1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Así fue como empezó, con muertos resucitados

¿Sabía usted que el documento cristiano más antiguo que se conserva es la primera carta a los tesalonicenses de Pablo de Tarso? Vea, vea lo que dice en ella

Eugenio Gallego 2/10/2019

<p><em>San Pablo, escribiendo sus epístolas</em>, de Valentín de Boulogne.  </p>

San Pablo, escribiendo sus epístolas, de Valentín de Boulogne.  

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

El 1 de octubre, CTXT abre nuevo local para su comunidad lectora en el barrio de Chamberí. Se llamará El Taller de CTXT y será bar, librería y espacio de debates, presentaciones de libros, talleres, agitación y eventos culturales de toda índole. Puedes hacerte socia/o en este enlace y tendrás descuentos de hasta el 50% en todas las actividades.

Un viejo amigo, tocayo para más intimidad, una de estas tardes de agobiante calor en las que todas las cadenas de televisión, por acuerdo involuntario, o tal vez no, sino predestinación, únicamente emitían  concursos para repartir dinero, diversiones infantiles para adultos, programas de cocina para todos, cotilleos pagados a sus protagonistas, los santificados famosos; y, entre medias, películas de tiros y mamporros a mansalva. Pues, en semejantes circunstancias, a mi tocayo, según me refería  en un correo enviado a mi portátil, habiéndose quedado traspuesto por el calor y el aburrimiento, le había despertado una de sus manos al tropezar con un Nuevo Testamento que debía llevar en el suelo desde quién sabe cuándo.

 “Y no te lo vas a creer”, me escribía. “Al recogerlo para recolocarlo en la estantería, a un tris estuvo de volver al suelo, al leer yo, en una de las páginas por las que estaba abierto, lo que te copio, esperando que no te provoque los mismos trastornos mentales que a mí: ‘Pero no queremos que estéis en la ignorancia, hermanos, sobre los que han muerto; ni os entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza. Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, igual se llevará Dios consigo, por Jesús, a los que han muerto. Os decimos esto con la palabra del Señor: que nosotros, los que vivamos, los que seamos dejados hasta la venida del Señor, no nos adelantaremos a los que han muerto’”.

Ni que decir tiene que me quedé tan aturdido tras la lectura, por no añadir  alucinado –y no sólo por esa absurda preocupación respecto a quién llegaría primero ante Dios, si los vivos o los que hubiesen muerto previamente–, que, conociéndolo como lo conocía, y a sabiendas de que, si no le contestaba en el acto, sería él quien me llamaría –de lo que no me libraría ni aun descolgando el teléfono, porque lo haría una y otra vez, machaconamente, hasta que dejara de comunicar, aunque eso no ocurriese hasta las tantas de la noche–, con el fin de evitarlo, le contesté con una pregunta para salir del paso.

“¿De dónde proviene esa cita? Porque no recuerdo que Jesús –quien supongo que será el Señor– hubiese dicho nada semejante. De no ser que, en alguno de esos recientes hallazgos fortuitos,  se haya descubierto y yo no me haya enterado.”

Unos minutos después de haberle  enviado el correo, ya me estaba contestando, seguramente porque, como había intuido, había quedado a la espera. 

 “¡Qué sorpresa! ¡Conque no conoces la cita! ¡Yo te creía más culto!” –una grosería que sólo le disculpaba porque estuviese medio zumbado por el calor y la televisión. “La cita está tomada de la primera carta a los Tesalonicenses. Y esto sí lo sabrás: se trata del primer documento cristiano que se conserva, del año cincuenta aproximadamente, según la mayoría de los especialistas. Y cuyo autor no te revelo para que no te subas a un taxi y vengas a toda pastilla a partirme la cara por haberte tachado subrepticiamente de ignorante.”

A lo que le contesté con la mayor tranquilidad posible, sin darme por aludido: “No recuerdo, en mi largo periodo de católico, apostólico y romano, haber leído ni una línea de las cartas de Pablo, ni de las de ninguno de sus correligionarios, si es que las hubo; e ignoraba que hubiese escrito a las congregaciones de fieles que había convertido cuando pasó por donde fuese; aunque él no se pondría las medallas, puesto que les predicaba que habían sido elegidos por Dios para serlo desde antes de nacer. Y no hace falta ser ningún genio para concluir que si les escribía era porque ya no estaba con ellos. Pero ¿me podrías explicar a qué viene esa referencia a los  que habían muerto? ¿No era habitual, con los altos porcentajes de mortalidad entre la población del Imperio Romano, que eso ocurriera todos los día y a todas horas, como la cosa más natural del mundo?”.

Esa vez no me respondió inmediatamente. Y ya casi me había olvidado de los muertos y del  Pablo bendito cuando, a la vuelta  de haber bajado al mercado a comprar fruta, me encontré con un nuevo correo, del que no me fue posible olvidarme así como así.

