Señales de humo
La encrucijada de Matilde en Sidi Ifni
Ana Sharife 23/10/2019
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Huérfana de madre e hija de un combatiente republicano desaparecido durante la guerra civil española, Matilde se traslada a casa de su tío, teniente coronel del ejército franquista destinado en Ifni. Una colonia española, fundada en la costa atlántica de Marruecos en 1934, que mantuvo cierto espejismo imperial hasta que el régimen de Franco fue obligado a devolverlo a Marruecos en 1969.
Aunque existe abundante bibliografía histórica sobre la guerra de Sidi Ifni, se trata de la primera vez que una mujer describe en Todo quedará en la sombra cómo vivieron ellas y los niños la época del asedio y posterior masacre. Una voz narrativa, con la que Ana María Alonso Fernández-Aceytuno (Las Palmas de Gran Canaria, 1949), ha obtenido el Premio Internacional de Novela Benito Pérez Galdós 2019, que convoca el Cabildo de Gran Canaria.
La novela se desarrolla entre 1955 y 1958, a través de la voz de Matilde, una joven que cuenta su encrucijada en un lugar de extraña belleza y aparente calma ambiental, donde la tierra roja tiene trazado ortogonal como un campamento romano, donde descubre el orgullo del bereber (de la tribu Ait Baamarán), las costumbres de sus habitantes y sus conflictos personales.
Ficción e historias reales se mezclan para rescatar un mundo olvidado, una memoria mutilada en la vorágine de la historia española contemporánea, de la mano de una mujer muy joven.
Matilde va construyendo, según avanza la novela, el complejo microcosmos humano que existía entre militares y nativos en aquel remoto enclave africano situado sobre una meseta, al borde del océano. Un lugar donde los grupos “eran impermeables los unos con los otros, pero convivían plácidamente hasta que empezaron los conflictos”, describe la autora. En Ifni “no habían existido ni tiros, ni sangre y, por tanto, el lastre de odios y venganzas que las guerras arrastran, no existía”.
Todo quedará en la sombra recorre una página de la historia reciente de España, sueño colonial del franquismo, insuficientemente reflejada en la narrativa contemporánea. La primera presencia española en Ifni arranca a finales del siglo XV, cuando un noble canario construye Santa Cruz de la Mar Pequeña, una fortificación en la costa africana que usa como protección para las expediciones militares en la captura de esclavos.
Los españoles serían desalojados en 1524 por los bereberes de la zona, y tres siglos después el territorio se convertiría en un regalo del sultán Mohamed IV a España, tras unos acuerdos de paz que pusieron fin a la Guerra de África, aunque su anexión práctica no tiene lugar hasta la II República.
La llegada de Matilde a Ifni en 1955 coincide con la pérdida de la tranquila convivencia entre colonizadores y colonizados, como consecuencia del abandono por parte de Francia de su protectorado en Marruecos. Mohamed V decide unificar todo su territorio incorporando Ifni al reino alauí, y en apenas seis meses de lucha armada entre 1956 y 1957, las tropas españolas se encuentran batallando con el Ejército de Liberación Marroquí por su control.
En la guerra de Sidi Ifni los combatientes españoles, la mayoría soldados de reemplazo obligatorio que fueron llevados al territorio del África Occidental a cumplir con su servicio militar, sufrieron penalidades sin límite en las trincheras y puestos de vigilancia montañosos, luchando con medios prácticamente obsoletos, sin apenas munición, y donde los legionarios españoles llegaron a calzar alpargatas para combatir en un terreno de arena y piedra.
“El generalísimo conocía muy bien las colonias africanas”, describe Alonso Fernández-Aceytuno. “En Canarias y el norte de África se había iniciado el alzamiento; en Sidi Ifni se formaron, con los indígenas, las fuerzas de Tiradores que fueron a luchar a la península; cientos de amranis habían muerto a las órdenes del ejército”. La parte histórica, la sensación de traición y abandono, se funde con una trama amorosa, la complejidad del amor enfrentada a la lealtad, pero también la irracionalidad de la guerra que costó mucho sufrimiento inútil.
Un conflicto bélico que en apenas ocho meses segó la vida de unos 400 soldados del bando español, 574 heridos y mutilados, y 80 desaparecidos. El número de bajas entre los partisanos marroquíes que trataban de desalojarlos es indeterminado, algunos historiadores hablan de miles.
La escritora conocía bien Ifni porque ya sus primeros seis años de vida transcurrieron allí, en un puesto del interior llamado Tiugsá (en Tagragra), donde estuvo destinado su padre militar, y el séptimo año en El Aaiún, hasta que en 1956 su familia se traslada definitivamente a Las Palmas de Gran Canaria.
La novela refleja la vida cotidiana no militar, la asistencia de profesoras procedentes de la isla para examinarlas, describe el avistamiento de los barcos, la espera y la inquietud. El intento de Matilde por detener una boda entre Aisha y un hombre mayor al que no quería, la cólera del coronel al enterarse. Las costumbres de los nativos, los arquetipos de la época, el fuerte militar, el casino.
La mirada crítica de Matilde provoca la hostilidad de su tía, apodada la “coronela”, al tiempo que sus nuevas vivencias la conducen a un estado de confusión sobre su propia identidad, que es la de la autora, Ana María Alonso Fernández-Aceytuno, que a los 18 años se trasladaría a Salamanca para estudiar Medicina y hacer la especialidad de Anatomía Patológica en Barcelona. Hasta 2014, cuando se jubiló, trabajó en la sanidad. Es entonces cuando se decidió a escribir esta novela, una historia que acampó en su corazón desde muy niña.
Durante cuatro años se documentó mediante otras novelas, artículos, revistas y textos escritos por militares en el Archivo General Militar de Madrid, viajó dos veces a la región norteafricana buscando testimonios de quienes vivieron en la ciudad colonial española, escuchó los de su mejor amiga en Ifni, además de la historia oral que le transmitieron su madre y su abuela. Así nació su novela.
El panteón 18
Durante el proceso de descolonización del antiguo Sáhara Español, el Gobierno tomó la decisión de trasladar a tierras isleñas los restos mortales de los militares enterrados en el cementerio español de El Aaiún, muchos de ellos muertos durante la guerra de Sidi Ifni y en los enfrentamientos con grupos armados en el Sáhara en los años 50 y 60. En 1976 llegaron los cuerpos a los cementerios de Vegueta y San Lázaro, en Las Palmas de Gran Canaria.
En la actualidad hay 81 nichos en el cementerio de Vegueta perfectamente identificados, mientras que en San Lázaro hay 126 de los cuales 21 permanecen sin nombre. En el panteón 18 yace un número indeterminado de hombres “que regaron con su sangre y sudor las tierras del Sáhara y Sidi Ifni”, reza la placa, en la llamada “guerra oculta” de España, la silenciada a la opinión pública por Franco.
En enero del 2004, el Ministerio de Defensa inició actuaciones para averiguar la identidad de los militares enterrados sin identificar. Según el Mando de Canarias, dependiente del Ejército de Tierra, “se está completando la relación de los fallecidos cuyos restos reposan en nuestro panteón”.
Sesenta años después de aquella guerra, Todo quedará en la sombra, los restos mortales de estos jóvenes soldados de reemplazo, cuyo sacrificio fue infructuoso, aún no han sido devueltos a sus familias con un mínimo de reconocimiento moral.
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Autora >
Ana Sharife
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