Migraciones vistas desde otra galaxia (II)
Nuscaa, alienígena enviada a la Tierra, observa cómo el discurso xenófobo marca el miedo al otro, al migrante. Se pierde, al final, ¿quién es de dentro y de fuera?
Alba Zamudio (PORCAUSA) 28/08/2019
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Llevo días pensando en si mi análisis y percepciones sobre los procesos migratorios están siendo los adecuados. Sí, quizá, mi visión está siendo un poco limitada. Intuyo que las gafas que usan los llamados países “desarrollados” –ya sabéis, los que se autodenominan sociedad civilizada– para observar las migraciones y gestionarlas me están alejando de la esencia de este análisis. Estoy comprobando que el imaginario colectivo ya parte de una serie de creencias y normas que hacen muy difícil repensar las migraciones. Creo que es necesario que salga de esta óptica para ponerme en la piel de esos migrantes a los que en ocasiones temen.
He decidido ser camaleónica y he adoptado un color diferente al que he llevado hasta el momento: ahora soy negra. Por cierto, debemos actualizar nuestra base de datos: existen muchos más tonos de piel de lo que tenemos registrados.
Como recordaréis, algunos humanos otorgan este color de piel negro a un colectivo que consideran diferente, por lo que su forma de dirigirse a ellos también es distinta –como si ellos fueran parte de otra raza. Ha sido habitual años atrás, aunque percibo aún algunos vestigios.
Quizá fue un error de cálculo pensar que podía combinar ser negra con la nacionalidad española: tengo que estar continuamente dando explicaciones sobre mi lugar de nacimiento. Debido a este color de piel soy percibida como extranjera. Creo que esto tiene una razón de ser: por lo que he podido leer, la inmigración sigue siendo una de las preocupaciones principales de los humanos, por encima del terrorismo. Insisto: la libre circulación de personas es más preocupante que que uno o varios individuos atenten violentamente sobre otros –si ya eres musulmán, ni os cuento. Y ojo, porque lo que ellos denominan terrorismo es muy controvertido: en función de quien perpetúe la violencia será considerado “terrorista”. La etiqueta solo es válida para algunos: si un Estado democrático decide, por ejemplo, atacar a otro Estado con medios similares al de un terrorista, su violencia, según definen, será considerada “legítima”.
La sombra del terrorismo –fortalecida por el discurso dominante, empeñado en señalar “al otro”– lleva a muchas personas a imaginar que los migrantes podrían ser causantes de un posible atentado terrorista. Si a ello le sumamos la crisis económica en la que se ha visto sumida España, ese “otro” pasa a ser percibido como un peligro, alguien que le va a quitar la sanidad o el empleo. Estas sensaciones me llevaron a preguntarme cómo pueden afectar económica y socialmente las migraciones, si es una percepción de amenaza acorde a unos perjuicios económicos y sociales o es infundado irracionalmente. A golpe de click encontré muchas noticias que no dejan indiferente a nadie que indague un poco. Es común encontrar declaraciones de políticos que opinan sobre la repercusión de la entrada de inmigrantes, incluso es más habitual que mientan sobre ello. Al parecer, la líder de un partido político en la Comunidad de Madrid ha comentado indignada que los inmigrantes al “saltar” la valla de Melilla son recibidos “automáticamente” con una tarjeta de sanidad universal –¡menudos gorrones! Como si tener acceso a la sanidad fuese un delito. Esta información es falsa: si la salud y la asistencia médica son un derecho humano universal, no entiendo por qué cientos de personas en España se ven excluidas de este sistema. Si los humanos se permean de estas ideas negativas, es normal que se acojan al simple argumento de “no cabemos” y tengan que competir por los recursos y servicios sociales. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja. Según la consultora McKinsey Global Institute, es habitual que la llegada de trabajadores extranjeros y sus familias tenga un impacto económico positivo en las sociedades de acogida. Generalmente son personas jóvenes, por lo que su aporte en sus primeros años tiende a ser muy positivo debido al bajo uso de los recursos públicos. Y si tenemos en cuenta el futuro demográfico de España y Europa... sería inteligente favorecer que estos jóvenes elijan España como destino si quieren sostener su sistema económico y social.
Y no solo eso, muchos de ellos generan beneficio económico tanto para ellos como para sus familias y comunidades de origen. Lo llaman remesas, una ayuda que resulta fundamental y beneficia a familias más desfavorable económicamente. De hecho, estos aportes pueden resultar incluso más efectivos que otros flujos de inversión como la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), pues no atienden a condiciones impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre sus préstamos, lo que puede coaccionar su gestión macroeconómica. Por si no me seguís, os comento que la AOD es un compromiso que han adquirido los países “desarrollados” para proporcionar ayuda económica a otras regiones “en desarrollo” con el objetivo de reducir la pobreza. Sería una iniciativa más útil si no fuera porque la deuda contraída con el Banco Mundial hace bastante difícil invertir en programas contra la pobreza –lo he leído de un tal John Weeks en Cuarenta años de ayuda externa y de condicionalidad en África.
Los migrantes son… (probar en Google)
Volviendo a mi búsqueda sobre el impacto que generan las migraciones, sucedió algo realmente curioso. Si tecleas en el buscador “los inmigrantes son…” las predicciones son muy desalentadoras: “son un problema”; “son delincuentes”; “son especialmente proclives al crimen” y “son criminales”. La imagen de quienes vienen de fuera parece estar estrechamente relacionada con la criminalidad. Lo he comprobado: desde que tengo esta piel es habitual que me paren las autoridades por la calle para identificarme y comprobar que todo está “en regla”. El problema es que solo una minoría de europeos está verdaderamente informado sobre la inmigración y la integración, por lo que es muy probable que el desconocimiento, junto con discursos xenófobos, generen esta desconfianza. Sin embargo, las estadísticas que elaboran los mismos humanos muestran que, por ejemplo en España, siete de cada diez reclusos son de nacionalidad española, mientras que los tres restantes son extranjeros.
La desinformación genera un discurso tóxico y bulos que terminan por impregnar la sociedad. Un tal Abascal dice que Marruecos “lanza oleadas de inmigrantes clandestinos para chantajear a la Unión Europea”. Atención a las palabras “lanzar”, “oleadas”, “clandestinos” y “chantaje”; no siempre se encuentran tantas connotaciones negativas en una frase de once palabras. Los bulos siguen multiplicándose y los humanos van a tener que reflexionar y discriminar las informaciones a las que son expuestos si quieren ser seres autónomos.
Ha llegado mi hora de dejar la Tierra y me voy con cierto sabor agridulce. Temo que el desarrollo al que tanto se aferra la raza humana se convierta en la moneda de cambio para mantener el privilegio de una parte de la población. Recuerdo aquellos años de colonización… no resultan tan lejanos y al final es lo mismo: unos ganaban siempre y otros perdían sin ninguna opción. Tengo la percepción de que la historia y su progresividad no está siguiendo un curso positivo como probablemente esperan, más bien lo contrario. Va y viene, sin parar, como las migraciones. Ahora mismo están haciendo historia, depende de ellos como quieran ser recordados.
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Parte de los datos de este reportaje provienen de las lecciones de Tumba a tu cuñao, una guía práctica elaborada por porCausa.org sobre migraciones. Más información aquí.
Alba Zamudio es licenciada en Periodismo y Máster en RRII y Estudios Africanos. Colabora en porCausa como periodista e investigadora asociada.
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Alba Zamudio (PORCAUSA)
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