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Una gran parte de la izquierda española tiene claro que una posible solución del penoso conflicto catalán no está, como insistentemente pide a voces la derecha y lo defiende a capa y espada, en la aplicación antidemocrática y urgente del artículo 155 de la Constitución, con su consecuencia lógica de los presos políticos, como piedra de toque para identificar los proyectos y las ideologías, sino en el federalismo, que respeta la unidad nacional y abre un cauce para la libertad autonómica, con los correspondientes ajustes financieros entre regiones. Sin embargo, la empecinada derecha tradicional (¿Es que existe otra derecha que no sea tradicional y empecinada?) se opone tercamente a la solución federalista, desde un centralismo, obsoleto y opresivo, como si le fuera en ello la vida. Es el coco de los terrores infantiles, la línea roja de imposible salvedad. Una vez más, la derecha va contra la historia y contra la libertad, como hizo, en su último gran desaguisado, con la reforma laboral de Rajoy, de lamentables consecuencias, con la crecida inmisericorde de la brecha social. Hay más pobres y más excluidos que nunca y más nuevos ricos.
El federalismo, hoy día, es el oxígeno de la libertad, es un estímulo para el desarrollo de las regiones y una ayuda para las identidades individuales, lo que evidentemente molesta a la derecha; es un nuevo horizonte de la apertura hacia el futuro y sus condicionamientos sociales, lo que la derecha no quiere. Deberían ser suficientes los ejemplos de los Estados Unidos de Norteamérica, los USA, en plural y de la Alemania federal y democrática, compuesta de lander independientes, pero relacionados, sólida y fuertemente, modélica en muchos aspectos, como los dos iconos de referencia de la derecha española, para entender y experimentar, en cabeza ajena, las ventajas de un federalismo abierto y competitivo, sin aparentes desventajas y escasos inconvenientes. La Suiza de los cantones, en menor grado, podría, a pesar de sus características especiales, añadirse a este razonamiento, en defensa del federalismo. Pero la derecha, aferrada a los antiguos modelos políticos de la unidad de España, desde los tiempos de los Reyes Católicos, en el siglo XV, y a las viejas estructuras de poder, se niega a darle el visto bueno al federalismo español, que podría ser, con las cuentas claras, el modo de solucionar el doloroso trauma catalán y arreglar democráticamente muchos de sus problemas económicos, sociales y políticos, creados y mantenidos por un centralismo intransigente y depredador.
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Luciano G. Egido
Es escritor y periodista. Autor de numerosas novelas y ensayos por los que ha obtenido diversos premios.
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