les Ballets Russes a principios del siglo XX me recuerdan a la producción absolutamente pertinente del Institut de Croisements de Arkadi Zaides en estas primeras décadas de XXI.
Diaghilev hacía convivir a los artistas más relevantes del momento, con un olfato para detectar a la gente llamada a pasar a la historia de sus disciplinas sin rival posible. Compositores, artistas plásticos, coreógrafos y bailarines puestos al servicio del arte como máxima capacidad expresiva del ser humano. Qué inocente se era hace un siglo. Desde ese estreno en Montecarlo hasta la actualidad, han tenido lugar dos guerras mundiales con bomba nuclear incluida, conflictos militares y paramilitares de todo tipo por el control geopolítico y de los recursos naturales; ha surgido globalización como una nueva forma de imperialismo que ha vuelto a poner de moda el esclavismo en forma de trabajos infra-remunerados, y todo esto ha convertido a segmentos enteros de población en peregrinos de su propia dignidad, sin destino final ni arraigo a la vista, que tienen que escapar de su tierra por conflictos que en realidad no son de su incumbencia. Estos son motivos más que suficientes para que la danza como tal haya tenido que cambiar de piel, pero no de esencia.
Pacté con Zaides una entrevista por videollamada a finales de marzo de este año, y charlamos un rato sobre los proyectos tiene en marcha. La forma de trabajar de Zaides y su equipo es sedimentaria, acumulativa. A raíz de un primer impulso que pone el foco narrativo en una violación de derechos humanos o un proceso que conlleve a este resultado, su labor tiene varias fases sucesivas. Investigación, documentación, elaboración a través de un proceso dramatúrgico, y presentación pública pueden llevar a un proyecto prolongarse por años. De hecho, la mayor parte de sus proyectos están en esa fase intermedia, en busca de materialización a través del cuerpo y del audiovisual, y sobre todo de financiación, puesto que, al no tener un resultado final convencional dentro del mundo de las artes escénicas, resulta en ocasiones difícil de entender por instituciones y mecenas. Un siglo después, la máxima capacidad expresiva del ser humano es la necesidad de hacer visible la injusticia.
A.Z.: “Definitivamente estoy un poco, bueno, digamos que hay evidencias por las que se podría decir que no ya no soy un coreógrafo. Pero en realidad no es así porque todo el resto de trabajos que hago en realidad están basados en un tipo de pensamiento que podríamos denominar coreografía expandida, que es un campo amplísimo, y esto me da la libertad de usar otros medios y otras formas de investigación que la danza en sí misma. Porque de alguna manera… cómo lo digo… la danza parece que solo se la relaciona con la industria del entretenimiento y sinceramente a mí eso no me compensa. Hay coreógrafos que agradecen que se rompa esa tendencia, no estoy solo en la dirección que va mi trabajo, pero personalmente, en tanto que lo que de verdad me interesa es la temática relacionada con los derechos humanos, el activismo, las prácticas documentales… todos estos son los campos que verdaderamente me inspiran…”.
Archive es el resultado de horas y horas de investigación sobre el archivo audiovisual de B’Tselem, el centro israelí para los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados. Frente a la brutalidad de los colonos en Cisjordania, el centro puso en marcha Camera Project, 'armando' a los palestinos que quisieran participar –voluntariamente– con cámaras de vídeo para que grabaran a los israelíes que les atacaran. De las horas y horas de archivo, Zaides presenta ante el espectador una selección de fragmentos en que niños patean puertas, soldados armados con fusiles de asalto hacen ronda, adolescentes lanzan piedras contra palestinos, o judíos ultraortodoxos son evacuados por las autoridades mientras convulsionan por amor a Yahveh. De cada uno de esos fragmentos, Zaides, empequeñecido frente a una pantalla a la izquierda del escenario, convierte en pasos de danza los movimientos de la pantalla. A la izquierda, otra más pequeña documenta con precisión el lugar, la fecha y la hora de cada fragmento proyectado.
