
Un marine descansa sobre una bomba sin detonar en Saipán en 1944.
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El tío Pepe emigró de Manzanillo, Oriente, Cuba, a Nueva York. Para eso se compró un pasaporte. Pasó de llamarse Martínez a llamarse López, como el antiguo propietario del pasaporte. López es, por tanto, Martínez en inglés. Todo lo que me ha llegado del tío Pepe es, no obstante, triste. Trabajó toda su vida en el Plaza Hotel, y tuvo un hijo. Apenas se sabe nada de ese hijo. No sé ni su nombre, si exceptuamos la partícula López. Fue el primero de nosotros en ir a una universidad. Supongo que Columbia. Y, antes de la guerra, llegó a escribir una novela. De personaje colectivo, me dijeron, como las de Dos Passos. Supongo, por tanto, que tuvo que haber sido marxista. Su padre publicó la novela, con su escaso dinero, cuando su hijo murió. Murió extraordinariamente joven, en la guerra, tarde, en 1945, ya en suelo alemán. Por una bala perdida. Era una zona limpia y un momento sin tensión. Se escuchaban disparos muy lejanos, inocentes. De pronto, cayó fulminado por una bala, que llegó sin sonido alguno. Eso fue, al menos, lo que le explicaron a la familia en una carta. Fin de la historia. Nunca sabré más de todo esto. Quizás, con el tiempo, sólo sabré menos. La historia no aporta nada sobre las balas perdidas. Simplemente confirma lo que ya sabía de las balas perdidas.
Las balas perdidas no tienen destinatario. Las lanzó alguien, en algún sitio, hacia todas partes, y en otro tiempo. No te las lanza a ti. No apunta. Te llegan porque estás, por azar, en esa trayectoria. No te llegan, así, por ser, sino por estar. No son en tu honor. Vienen de una furia ajena a ti. Estás expuesto a ellas siempre. Van por la calle y por tu cocina. No las esperas, ni hacen sonido alguno. Quizás alguien desesperado empezó a disparar hace años. Quizás hirieron a alguien, que tal vez empezó a su vez a disparar en todas las direcciones. Es imposible cruzar una vía sin exponerte a ellas. Son incomprensibles, causan dolor, heridos. Son algo, por tanto, propio de la guerra, esa locura. Con personaje colectivo. Nunca conoces a todos los personajes implicados en una bala perdida, al menos.
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo) y de 'Caja de brujas', de la misma colección.
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