Contra el odio
Esa Bandera
Allí donde otras enseñas pretenden señalar una diferencia, la arcoíris intenta recordarnos a todos que, más allá de la cultura o el territorio, somos seres hechos para amar y que puedes ser o amar sin necesidad de excluir a nadie
Marina Echebarría Sáenz 27/06/2020
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Es curioso lo que nos ocurre con las banderas. Desde un tiempo atávico los seres humanos nos hemos agrupado en colectividades: familia, clan, pueblo, nación… Hemos construido identidades y las hemos enriquecido con nuestras vivencias para, finalmente, plasmarlas en símbolos como las banderas. Una bandera representa una identidad, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva, pues el problema de toda bandera es que contrapone una identidad a otras. Nuestra historia está plagada de luchas de banderas, de contraposiciones de identidades e intereses que nos han costado sangre y sufrimiento porque, muchas veces, demasiadas, el mismo sentimiento de calor y pertenencia que alienta la bandera también lo es de rechazo y exclusión a quien no pertenece a tu identidad, a tu bandera.
Los seres humanos hemos demostrado una increíble capacidad para cerrar nuestros corazones a quienes no se amparan en nuestra bandera, ignorando nuestra única pertenencia cierta, la humanidad. Veo a gente vociferar odio esgrimiendo una bandera, usarla como instrumento de agresión frente a su vecino, luciendo un corazón estrecho y cerrado en el que sólo caben quienes son como él mismo desea ser. Y ya no lo entiendo. A mí la vida me he hecho ensanchar el corazón a todas las identidades que se han colado en mi historia. En mi corazón está y estará esa ikurriña por la que vi morir a gente, la esperanza azul de una Europa unida, la que me acogió y ha dado amparo a mi trabajo y a mis hijos en la tierra castellana, la que me hizo sentirme orgullosa de representar a esta nación en la defensa de los derechos humanos. Todas ellas y otras han ido formando parte de mi identidad. Pero hoy, me van a perdonar, quiero hablar de esa bandera que no podrá ondear en muchos edificios por la cerrazón de una magistrada y la intolerancia de unos pocos. La bandera arcoíris probablemente sea el único símbolo de la humanidad en el que no se pretende excluir a ninguna identidad. No lo fue cuando la biblia convirtió al arcoíris en el símbolo de la paz y la esperanza para la humanidad, ni cuando se eligió como símbolo para el movimiento de la paz en 1961 o como símbolo de la diversidad sexual en 1978, amparando a heterosexuales, homosexuales, lesbianas, transexuales e identidades queer. Allí donde otras enseñas pretenden señalar una diferencia, la bandera arcoíris intenta recordarnos a todos que, más allá de la cultura o el territorio, somos seres hechos para amar y que puedes ser o amar sin necesidad de excluir a nadie.
Este 28-J, el día que celebra la diversidad del ser humano y la riqueza de nuestra capacidad para ser y amar, quiero recordaros a todos que esta también es vuestra bandera y os pido que le hagáis un hueco en vuestro corazón, como hijos que somos de una humanidad nacida para encontrarse y superar el odio.
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Marina Echebarría Sáenz es doctora en Derecho, catedrática de Derecho Mercantil en la Universidad de Valladolid. Desertora de género.
Es curioso lo que nos ocurre con las banderas. Desde un tiempo atávico los seres humanos nos hemos agrupado en colectividades: familia, clan, pueblo, nación… Hemos construido identidades y las hemos enriquecido con nuestras vivencias para, finalmente, plasmarlas en símbolos como las banderas. Una...
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Marina Echebarría Sáenz
Es catedrática de Derecho Mercantil.
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