Análisis
Los laboristas, a la izquierda de Podemos
El programa de Corbyn contempla medidas mucho más radicales de las que asoman en otros partidos socialdemócratas europeos. La nacionalización de servicios públicos estratégicos es una de ellas
Mario Cuenda García 1/10/2019
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El 16 de mayo de 2017, el Partido Laborista británico presentó su manifiesto electoral tres semanas antes de que se celebraran las elecciones generales, el 9 de junio de ese año. Contrariamente a lo que vaticinaban las encuestas, el Partido Laborista consiguió su mejor resultado desde 1997, aunque quedó en segunda posición detrás de los conservadores. Los sondeos poselectorales dieron a conocer las razones por las que la mayoría de los votantes laboristas habían votado Labour, la más importante: el manifiesto laborista.
Este documento de 2017 es la piedra angular de la visión política del partido y se basa en cuatro pilares: la nacionalización de los servicios públicos esenciales, un viraje radical en el ámbito fiscal, una defensa férrea de los derechos de los trabajadores y el fin de la austeridad.
La medida estrella es, sin duda alguna, la promesa de nacionalizar servicios como los ferrocarriles, el agua, la industria energética o correos. Muchos de ellos fueron privatizados por Margaret Thatcher en la década de los 80, bajo la premisa neoliberal de que la competencia entre empresas privadas abarataría los precios y mejoraría el servicio para los consumidores.
La medida estrella es la promesa de nacionalizar servicios como los ferrocarriles, el agua, la industria energética o correos. Muchos de ellos privatizados por Margaret Thatcher en los 80
Huelga decir que las predicciones no se han cumplido: el precio del agua ha aumentado un 40% desde los años 80; los billetes de tren están entre los más caros de Europa, los trenes sufren retrasos constantes y están desbordados. Un aspecto indicativo de que el manifiesto laborista capta el sentir popular es que las encuestas demuestran que una sólida mayoría de la población, independientemente de su voto, estaría a favor de nacionalizar el servicio de ferrocarriles.
Para llevar a cabo estos planes, se necesita una recaudación fiscal consecuente y por ello el manifiesto aboga por un sistema fiscal más progresivo. Entre otras medidas, el partido se compromete a ampliar la base fiscal imponiendo un IRPF de 45% sobre el 5% las de personas más ricas: las que ganan más de 80.000 libras esterlinas al año. En estos momentos cotizan al 45% solo los que ganan más de 150.000 libras. La tasa también aumentaría hasta el 50% para aquellos que ingresen más de 123.000 libras anuales.
Según el Instituto de Estudios Fiscales, un órgano independiente que asesora las políticas de los partidos, con esta medida se podría llegar a recaudar 7.000 millones de libras al año, pero también puede suponer un riesgo de fuga de los capitales más ricos.
El manifiesto también se compromete a aumentar el impuesto de las empresas y a poner en marcha un impuesto específico sobre los negocios del importante centro financiero de la City de Londres.
En política laboral el aspecto más importante es la promesa de terminar con los polémicos contratos de cero horas, que permiten a los empresarios contratar sin garantizar ni horario ni volumen de trabajo. Los trabajadores solo trabajan cuando lo necesita el empresario, se les avisa con poca antelación y se les paga por hora. Un trabajador puede trabajar así una o 30 horas a la semana. Estos contratos son la muestra por excelencia de la precariedad laboral: no incluyen baja por enfermedad, concede a los empresarios la posibilidad de disponer de trabajadores prácticamente a tiempo completo –la media de los trabajos es de 25 horas a la semana– pero sin ofrecerles un contrato por una prestación fija con todas las obligaciones que conlleva.
En el aspecto laboral, el manifiesto se compromete a prohibir las prácticas no remuneradas, a introducir cuatro días suplementarios obligatorios de vacaciones al año y a que la diferencia máxima de los salarios en el sector público sea de uno a 20.
Para acabar con la austeridad, promete eliminar la bedroom tax (impuesto de habitación), ejemplo paradigmático del periodo austericida, impuesta por la coalición conservadora y liberal dirigida por David Cameron. En 2012, el Gobierno aprobó recortes draconianos de las ayudas sociales, como que las familias que viviesen en casas de alquiler social, pero tuviesen habitaciones libres, perderían entre 14% y 25% de las ayudas mensuales. El objetivo era que las familias se mudasen a alojamientos más pequeños para poder ofrecer las casas a otros inquilinos en hogares congestionados.
John McDonnell, ministro de Hacienda en la sombra, defendió la reducción de la jornada laboral a 32 horas semanales sin pérdida de salario, avalado por un informe independiente redactado por Lord Skidelsky
Sin embargo, esta medida no ha tenido los efectos deseados. La escasez de hogares a precios asequibles en todo Reino Unido limita las posibilidades de mudarse. Solo un 8% de los afectados había podido mudarse en 2017, frente al 30% deseado por el gobierno. La norma, sin embargo, ha acabado teniendo un impacto desproporcionado sobre una población que ya estaba en alto riesgo de pobreza: al no poder mudarse, las familias pierden una gran parte de las ayudas. En los casos más dramáticos, la muerte de un familiar, como un hijo, y la resultante habitación vacía es motivo suficiente para perder la ayuda.
El manifiesto también busca frenar el endeudamiento estudiantil, del cual el propio Banco de Inglaterra ha avisado de los riesgos, ofreciendo la gratuidad total de los estudios universitarios. Hoy, el precio anual de la matrícula universitaria es de 9.000 libras, tres veces más cara que en 2011, cuando el gobierno de Cameron aprobó la subida.
