Señales de humo
La embarazada prehispánica que recogía caracolas
Ana Sharife 6/11/2019
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Hacía ocho siglos que los restos óseos de una joven canaria prehispánica en avanzado estado de gestación esperaban ser descubiertos. Bajo la cavidad pélvica de la madre, los huesecillos de un bebé en posición oblicua y una distocia de hombro hacían deducir lo peor. Un hallazgo triste y conmovedor, colmado de significados, que además destacaba por su excepcionalidad, al tratarse de los restos de la única mujer embarazada aborigen que se conoce hasta la fecha en Canarias.
¿Qué edad tenía la joven?, ¿de qué murió?, ¿por qué su hijo no llegó a nacer?, y, sobre todo, ¿cómo eran los índices de mortandad femenina en edad fértil en tiempos prehispánicos?, ¿cómo eran los roles de género?, ¿cómo sobrevivían?
Los huesos reposaban en una finca de cultivo situada en Lomo de Juan Primo, en la costa de Gáldar (Gran Canaria). Un área cementerial de apenas 100 metros cuadrados integrada por otras 15 fosas simples excavadas, cuyos cuerpos estaban extendidos y cuidadosamente envueltos en un sudario de piel o tejido vegetal. La localización casual de estos vestigios óseos en el año 2007 se convertiría en uno de los hallazgos más singulares que tenía reservado a los arqueólogos del Servicio de Patrimonio Histórico del Cabildo grancanario.
El estudio resultante acaba de ver la luz. Hoy sabemos que la aborigen canaria era muy joven. Tenía unos 20 años. Los esqueletos de ambos (madre y feto) estaban bien conservados, compatibles con un embarazo prematuro. También sabemos que pescaba y recogía caracolas, y que madre e hijo murieron entre la semana 33 y 35 de embarazo.
Los restos óseos de la joven de la tumba número cuatro, enterrados en la necrópolis prehispánica de la costa de Gáldar, fechados por métodos de radiocarbono entre 1270 y 1400, han ido relatando minuciosamente a los investigadores cómo afrontaban las antiguas canarias los nueve meses de una gestación y cómo se relacionaba en su contexto vital.
El descubrimiento, integrando arqueología y etnohistoria desde una perspectiva de género, ha proporcionado a los arqueólogos una ventana abierta al embarazo y los partos en la mujer aborigen de Gran Canaria. Un hecho que únicamente ha podido ser documentado arqueológicamente en España en otros cinco casos, posiblemente debido a la extrusión fetal post mortem.
Jonathan Santana Cabrera, Martha Alamón Núñez, Verónica Alberto Barroso y Teresa Delgado Darias, investigadores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, el Museo Canario y la empresa Tibicena acaban de publicar en la revista Homo: Journal of Comparative Human Biology el resultado de su trabajo bajo el nombre Explorando los riesgos que acompañan a la maternidad en la sociedad aborigen en Gran Canaria.
Era mariscadora
A lo largo de la costa de Gran Canaria, “la pesca y la recolección de mariscos fueron fundamentales para la subsistencia de los antiguos canarios, una faena en la que”, según fuentes etnohistóricas, “participaban en igual proporción hombres y mujeres”.
La joven sufría exostosis auricular en el canal auditivo izquierdo (“oído surfista”), revela la investigación, “como respuesta al contacto diario y prolongado con el agua fría del mar”, de lo cual se deduce que trabajaba pescando y recogiendo caracolas, posiblemente a lo largo de todo el embarazo.
Cuando la joven aborigen sonreía una hipoplasia del esmalte dental destacaba en su rostro. También sufría una ligera osteoartritis en las vértebras lumbares que “nos habla de la nutrición durante los años críticos de su desarrollo”. Ambas “dolencias tienen su contexto histórico y cotidiano: se estima que el 20 por ciento de la población de la Gran Canaria anterior a la Conquista sufría de osteoporosis no senil, lo que varios estudios atribuyen a una dieta baja en proteínas y sustentada, fundamentalmente, en la ingesta de carbohidratos de cultivos agrícolas”.
