Veto parental
¿Y si los hijos de Casado o Abascal fueran gays?
De todas las cosas que durante siglos nos robaron a las personas LGTBI, la adolescencia es la más injusta. Todos deberíamos tener derecho a vivirla plenamente
Bruno Bimbi 23/01/2020
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Antes que nada, otra pregunta: ¿a qué le tienen tanto miedo los inventores del veto parental? O mejor dicho, porque yo creo que estos nuevos fachas son unos farsantes, no se creen lo que dicen y no le tienen miedo ni al ridículo: ¿a qué quieren ellos que la gente le tenga miedo? La gente que está en su casa y los escucha por televisión y se pregunta si sus hijos estarán realmente en peligro con este gobierno extremista y radical de socialdemócratas.
Ellos argumentan, tratando de parecer razonables, que los padres deben poder elegir el tipo de educación que quieren para sus hijos (porque son suyos, propiedad privada) y tienen derecho a vetar lo que vaya en contra de sus valores. Pero, ¿hasta dónde llega esa autoridad parental sobre la escuela? ¿O este Estado soviético les va a decir a los padres que pueden vetar algunas cosas, pero otras no, porque Vox no las incluyó en el pin que Casado lleva en la camisa?
Supongamos que un padre diga que no quiere que el profesor de historia enseñe a sus hijos que los nazis asesinaron a millones de judíos, porque no fueron tantos, no fue tan así y además se lo merecían. O bien que el profesor de geografía no hable más de Australia, porque todo el mundo sabe que la Tierra es plana y ese país no existe. ¿Y los profesores comunistas que dicen que Franco fue un dictador? ¿Y los que hablan del cambio climático, ese invento cubano? ¿Y la teoría de la evolución, que ignora la creación de Dios y no dice nada sobre Adán y Eva y la serpiente y la manzana?
Si Abascal está muy ocupado, le pido al Casado con barba, su asistente favorito, que me explique qué hacemos. ¿Esos padres también pueden usar el pin constitucionalista para proteger a sus niños o las escuelas españolas van a seguir enseñando lo que quieren Pablo Iglesias, ETA y los independentistas?
¿Y si un padre no quiere que su hijo reciba la vacuna contra el sarampión, porque es suyo? ¿No puede, también en ese caso, ejercer su derecho a la propiedad parental? No estoy exagerando: existe gente que lo pide. Pero, seamos sinceros, ni la momia de Franco defendería a los terraplanistas o los antivacunas. Se refieren a otra cosa, está claro.
Cuando Pablo y Santiago dicen que “no se metan con nuestros hijos”, de lo que hablan es del miedo a la homosexualidad, porque eso rinde. España tiene una sociedad muy madura en estas cuestiones, pero hay miedos que aún pueden ser explotados y la ultraderecha vive de eso. Por ejemplo, el miedo a que un día tu hijo adolescente vuelva del colegio y te diga que es gay y que no quiere más vivir en el armario. Que está de novio y quiere traerlo a cenar a casa. Esta noche. Por culpa del colegio y del gobierno comunista de Pedro Sánchez.
A eso quieren que le tengas miedo: les hablan a los prejuicios que tal vez sobrevivan en algún lugar profundo de tu cabeza sin que lo sepas. Fíjate si están ahí y, si es así, es mejor que lo entiendas: la orientación sexual no funciona como dicen estos farsantes. No se aprende, no se elige, no se imita y no cambia. Sea cual sea la de tu hijo, no depende de la escuela, ni de nada que tú puedas hacer.
La escuela puede hacer todo lo que Vox no quiere y aun así van a continuar heteros, pero quizás aprendan a no ser homófobos y a respetar a sus colegas LGTBI
Si los hijos de Abascal o Casado fueran gays, ellos podrían enseñarles desde niños que la homosexualidad es horrible, meterlos en una escuela del Opus, mandarlos a un psicólogo homófobo, castigarlos con latigazos, no dejarlos salir de su cuarto, encerrarlos en un armario bajo siete llaves; pero un día, tarde o temprano, saldrían. Aunque es probable que estos dos señores no practiquen en casa las barbaridades que te dicen por televisión, porque saben que son falsas. No les creas, ni dejes que te metan miedo en la cabeza por un puñado de votos.
Si tus hijos son heterosexuales, no van a dejar de serlo, con pin o sin pin. La escuela puede hacer todo lo que Vox no quiere y aun así van a continuar heteros, pero quizás aprendan a no ser homófobos y a respetar a sus colegas LGTBI, y eso está bien. Pero si tus hijos son gays o lesbianas y, convencido por los discursos de odio de la ultraderecha, tratas de obligarlos a cambiar, no solo no lo vas a conseguir, ni con el pin ni con las hostias, sino que les vas a arruinar la infancia y la adolescencia. Van a pasarla muy mal, van a ser muy infelices y, si soportan la presión y no se pegan un tiro, un día van a salir del armario, van a mandarte a la mierda, van a conocer a alguien, se van a enamorar, quizás hasta se casen (gracias al comunista Zapatero, ahora pueden), no te van a invitar a la fiesta y es probable que nunca te perdonen. El tiempo va a pasar, lo vas a entender y te vas a preguntar por qué perdiste a quienes más querías en el mundo.
En mi libro El fin del armario, digo que, de todas las cosas que durante siglos nos robaron a los gays, la adolescencia es la más injusta. Nos la empezaron a arruinar desde la niñez. Todos deberíamos tener derecho a vivirla plenamente. Por eso, a la próxima generación hay que educarla mejor, con más libertad, menos pines fachas, menos miedo y menos prejuicios, para que sea más feliz.
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Bruno Bimbi es periodista, narrador y doctor en Estudios del Lenguaje (PUC-Rio). Vivió durante diez años en Brasil, donde fue corresponsal para la televisión argentina. Ha escrito los libros Matrimonio igualitario y El fin del armario.
Antes que nada, otra pregunta: ¿a qué le tienen tanto miedo los inventores del veto parental? O mejor dicho, porque yo creo que estos nuevos fachas son unos farsantes, no se creen lo que dicen y no le tienen miedo ni al ridículo: ¿a qué quieren ellos que la gente le tenga miedo? La gente que está en su casa y los...
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Bruno Bimbi
Periodista, narrador y doctor en Estudios del Lenguaje (PUC-Rio). Vivió durante diez años en Brasil, donde fue corresponsal para la televisión argentina. Ha escrito los libros ‘Matrimonio igualitario’ y ‘El fin del armario’.
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