AZ: “En cuanto vi el material estuvo claro para mí que esa violencia podía ser un material coreográfico. Aquello era movimiento en estado puro. Existe una disciplina próxima a la danza que se llama Coreografía Social que trata de reflejar las coreografías preexistentes en la sociedad. Era un concepto que me tenía fascinado, y al indagar en el material tuve clarísimo que esa violencia constituía la coreografía de una comunidad. Mi trabajo para esta pieza ha sido codificar esa coreografía, y ser capaz de presentarla”.
El principio de la pieza es sosegado: Arkadi Zaides iluminado con elegancia y sobriedad por Thalie Lurault, nos presenta todo el material con el que va a trabajar. Se mimetiza bailando con los vídeos. Pero conforme la pieza avanza, el coreógrafo se independiza de las pantallas y entra en una especie de trance en el que yuxtapone todos los pasos codificados, a veces imitando él mismo los sonidos de odio que emiten esos israelíes en las grabaciones. Esos gestos, sonidos y movimientos aislados se acaban entrelazando formando una suite final en la que los materiales se pican, replican y trenzan de tal manera que el ejercicio sereno de encarnación por el bailarín/coreógrafo del principio acaba resultando una verdadera agresión moral hacia el espectador por la acumulación de violencias simbólicas.
AZ: “En contraste con Archive que es totalmente una pieza de danza, mis proyectos posteriores, en los que estoy trabajando ahora son cada vez menos danza tal como la entendemos”.
Ahora que tan de moda se ha puesto la catástrofe de Chernóbil, gracias a la serie de HBO, cuando se hizo la entrevista, Zaides me comentaba el estado en el que estaba su proyecto The Cloud. El artista es originario de Gomel, en Bielorrusia, a 140 kilómetros de la central nuclear. En parte por la catástrofe, emigró con su familia a Israel después de que sucediera. El proyecto se basa en la documentación del reencuentro con un amigo de la infancia que permaneció en Gomel, y en cómo la mano del ser humano es capaz de provocar una destrucción de tal calibre que afecte por completo a la vida de muchísimas personas.
AZ: “Para The Cloud tenemos algunas pistas buenas, y algunos callejones sin salida, pero es que en realidad todavía estamos muy al principio del proceso. Aunque en realidad para este proyecto ahora tenemos claro, después de trabajarlo, que quiero que el movimiento –que mi movimiento– esté muy presente en la parte que se presente como vídeo. Quiero llevar un traje de protección tal y como lo llevaban los trabajadores de la central nuclear, ya los tenemos encargados. Tengo pensado hacer varias tomas, conmigo tomando contacto no solo con lo que ahora es aquel espacio escenario, sino también con su indumentaria.
Necrópolis es otro de esos proyectos todavía en proceso de investigación en el que está documentando las tumbas registradas de los refugiados que nunca llegaron a establecerse en ningún nuevo territorio, que perecieron durante la travesía.
AZ: “En base a los listados de gente que consta que han muerto en su intento a llegar a Europa, estamos intentando localizar las tumbas de estas personas. Nuestro propósito es visitarlas y una vez allí hemos creado una liturgia de cómo aproximarse a esas tumbas. Esa liturgia la hemos convertido en un gesto coreográfico en homenaje a esa comunidad imaginaria de gente que ha muerto intentando llegar a Europa. Se trata de un doble propósito, por una parte, rendirles homenaje, y por otro sacarlos de esas listas, librarlos de ser una estadística, de ser big data. Mediante el hecho de llegar lo más cerca posible a los restos de sus cuerpos, pretendemos dejar de considerarlos números. También queremos que, con este ritual de aproximación, la gente espectadora de la pieza que quiera, pueda replicarlo también, para reconocer esas muertes en privado”.