Las antiguas canarias también tejían, sembraban, cosechaban y procesaban lo producido con molinos de mano. “Trabajos igual de importantes para la reproducción social”, que “concuerdan con los marcadores esqueléticos de esfuerzo físico donde destacan los movimientos de la flexión y pronosupinación del brazo, en combinación con movimientos de la mano” y, además, “se distancian significativamente del preservado para los hombres aborígenes”, cuyas labores eran “de mayor envergadura y exigencia física”.
Mayor mortalidad femenina
Se sabe que a la joven le faltaba apenas un mes para dar a luz y que ambos (madre e hijo) podrían haber muerto debido a complicaciones durante el último período de embarazo. “La disposición de los restos del feto en su región abdominal apunta una posible mala colocación, la presentación de un parto difícil (distocia) que puede deberse a muchos factores que alteran el proceso normal, como el gran tamaño del feto, la presentación cefálica desviada, nalgas, hombros, etc.”.
Aunque su verificación en contextos arqueológicos es algo difícil, “su alta incidencia en la población actual respalda considerarla una posible causa de muerte materna y fetal en el pasado”. Sin embargo, en la investigación los expertos exploran otras posibilidades. “Entre los síndromes que pueden causar la muerte en el tercer trimestre del embarazo se encuentran pelvis contraída, senescencia placentaria, desprendimiento placentario e infecciones agudas, o la eclampsia”.
A día de hoy, la eclampsia “está detrás del 15% de la mortalidad materna en todo el mundo”, según la Organización Mundial de la Salud (dato de 2012), y “en el 90 por ciento de los casos ocurre en torno a la semana 34”. Lo que refuerza la idea de que “la mortalidad materna es algo a lo que la humanidad se sigue enfrentando en muchos puntos de la tierra”. La propia OMS indica que cada día mueren en todo el mundo unas 830 mujeres por complicaciones relacionadas con el embarazo o el parto.
La evidencia osteoarqueológica ya indica que hubo una mayor mortalidad entre las antiguas canarias de 20 y 35 años (edades reproductivas). Sin embargo, “estos datos por sí solos no son suficientes para dilucidar el fenómeno en estudio”. Como sucede en la actualidad, “las muertes durante el embarazo representan sólo una pequeña fracción asociada con la reproducción; la mayoría son el resultado de infecciones agudas y hemorragias posparto, como el 20% de los casos actuales se pueden atribuir al exceso de trabajo de la madre gestante, la pobreza, el aislamiento o la violencia”, señala la investigación.
Venerada fertilidad
Gran Canaria disfrutó de “un aumento en la productividad agrícola excedente desde el siglo X”, con una proporción notable de recursos marinos y carne y productos lácteos de su ganado, “que se observa, especialmente en la aparición de grandes graneros colectivos fortificados para conservar alimentos, y un aumento en el número de aldeas en toda la isla”.
Esto se debe a “que las comunidades se vuelven menos sensibles a las condiciones externas y pueden mejorar la disponibilidad de recursos”. A pesar de que “la evidencia osteoarqueológica y etnohistórica sugiere que las mujeres tenían un estatus social más bajo en comparación con los hombres, lo que se manifiesta, por ejemplo, en el acceso desigual a los alimentos”, esto no impidió “que las capacidades reproductivas de las mujeres fueran veneradas, con una mayor asignación de alimentos durante el período previo al matrimonio y el embarazo”, para así proveer a las madres y a sus hijos de más opciones de supervivencia durante la gestación y primera crianza.
“Esta estrategia habría resultado efectiva para asegurar la reproducción biológica del grupo”. De hecho, “la fertilidad de las mujeres como un aspecto preeminente de las costumbres rituales de los antiguos canarios es evidente en sus representaciones simbólicas, lo que sugiere que desarrollaron todo tipo de estrategias sociales para garantizar su éxito reproductivo”.
“Las relaciones sociales de los antiguos canarios estaban sustentadas en un sistema de género asimétrico dominado por los hombres”. Por tanto, subraya la investigación, “la división sexual del trabajo, un acceso asimétrico a lo producido, la gestión de las relaciones de parentesco y la capacidad reproductora de las mujeres, así como su papel en el mundo religioso y funerario son considerados con el objetivo de alcanzar una visión generalista sobre las condiciones de vida de las mujeres prehispánicas”.
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Autora >
Ana Sharife
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