La tarde antes de la batalla
El movimiento por la independencia de Cataluña está ahora más resabiado y malhumorado y se enfrenta a nuevos dilemas
Marga Durá Barcelona , 21/10/2019
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Días de caminatas, desde todos los rincones de Cataluña, culminaron con una manifestación multitudinaria que paralizó Barcelona y dejó impresionantes imágenes aéreas de participación. La concentración recordaba lejanamente a “la marcha de la libertad” de míticas diadas como la de 2014, el pistoletazo de salida del nuevo independentismo. Y digo lejanamente porque la cantidad de participantes no es equiparable (en aquel año se contabilizaron 1,8 millones de personas) y porque ha llovido mucho desde entonces (el fiasco de la declaración de independencia, la sentencia del procés y las violentas imágenes de las últimas noches). Aquel movimiento del 2014, tan de barbacoa y de buenas intenciones, está ahora más resabiado y malhumorado y se enfrenta a dilemas diferentes a los de antaño.
Muchas son las corrientes y opiniones que se mezclan (y en ocasiones se enfrentan) en el seno del independentismo de a pie. Hemos querido conocerlas de primera mano. Una salvedad: en este reportaje se reflejan las opiniones más reiteradas y por ende más representativas de los entrevistados que acudieron a esta concentración, aunque, por razones obvias, una servidora no encuestó a los 525.000 asistentes. Y otro apunte obvio: sus opiniones representan tan sólo a una parte de Cataluña.
El por qué de la manifestación
Las razones de los manifestantes para participar en “las marchas por la libertad” tenían como compás de fondo la reivindicación de la independencia y como melodía de entrada la indignación por la sentencia. “Hemos venido a hacer efectiva la república catalana. Queremos que se haga efectivo el mandato del pueblo del 1 de octubre”, comenta un señor de Terrassa (Barcelona) de unos cincuenta años mientras se pelea con el nudo de su estelada que parece no llevarse muy bien con el mástil al que tiene que unirse. “Hemos de dar visibilidad a nuestra causa. Que vean que cada vez somos más y más, y a ver si así España se aburre de nosotros y nos da la independencia. Y también protestar por la injusticia que supone esta sentencia”, argumenta una señora que roza la cincuentena y que ha caminado siete horas desde San Quirze del Vallès (Barcelona).
“Yo estoy aquí para expresar la indignación que siento porque llevamos mucho tiempo pidiendo que hubiera un diálogo y cada vez nos hacen menos caso”, afirma una señora de unos sesenta años que ha venido desde Girona.
“Queremos protestar por la politización del sistema judicial español. Es evidente que la sentencia ha castigado las ideas políticas. Es un sistema que no funciona, es un chiste, un tenderete”, mantiene indignada una estudiante de Roquetas (Tarragona) afincada en Barcelona.
Vista la reacción, si la sentencia hubiera sido más ‘blanda’, ¿se hubieran quedado en casa? Por más blanda, les sugiero que podríamos entender que sólo hubieran sido condenados por desobediencia. “No, hubiéramos hecho lo mismo. Tal vez si hubiera habido absolución, no hubiéramos protestado, pero hubiéramos seguido reclamando la independencia”, responde una señor de unos 40 años que ha acudido a la manifestación con su hijo. (Inciso: en la concentración se ven algunos padres con sus hijos, pero muchos menos que en los de las manifestaciones de los primeros tiempos).
“Yo creo que nos hubiera dado un poco más de esperanza. Hubiéramos pensado que nos entendían y que aún había posibilidad de diálogo para pactar la independencia”, me confía una joven, de unos 30 años, que se ha desplazado desde Tossa de Mar (Girona).
La declaración de independencia fue sueño… ¿o engaño?
Según la sentencia del procés, la razón por la que los nueve acusados no han sido condenados por rebelión es por que sabían de antemano que la república catalana no se materializaría y jugaron con las esperanzas de los “ciudadanos ilusionados” para presionar en una futura negociación. Supongo que parte de esos “ciudadanos ilusionados” siguen “ilusionados” y son los que han acudido a la manifestación. Al tratar el tema, la mayoría de ellos reconoce el engaño y lo justifica. “Yo sí que me lo creí. Estaba de viaje y quería celebrarlo a mi vuelta, pero entonces ya no había nada que celebrar. Nos engañaron, pero yo creo que a ellos también les engañaron, que se pensaron que habría un diálogo que no hubo”, excusa un hombre de 40 años que ha venido desde Girona. “Yo no me lo creí en ningún momento, se veía que no iba a tener ninguna validez y no salí a celebrarlo como hicieron otros amigos míos. Pero tampoco me siento engañado, porque en ese momento ya no se podían echar atrás”, explica un joven estudiante barcelonés. “Yo estaba en mi casa con mis padres y ellos se pusieron súper contentos, pero yo sabía que no iba a salir. Escogieron un momento en que no tenían fuerza suficiente y en eso se equivocaron”, comenta una estudiante de Lleida que vive en Barcelona. “Yo me lo creí y lo celebré en la plaza Sant Jaume con cava y música y después tuve una gran decepción. Pero entiendo por qué lo hicieron”, justifica un barcelonés de unos 50 años.