Medidas radicales
Sobre las bases de estos compromisos sólidos adquiridos hace dos años, se llegó a la conferencia del Partido Laborista del pasado 21 de septiembre, en la que los delegados votaron introducir medidas en algunos casos todavía más radicales en el futuro manifiesto electoral. La más mediática –y controvertida– ha sido el compromiso de suprimir las escuelas privadas. Perderían su condición de organizaciones “caritativas”, se eliminarían las exenciones fiscales que reciben y se redistribuirían sus bienes en el sector estatal.
John McDonnell, ministro de Hacienda en la sombra, defendió la reducción de la jornada laboral a 32 horas semanales sin pérdida de salario, avalado por un informe independiente redactado por Lord Skidelsky, un economista de prestigio. Finalmente, se votó una moción para poner en marcha un “Green New Deal” y reducir a cero las emisiones de carbono netas de aquí a 2030. Ambas propuestas fueron aprobadas casi por unanimidad.
Algunos observadores políticos argumentan que el futuro manifiesto laborista será el más radical de la historia, pero una perspectiva histórica nos permite matizar esta afirmación. En 1945 los laboristas ganaron de forma inesperada las elecciones con una mayoría absoluta aplastante con un manifiesto posiblemente más radical. Las medidas estelares de entonces eran la creación del Servicio Nacional de Salud público y gratuito (la NHS por sus siglas en inglés) y la nacionalización de industrias estratégicas, como la industria del acero y del carbón. El Partido Laborista cumplió sus promesas electorales y creó así las bases del Estado del bienestar moderno.
Volviendo al presente, cabe destacar la radicalidad de las medidas de los laboristas en comparación con la tibieza de las propuestas de los partidos socialdemócratas europeos. Pese a pertenecer a la misma familia política, y compartir grupo en el Parlamento Europeo, el Partido Laborista se sitúa claramente a la izquierda del PSOE en España, por ejemplo, y algunas de sus políticas son incluso más progresistas que las de Unidas Podemos.
Un ejemplo claro es el de las nacionalizaciones. Salvando las diferencias históricas, políticas y socioeconómicas entre España y Reino Unido, Corbyn ha insistido desde el primer día en que su partido las llevará a cabo, mientras que, en España, el PSOE no plantea nada parecido para los sectores estratégicos. Incluso el programa de Unidas Podemos habla de “revertir o frenar privatizaciones” o de “desprivatizaciones”, pero deja de lado las medidas más ambiciosas que se mencionaron en los primeros años de nacionalizar sectores estratégicos.
También son llamativas las idas y venidas del PSOE con respecto a la derogación de la reforma laboral de Mariano Rajoy frente a la defensa férrea del laborismo de los derechos laborales de los trabajadores. A principios de septiembre, Laura Pidcock, ministra de Empleo en la sombra, anunció que su partido crearía un ministerio de los derechos de los trabajadores. En su afán por modificar los aspectos más nocivos de los gobiernos conservadores, el Partido Laborista británico está más cerca de Podemos que del PSOE.
Una transformación radical
¿Cómo se explica la radicalidad de las propuestas laboristas en el Reino Unido? Sin duda un factor esencial en la transformación del Partido Laborista fue la elección de Corbyn en 2015 como secretario general. Unos meses antes, el partido había perdido de forma estrepitosa las elecciones generales y su líder, Ed Miliband, tuvo que dimitir. En los meses siguientes, cientos de miles de personas se unieron al partido, convirtiéndolo en el partido con más afiliados de Europa y triplicando a los conservadores. La unión entre Corbyn, sus aliados más cercanos y una militancia radicalmente progresista ha permitido transformar el partido en apenas cuatro años.
En 2017, todas las encuestas vaticinaban un batacazo laborista, pero el partido obtuvo su mejor resultado desde 1997, cuando Tony Blair ganó las elecciones
Hay sin embargo causas estructurales más profundas que explican la radicalidad del Partido Laborista. En Reino Unido y Estados Unidos Margaret Thatcher y Ronald Reagan aplicaron en los años 80 las medidas más extremas del neoliberalismo. Hoy son los países donde las desigualdades económicas son más amplias y donde más han aumentado desde entonces. No es casualidad que, casi cuatro décadas más tarde, ambos países hayan asistido al nacimiento de opciones radicales y progresistas con posibilidades a gobernar, como son los casos de Bernie Sanders y Elizabeth Warren, que están en cabeza de las primarias demócratas en Estados Unidos.
Una cuestión importante es si puede ganar el Partido Laborista con este programa electoral.
En 2017, todas las encuestas vaticinaban un batacazo laborista, pero el partido obtuvo su mejor resultado desde 1997, cuando Tony Blair ganó las elecciones. El Partido Laborista obtuvo el 40% de los votos y consiguió 262 escaños de 650 frente al 43,2% de los votos y los 419 escaños con los que ganó Blair. Desde entonces, la prensa seria –sea conservadora, liberal o progresista– no cuestiona tanto la capacidad de convicción del manifiesto, sino que critica la competencia del partido para gobernar por su tibieza respecto al brexit.
En 2017, la salida de la Unión Europea se veía como algo todavía lejano. Frente a las pretensiones del Partido Conservador de que el tema principal de la campaña fuera el brexit, Corbyn y el Partido Laborista lograron marcar la agenda y colocar las políticas anti-austeridad en el centro del debate. Aunque la situación socioeconómica sigue siendo parecida a hace dos años, la proximidad temporal y la lucha encarnizada en torno al brexit están más presentes.
La capacidad del Partido Laborista de lograr una victoria dependerá de su habilidad para volver a centrar la agenda en la situación económica y para transmitir a los electores el espíritu de 2017: que será el gobierno for the many, not the few (para la mayoría, no para unos pocos).
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Mario Cuenda García
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