Economía
En Venezuela, ahora todo se paga en ‘truns’
La ‘dolarización’ puede entenderse como una concesión sustantiva por parte de un gobierno que se mantiene enfrentado a Estados Unidos
Clodovaldo Hernández Caracas , 27/02/2020
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Uno de los paradójicos síntomas de la resistencia de Venezuela a las sanciones de Estados Unidos es que el dólar se ha entronizado como la moneda de uso habitual. En el peor momento del bloqueo, la economía cotidiana gira con más intensidad en torno al signo monetario estadounidense.
No es una abstracción para economistas. Todos han tenido que aprender a manejar los billetes verdes. Remigio, un parroquiano de una zona céntrica de Caracas, tiene su anécdota: “Fui a la barbería en San Bernardino, y José, que es un barbero de la vieja guardia, había puesto un cartelito con el precio del corte: 1$ o su equivalente en bolívares”.
Cuando los venezolanos se ponen a hablar de este punto, cada quien tiene su relato ilustrativo acerca de la dolarización de todas las actividades. Cuentan acerca de humildes vendedoras de empanadas en la isla de Margarita, buhoneros en las calles de cualquier ciudad y hasta de personas que piden dinero en el metro de Caracas, pero no quieren bolívares, sino dólares.
Destacados economistas opinan que la dolarización no es un fenómeno por sí mismo, sino que forma un círculo extremadamente vicioso con la inflación, que desde hace más de un año se encuentra en niveles de hiperinflación. Para la experta Pasqualina Curcio, este bucle perverso comienza con el ataque a la moneda nacional a través de varias páginas web que implantaron la modalidad de fijar, al margen de las autoridades del Banco Central, el tipo de cambio de cada día. Con esa fórmula han inducido una devaluación tan monstruosa que hasta es difícil imaginarla cuando se la pone en cifras: “En 2012, el dólar costaba 8 bolívares. Hoy, si se le incluyen los ceros que se han eliminado en la reconversión monetaria, cuesta 7.800.000.000 (siete mil ochocientos millones de bolívares): eso significa que nos han atacado la moneda en un 90.000.000.000% (noventa mil millones por ciento)”, explica Curcio.
Lo más complicado es entender cómo el país se ha mantenido funcionando y el gobierno de Nicolás Maduro sigue en pie
Ante semejantes magnitudes, lo más complicado es entender cómo el país se ha mantenido funcionando y el gobierno de Nicolás Maduro sigue en pie. La economista lo resume en una frase: “La resistencia ha sido heroica. Uno no se cansa de decirlo”.
Todavía más sorprendente es que la etapa más abierta de la dolarización, que tiene menos de un año, ha traído al país no solamente una suerte de estabilidad económica, sino algo más allá: síntomas de recuperación en la actividad cotidiana. Esto se sintió especialmente a finales del 2019, cuando aumentó a ojos vistas el consumo y, en ciertos sectores sociales, se llegó a extremos obscenos de ostentación.
“La tremebunda escasez que todos pensaban que aumentaría, por la crisis o por las sanciones, ha disminuido considerablemente. Poco a poco se observa un importante crecimiento en la oferta de bienes y servicios. Muchos empresarios ven la oportunidad de emprender o rescatar viejos negocios que tenían mercados potenciales. La veloz carrera por posicionarse en ellos ha impulsado a muchos a arriesgarse con cierto éxito. El vigoroso incremento de ‘bodegones’ repletos de mercancías importadas parece reflejar una demanda capaz de comprarlos en dólares. Ello ha llamado la atención a empresarios nacionales, que saben que producir en el país es mucho más económico que importar, debido a los bajos salarios, la energía barata, los bajos impuestos y la nulidad total en cuanto a tributos y normas relativas a la cuestión ecológica. Esto se articula con la paulatina apertura económica del gobierno, lo que, de conjunto, augura una leve recuperación económica o rebote luego de la histórica caída del PIB en el primer trimestre de 2019”, afirma el analista económico Manuel Sutherland.