“Disculpa”, me escribía, “no se me había pasado por la imaginación que hubiese que ponerte en antecedentes. La primera carta a los Tesalonicenses habría sido escrita por Pablo, con la presumible colaboración de sus dos compañeros, Silvano y Timoteo, después de una breve estancia en la capital de la provincia Romana de Macedonia, donde habían convertido, por decirlo así, aún a sabiendas de que, para Pablo, los que supuestamente lo hacían, habían sido elegidos por Dios para serlo desde antes de nacer; de modo que no se explica muy bien a qué tantos esfuerzos para lograr algo que tenía que suceder en cualquier caso. Pero, ya sabes, esos son los intríngulis  de las divinidades de todo tipo, también de las seculares.”

A punto de quedarme sin respiración ante tanta omnipotencia, me levanté a por un vaso de agua fresca, mezclándola con unas gotas de un licor de manzanas para quitarle el mal sabor de las cañerías. Y, más sosegado, seguí con la lectura del correo: “Por lo que parece, los tesalonicenses a los que Pablo y compañía habían predicado la resurrección de Jesús después de haber sido crucificado y enterrado –y de los cuales, salvo que antes daban culto a los que Pablo denomina, genérica y despectivamente, ídolos, aunque sin explicitar ninguna determinación en concreto que nos hubiese permitido conocer algo de sus creencias originarias, si bien, hay que reconocérselo, tampoco escribía para informar a unos tipos de los que estaba absolutamente seguro que no llegarían a existir–, nunca sabremos qué fue lo que les llevó a creer que no morirían o, que de hacerlo, también ellos, como Jesús, resucitarían, más bien pronto que tarde. Y te añado que con lo que me atrevo a calificar del premio más gordo de la lotería: que quienes hubiesen creído en la resurrección de Jesús recibirían, no un sueldo para toda la vida, sino la vida para siempre y en un recuperado Paraíso Terrenal. Y lo dejo para que hagas cábalas sobre la psicología de unos personajes que se creen esas cosas y que te puedas comer los codos de envidia por el premio antes de exponerte la continuación”.

Y el muy cabronazo lo dejó ahí. Y aunque inmediatamente  lo llamé para reclamarle que lo hiciese sin más dilación, el cachondo no me cogió el teléfono. Así que me quedé a la espera de cuando le diese la real gana de hacerlo. Y entretanto, abriendo y cerrando el portátil por si volvía a aparecer  un nuevo mensaje.

Con esa zozobra e incertidumbre me mantuve, el estómago tan agarrotado que ni pude cenar, y dejándome lavar el cerebro con los comentarios y opiniones, expuestas como verdades absolutas, por parte de unos tertulianos, autodenominados analistas políticos, hasta que me llegó un pitido, anuncio de que acababa de entrar un correo en el portátil. Mas esa vez me enroqué, decidido a vengarme no descargándolo, dando por supuesto que sería de mi tocayo y convenciéndome a mí mismo de que lo hacía para así poder dormir tranquilo. Cuando de eso nada de nada. No obstante, aguanté, repitiéndome que no lo abriría por nada del mundo, hasta las cinco de la mañana, cuando ya no pude resistir más y encendí el ordenador para ver qué me había enviado.

Y entonces sí que estuve a punto de darme de bofetadas y partirme la cara por tonto. Pues el correo no había sido de él, sino de un portal de no sé dónde que todos los días, a cualquier hora, me envía algún artículo de los que se supone que me habrían de interesar, en cualquiera de las lenguas occidentales. Ante lo cual, echando pestes de lo divino y lo humano, me duché, me vestí y me bajé a la calle, por donde a esa horas no me cruzaba prácticamente con nadie, caminando hasta que me encontré, en la Glorieta de Cuatro Caminos,  un bar abierto, donde me desayuné un café con leche y una ración de porras, más una copa de cazalla para coger fuerzas para la vuelta, aunque esa vez lo hice en el Metro.

Ya en casa, me metí en la cama y me quedé profundamente dormido. Hasta que me despertó un insistente y vigoroso aporreo en la puerta, mientras no dejaba de sonar el timbre, dándome tal susto, ante semejante escándalo, y la mala fama añadida que me estaría ganando con los vecinos –de no ser que fuesen ellos los causantes, por haberse declarado acaso un incendio–, que salté de la cama y me lancé corriendo en calzoncillos a abrir la puerta.

Y, mira tú, era mi tocayo, quien, antes de que pudiese decir ni mu, que indudablemente habría sido un me cago en tus muertos, ya me estaba llamando de todo por haber tardado tanto en abrir, dándome tal empujón que a punto estuve de rodar por el pasillo. Y siguió, ya sentados en el salón, echándome la bronca del siglo por no haberle respondido al correo en que me contestaba a lo que le había preguntado sobre los muertos. Que no  lo había hecho cuando lo vio al volver a casa porque era muy tarde y me lo había enviado en cuanto se levantó por la mañana.