Da la sensación de que con estos nuevos estás queriendo prescindir de lo escénico…
No, no, siempre hay algo en este sentido, porque en mi proceso creativo por un lado está la investigación y por otro en cómo convertirlo en algo destinado a una audiencia, y en este sentido siempre tengo que pensar en cómo desarrollarlo para el público tanto si es para presentarlo en un escenario, o en una galería, museo, etc. En tanto que se puede exhibir de esta manera el trabajo se perfecciona, porque en última instancia se trata de fijar la última esencia del movimiento. Hacerlo evidenciable sobre un escenario supone, al fin y al cabo, el verdadero reto, y lo que considero que es esencialmente mi trabajo.
Parece que ha renunciado a la música.
No soy especialmente partidario de darle al ‘play’ para ponerme a bailar sobre una melodía. Durante toda mi carrera he experimentado con música en directo, grabada, sonidos grabados y producidos a la vez que la danza… Incluso tuve una pieza creada ex profeso para un cuarteto de cuerda. Pero al trabajar con la parte más documental de mi coreografía me di cuenta que el único sonido posible era el que provenía del material sobre el que trabajaba, que el sonido ya estaba presente y no había que buscarlo fuera. Resulta, además, que es un sonido con una calidad a veces no muy buena, pero aún así se convierte en el sonido de la pieza. Por lo tanto, para mí el sonido tiene que provenir directamente de los materiales sobre los que baso la investigación, o el medio con el que estoy trabajando, por ejemplo, en Talos, solo suena mi voz, se oyen los sonidos de los robots en acción, que proyectamos en las pantallas, no estoy buscando un sonido estético, sino por el sonido que ya está en la realidad que estoy trabajando.
¿Qué papel juega la dramaturgia en sus proyectos?
Los dramaturgos son muy importantes para mí, porque en cada proyecto, la presencia de una figura como esa es crucial. Cuando uno trabaja solo, puede ensimismarse en sus propios círculos viciosos y la presencia del dramaturgo te obliga a romper con los patrones que te salen naturales o que te obsesiona. A partir de mi experiencia puedo decir que en todos mis trabajos siempre ha llegado un momento en el que el dramaturgo ha señalado algo que realmente ha supuesto un problema en el proceso de creación, pero que al final ha otorgado a la pieza la esencia de lo que ha acabado siendo. Al final, enfrentarme al dramaturgo es una de las partes que más disfruto de los procesos creativos.
Después de leer sus palabras, y retomando el argumento del principio, encuentro que los parámetros tradicionales de la danza: música, libreto, coreografía, personajes, vestuario y atrezo dejan de tener relevancia para Zaides. Según la visión del coreógrafo, la secuencia sería localizar una situación de injusticia, un motivo de perplejidad ante la realidad y a partir de ahí el proceso de documentación, codificación de la coreografía social, reducción a la esencia última del movimiento, dramaturgia y puesta en escena. Un proceso epistemológico para descubrir el papel social y político del cuerpo en la sociedad que nos ha tocado vivir.
Cada vez más y más nuestra presencia física en la esfera social se va reduciendo, cada vez somos más virtuales, consumimos política casi sin conexión con los demás, especialmente en los países privilegiados, pero en ese sentido creo que es importante reivindicar lo físico, la importancia del cuerpo. Sobre todo, la forma de dar corporeidad a las cosas en las que creemos. Siempre hay un significado muy especial en nuestra presencia y en nuestras acciones físicas, más allá de nuestra obvia capacidad consumista. Así que mi trabajo, en realidad, trata de reivindicar un discurso político a través del cuerpo. En este sentido lo que busco es destilar nuestra habilidad para actuar y para ser agentes de nuestra propia sociedad, y este es justo el papel del cuerpo tal y como yo lo entiendo.
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Carlos García de la Vega
Carlos García de la Vega (Málaga, 1977) es gestor cultural y musicólogo. Desde siempre se ha dedicado a hacer posible que la música suceda y a repensar la forma de contar su historia. En CTXT también le interesan los temas LGTBI+ y de la gestión cultural de lo común.
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