Fe ciega en la independencia
Todas las personas a las que entrevisté no tienen la menor duda de que la independencia se declarará y cuando les insto a que me digan cuándo, la mayoría coincide en que en un margen de dos o tres años. Casi se molestan cuando inquiero sobre los escollos que se tendrían que superar y no muestran dudas sobre la viabilidad de la república. “Es que aquí lo hacemos todo bien y tenemos lo que se necesita: la mejor industria, los mejores médicos, las mejores escuelas, incluso el mejor clima. No necesitamos a nadie para hacer lo que queremos y ser un país normal. Igual lo único que nos faltan son políticos”, declara ufana una señora de 50 años de Sabadell (Barcelona). “Es verdad que el Estado español no se sentará a negociar, porque los que tienen el poder no lo hacen hasta que sienten que lo van a perder. Pero alguien, de aquí o de fuera, tendrá que forzarles a hacerlo”, asegura un señor de unos 60 años de Vic (Barcelona).
Como respuesta a mi pregunta, se repitió varias veces el “alguien tendrá que hacer algo” y cuando intenté concretar quién era ese misterioso alguien, aludieron vagamente a una intervención internacional, aunque también reconocieron que confían poco en la ayuda del extranjero. Para muestra, un botón: “Nos movilizamos, porque el gobierno no tiene ahora suficiente fuerza institucional y el pueblo debe empujar. De esta forma, quizá alguien, no sabemos quién porque en Europa no nos apoyan, diga: ‘vale, dejadles votar’”.
La cuestión de que aproximadamente la mitad de los catalanes no compartan sus aspiraciones independentistas no les parece un obstáculo. “Tenemos que conseguir ser más y vamos por ese camino. Con la sentencia se ha conseguido que mucha gente se pase al independentismo. Tenemos que seguir creciendo, desde las bases y lo estamos consiguiendo, porque a estas protestas se han unido muchos jóvenes y eso no se había visto antes. Llegará un momento en que habrá un sorpasso y seremos mayoría. Y entonces se tendrá que plantear el referéndum”, comenta la señora de Sabadell.
Entre el “apretad” y el “no nos representan”
Mientras llevaba a cabo estas entrevistas, realizadas cerca del escenario que se montó en Gran Vía con Paseo de Gracia, a escasos metros, en Vía Layetana y Plaza Urquinaona tenían lugar los altercados más virulentos de una semana en la que Barcelona ha sufrido noches de violencia nunca vistas en su historia reciente. La postura de los manifestantes entrevistados ante los altercados es cuanto menos ambigua. Sólo una de las entrevistadas, la señora de San Quirze, se acerca al “no nos representan” que mantiene ERC. “Es condenable. Son cuatro gamberros, jóvenes y con la cabeza mal amueblada y cuatro infiltrados que los animan. No representan a la masa porque este movimiento es pacífico”.
El resto de entrevistados parece más proclive a suscribir aquello de que “el fin justifica los medios”. “La gente está exaltada y descontrolada y da miedo. Pero también pienso que el tema pacifismo está sobrevalorado. Yo no lo haría, porque no es correcto, pero entiendo que se tiene que llamar la atención de alguna manera”, dice una estudiante barcelonesa. “Es que tenemos que ser realistas: hace falta dar muchos golpes para llegar a la independencia. No está bien, pero es la única forma que veo posible. Nos estamos defendiendo ante la represión”, afirma un barcelonés de 40 años . “Ninguna revolución ha triunfado sin algo de violencia. No hablo de pegarse, pero sí de movilizarse más en serio”, comenta una estudiante de Deltebre (Tarragona).
Reflexión final
Varias horas después de estas entrevistas y tras cubrir los altercados de Vía Layetana, esta cronista pasea por el mismo lugar en el que discurrió “la marcha por la libertad” y constata que poco queda del ambiente festivo en el que esta discurrió. Me parece que han pasado siglos desde que realizaba estas entrevistas y no sé hasta que punto, aunque solo hayan trascurrido horas, el mensaje ha quedado ya obsoleto.
No hace falta ahondar en el escenario de contenedores quemados, piedras y destrozos que ya se ha retratado estos días con profusión. El metro de plaza Catalunya ha tenido que cerrar sus puertas por los incidentes y grupos de encapuchados huyen por el centro de la ciudad y por el Eixample, mientras las furgonetas de la policía y los agentes les persiguen, subiendo los vehículos a las aceras. El panorama no tiene nada que ver con el anterior: violencia policial, hogueras, periodistas detenidos, heridos…
La nueva imagen se superpone a la de unas horas antes con una contundencia aniquiladora.
Ya está abierto El Taller de CTXT, el local para nuestra comunidad lectora, en el barrio de Chamberí (C/ Juan de Austria, 30). Pásate y disfruta de debates, presentaciones de libros, talleres, agitación y eventos...
Autor >
Marga Durá
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí