1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.340 Conseguido 91% Faltan 16.270€

Henry Kamen / Historiador

“España tardará muchos años en resolver su relato nacional”

Sebastiaan Faber 14/06/2020

<p>El historiador Henry Kamen.</p>

El historiador Henry Kamen.

Foto cedida por la editorial

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

“¡Que inventen ellos!”. El exabrupto de Miguel de Unamuno, destilado de una carta desencantada a Ortega y Gasset de 1906 y convertido en cliché, ha llegado a representar la resistencia ibérica a subirse al tren de la modernidad. Pero la verdad es que los españoles nunca han dejado de inventar cosas. Es más, entre sus invenciones más notables se encuentra la de su propio país.

Que España sea un producto de la imaginación –una ficción, vamos– no es nada nuevo o excepcional, como explica Henry Kamen en su nuevo libro, La invención de España. Leyendas e ilusiones que han construido la realidad española (Espasa). Todos los Estados-nación modernos lo son; no hay ninguno que no se nutra de relatos nacionales plagados de mitos, mentiras y distorsiones. El problema de España –afirma Kamen– es otro: su auto-invención nunca pasó de ser una chapuza. La máquina de mitos lleva siglos funcionando mal. Y esto explica muchos de los problemas actuales del país. El hecho, por ejemplo, de que la España democrática no haya sido capaz de ponerle una letra a su himno nacional. O que sea “la única nación europea que afirma haber pasado por una Guerra de la Independencia … y, sin embargo, jamás ha celebrado un Día de la Independencia”.

Con su libro Kamen persigue dos propósitos que pueden parecer contradictorios. Por un lado, demuestra que muchos de los relatos que todavía se propagan sobre el pasado español –desde la Conquista y la Reconquista hasta la guerra de Flandes y la famosa convivencia medieval de las tres culturas– tienen poca o ninguna base histórica. Por otro, sin embargo, pone en valor el poder de los mitos nacionales. “El mito y la realidad son aceptables por igual”, escribe, ya que ambos contribuyen a una narración del pasado que cohesiona a la comunidad nacional. Más allá de su débil base fáctica –afirma Kamen– los mitos incluso pueden representar “aspiraciones positivas” que, como tales, tienen efectos históricos reales.

Nacido en la antigua Birmania (hoy Myanmar) en 1936, Kamen se formó en Oxford, donde estudió con el hispanista Raymond Carr. También pasó por París, donde investigó con Fernand Braudel, adalid de la Escuela de Annales. Es autor de obras tan importantes como polémicas sobre Felipe II, la Inquisición, el Imperio español y el exilio como constante en la historia ibérica. Ha enseñado en universidades británicas y estadounidenses; entre 1993 y hasta su jubilación en 2002 ocupó una plaza en el CSIC de Barcelona, ciudad donde él y su esposa catalana viven todavía. Habla ruso, francés, catalán y castellano. Conversamos por Skype en su inglés nativo, que pronuncia con un deje del sudeste de Asia.

La publicación de su libro en febrero fue acompañada por una serie de entrevistas en prensa. Me llamó la atención que casi todos los diarios aprovecharan la ocasión para convertir alguna cita suya en un titular que confirmase su propia línea editorial. “Podemos miente al perpetuar el mito de España como nación en decadencia,” se leía en el ABC. “Pedro Sánchez no sabe de lo que habla cuando asocia España con nación”, ponía en La Razón. La Vanguardia, en cambio, resaltó que, según usted, “Vox necesita películas históricas porque no tiene ideas”. ¿Se sintió manipulado?

Sea sobre lo que sea tu investigación, la gente te lee como quiere.

Tuve la impresión de que algunos de los periodistas ni se preocuparon por enterarse de qué iba su libro.

Estoy hasta las cejas de que me entrevisten sobre un libro sin haberlo leído. Pero en este caso, me pareció que todos lo tenían leído y anotado. Me quedé contento con las conversaciones. Por otra parte, soy muy consciente de que el titular no lo ponen los reporteros. Esa parte no la controlan.

El PSOE me parece una amalgama de tendencias, algunas reaccionarias, otras nacionalistas y otras basadas en una ignorancia supina del contexto internacional

Algunos historiadores hispanistas son fáciles de encajar ideológicamente. A Paul Preston se le asocia con la izquierda; a Stanley Payne, con la derecha. Usted, sin embargo, parece más escurridizo ideológicamente, y quizá por tanto más camaleónico.

Es verdad. No lo digo mucho, pero yo soy de izquierdas en el sentido anticuado del término. Lo que pasa es que, en mi experiencia, esto significa muy poco en el contexto español. Aquí las actitudes son muchas veces menos ideológicas, en el sentido convencional, que basadas en posturas históricas o regionales. Por ejemplo, declararme de izquierdas aquí en Cataluña carece casi completamente de sentido.

Una figura como Payne, sin embargo, se perfila como intelectual de derechas, incluso en el contexto español. No es casual que Javier Ortega Smith, durante el debate de investidura en enero, fingiera ostentosamente leer uno de sus últimos libros. Usted me parece diferente. No se me ocurre un político que se quisiera fotografiar con su Invención de España.

A Stanley lo conozco bien porque coincidimos un tiempo en la Universidad de Wisconsin. Es verdad que se perfila como derechista en los medios españoles. Si yo casi nunca afirmo mis preferencias ideológicas es porque, en mi experiencia, no coinciden con las actitudes que normalmente se aceptan en España. Como ya le decía, me considero de izquierdas, socialista. Pero el PSOE me parece una amalgama de tendencias muy diversas, entre ellas algunas literalmente reaccionarias, otras excesivamente nacionalistas y otras basadas en una ignorancia supina del contexto internacional. Por lo tanto, aquí no tiendo a encajar fácilmente en ninguna categoría. Y cuando me denuncian en la prensa española, nunca es por motivos ideológicos. La crítica más frecuente es que me llamen antiespañol. Ahora bien, lo que signifique ese término depende de cómo se entienda “español”. Si me lo escupe un castellano como Arturo Pérez Reverte, es porque mi obra entra en conflicto con sus presuposiciones de lo que es o debería ser España. Pero lo que intento hacer en este nuevo libro, precisamente, es negar que España sea una u otra cosa. Al mismo tiempo, he querido expresar la idea de que una persona puede enorgullecerse de ser español, aunque ese orgullo esté basado en mitos, porque así ocurre en todos los países del mundo. En cierto sentido, por tanto, este libro ha sido un intento por hacer las paces con los que me consideran un historiador antiespañol.

¿Y ha funcionado?

No, no ha funcionado, y le diré por qué. Muchos de lo que han comentado el libro no lo han leído. Simplemente se empeñan en la imagen que ya tienen de mí como un autor antiespañol.

¿Para quién ha escrito este libro?

Un público español no especialista. Para una edición en inglés, tendría que reescribir buena parte. Muchas de sus páginas están dedicadas a desmontar representaciones absurdas que siguen manteniendo muchos españoles pero que apenas se tienen en el extranjero. Por ejemplo, paso dos páginas explicando algo que para mí y para usted es perfectamente obvio: que los Países Bajos no eran una provincia española.

Pérez Reverte es el 'summum' del nacionalismo español radical: un fanático en su compromiso con la imagen tradicional y romántica que asumen los castellanos, sobre todo

Lleva casi tres décadas en España. ¿Sigue escribiendo sobre el país como un extranjero?

Sí y no. Para mí es muy importante haber vivido muchos años aquí. Mi esposa es de aquí. Trabajé en el CSIC durante muchos años. Soy parte del paisaje. Por tanto, he tenido que asumir el punto de vista español. Solo viviendo aquí he llegado a comprender la inmensa hostilidad que hay, sobre todo en Castilla, hacia el mundo exterior. La constato cada vez que tengo algún roce con Pérez Reverte, por ejemplo. Él es el summum del nacionalismo español radical: un fanático total en su compromiso con la imagen tradicional, conservadora, romántica que asumen los castellanos, sobre todo. Los catalanes, en cambio, no me son tan hostiles. Pero como yo tampoco confirmo su punto de vista, suelen ignorar mi obra.

Los mitos del relato nacional español que desmonta en su libro, ¿dónde se manifiestan o propagan? ¿Solo en la cultura popular y el discurso de los políticos? ¿O también en la educación secundaria o las universidades? ¿Todavía hay profesores que defienden que la Reconquista fue una guerra de 800 años contra el invasor musulmán?

Sí, los hay. Hay profesores de secundaria e incluso de universidad que no tienen un interés verdadero en lo que enseñan y siguen repitiendo los viejos mitos. También se propagan en la prensa. Siempre son las mismas historias: sobre la Reconquista, la Inquisición, la revuelta de los holandeses, la Conquista de América que supuestamente realizaron solo 300 españoles, etc. Y se perpetúan a pesar de lo que digan los libros, míos o de otros investigadores.

¿A qué se debe esa persistencia?

A los defectos en el sistema de educación, sobre todo de secundaria para abajo. Mi mujer fue profesora de instituto y lo hemos hablado a menudo. Uno ve cada tanto tiempo que en algún rincón de España se celebra, por ejemplo, la rendición de Breda como una gran victoria española, con Velázquez plasmando la actitud caballerosa de los españoles, etc. Cuando la realidad es que Velázquez no sabía nada del evento y solo pintó su famoso cuadro años después. La situación es lamentable. Y ya sé que mi libro hará poco por remediarla. Aunque me alegré al ver que pasó un mes encabezando la lista de los libros de no ficción más vendidos.

¿Cuánto del problema educativo cabe achacarlo al franquismo?

Gran parte. Porque las reformas que debían haberse implementado con la llegada de la democracia en los años setenta nunca se implementaron. Ahí la creación del sistema de las autonomías no ayudó. Se nota la falta de una coordinación central. Cuando José Álvarez Junco volvió de sus años en Estados Unidos, recuerdo que le preguntaron en una entrevista qué reformas implementaría en la universidad española. Contestó que, entre otras cosas, reservaría una cátedra en toda universidad principal para un profesor extranjero que pudiera proporcionar una perspectiva diferente sobre la realidad española. Obviamente, eso nunca se hizo. Una medida así provocaría una amarga oposición, igual que la hubo cuando yo conseguí una plaza en el CSIC.

Acaba de decir que la persistencia de los mitos es lamentable. Pero su postura en el libro es menos contundente. “El mito y la realidad son aceptables por igual”, escribe, “porque cada uno tiene un papel reconocible en la forma en la que elegimos construir, es decir, inventar, el pasado”. ¿Hay una tensión entre su afán por desmontar los mitos y el reconocimiento de su importancia o incluso su valor?

(Suspira.) Es una buena pregunta, fundamental, que me he negado a afrontar, porque me llevaría a plantear el concepto de la verdad histórica. Y no es un tema al que me interese entrar. Volvamos al caso de Breda. El relato de la rendición tiene obvios elementos nacionalistas, míticos, ficticios. Esa dimensión es falsa, pero no se puede descontar. Tiene un peso. Por eso me niego conscientemente a postular el concepto de la verdad histórica. Obviamente todos los historiadores intentamos aproximarnos a la verdad de los hechos. Pero hay que reconocer que hay otras realidades más allá de la verdad fáctica. Y más en el caso de España, que nunca logró convertirse en país y sigue luchando todavía hoy por lograrlo, como se ve todos los días en los medios. Por eso he intentado en mi libro valorar el papel de los mitos al igual que los hechos históricos.

A ver si le entiendo bien. Dice que todo Estado-nación ha inventado su identidad, construyéndola sobre mitos y ficciones, pero que en el caso de España ese proceso no funcionó tan bien como en otros países, o por lo menos está aún sin acabar.

Así es.

Pero entonces, ¿cómo concibe su papel como historiador? ¿Solo constata ese mal funcionamiento, o trabaja conscientemente para mejorarlo? En otras palabras, ¿se limita al diagnóstico o le interesa curar al paciente?

Me interesa curarlo. Por eso, precisamente, estoy dispuesto a conceder cierto valor a la mitología, aunque me interesa que esta coexista con un relato más acorde a la realidad histórica. Le doy otro ejemplo: el mito de Miguel Servet como héroe nacional y campeón de la libertad religiosa. Aunque acepto el mito y los rituales y celebraciones a que da lugar en su pueblo natal, me interesa establecer algunos hechos históricos irrefutables que demuestran con claridad que el Servet de verdad no fue ningún héroe y ningún defensor de la libertad religiosa. Intento sentarme entre dos taburetes: el mito y la verdad histórica.

Y mientras tanto, España sigue sin resolver su relato nacional.

Tardará muchos años en resolverlo. Porque los propios españoles no paran de pelearse.

Bueno, a veces algún político o el propio rey insisten en que “todos somos españoles.”

Eso me temo que no sirve para nada. La cosa es más compleja.

Los historiadores españoles que han dominado el campo en las tres primeras décadas de la democracia, como José Álvarez Junco, Juan Pablo Fusi o Santos Juliá –algunos de los cuales, como usted, estudiaron con Raymond Carr– comparten su diagnóstico de que los mitos han tenido un peso excesivo en el relato nacional español. Pero la cura que han propuesto ha sido diferente: se han presentado a sí mismos como guardianes de la objetividad histórica, como expertos académicos cuya metodología les permite llegar a la verdad. La actitud que adopta usted me parece más relativista, más modesta, precisamente porque se niega a entrar al tema de la verdad histórica. Se me ocurre que la cura que propone para España es menos una inyección de verdad, o una protección aséptica contra los mitos, que simplemente una serie de mitos mejores.

Así es. Pero además hay otro factor a tener en cuenta. Los historiadores a los que cita –todos muy buenos y conocidos– tienen una gran ventaja. Son predominantemente historiadores políticos. Se ocupan de circunstancias políticas que son relativamente fáciles de corroborar mediante documentos o de expresar en términos estadísticos. Raymond Carr era un historiador puramente político. Álvarez Junco, por otra parte, entra al territorio del nacionalismo, lo que automáticamente provoca más reacciones discrepantes. Igual que me criticaron a mí cuando me ocupé de la Inquisición.

Quiero volver a la pregunta de los mitos mejores. Cuando usted se empeña, por ejemplo, en desmontar el mito de la Reconquista, ¿está creando un espacio para que pueda surgir otro mito sobre ese período, un relato nacional que sirva mejor para cohesionar España hoy?

Sí. Estoy convencido de que tenemos que hacer concesiones ante la mitología, asumirla en sus propios términos. No me puedo permitir recaer en una burda distinción entre verdad y mentira. Porque entonces me condenaría a mí mismo a un discurso de hechos brutos. Y así no hay forma de acabar con una perspectiva satisfactoria.

Hay margen para una identidad colectiva más plenamente asumida. Que no haya surgido me parece triste

Su libro es muy amplio: cubre más de veinte siglos, desde Numancia hasta el XIX.

Abarca demasiado, ya lo sé. Pero lo vi necesario porque quería explicar por qué les ha costado tanto a los españoles llegar a una situación en que puedan decir simplemente: “Yo soy español.” Hoy hay mucha gente en España que nunca jamás emplearía esa frase.

Y para usted, ¿esta situación es de lamentar?

Sí, es de lamentar. Porque los españoles, por más divididos que estén políticamente, comparten importantes aspectos de su historia, su cultura, su comida, su música. Quiero decir que hay margen para una identidad colectiva más plenamente asumida. Que no haya surgido me parece triste. Aquí donde vivo yo, por ejemplo, no se habla de España sino del Estado español.

Esta preocupación suya la comparten otras personas en España. Pienso, por ejemplo, en su buen amigo Pérez Reverte, al que le chirría la costumbre catalana de hablar de “Estado español”. O en María Elvira Roca Barea, que también aboga porque los españoles acepten su identidad nacional con más entusiasmo y menos complejos. Y, sin embargo, no tengo la impresión de que usted comulgue con figuras así.

(Ríe.) No.

Bromas aparte, ¿qué piensa del fenómeno Roca Barea?

Me parece tan absurdo que evito hablar de él. Sencillamente soy incapaz de expresar una opinión sobre una persona que no sabe nada. Pérez Reverte, en cambio, es un buen creador que de vez en cuando se presta a un duelo conmigo.

Y, sin embargo, Roca Barea forma parte de un linaje de filólogos con aspiraciones de historiador que han hecho contribuciones importantes a la mitología nacional: Marcelino Menéndez Pelayo, Ramón Menéndez Pidal, Américo Castro…

Pero son categorías distintas.

Perdone que insista, pero ¿el tremendo éxito de ventas de una Roca Barea, no acaba por confirmar, en cierto modo, su diagnóstico? ¿Puede ser un síntoma del problema que señala?

Casi con toda seguridad, sí. Aunque, como decía, también mi libro pasó un mes en la lista de los más vendidos.

¿Quiere decir que su libro satisface una necesidad parecida a la de Roca Barea?

No lo creo. Sería interesante hacer un análisis sociológico de los que compran sus libros. Que yo sepa, por ejemplo, apenas se venden en Catalunya. Los míos, sí. Tengo la impresión de que los que compran los libros de Roca Barea lo hacen porque ya comparten su punto de vista. Y además son bastante hostiles a los historiadores británicos o norteamericanos que nos dedicamos a escribir sobre España, seamos John Elliott, Paul Preston o yo mismo.

Todos enemigos de España.

A mí me lo han llamado con bastante frecuencia. Y cosas peores.

“¡Que inventen ellos!”. El exabrupto de Miguel de Unamuno, destilado de una carta desencantada a Ortega y Gasset de 1906 y convertido en cliché, ha llegado a representar la resistencia ibérica a subirse al tren de la modernidad. Pero la verdad es que los españoles nunca han dejado de inventar cosas. Es más, entre...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Sebastiaan Faber

Profesor de Estudios Hispánicos en Oberlin College. Es autor de numerosos libros, el último de ellos 'Exhuming Franco: Spain's second transition'

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí