Señales de humo
El daño que ha hecho el mapa de Canarias
Ana Sharife 22/04/2020
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La mayoría de los escolares canarios crecen pensando que el archipiélago se encuentra en el Mediterráneo, rodeado por un gran muro que ni las barcas pueden traspasar. En el colegio te muestran un mapa educativo y así lo ves, debajo de las Islas Baleares, al abrigo de un recuadro, con un clima subtropical sin grandes oscilaciones que no se corresponde con el resto del territorio español. A veces, lo trasladan a la izquierda, en el Atlántico, cerca de Portugal para simplificar su representación.
Luego, de adultos, descubrimos que vivimos en la región más austral y occidental del reino de España, a unos 1.700 kilómetros de la península ibérica, y entonces entendemos la realidad a la que se enfrenta la economía canaria por su condición de insularidad y territorio fragmentado, de donde parte el tratamiento singular recibido, tanto en el ámbito administrativo como en el económico y fiscal, desde el siglo XVI tras su incorporación a la Corona de Castilla.
La ubicación de las Islas Canarias siempre ha sido objeto de polémica, hasta el punto de que en 1995 el ministro para las Administraciones Públicas, Jerónimo Saavedra, presentó un nuevo mapa oficial de España que colocaba al archipiélago en el Atlántico, en una posición próxima a su situación real. Fue en vano. Sus 7.447 kilómetros cuadrados se siguen moviendo en los mapas políticos, meteorológicos, escolares, libros de texto y materiales educativos. No se respetan las escalas de distancia con Europa y África, de cuyo continente Fuerteventura (punto más próximo) está a tan sólo 95 kilómetros. Tan cerca de las costas del sur de Marruecos y del norte del Sáhara Occidental que sus tormentas de polvo rojo asolan cada año las islas.
Se perpetúan las incorrecciones, ubicaciones artificiales e incluso olvidos. A menudo descubrimos que las islas son borradas directamente del mapa
Todo sigue igual. Se perpetúan las incorrecciones, ubicaciones artificiales e incluso olvidos. A menudo descubrimos que las islas son borradas directamente del mapa, como cuando aquel real decreto de julio de 1900 firmado por Francisco Silvela dejaba a Canarias fuera en el huso horario por el que se regirían los organismos públicos de España.
En 1915, el puerto de Las Palmas era el segundo del mundo en tráfico de mercancías. Durante casi cien años Londres pidió que se concretara el huso horario de Canarias para que sus barcos pudiesen orientarse por los faros. Solo la insistencia de la Armada británica logra que un real decreto de Alfonso XIII en 1922 Canarias adopte la hora del Reino Unido.
Dejar de situar al archipiélago de forma artificial es fundamental para entender el pulso de Marruecos con España por el control de las aguas próximas a Canarias, la única comunidad autónoma que incluye al mar como parte de su superficie y, por tanto, la explotación de los recursos de sus fondos, como el monte submarino Tropic, situado a 500 kilómetros de la isla de El Hierro, donde supuestamente se encuentra el mayor yacimiento de teluro del mundo.
Más aún para entender la negociación del marco presupuestario de la Unión Europea durante el periodo 2017-2021 y las consecuencias del Brexit –que ha dejado un agujero presupuestario de unos 75.000 millones de euros para los próximos siete años–, al que se suma ‘la gran reclusión’ causada por la pandemia –que provocará un desplome económico sin precedentes para Canarias, donde sólo el turismo aporta el 35% del PIB–. El Parlamento Europeo reclama medidas específicas para regiones ultraperiféricas como las islas, que reviertan el impacto de esta situación en la conectividad aérea, el empleo y el sector primario.
Cuando resurjamos de esta enorme crisis habrá que salir con la lección aprendida, pensando en buscar vías de adaptación para insertar a las islas en las reestructuraciones de la globalización, o mejorar sus condiciones en el nuevo regionalismo económico mundial.
Piratas y demás hombres de negocios
Una visión real en un mapa nos permite ilustrar la historia del Archipiélago como enclave estratégico de primer orden en la navegación atlántica entre los siglos XIV y XIX, cuando prácticamente todas las naves que se dirigían hacia América, África o Asia pasaban por sus aguas.
Desde la conquista y colonización las islas tenían sus principales mercados fuera de los territorios de la Corona española, como demuestra que los azúcares y aguardientes canarios se enviaran fundamentalmente a los puertos de Génova y Amberes. También explica que atesoremos la tercera mejor colección de arte flamenco del mundo, o que Shakespeare escribiera en Enrique IV: “Por mi fe que habéis bebido demasiado vino canario, un vino maravilloso y penetrante que perfuma la sangre antes de que se pueda decir: ¿qué es esto?”.
Hoy los canarios siguen bromeando con que el mayor error de Canarias fue no dejar entrar al almirante Nelson en 1797 y sin embargo dejáramos salir a Franco
Durante siglos Canarias se convirtió en centro de contrabando del Atlántico medio. Desde las islas se podía traficar libremente con cualquier lugar de Europa y muchos de sus mercaderes lograron afincarse en ellas, tejiendo redes familiares a lo largo del océano. Hoy los canarios siguen bromeando con que el mayor error de Canarias fue no dejar entrar al almirante Nelson en 1797 y sin embargo dejáramos salir a Franco para liderar el alzamiento nacional que acabó con la República e inició cuarenta años de dictadura.
Tan importante es la situación de Canarias que jugó un papel estratégico en la Segunda Guerra Mundial, y fue codiciada por alemanes y británicos. La guerra naval y submarina cortocircuitó el trasiego comercial y provocó una fuerte depresión en un territorio que, sin embargo, no formaba parte de los contendientes. Cuando Hitler intentó invadir Gibraltar, Churchill amenazó con invadir las Islas Canarias. Los canarios tendríamos el inglés como lengua oficial si los derroteros de la guerra hubieran sido otros.
“¿Lejos de dónde?”
En el 2016 el ejecutivo canario tuvo que alzar una queja al Museo Arqueológico Nacional por la ubicación de Canarias en el área del Mediterráneo en el mapa indicativo de los puntos de interés arqueológicos de España. Las pirámides truncadas de Güíma, la técnica de momificación de los aborígenes isleños similar al de otras civilizaciones antiguas, o su cosmovisión del mundo revelada en Risco Caído tienen fundamento en gran parte por su enclave geográfico, así como el sustrato indígena de origen bereber, un rastro del genoma amazig que el canario lleva inscrito en el ADN, la memoria del paraíso perdido donde lo situó Plinio el Viejo en el I d.C.
Posiblemente, las islas fueron descubiertas por primera vez por el explorador cartaginés Hannón, el navegante, en su Periplus, el primer viaje de circunvalación africano, en el año 570 a. C. Cuando los intereses político-administrativos se trasladaron al plano geográfico y por tanto a una nueva concepción del mapa, el general Agripa, en tiempos de Augusto, ordenó con fines estratégicos la construcción de un mapamundi inmenso a las afueras de Roma, en las que se desarrollan alusiones a las “islas Afortunadas”. Y el geógrafo hispanorromano Pomponio Mela, que vivió bajo los emperadores Calígula y Claudio, las situó por primera vez con exactitud en un mapa; Plutarco fue informado por el general Sertorio de la existencia de las islas, a las que este último pensó en instalarse (Vidas paralelas-Sertorio y Pompeyo).
Emilio Lledó, siendo profesor en la Universidad de La Laguna, lo sintetizó mejor que nadie cuando le preguntaron si se sentía lejos viviendo en las islas. “¿Lejos de dónde?”, contestó.
Canarias, tierra de arribada, escala, intercambio y emigración. Quizá, aparecer así en los mapas de España no sea más que el síntoma (no una causa) de una determinada actitud política, ideológica y empresarial.
La mayoría de los escolares canarios crecen pensando que el archipiélago se encuentra en el Mediterráneo, rodeado por un gran muro que ni las barcas pueden traspasar. En el colegio te muestran un mapa educativo y así lo ves, debajo de las Islas Baleares, al abrigo de un recuadro, con un clima subtropical sin...
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Ana Sharife
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