Del apagón al cambio de punto de vista
Sutherland se cuenta entre los que creen que la dolarización tomó sustancial impulso durante la crisis eléctrica de marzo y abril de 2019. Los sucesivos apagones de esas semanas ocurrieron en un país que depende casi totalmente de las transacciones con tarjeta de débito o las transferencias bancarias, pues existe poco dinero en efectivo en circulación y, como ya se ha visto, pierde valor cada día. Sin electricidad no era posible pagar y entonces salieron a relucir abiertamente los dólares que antes se transaban con cierto recato.
El segundo gran empujón que recibe la dolarización se lo da (otra gran sorpresa) el propio presidente Maduro en noviembre, cuando dice, durante una entrevista televisada que “hay que evaluar cómo ese proceso de lo que llaman ‘dolarización’ puede servir para la recuperación y el despliegue de las fuerzas productivas del país y el funcionamiento de la economía. Es una válvula de escape”.
Quienes tienen acceso a dólares logran sobrevivir y hasta pueden prosperar, pero quienes solo reciben ingresos en bolívares quedan como venados a merced de una jauría
Fue un viraje de 180 grados, pues el discurso oficial había sido hasta entonces de condena al signo monetario estadounidense, al punto de llamarlo “dólar criminal”. Fue tan dura la resistencia a la presión ejercida por las páginas web fijadoras del tipo de cambio que se llegó prohibir el uso del dólar como referencia para el precio petrolero, creando en su lugar una cesta de monedas en la que estaban el euro, el rublo, el yuan y la rupia. Cuando Maduro dijo “yo no lo veo mal, es autorregulación necesaria de una economía que se niega a rendirse”, sus palabras operaron como un pistoletazo de largada: todo el que no había tomado el tren en marcha de la dolarización, ha tratado de subirse aunque sea a trompicones.
Factor de desigualdad
Desde el punto de vista político puede entenderse como una concesión sustantiva por parte de un gobierno que se mantiene enfrentado a Estados Unidos. La economista Pasqualina Curcio no duda en comparar el auge de la moneda norteamericana con una intervención militar. Equipara al dólar con los soldados del ejército extranjero y al bolívar con las fuerzas de defensa de Venezuela. “Nos están invadiendo”, advierte.
En la cotidianidad del venezolano, el problema es de una naturaleza más concreta. Quienes tienen acceso a dólares logran sobrevivir y hasta pueden prosperar, pero quienes solo reciben ingresos en bolívares quedan como venados a merced de una jauría.
“Los salarios, principalmente los de la administración pública, se han quedado rezagados respecto a los precios. Entonces, el respiro no es igual para esos empleados públicos con salarios rezagados, que para alguien que labora para el sector privado”, añade Curcio.
El gobierno, de manera paralela a su nueva postura del dólar como válvula de escape, sigue intentando avanzar en la implantación de la criptomoneda petro. En diciembre logró habilitarla por primera vez en un medio de pago masivo al conceder un “petroaguinaldo” a los empleados públicos y los trabajadores pensionados y jubilados, quienes pudieron hacer compras en un número importante de comercios. Sin embargo, el dinero movilizado se convirtió rápidamente en dólares, por lo que el año comenzó con otro salto mayúsculo en la devaluación.
A pesar de todos los pesares, la vida continúa y la gente de Venezuela no duda en tomarse esta nueva etapa con un buen humor que deja descolocados a algunos extranjeros. Así le ocurrió a un corresponsal francés que preguntó, muy extrañado qué era un “trun”. Había consultado a un taxista cuánto cobraba hasta el aeropuerto internacional Simón Bolívar y el hombre le dijo: “veinte truns”. Todos rieron porque una de las formas coloquiales de llamar al dólar es con el apellido –pronunciado en un inglés poco ortodoxo– del archienemigo, el presidente de EEUU.
Uno de los paradójicos síntomas de la resistencia de Venezuela a las sanciones de Estados Unidos es que el dólar se ha entronizado como la moneda de uso habitual. En el peor momento del bloqueo, la economía cotidiana gira con más intensidad en torno al signo monetario estadounidense.
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Clodovaldo Hernández
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