–Pues voy a leerlo.

–Para qué, si me tienes a mí delante. ¿Qué querías saber en concreto?

–Que por qué tanta preocupación por los que habían muerto.

–Por los muertos en general, no; sino por los suyos.

–¿Qué pasa? ¿Que los suyos eran diferentes?

–¡Y tanto! ¿Es que no conoces de lo que trata la carta a los Tesalonicenses y por lo que la estoy estudiando?

–¡Que la estás estudiando! ¿Desde cuándo?  ¡Si tú no eres cura!

–¡Ni que fuese necesario! Porque me dio por leer los primeros documentos del movimiento cristiano; y la carta a los Tesalonicenses de Pablo resulta ser el primero. Aunque de haber sabido que me iba a encontrar con el inminente fin del mundo, tal vez no habría empezado. 

–Bueno, vale. Pero ¿por qué te escandaliza tanto?

–¿Es que no lo sabes? ¿Tienes a mano un Nuevo Testamento?

–Supongo que sí ¿Te lo traigo? –y como me lo confirmó, se lo fui a buscar.

–Atiende –me dijo, cuando encontró lo que buscaba–. “Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, igual se llevará Dios consigo, por Jesús, a los que han muerto, porque el Señor mismo, con una orden, con la voz de un arcángel y con la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán primero, y después nosotros, los que vivamos, los que hayamos quedado todavía, junto con ellos, seremos arrebatados a las nubes para salir al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos unos a otros con estas palabras.” ¿Qué te parece?

–Más largo que el que me mandaste antes. Y me sigue sonando a chino.

–Está visto que te tengo que exponer las circunstancias de la carta.

–Se agradecería.

–Pues que Pablo les había predicado, en el poco tiempo que debió residir en Tesalónica, que todos estarían vivos cuando reapareciera el Señor a instaurar con ellos, y con todos los que hubiesen creído en su resurrección, el Reino de Dios, un renovado Paraíso Terrenal. O eso es lo que ellos habían entendido. Por lo que, cuando empezaron las muertes, con el inevitable pitorreo de los familiares y amigos que, en su momento, les habían prevenido para que no creyesen en tales idioteces, debieron empezar las deserciones. Y sería al llegarle a Pablo noticias de lo que estaba pasando, cuando escribió la carta  para contener la sangría.

–¿Y lo consiguió?

–No sabría qué decirte. Tampoco me habría creído que iba a haber gentes que se creyesen que no iban a morir y ahí los tienes.

–Bueno, dejémoslo. Sólo una cosa para acabar. ¿Te enteraste de dónde provenía el dicho de Jesús al que Pablo recurrió para tranquilizar a los fieles por las muertes?

–Del mismo manantial de muchos de sus dichos, supongo. De la necesidad de echar mano del presupuesto Jesús histórico para justificar todas las novedades que irían surgiendo en las agrupaciones de sus seguidores.

–¿Por ejemplo?

–La predicación a los gentiles, y ya no te digo la de que era Dios. Te voy a leer una cita que he traído a sabiendas de que me ibas a preguntar por ese dicho extra canónico de Pablo.

–¡Con Que venías preparado! Mas lee lo que sea y te marchas, que, por tu culpa, estoy que me caigo de sueño.

–Allá va –y, sacando una ficha de uno de los bolsillos de la chaqueta, leyó–: “Que no sólo la tradición sinóptica, sino también el cuarto evangelio contiene elementos que, a pesar de las alteraciones que el evangelista les ha hecho sufrir para adaptarlos a sus fines, pueden y deben ser utilizados por el historiador, deseoso de reconstruir lo que podamos saber de la vida histórica de Jesús de Nazaret”. Oscar Cullmann, Eiden kai Episteusen. A quien pido disculpa por mi interpretación, que tal vez no compartiría.

–¿Qué es lo que no te convence? 

–Que la parte hegeliana de mi mente me prohíbe conocer las alteraciones de algo sin tener delante el original. Con que dicho lo cual te dejo para que duermas. Nos llamamos. Hasta otra.

------------------------

Eugenio Gallego. Veterano editor (Alianza, Mondadori, Electa), ha sido traductor de autores como Manzoni y Sciascia, y ha colaborado en medios como Claves, Revista de Occidente, La Cueva de Zaratustra y Vardar Manzoni. 

El 1 de octubre, CTXT abre nuevo local para su comunidad lectora en el barrio de Chamberí. Se llamará El Taller de CTXT y será bar, librería y espacio de debates, presentaciones de libros, talleres, agitación y...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Eugenio Gallego

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

1 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. Fattasbackett

    Todo el texto es un dislate que produce sonrojo: desde las erratas hasta frases sin verbo, por no hablar directamente de chorradas (dice que la carta es el primer documento cristiano que se ¡conserva!). Para los interesados en el argumento, Emmanuel Carrere lo trata “un extenso” en su novela “El Reino”.

    Hace 4 años 6 meses

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí