En un extraño alfabeto
Cabe interpretar la obra narrativa de Ferlosio como una inusual confrontación entre dos modelos literarios, esgrimidos en este caso por un mismo autor
Miguel Barrero 26/06/2019
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
CTXT se financia en un 40% con aportaciones de sus suscriptoras y suscriptores. Esas contribuciones nos permiten no depender de la publicidad, y blindar nuestra independencia. Y así, la gente que no puede pagar puede leer la revista en abierto. Si puedes permitirte aportar 50 euros anuales, pincha en agora.ctxt.es. Gracias.
Es un caso peculiar el de Rafael Sánchez Ferlosio (Roma, 1927-Madrid, 2019): siendo, como fue, menos novelista que ninguna otra cosa, son los títulos de sus novelas —de dos de ellas, al menos— los que más y mejor han despuntado como hitos de una biografía que, pese a renegar pronto del género, nunca pudo desatender del todo el vínculo que había tejido con él en sus inicios. Se debió eso a una rara circunstancia que no deja de asociarse con las peculiaridades del autor: con su primera novela, el joven Ferlosio se adentró por un sendero apenas transitado para ofrecer una de las obras más insólitas y delicadas de su tiempo, al margen de cualquier moda o tendencia en un contexto en el que las letras españolas perseguían su propia reconstrucción tras el derrumbe de la Guerra Civil; con la segunda, por el contrario, leyó con tiento y dedicación su propia época para, quizás involuntariamente, entregar un libro que casi de inmediato se inscribió en el canon por el modo en que se atenía y aprovechaba, hasta extraer de ellas todo lo que era posible obtener, las reglas del realismo social que durante toda la década de 1950 y buena parte de la de 1960 marcó el pulso narrativo en un país aún convaleciente de su largo conflicto político, humano e intelectual.
En ambos hitos cabe establecer el alfa y el omega de aquello que nos ocupa. Hubo un epílogo, pero la tercera y última novela de Ferlosio, El testimonio de Yarfoz, no suele tenerse muy en cuenta a la hora de abrir un plano general sobre su narrativa por razones fundadas. En primer lugar, no cabe hablar de una obra cerrada, sino que se trató de un anticipo o un extracto de un proyecto de mucha más envergadura que se iba a titular Historia de las guerras barcialeas y del que sólo llegamos a conocer unos pocos fragmentos más. Además, parece que el autor la redactó, al menos en un primer borrador, por las mismas fechas en que se afanaba con las que fueron sus primeras obras, es decir, en el primer lustro de la década de 1950, lo que convertiría el Yarfoz en una suerte de tentativa inconclusa de la que —más allá de dar pie a discusiones sobre la experimentación de su autor con las fórmulas discursivas y los recursos propios de los cronistas clásicos— no se pueden extraer grandes conclusiones precisamente por esa condición parcial o provisional.
En cualquier caso, ello hace aún más sorprendente algo tan insólito como que Ferlosio circunscribiera su narrativa de largo aliento a una etapa tan temprana como breve de su biografía. Industrias y andanzas de Alfanhuí salió a las calles en 1951 en una edición de tirada muy reducida y, aunque evidentemente llamó la atención de cierta crítica avisada, no se puede decir que diera con demasiados lectores. El Jarama llegó a las librerías cuatro años después, en 1955, y envuelto en la prestigiosísima vitola del premio Nadal. Se ha apuntado ya que El testimonio de Yarfoz proviene de ese mismo periodo, aunque no viese la luz hasta 1986. En ese periodo de cuatro años se concentra el armazón narrativo del corpus ferlosiano. Es un péndulo que gira entre dos extremos bien distintos. Si bien hay discrepancias a la hora de juzgar si Alfanhuí se puede considerar una sublimación contemporánea de la vieja picaresca o si se trata más bien de la primera muestra española del realismo mágico —hay que recordar que aún quedan cuatro años para que Álvaro Cunqueiro publique Merlín y familia—, no cabe duda de que El Jarama triunfó incluso por encima de las posibilidades que su autor le sospechaba. Si desde el primer momento su inacción y su retrato de un paisaje y unas clases sociales reconocibles en su inanidad cotidiana hicieron que voces muy autorizadas advirtiesen en sus páginas una sutil metáfora de las cicatrices de la guerra, el propio Ferlosio se cansó de reconocer que el único motor de la novela había sido su empeño por recoger distintos giros del lenguaje oral que él mismo llevaba años anotando y clasificando.
Cabe interpretar, así, la obra narrativa de Ferlosio como una inusual confrontación entre dos modelos literarios, esgrimidos en este caso por un mismo autor con desigual entusiasmo —siempre defendió Alfanhuí, nunca disculpó El Jarama—, que vienen a simbolizar la gran controversia a la que se enfrentó la literatura española en la segunda mitad del siglo XX y que vino dada por la lucha entre el realismo costumbrista, tan consolidado desde la centuria anterior, y la búsqueda de nuevas fórmulas que reengancharan con la tradición clásica española sin desdeñar influencias externas para alumbrar lo que Benet llamó grand style y que podría definirse como una forma de contar que estuviese acorde con su propio tiempo y, a su vez, lo trascendiera. Si bien parece claro que Alfanhuí fue un paso adelante en ese sentido (imposible no hallar cierto simbolismo en ese “extraño alfabeto” en el que escribía su protagonista), también pudiera ser que El Jarama se tratara de un intento de trascender el realismo social echando mano de sus propias armas, y que la incomprensión con que se recibió esa tentativa fuese la que terminara enclaustrando a Ferlosio en sus altos estudios hipotáxicos. En la inmersión absoluta y definitiva en ese extraño alfabeto, personal y deslumbrante, que acabaría por incorporar su nombre al panteón de los indispensables.
CTXT se financia en un 40% con aportaciones de sus suscriptoras y suscriptores. Esas contribuciones nos permiten no depender de la publicidad, y blindar nuestra independencia. Y así, la gente que no puede pagar...
Autor >
Miguel Barrero
Asturiano de Oviedo, 1980. Ha escrito Espejo (KRK Ediciones, 2005), La vuelta a casa (KRK Ediciones, 2007), Los últimos días de Michi Panero (DVD Ediciones, 2008), La existencia de Dios (Trea, 2012) y Camposanto en Collioure (Trea, 2015). Ha colaborado en obras colectivas como la antología Náufragos en San Borondón (Baile del Sol, 2012) o Tripulantes (Eclipsados, 2007).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí