La Transición: ‘smells like teen spirit’
El último libro de Louie Dean sitúa el origen social de nuestra democracia en un marco previo fundamental para comprender la aceleración de los cambios que sucedieron a la muerte de Franco
Gutmaro Gómez Bravo 2/10/2019
Concierto de Leño en Getxo en 1981.
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Louie Dean dejaba Harvard en 2011 para iniciar una investigación sobre la cultura juvenil entre el final del franquismo y la Transición. Llegaba a Madrid, una ciudad convertida en epicentro de un movimiento tan nutrido de rebeldía juvenil como el 15-M. Nada hacía presagiar en ese momento que buena parte de esa geografía urbana y popular se fuera a desvanecer con el paso del tiempo. La misma ciudad albergó no hace mucho, en febrero de 2019, una manifestación de signo muy contrario. Por vez primera desde la muerte de Franco se notaba una fuerte presencia pública de la extrema derecha en las calles de Madrid. Un hecho que la mayoría de analistas e historiadores han interpretado dentro de un proceso global con variantes regionales; hasta ahí el acuerdo porque las diferencias llegan cuando se trata de integrarlo como un síntoma de normalidad dentro de la evolución de los sistemas de partidos europeos o, por el contrario, en dar la voz de alarma dado el riesgo de involución que supone para la joven democracia española.
Antiauthoritharian youth culture in francoist Spain. Clashing with Fascism, del historiador Louie Dean Valencia-García (Bloomsbury Academic, 2018) sitúa el origen social de nuestra democracia en un marco previo fundamental para comprender la aceleración de los cambios que sucedieron a la muerte de Franco. La cultura juvenil que fue entrando en la España de los años sesenta y setenta marcó un cambio generacional fundamental para establecer una paulatina desconexión con la mentalidad dominante impuesta por la dictadura desde la propia Guerra Civil. El alejamiento de ambas cuestiones, guerra civil y del propio franquismo, fueron vitales para un nuevo sistema de valores mucho más cercano a la ética antiautoritaria y a las prácticas libertarias que a un pensamiento político fijo y determinado. Movió los cimientos de la dictadura mucho antes que la propia formación de los bloques que fraguaron las alternativas democráticas, muy lastradas todavía por el peso de la clandestinidad. Un proceso subterráneo pero público, en el que tuvo mucho que ver la desigual llegada e irrupción de la cultura y estética contracultural, que rompió, de forma desigual pero profunda, con el molde autoritario y militarista de la mentalidad franquista. Uno de sus resultados más visible fue la explosión juvenil de los años ochenta, conocida mundialmente como la movida madrileña, pero no fue, ni mucho menos, su única manifestación.
Una cuestión, esta, compleja, que no es fácil de explicar, ni mucho menos de demostrar, que es abordada a través de la investigación en archivo y del análisis de la documentación pero que, sobre todo, se consigue hilvanar a través de un trabajo de historia cultural nada común en la historiografía española. Solo por ello, además de por su capacidad sugestiva, debería generar un importante debate sobre las formas de mirar y hacer historia en torno al pasado reciente español, sobre todo, cuando como aquí ocurre, muchos de los protagonistas y actores siguen vivos y han ido cambiando a lo largo del tiempo, como lo hemos hecho todos nosotros. Algunos han participado, por significar dos polos de nuestro presente, en la onda expansiva del 15-M y otros, en cambio, fueron a la manifestación celebrada en febrero pasado. Este libro muestra muy bien ese cambio, sólo que se sitúa cuatro décadas atrás, cuestionando con ese movimiento de forma muy seria, el molde clásico de situación e interpretación de los orígenes de la Transición.
Como se ha dicho muchas veces, la llegada a la madurez de una generación que no había hecho la guerra civil, significó el principio del fin para el Régimen. Ese cambio generacional sentaría las bases de un futuro consenso fraguado sobre distintas opciones políticas, herederas todas ellas del Frente Popular o de la CEDA, que se habrían ido manifestando en distintos hitos en la formación de la nueva identidad de la oposición democrática como fueron 1956, 1962 o 1975. Sin embargo, opone Valencia-García, al menos desde 1968, se fueron configurando “nuevos espacios de disidencia”, que, especialmente en el ámbito urbano, dejaban de nutrirse de las formas de oposición clásica y tradicional tanto del movimiento obrero como de la esfera liberal que se daban cita en la oposición estudiantil dirigida por las organizaciones políticas presentes en la Universidad.
Hubo otras realidades que emergieron al mismo tiempo pero en los márgenes de los núcleos reconocidos como centrales en la oposición al franquismo. La conquista de la calle, del espacio público, desde lo lúdico y lo festivo, englobaba una capacidad reivindicativa que los nacientes grupos políticos se disputaban y que la represión franquista era incapaz de contener. La imaginación, la espontaneidad, la autonomía que había presidido buena parte de la izquierda europea en mayo del 68, llegaba entonces a un país rejuvenecido demográfica y culturalmente antes que “maduro” políticamente. Llegaba una sociedad volcada en la recuperación del Carnaval y en unas fiestas populares coronadas, como las del Barrio de Malasaña de 1977, con una pareja de jóvenes que, espoleados por su grupo de amigos, se subieron desnudos a uno de los símbolos nacionales por excelencia: la estatua de los Héroes del Dos de Mayo, situada en el centro de dicha plaza. La resaca del 68 también llevó la fascinación por la violencia a determinados sectores juveniles, aspecto por el que se pasa tal vez muy deprisa en el libro pero que también fue decisivo, en determinados momentos, para conciliar el miedo y los fantasmas de un más que posible riesgo de golpe de Estado involucionista.
El lector, por concluir, descubrirá muchos más aspectos que ahondan en esta lectura de desmontaje y ruptura con el franquismo desde la cultura rebelde juvenil, que pronto se iría transformando, fruto y efecto llamada de los cambios que había producido la etiqueta “joven” en la propia industria cultural. Lejos de los manidos tópicos y estereotipos, de los clichés sobre esta época de aquellos que hicieron todo y de todo, este libro dota de inteligencia política a sus protagonistas, a través de una forma nada convencional, esto es, a través de sus propios gustos y provocaciones. Algo, hay que insistir, muy difícil de hacer y conseguir en un libro de investigación histórica.
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Gutmaro López Bravo es profesor titular del Departamento de Historia Moderna y Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid.
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Gutmaro Gómez Bravo
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