“Corresponsal en Babia”
SúperCuerda
Nunca soñamos con tener una potra semejante: qué padrino tan majo, tan inteligente, tan sensible, tan generoso, tan gracioso, tan grande
Miguel Mora 4/02/2020
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El gran Ángel Sánchez Harguindey, que lo conoció bien, resumió el 4 de febrero el genio manchego de José Luis Cuerda con estas tres citas:
“El patito de la bañera, a poco que se fije, lo sabe todo”.
“Entre un marquesado y un ducado en propiedad, elige, si admites consejos, un viaje para dos personas un fin de semana en Jaén. Todo pagado”.
“El día del fin del mundo será un día inolvidable”.
José Luis Cuerda escribió y dijo miles, quizá millones de frases tan geniales como esas. La fulguración de su ingenio era una mezcla imbatible de ideas estrambóticas, blasfemias justificadas, ironía ancestral, hipérboles disparatadas, abominaciones perfectamente naturales, alergia al facherío y eso que se llama sentido común de toda la vida.
Él siempre decía que todo era herencia de su señor padre, Don Abel Cuerda, que una noche ganó un piso en el Paseo de la Habana jugando al chiribito y al día siguiente llevó allí a sus hijos para enseñárselo, los sentó en un sofá y les dijo: “A ver, que ahora vais a vivir en Madrid; sentaros ahí que quiero ver si sabéis montar en coche”.
Por azares de la vida y del burle, tuve el placer de conocer antes al padre de Cuerda que a Cuerda propiamente dicho. Mi padre y él fueron durante muchos años compañeros de tapete, y todavía recuerdo las dos cartas tapadas por las manos gordezuelas de aquel hombre bajito y silencioso, de ojos saltones y verbo escueto y fulminante, que jugaba duro como una roca y que ganaba siempre, incluso pisos en los barrios altos.
Muchos años después, al volver de mi exilio dorado de corresponsal y largarme de El País, otro azar, y nuestra amiga común Pilar Ruiz, me permitieron conocer por fin al joven Cuerda. Comimos y bebimos juntos, como limas, en La Ancha, reímos recordando las anécdotas del mítico Cabezón de Elche y los surrealismos de su padre, fundador del humor de Albacete y fuente, decía el hijo pródigo, del 90% de los diálogos y situaciones de Amanece que no es poco.
No sé ni cómo, José Luis aceptó, entre curioso y descreído, presidir el acto pre-fundacional de CTXT, un aquelarre matutino en el que había catedráticos, sexólogas, un espía de Ciudadanos y muchos periodistas en paro, y desde el número 1 de la revista se ofreció a escribir, “como contribución a esta locura”, la serie Todos somos contingentes, unas ensoñaciones maravillosas ("soy vuestro corresponsal en Babia", decía) que luego aceptó también grabar con su voz de sabio griego gracias a la mediación de Cristina Barbarroja.
Una noche electoral decidimos lanzarnos a hacer radio también, y allí se presentó JL en el Saloncito, como un solo hombre. Se zampó 10 o 12 aceitunas, y a la media hora, cuando vio que allí se fumaba como en una timba, se levantó y se largó diciendo que él no podía pensar con tanto humo, que lo llamáramos a casa si eso.
Luego nos dio la alegría más grande posible al aceptar presentar CTXT en el Círculo de Bellas Artes (que era el garito donde atizaban nuestros progenitores en los años setenta), con Soledad Gallego-Díaz, Ángeles Caballero, Jordi Évole y Carmen Linares.
Aquella noche dejó su inolvidable y palmaria definición surrealista del asunto: cuando supo que era oficial que nos íbamos a llamar CTXT, dijo: “Pues vamos a la ruina. Si tú vas al kiosco y pides CTXT, el kioskero te dirá que eso no lo tiene, que vayas a pedirlo a la farmacia”.
Nunca soñamos con tener una potra semejante: qué padrino tan majo, tan inteligente, tan sensible, tan generoso, tan gracioso, tan grande.
Gracias por todo, JL, nunca te olvidaremos. Y feliz día del fin del mundo.
El gran Ángel Sánchez Harguindey, que lo conoció bien, resumió el 4 de febrero el genio manchego de José Luis Cuerda con estas tres citas:
“El patito de la bañera, a poco que se fije, lo sabe todo”.
“Entre un marquesado y un ducado en propiedad, elige, si admites...
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Miguel Mora
es director de CTXT. Fue corresponsal de El País en Lisboa, Roma y París. En 2011 fue galardonado con el premio Francisco Cerecedo y con el Livio Zanetti al mejor corresponsal extranjero en Italia. En 2010, obtuvo el premio del Parlamento Europeo al mejor reportaje sobre la integración de las minorías. Es autor de los libros 'La voz de los flamencos' (Siruela 2008) y 'El mejor año de nuestras vidas' (Ediciones B).
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