Cádiz. Meridiano Cero
Así como los ríos unen y los mares separan, la naturaleza va imponiendo fronteras que luego la mitología explica
Montero Glez 31/07/2019
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Cuando el mundo se nos muestra como pregunta, lo que subyace en el imaginario colectivo es la respuesta mitológica. Por lo dicho, va a ser Hércules –y no otro– el encargado de desvelar los arcanos que encierran estas geografías, proporcionando respuestas que de otro modo serían poco literarias. Porque, ante todo, la provincia de Cádiz es literatura.
Quiso la leyenda que Hércules llegase a estas tierras para enderezar algunas debilidades que por aquí abajo se cometían. Pero cuando aquí llegó, hizo más labores de la cuenta y eso mismo lo convirtió en héroe popular. Según veredicto, fue responsable de la geografía en esta parte del mundo, juntando las aguas de un mar breve y antiguo con las de un océano tenebroso. Con ello, Hércules abrió una herida en los mapas, algo más que un simple corte entre los que mandan y los que quedan a la otra orilla.
Hay quien todavía se pregunta si todo esto lo hizo Hércules por capricho, por deslumbrar a una mujer o tal vez por las dos cosas, o quizá por ninguna de ellas y entonces lo hiciese sin querer, pues, para todo hay explicaciones. Lo único cierto es que Hércules rubricó su trabajo levantando dos columnas, Calpe y Abyla, a un lado y a otro del brazo de mar resultante. Con ello, marcaría los confines del mundo, ligando cielo y tierra con dos símbolos de firmeza cósmica. De aquel esfuerzo, de las famosas columnas de Hércules, se conservan hoy las ruinas de sus cimientos o, lo que es lo mismo, dos promontorios cenicientos y parejos no sólo en color y textura, sino también en flora y fauna.
Uno de ellos es el que recibió el nombre de Calpe, y que hoy es nombrado como el Peñón, de donde es natural la artista conocida como La Niña de Gibraltar, cantaora de Peteneras y madre de Corto Maltés, bastardo de sangre libre y gitana. Corto Maltés nacería en Malta, tierra de brujos y piratas, un joven que muy pronto se vio poseído por el espíritu inquieto de los aventureros. Hoy su nombre figura junto al de Rasputín en los libros de Historia apócrifa. Ya dijimos que todo Cádiz es literatura.
Cuando el mundo se nos muestra como pregunta, lo que subyace en el imaginario colectivo es la respuesta mitológica
Así como los ríos unen y los mares separan, la naturaleza va imponiendo fronteras que luego la mitología explica. Por no ser menos, será la propia naturaleza del ser humano la que se explique mediante la economía, dando origen a otras fronteras menos naturales pero más comerciales. Asentamientos, gitanerías, bolsas de producción marginal, barrios y afueras, orillas que el Diablo bendice y Dios castiga. Cuna de ángeles. El barrio de Las Callejuelas, en San Fernando, es ejemplo por ser barrio que vio nacer a Camarón y por donde se entretenía en ser torero cuando era niño.
Armado con unas banderillas que él mismo se había hecho en la fragua de su padre, llegaba hasta el campo bravo, a pegarse revolcones y resabiar a las bestias. Es posible imaginar que Camarón estaba poseído por una fuerza cósmica, la misma que dejó presente Hércules a su paso por estas tierras cuando un día llegó a cumplir una de las misiones más peligrosas de su vida, la de robar el ganado al entonces rey y tirano de las campiñas: Gerión.
Mucho antes de Cristo, cuando dioses y hombres estaban unidos por la misma fatalidad y la misma religión, apareció Hércules en la isla de Eritia, donde un tal Euritión estaba al cargo de una manada de toros color púrpura. A Euritión le acompañaba su perro policía de nombre Orto y que ladraba la ley de la propiedad a todo aquel que se acercase a las lindes. Sin duda alguna, la mitología todo lo tiene previsto. Hay que apuntar que Hércules no tuvo piedad con el perro. Lo mató a mazazos y sin concesiones. También hizo lo mismo con Euritión cuando este, al escuchar ladridos, salió a ver qué. No es de extrañar que el alboroto llegase a oídos de Gerión, el gigante, que se retorció en sus tres cuerpos al enterarse de que le habían robado el ganado.
Fue cuando el gigante se dispuso para la lucha contra el forastero. Sería a muerte. Según unos y otros, durante el combate hubo toda clase de tretas y marrullerías. Como corresponde en las luchas a muerte, las malicias y los golpes bajos fueron por ambas partes. También hubo un momento en que Gerión arrancó un olivo de cuajo con el que atacó a Hércules y que acabó hecho astillas, así fue, al chocar contra los pectorales de bronce que lucía nuestro héroe. Ante la avalancha de maderas y ramas de olivo, el gigante Gerión tuvo que cubrirse con las manos. Momento que Hércules aprovechó para huir al bosque.
Cuando Gerión se hubo repuesto, salió en busca y captura de Hércules, pero este le paró la ruta, lanzando una de sus flechas, banderilla envenenada que traspasaría los tres corazones del gigante que no tardó en caer al suelo fulminado. Ocurrió llegando a lo que es hoy la ciudad de Cádiz. De la sangre de la herida de Gerión brotó un árbol místico: el drago. No sé si tengo dicho que la mitología lo tiene todo previsto pues es el mismo árbol que la leyenda identifica con el que hay plantado en el patio de la Facultad de Medicina de la ciudad Cádiz, donde ahora me encuentro, escribiendo estas líneas, a la vez que indago en interpretaciones mágicas que las geografías del sur convierten en certezas.
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